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Un año después del asesinato de Mahsa Amini, los kurdos de Irán se preparan para una nueva represión

LOUISA GOULIAMAKI/AFP via Getty Images

Al Monitor – Amberin Zaman – 15 septiembre 2023 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid

La variante kurda del levantamiento cívico popular iraní, que trasciende las fronteras étnicas, sectarias y de género, ha servido al régimen en su represión.

La mujer cuya muerte bajo custodia policial desencadenó protestas en todo Irán hace un año era de etnia kurda. Su verdadero nombre era Jina, pero sus padres se vieron obligados a llamarla oficialmente Mahsa debido a la prohibición de los nombres en kurdo, una de las muchas restricciones a las que se enfrentan los aproximadamente siete millones de kurdos de Irán. La joven de 22 años, golpeada hasta la muerte por no cubrirse adecuadamente el cabello, se ha convertido desde entonces en el símbolo de las manifestaciones, las más amenazadoras para el régimen clerical de Irán en la historia reciente. «Jin, Jiyan, Azadi», que en kurdo significa «Mujer, Vida, Libertad», sigue resonando en todo el mundo.

Esta variante kurda de un levantamiento cívico popular que traspasaba las fronteras étnicas, confesionales y de género le vino muy bien al régimen. Hábilmente hiló una narrativa de separatismo kurdo fomentado por fuerzas extranjeras malignas como la causa fundamental de los disturbios.

Los dirigentes clericales iraníes siguen pregonando esa línea y, a medida que se acerca el primer aniversario de la muerte de Amini, el 16 de septiembre, las autoridades iraníes doblan la apuesta. Los observadores de los derechos humanos afirman que el régimen ha estado desplegando miles de efectivos, junto con tanques y armamento pesado, en las provincias de mayoría kurda de Irán, tanto para disuadir las protestas como para una represión rápida y sangrienta en caso de que surjan. La Organización Hengaw para los Derechos Humanos, con sede en Oslo, ha informado de que entre ellos se encuentran miles de Guardias Revolucionarios que han sido enviados a Saqqez, la ciudad natal de Amini.

Shler Bapiri, miembro de la junta ejecutiva de Hengaw, dijo a Al-Monitor que la represión de los kurdos dentro de Irán había aumentado bruscamente tras las protestas que, bajo la feroz represión del régimen, se desvanecieron a principios de este año. «Por eso, desgraciadamente, la mayoría de los ejecutados, manifestantes muertos y activistas detenidos en Irán son kurdos», afirmó Bapiri. «La ‘Revolución de Jina’ ha demostrado al mundo que la República Islámica siempre ha considerado a Kurdistán como un caso de seguridad y una zona militarizada, por lo que ha golpeado a los manifestantes con porras en Teherán y disparado a los manifestantes con armas en Kurdistán», añadió Bapiri.

Según la Red de Derechos Humanos de Kurdistán, otro grupo de defensa de los derechos humanos, el padre de Amini, Amjad, fue interrogado por los servicios de inteligencia iraníes cuatro veces durante la semana pasada sobre los planes de la familia para conmemorar la muerte de su hija. Sus padres no se dejan intimidar y declaran en un post de Instagram que «como cualquier otra familia en duelo, nos reuniremos en la tumba de nuestra querida hija Jina (Mahsa) Amini en el aniversario de su martirio para celebrar ceremonias tradicionales y religiosas.»

No cabe duda de que las reivindicaciones nacionales kurdas han desempeñado un papel importante, ya que se grabaron múltiples vídeos en los que se coreaban consignas de contenido explícitamente nacionalista en varias ciudades durante los funerales de los fallecidos en las protestas, señaló Kamran Matin, profesor titular de Relaciones Internacionales en la Universidad de Sussex.

Las protestas unen a las minorías iraníes

Sin embargo, como observó Walter Posch, profesor especializado en Irán de la Academia Nacional de Defensa de Viena, «Jina fue víctima de una triple discriminación: como mujer, como kurda y como suní». Posch dijo a Al-Monitor: «El mensaje central de las protestas era ‘basta de discriminación'».

Lo que resultaba especialmente inquietante para el régimen, añadió, era la solidaridad surgida entre la otra minoría étnica sistemáticamente oprimida de Irán, los baluchis, de mayoría suní, del suroeste del país. El destacado jeque al-Islam Moulana Abdolhamid Esmailzahi, de Zahedan, en Baluchistán, citó el caso de Amini como ejemplo de violencia policial durante un sermón y fue el primero en dar el pésame a su familia.

«Tal vez augurando un cambio en la filosofía política del islam suní radical, [el jeque] basó su crítica a la república islámica en el terreno secular de los derechos humanos y los derechos de los ciudadanos. Los derechos de las mujeres, los derechos confesionales y los derechos étnicos se combinaron en un argumento cívico: enmarcar el problema como brutalidad policial y discriminación institucionalizada, no como secularismo o religión», escribió Posch en un ensayo reciente para Chatham House.

