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Los kurdos resisten los ataques del Estado turco

Nos hacemos eco del artículo publicado en Diagonal por activistas que escriben des de Amed, la llamada capital de Kurdistán

18_kurdos_elsina_otekiEl 1 de noviembre, el AKP de Erdo­gan consiguió la mayoría absoluta en el Parlamento de Tur­quía, una victoria que no ha saciado su voluntad de asimilación de los pueblos y ciudades de Bakur (Kur­distán norte), pero que tampoco ha acallado a la resistencia del pueblo kurdo.

Miles de personas se manifiestan cada día en las calles de Bakur en respuesta a los ataques perpetrados por las fuerzas militares y policiales turcas contra la población de las regiones kurdas. El pasado 14 de diciembre dos jóvenes, Serdıl Cengiz, de 21 años, y Siyar Salman, de 18, fueron asesinados en Amed (Di­yar­bakir en turco) durante una manifestación que pedía el fin del asedio policial al barrio de Sûr, en el casco antiguo de la misma ciudad, conocida como la capital del Kurdistán. Estas muertes han sido la chispa de una nueva oleada de enfrentamientos y protestas en las ciudades turcas de mayoría kurda.

Asesinatos

A pesar del silencio mediático, estos asesinatos no son los únicos a manos del Gobierno de Erdogan. Desde hace seis meses y tras el éxito del prokurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP) en las elecciones parlamentarias del pasado junio, las familias de Bakur entierran a un nuevo mártir cada semana.

En agosto, después de un ataque del Estado turco y de la detención de muchos activistas, el movi­miento kurdo declaró el autogo­bierno en Sûr, el barrio histórico de Amed. Des­de entonces, la milicia de las YPS junto con la guerrilla juvenil local de las YDG-H, vinculadas al Par­tido de los Traba­ja­dores del Kur­dis­tán (PKK), se han organizado para defender el barrio y, como dicen los vecinos y las vecinas, convertirlo en una ‘zona libre’, sin control estatal y limitado con barricadas y puntos de control. Ismael, un miliciano que está participando en la autodefensa de Sûr, nos explicaba hace unas semanas (cuando la situación era más tranquila) que esta zona representaba para los kurdos un espacio de seguridad y formación, donde el movimiento se podía organizar sin represión. Nos aseguraba también que la milicia no tiene más poder de decisión que los vecinos, sino que tiene la responsabilidad de proteger lo que construye la gente.

Después del asesinato del abogado prokurdo Tahir Elçi, el pasado 28 de noviembre en uno de los puntos de entrada de esta zona libre, la Policía turca aprovechó para asediar y bloquear Sûr con el pretexto de buscar a los presuntos asesinos del activista por los derechos humanos. Durante nueve días nadie pudo entrar ni salir y las fuerzas policiales atacaron el barrio con armamento pesado.

El viernes 11 de diciembre por la tarde se acabó el asedio y centenares de vecinos y vecinas salieron de sus casas en busca de un lugar más seguro. Unas horas más tarde, el toque de queda se volvió a imponer y los ataques de la Policía, que esta vez llegó acompañada del Ejército, se intensificaron hasta el día de hoy.

Ataques en varias ciudades

El bloqueo impuesto en Sûr también se da en otras muchas ciudades de Bakur. En Cizîr (Cizre en turco) y en Silopi se ha impuesto el quinto toque de queda desde agosto, y en Nisêbîn (Nusaybin en turco), en el distrito de Mêrdîn, el sexto. El último acoso a Cizîr, el pasado octubre, duró nueve días y, durante una visita a la ciudad, las vecinas nos explicaron que las condiciones de vida fueron muy duras. El abastecimiento de alimentos era escaso, el acceso a los hospitales muy difícil y la imposibilidad de enterrar a los muertos las obligó a guardarlos en las neveras.

En dos meses, en esta ciudad fronteriza con Rojava, han asesinado a 25 personas, entre ellas niños, niñas y bebés. Una situación que, según Maher, un miliciano de las YDG-H del barrio de Nur Mahallessi, ha hecho perder el miedo a la gente porque ya no les queda nada. El 80% de la ciudad de Cizîr está bajo el control de la guerrilla y la población se organiza como puede para cubrir sus necesidades. “El apoyo mutuo es muy importante –nos explicaba Maher–. En­tre todas nos repartimos la comida y, si cierran la escuela, enseñamos a los niños y niñas en la calle. Siempre encontramos la ma­nera”.

En las ciudades y pueblos de Bakur se comparte la misma idea que en Rojava. En el sudeste de Turquía también se está trabajando para aplicar el ideario de Abdullah Öcalan, basado en la democracia directa, la liberación de la mujer y la ecología social, a pesar de que la estrategia y el contexto son diferentes. Mientras la guerra en Siria ha causado un vacío de poder que ha permitido aplicar la idea del confederalismo democrático, en Turquía el movimiento de liberación kurdo se ha presentado a las elecciones con el HDP y ha conseguido el control de las municipalidades de las ciudades de mayoría kurda. Diferencias en la praxis pero un objetivo y una resistencia comunes.

En Cizîr, las palabras de Maher nos recordaron a la resistencia que se vivió hace un año en Kobane, cuando las Unidades de Pro­tección Popular (YPG) y las Unidades de Protección de la Mujer (YPJ) se enfrentaron al Estado Islámico: “Aquí no tenemos la tecnología de guerra que tiene el Estado turco. Material­mente quizás es obvio que no tenemos nada que hacer, pero las ideas y la forma de pensar son diferentes. Aunque buscamos una solución profundamente democrática para Oriente Medio, creemos que también se trata de un proyecto para el mundo entero. Sabemos que ganaremos. No porque tenemos armas, sino porque creemos en lo que hacemos. Si luchas con humanidad, no la pierdes”.

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