Feminismo al estilo sirio: Las tribus conservadoras liberadas del Estado Islámico emergen a un mundo donde las mujeres tienen derechos
Fuente: Los Ángeles Times
Autor: Alexandra Zavis
Fecha: 08/01/2018
Traducido por Rojava Azadi
Una mujer siria desplazada, que se vio obligada a abandonar su ciudad natal en la guerra contra el Estado Islámico, se prueba ropa donada en el campamento de Ain Issa. (Delil Souleiman / AFP / Getty Images)
Ibrahim Habloush está agradecido de estar aquí, en Ain Issa, uno entre las docenas de campos desérticos azotados por el viento instalados en el noreste de Siria para las personas desplazadas por la lucha contra los extremistas del Estado Islámico.
Es un lugar seguro para su familia de diez miembros mientras esperan que la devastada ciudad de Raqqah sea limpiada de explosivos y escombros. Pero este constructor de 50 años sí tiene una queja.
«Dan muchos derechos a las mujeres», explica. «Si levanto la voz a una mujer, podrían meterme en la cárcel».
Dice que cuando algunos de los hombres del campamento se quejaron ante las autoridades, les dijeron: «Aquí somos una democracia».
Los campamentos están dirigidos por fuerzas étnicas kurdas que tienen algunas ideas claramente progresistas sobre las mujeres. Ha sido un choque cultural para muchos de los residentes que durante tres años han vivido bajo el aplastante fundamentalismo religioso del Estado Islámico.
Incluso antes de que los extremistas tomaran el poder, esta parte de Siria era un lugar profundamente conservador, donde se esperaba que la mayoría de las mujeres obedecieran a los hombres, se casaran jóvenes y criaran hijos. Los yihadistas llevaron la represión de las mujeres a un nuevo nivel, exigiéndoles cubrir cada centímetro de piel con ropa negra amplia y no salir en público sin un guardián masculino. Incluso infracciones menores podían provocar flagelaciones.
Pero muchas de esas áreas han sido liberadas por fuerzas afiliadas al kurdo Partido de Unión Democrática (PYD), en cuyo territorio las mujeres tienen representación garantizada en todos los niveles políticos. Las mujeres también sirven en milicias que han desempeñado un papel central en la campaña respaldada por los Estados Unidos contra el Estado Islámico. Y aunque la mayoría de los kurdos son musulmanes, las mujeres aquí no están obligadas a usar el velo, ni están sujetas a ningún otro código de vestimenta.
La campaña multipartidista para sacar al Estado Islámico de Siria e Irak ha resultado en una serie de inusuales interacciones interculturales, pero pocas han sido tan improbables como las ocurridas en estos campos entre tribus árabes altamente tradicionales y los revolucionarios izquierdistas que ahora están al cargo.
El partido, conocido por sus iniciales kurdas, PYD, obtiene sus ideas feministas de Abdullah Öcalan, un combatiente kurdo de la vecina Turquía que una vez escribió: «Un pueblo no puede ser libre si las mujeres no son libres».
En la década de 1970, Öcalan cofundó el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), de inspiración marxista, con el objetivo de establecer un estado independiente para los kurdos, históricamente marginados en Turquía. El partido ha librado una insurgencia violenta durante las últimas tres décadas, y tanto Ankara (Turquía) como Washington lo han etiquetado de grupo terrorista, aunque los seguidores de Öcalan en Siria luchan contra un enemigo común, el Estado Islámico.
Capturado en 1999, Öcalan está ahora en prisión cumpliendo cadena perpetua por traición. Fue allí donde descubrió los escritos de un oscuro político teórico estadounidense llamado Murray Bookchin, que parecía ofrecer una manera de lograr la autonomía sin secesión.
La idea era establecer redes de consejos comunitarios para administrar los asuntos locales dentro de las fronteras estatales existentes. La versión de Öcalan tiene como objetivo dar voz a otros grupos étnicos y religiosos de la región: árabes, turcomanos, asirios y cristianos, y pone un gran énfasis en los derechos de las mujeres.
