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Detenciones masivas en Turquía en vísperas de las elecciones, con Erdogan en la cuerda floja

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en un acto electoral en Estambul, a 7 de mayo de 2023. – Ümit Bektas / REUTERS

Público – Manuel Martorell – 9 mayo 2023 (actualizado 10 mayo 2023)

En los últimos veinte días han sido arrestados cuadros de partidos, abogados, periodistas y artistas, personas que pueden jugar un papel clave como compromisarios en los colegios electorales. El presidente turco se juega en las  urnas el proyecto político autoritario que ha edificado a lo largo de las dos últimas décadas.

Desde el 25 de abril, solo dos días antes de comenzar la campaña electoral, se vienen realizando por toda Turquía redadas especialmente dirigidas contra los sectores que apoyan al Partido Verde de Izquierda, marca elegida por el movimiento kurdo, los partidos que le apoyan y que puede ser trascendental en las elecciones generales (presidenciales y legislativas) del próximo domingo 14 de mayo. Ese día el presidente Recep Tayyip Erdogan se juega el proyecto político autoritario que ha edificado a lo largo de las dos últimas décadas.

Se calcula que, desde ese 25 de abril, han sido detenidas más de 300 personas, fundamentalmente cuadros de partidos, abogados, periodistas y artistas. Es decir, personas que pueden jugar un papel clave como compromisarios en los colegios electorales, que pueden presentar reclamaciones por irregularidades, que pueden informar de las mismas, así como del desarrollo de la campaña o que, al ser pintores, cantantes o actores, pueden dar prestigio a las candidaturas.

El partido pro-kurdo, el HDP (Partido Democrático de los Pueblos), así como la media docena de grupos de izquierda que lo respaldan, han elegido esta marca «verde» al estar el HDP en proceso de ilegalización y solo presentan listas al Parlamento (Asamblea Nacional), con una destacada presencia de mujeres en sus listas. Para la presidencia, recomiendan votar a Kemal Kiliçdaroglu, líder del socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo (CHP), para unir toda la oposición al existir una posibilidad real de acabar con 20 años de autoritarismo.

Kiliçdaroglu preside una coalición, Alianza Nacional, con partidos de centroizquierda e islamistas moderados contrarios al radicalismo de Erdogan. Promete retornar a Turquía por la senda del parlamentarismo, acabando así con el sistema presidencialista que Erdogan consiguió introducir en la Constitución turca, aunque con una victoria mínima en el referéndum del año 2017.

Dos años después, este mismo apoyo de la importante minoría kurda ya hizo posible que, en las elecciones municipales, el partido del Gobierno, el islamista AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo), perdiera las principales ciudades del país, comenzando por la capital política, Ankara, y la cultural y económica, Estambul.

Varias personas junto a un cartel del candidato Kemal Kiliçdaroglu, líder del socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo – Sedat Suna / EFE

Frente a Kiliçdaroglu, Erdogan lidera la Alianza del Pueblo, con el apoyo de la extrema derecha (el Movimiento Nacionalista), otros partidos nacionalistas turcos y el Huda Par (Partido de Dios), organización terrorista que en los años 90 del siglo pasado cometió decenas de asesinatos entre sectores progresistas, sindicales y kurdos. Algunos restos de esta organización(cuando, a comienzos del actual siglo, la Policía se animó a desarticular sus comandos) huyeron a Irak, donde se integraron en Al Qaeda.

La importancia de una victoria de Kiliçdaroglu estriba no solo en recuperar ciertos valores democráticos, sino que la política exterior puede dar un giro de 180 grados. Especialmente acabando con la ambigüedad de Erdogan frente a Putin en la guerra de Ucrania, debilitando el peligroso eje Moscú-Ankara-Teherán y, sobre todo, retirando el apoyo a los grupos islamistas que campan a sus anchas, al amparo del Ejército turco, por el norte de Siria. Este apoyo turco a los grupos islamistas sirios es uno de los obstáculos más serios para encontrar una salida al conflicto.

Aún hay otro factor que podría inclinar la balanza hacia el bloque opositor. El devastador terremoto de febrero afectó de lleno a las poblaciones kurda y aleví, una comunidad musulmana heterodoxa que suele votar a la izquierda. Entre las dos suponen prácticamente un tercio de la población total. La tardanza y mala gestión de la ayuda y labores de rescate en los cruciales primeros días ha podido dejar huella incluso entre quienes todavía confiaban en el actual Gobierno.

Hasta ahora, la decena de encuestas que se han publicado dan ventaja a Kiliçdaroglu: 47% o 48% frente al 44% o 45% de Erdogan. De cumplirse estas previsiones, se iría a una segunda vuelta al no alcanzar ninguno la mayoría absoluta. En esa segunda vuelta serían claves los votos de los otros dos candidatos que participan, sin la menor posibilidad, en la carrera a la presidencia: Muharrem Ince, escindido del partido de Kaliçdaroglu, al que los sondeos atribuyen un 4%; y el derechista Sinan Ogan, expulsado del Movimiento Nacionalista, que podría alcanzar el 3%.

Por eso, la mayor incógnita de estas elecciones está en lo que decidan los cinco millones de nuevos votantes. Un sondeo, también difundido recientemente, indica un fuerte desasosiego de la juventud por el clima irrespirable que se vive con Erdogan en el poder. Un 43% de los encuestados no se sienten contentos en su país y desearían abandonarlo.

Presentación del Partido de Izquierda Verde, la marca usada en estas elecciones por el movimiento kurdo – ANF

De todo ello, se deduce que la sucesión de redadas en ambientes y partidos próximos a los kurdos en una treintena de provincias, los ataques a caravanas y oficinas electorales, incluso con armas de fuego, tendrían como objetivo amedrentar tanto a los voluntarios de la campaña electoral como al propio votante «verde» para reducir al máximo su presencia en la Asamblea Nacional. Ya que, aunque perdiera la presidencia, aún podría conservar el control del Parlamento, algo que no ocurriría si «los verdes» (los kurdos) consiguen, como algunos sondeos señalan, sobrepasar el 13% de los votos.

Los actos de violencia no han hecho más que aumentar a medida que se acerca el día de la votación. Un seguidor de las candidaturas kurdas ha sido asesinado a tiros en Sirnak; se ha declarado el toque de queda en varios distritos rurales de Nusaibin, también en el Kurdistán turco; y desde el Gobierno se justifica que el alcalde de Ankara -del opositor CHP- haya sido apedreado en un feudo del AKP por «haber ido a provocarles».

Y también por eso, Erdogan en los últimos actos electorales no deja de acusar a Kiliçdaroglu de contar con el apoyo «de los terroristas», del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), grupo armado y verdadera «bestia negra» para buena parte de la población turca. «Mi nación -ha dicho Erdogan- no rendirá su país a quien quiere ser presidente con el apoyo de Qandil», refiriéndose así a las montañas donde tienen sus principales bases las guerrillas del PKK.

Aún más nerviosismo ha mostrado su ministro del Interior, Suleyman Solyu, al decir que Occidente está intentando en estos comicios dar un golpe (de Estado) político. Incluso se empieza a comentar que, como con Donald Trump en EEUU, los fieles seguidores de Erdogan podrían, en caso de perder, no aceptar los resultados de las trascendentales elecciones que este domingo se celebran en Turquía.

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