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«Vivimos un genocidio cultural y la música es nuestra forma de resistir»

Fadime Polat y Baran Sari, en el Auditori

Ara – 22 noviembre 2023

Fadime Polat y Baran Sari enseñan música kurda en diferentes centros de Barcelona

La familia de Fadime Polat (1994) fue condenada a muerte por el régimen iraní y tuvo que huir a Turquía. No es fácil mantener la identidad kurda en un país como Turquía, pero desde hace años Polat lucha por defender su cultura a través de la música. Es fundadora y directora general del Aryen Art Centre de Van, en el Kurdistán turco, donde enseña música a los niños. Polat también creó su propia empresa para producir instrumentos de música como el daf, un gran tambor que se utiliza tanto en la música clásica como popular. Con el músico Baran Sari (1995), esta semana están en Barcelona para impartir talleres de música tradicional kurda en diferentes escuelas y conservatorios, dentro de la iniciativa Som Constructores, de la Asociación Catalana por la Paz, que tiene diferentes proyectos con Palestina y el Kurdistán. Ambos músicos dan clases a estudiantes y profesores de la Escuela Superior de Música de Cataluña (Esmuc), el Taller de Músics, la Escuela de Música de Sant Feliu de Llobregat y el Conservatorio de Música de Manresa.

Ni para Polat ni para Sari fue fácil aprender música, ni tampoco lo es ahora enseñarla o interpretarla. «Vivimos un genocidio cultural y la música es nuestra forma de resistir. No se trata sólo de cantar e interpretar, sino que es la forma que tenemos de defender nuestra identidad», asegura Sari. «Luchamos y nos organizamos para intentar mantener viva nuestra cultura», explica Polat. Lo hacen a través de la creación de centros culturales donde enseñan, por ejemplo, música pero también a escribir en kurdo, una lengua prohibida en las aulas de Turquía. «El problema es que cuando un centro cultural funciona, el gobierno turco hace todo lo posible para cerrarlo», lamenta Polat.
Resistir a través de la cultura y de la organización de centros donde se pueda aprender a cantar, tocar o escribir es algo que ha merecido la pena, asegura Sari. «Mis padres tenían que escuchar a escondidas la música kurda que tenían en casetes, porque se castigaba incluso eso. Ahora podemos escuchar música, pero lo que hace el gobierno turco es apropiarse de nuestra música cambiando el idioma y algunas melodías, y diciendo que es cultura turca, como si nosotros no existiéramos», añade Sari.

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