Aunque hay controversia sobre los vínculos organizacionales entre el grupo de Öcalan y su contraparte siria, los kurdos sirios han tratado de difundir su visión igualitaria en el territorio que controlan.
Los consejos, cada uno dirigido conjuntamente por un hombre y una mujer, administran comunidades en las tres áreas de mayoría kurda desocupadas por el gobierno central un año después de la rebelión contra el presidente sirio Bashar Assad, que comenzó en 2011. La idea está siendo ahora aplicada en las áreas de mayoría árabe que fueron liberadas del Estado Islámico por una alianza de milicias lideradas por el brazo armado del partido [PYD].
La imagen de Öcalan es omnipresente en todas estas regiones, haciendo comparaciones con el culto a la personalidad construido alrededor de Assad. Muchos de los hombres que patrullan los campamentos usan insignias adornadas con la cara de Öcalan, que también se cierne desde las vallas publicitarias, en los puestos de control y en las oficinas gubernamentales.
Los campamentos han sido terreno de reclutamiento para las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), la alianza respaldada por los Estados Unidos de milicias kurdas y árabes que ha demostrado ser una de las fuerzas de combate más efectivas contra el Estado Islámico. Que los reclutas incluyan mujeres ha provocado la ira de algunos residentes.
Sin embargo, Habloush no tenía ningún problema con eso. Él tiene un hijo en las SDF que proporciona el único ingreso de la familia, alrededor de 200 USD al mes. «Tal vez algunas personas no acepten que una chica esté en el frente», dice. «Pero tal vez pueda trabajar en una oficina o en la policía».
Una comandante kurda iraquí, que usa el nombre de guerra de Klara Raqqah, dice que las mujeres que se alistan a menudo lo hacen impulsadas por el deseo de vengar las injusticias cometidas por el Estado Islámico contra las mujeres. (Alexandra Zavis / Los Angeles Times)
Las mujeres que se alistan a menudo lo hacen impulsadas por el deseo de vengar las injusticias cometidas por el Estado Islámico. Una comandante kurda de 33 años que responde al nombre de guerra de Klara Raqqah -por la ciudad donde creció y que los extremistas convirtieron en su capital- recuerda que las mujeres y niñas de la comunidad religiosa yazidi de Irak fueron llevadas a Raqqa para ser vendidas como esclavas.
«Querían hacer regresar a la gente a la Edad Media», dice. «Por esta razón, dijimos que Raqqa debía ser liberada por las manos de las mujeres».
Pero para la comandante y otras mujeres que ayudaron a expulsar a los yihadistas de la ciudad en octubre, la batalla de Raqqa fue más que una derrota para el Estado Islámico. «Nuestro objetivo era (…) también reconstruir una sociedad en la que se respete a las mujeres y les otorgue sus derechos», dijo.
Fue un mensaje que resonaba en Lalwa Abdullah, una mujer árabe de 25 años que trabaja en el departamento de medios de las Fuerzas Democráticas Sirias.
Cuando comenzó el levantamiento contra Assad, no se le permitió unirse a las manifestaciones que sacudían su ciudad oriental, Deir Ezzor. Mostró su apoyo haciendo carteles y panfletos. Ahora, afirma: «Tomo mis propias decisiones».
«Me siento muy orgullosa de estar participando en esta fuerza que va a liberar … mi tierra y mi gente de Daesh», dice, usando un acrónimo burlón en árabe para los militantes.
Sin embargo, pocos esperan que las actitudes cambien rápidamente.
«Tal vez llevará 20 años resolver estos problemas», dice Assad Amuda, un comandante de la policía de 41 años con uniforme verde.
Amuda está a cargo de la seguridad en un campamento conocido como Arisha, donde las personas que huyeron de Deir Ezzor y las áreas circundantes son investigadas por vínculos con el Estado Islámico. Pero también es asistente social a veces, ya que considera que es parte de su misión mejorar la situación de las mujeres en una población árabe mayoritariamente conservadora.