Fortuitamente para el régimen, no hay contigüidad geográfica entre las regiones de mayoría baluchi y kurda.

De hecho, en la mayoría de los casos, el régimen ha conseguido exacerbar los sentimientos nacionalistas persas con su propaganda sistemática de que los grupos «terroristas» kurdos iraníes no sólo instigan estas protestas, sino que pretenden dividir Irán. «Dado que la noción de integridad territorial se ha inculcado en la conciencia de muchos iraníes, especialmente los de cultura persa, esta estrategia ha servido para dividir a los manifestantes, y una parte considerable de los grupos de la oposición iraní, especialmente los monárquicos, han repetido este argumento», afirma Matin.

Arzu Yilmaz, académico residente en Erbil especializado en asuntos kurdos, se mostraba de acuerdo. «Las protestas contaron con la participación de todos los grupos étnicos de Irán, pero el régimen consiguió atribuirlas a los kurdos y presentarlas como una rebelión étnica. Consiguió que el aspecto feminista de la protesta, que al principio tenía poco que ver con la política étnica, se convirtiera también en étnico», ha declarado Yilmaz a Al-Monitor.

Amenazas renovadas

Basándose en estas afirmaciones, Irán amenaza con lanzar nuevos ataques contra los grupos armados de la oposición kurda iraní dentro del vecino Kurdistán iraquí. Ha fijado el 19 de septiembre como fecha límite para que las autoridades iraquíes los desarmen y trasladen a campamentos fuera de la zona kurda, o de lo contrario se enfrentarán a la ira de Irán. El ministro de Asuntos Exteriores iraquí, Fuad Hussein, anunció el miércoles en una conferencia de prensa con su homólogo iraní, Hossein Amir-Abdollahian, en Teherán, que varios grupos de combatientes de la oposición kurda iraní ya habían sido desarmados y trasladados a campamentos en una zona no revelada, y que los grupos restantes serían desarmados en los «próximos dos días.»

Se trata principalmente de combatientes que tenían su base a lo largo de la frontera entre Irán e Irak, donde cobraban «impuestos» a los contrabandistas que introducían cigarrillos y alcohol en la República Islámica.

Es un hecho bien establecido que los principales partidos kurdos iraníes, a saber, el Partido Democrático del Kurdistán de Irán (KDPI), y dos grupos rivales de izquierda, ambos llamados Komala, no suponen ninguna amenaza de la que hablar, ya que no pueden operar dentro de Irán y están estrechamente vigilados por los anfitriones kurdos iraquíes de cuya benevolencia dependen. Lo mismo ocurre con un grupo más pequeño conocido como Partido de la Libertad del Kurdistán. La única excepción es el Partido de la Vida Libre del Kurdistán (PJAK), vinculado a otro grupo kurdo, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) que lucha contra Turquía. El PJAK es ampliamente reconocido como el más activo de estos grupos dentro de Irán. Los demás alegan que tanto el PJAK como el PKK mantienen vínculos secretos con el régimen. Ambos niegan las afirmaciones, recordando que Irán coopera con Turquía contra el PKK y que ha atacado al PJAK en el pasado. El PJAK fue uno de los grupos de oposición kurdos que han convocado una huelga general dentro del Kurdistán iraní para conmemorar el aniversario de la muerte de Amini.

En cualquier caso, las autoridades kurdas iraquíes se toman muy en serio las amenazas de Irán, sobre todo porque han actuado en consecuencia, la última vez en otoño de 2022, cuando atacó a los grupos del Kurdistán iraquí con misiles balísticos y drones suicidas (PJAK no estaba en el punto de mira). Según Hengaw, al menos 21 personas, entre ellas dos mujeres y un bebé, perecieron en esos ataques.

Fuentes del KDPI que hablaron bajo anonimato insistieron en que sus fuerzas aún no habían sido desarmadas y que resistirían cualquier intento de que les quitaran las armas. «Las necesitamos para defendernos», declaró una de las fuentes. El PJAK declaró públicamente que entregar sus armas estaba «fuera de discusión». En cualquier caso, tanto las fuerzas del PKK como las del PJAK se encuentran en lo alto de las montañas de Qandil, fronterizas con Irán, fuera del alcance de las fuerzas iraquíes.

Matin considera que, si estallan de nuevo las protestas, la probabilidad de un ataque militar del régimen contra el Kurdistán iraquí «es muy alta». El plazo del 19 de septiembre para el desarme de los grupos de oposición kurdos -que se cumple tres días después del aniversario de la muerte de Amini- debe evaluarse desde esta perspectiva, explicó Matin.

«Resultado final: Para los kurdos de Irán, poco ha cambiado», afirmó Yimaz.

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