Assad Amuda, a la izquierda, está a cargo de la seguridad en un campamento para sirios desplazados por la lucha contra el Estado Islámico, pero él considera que es parte del trabajo tratar de mejorar la suerte de las mujeres. (Alexandra Zavis / Los Angeles Times)
A diferencia de algunos de sus subordinados, cuando Amuda está de servicio no anuncia su lealtad a las enseñanzas de un hombre al que muchos árabes consideran un terrorista.
«En mi mente, en mi alma, estoy siguiendo la filosofía de Öcalan», dijo. «Pero si me dirijo a la gente con su foto en mi brazo, no me verán, verán la imagen».
Es más probable que hable sobre un libro que los residentes del campamento ya conocen: el Corán.
Cuando un hombre le rompió la nariz a su esposa, Amuda le dijo que su fe musulmana predica respeto por las mujeres y lo puso en una celda de la noche a la mañana. Pero señala que es un delicado acto de equilibrio.
Los intentos de los funcionarios kurdos por promover los derechos de las mujeres han sido una fuente de fricción en los campamentos, donde los ánimos se desgastan por la escasez de tiendas de campaña, baños y otras instalaciones. Una respuesta demasiado dura puede enojar a la tribu del hombre y provocar rivalidades étnicas de largo alcance.
En una mañana reciente, una madre joven y embarazada, con un vestido y un velo negro envolvente, apareció en la sucia oficina de Amuda. Estaba angustiada porque su esposo quería divorciarse de ella y casarse con otra mujer.
Amuda convocó al hombre. Cuando llegó, se hizo a un lado y se negó a mirar a su esposa, a quien las lágrimas corrían por el rostro y un niño pequeño se retorcía en su regazo.
Ahora no es el momento de abandonar a su esposa, le dijo Amuda con firmeza. ¿A dónde iría ella? Había una guerra y la familia solo tenía una tienda.
Al final de lo que se convirtió en una mediación de cuatro horas, Amuda hizo que el esposo firmara una declaración prometiendo continuar cuidando a su esposa, a pesar de que estaba comprometido con otra mujer.
¿Todavía podría casarse? el hombre quería saber. Amuda preguntó por qué quería otra esposa.
«Porque el Corán dice que puedo casarme con cuatro mujeres», dijo hoscamente.
«Está bien, pero sólo lees parte del Corán», dijo Amuda. «El Corán también dice que tienes que tratarlas a todas por igual».
«Sólo construye una casa para mí y mis hijos», intervino la mujer. «Entonces puedes casarte con quien quieras».
El hombre se fue corriendo; su esposa y su hijo lo siguieron.
Iba a decir que es pura propaganda barata y sí lo es; pero es rescatable la lección de que los problemas de pareja nunca podrán resolverse a base de atacar o perjudicar al «malo», sino sólo a base de la conciliación, recordando que muchas veces es incluso preferible un mal arreglo a un buen pleito.
Y otra cosa muy importante, la conciliación sólo puede funcionar cuando se sustentan los contenidos en los valores que son válidos para la persona con la que se habla, lo cuál está ligado a la cultura. No por llamar algo derecho humano significa que va a ser aceptado y valorado por alguna cultura en particular. E ir en contra de eso, no es otra cosa que una declaración de guerra.
Iba a decir que es pura propaganda barata y sí lo es; pero es rescatable la lección de que los problemas de pareja nunca podrán resolverse a base de atacar o perjudicar al «malo», sino sólo a base de la conciliación, recordando que muchas veces es incluso preferible un mal arreglo a un buen pleito.
Y otra cosa muy importante, la conciliación sólo puede funcionar cuando se sustentan los contenidos en los valores que son válidos para la persona con la que se habla, lo cuál está ligado a la cultura. No por llamar algo derecho humano significa que va a ser aceptado y valorado por alguna cultura en particular. E ir en contra de eso, no es otra cosa que una declaración de guerra.