Reflexiones de Hawzhin Azeez de Conferencias sobre el Confederalismo Democrático en Europa
Original publicado el 24 de Octubre del 2016 en FaceBook
Subo tarde algunas fotos por la reciente censura de facebook a las conferencias sobre Confederalismo Democrático en Rojava. Si algo queda claro es lo poco que la Izquierda sabe sobre Rojava y lo poco que se ha preocupado en formarse, en una época en que la tecnología permite acceder a casi cada detalle de lo que ocurre en cualquier parte. Pero la impresión más triste es que la Izquierda Occidental tiene un grave problema. Aunque organice conferencias sobre democracia, sociedad civil, anticapitalismo e igualdad de género, ha fracasado claramente en el trabajo fundamental para hacer participar a sus miembros más oprimidos, las mujeres y los refugiados (y otras minorías), dándoles la confianza para creerse que esos espacios son también suyos.
En Grecia me quedé estupefacta al ver una mesa de conferencia llena de hombres blancos autosatisfechos, hablando de la diferencia entre caridad y solidaridad en la ayuda a los refugiados, cuando ni una sola persona en la mesa de la conferencia, ni entre las 200 personas que llenaban la sala (salvo yo misma), había sido nunca refugiada. Lo comprobé al levantarme y preguntar si alguna de las personas presentes lo era. Y vi que su «solidaridad» iba a ser siempre, SIEMPRE caridad mientras sigamos sin ver a los refugiados como potenciales activos políticos con una increible capacidad de supervivencia, y mientras sigamos fracasando en el intento de incluirlos en la solución (en las charlas y discusiones que hablan de ellos) al presunto problema social que, supuestamente, provocan. Esa «solidaridad» se plasmaba en el hecho de que los verdaderos refugiados estaban fuera del recinto cocinando falafel para los asistentes a la conferencia. Antes de eso, ya me había quedado estupefacta, dolorida, con el corazón hecho mil jirones de dolor y enfado, mientras unos franceses fumadores compulsivos, «activistas» y líderes sindicales, afirmaban que «la ideología está muerta», justo cuando la ideología es lo que está siendo utilizado para esclavizar y masacrar a mi pueblo, un pueblo que se ha revuelto contra su propia tragedia en uno de los más grandes actos de amor y liberación que el mundo ha visto jamás.
En Barcelona hablaron de «Sur y Norte Global», de «Centro y Periferia» y de anticapitalismo, liberación y soberanía (términos académicos ya empleados en los años 90), todo descaradamente envuelto en el abrazo cálido de una mentalidad pro-estatista. Confundida, observé una sala llena de feministas que no hablaban, de anarquistas que lanzaban consignas pro-estatistas, de eslóganes nacionalistas, de ecologistas, marxistas y socialistas que clamaban por la liberación mediante otro estado opresivo, violento, capitalista y patriarcal. Ante eso, hablé del valor de mi pueblo. Hablé de su valor para imaginar un mundo fuera del estado, fuera de los criminales eslóganes neo-nacionalistas, fuera del sistema patriarcal y capitalista. Un mundo donde romper miles de años de racismo interiorizado y misoginia, no en un siglo o en una vida sino en un margen de 4 años, porque se atrevieron a imaginar un mundo diferente, un orden social diferente, una manera de existir diferente. Les pedí que se atrevieran a admitir que no podrán desmantelar el capitalismo y el patriarcado a la vez que adoran el altar del estado. Me encontré con el paternalismo, silenciando el orientalismo.
En Grecia varias mujeres se me acercaron al final del acto, susurrando como mi discurso les había dado valor para levantarse luego y expresar sus opiniones. Pensé en lo irónico de que esas mujeres se acercaran a una mujer del Kurdistán del Sur (Bashur) para reconocer que me había expresado abiertamente. En Barcelona esperé a que las mujeres de la audiencia (incluidas las que se autoproclaman feministas) hablaran, hasta casi el final de las 5 horas que duró la conferencia; bromeé diciendo que quizá deberíamos dar la palabra a alguna mujer del público. La respuesta fue un silencio decepcionante, embarazoso, violento – hasta que el micrófono fue devuelto a un hombre que esperaba impaciente.
En Kobanê he visto el alma revolucionaria de las mujeres que se ponen en pie en salas llenas de hombres, con sus espaldas rectas, cargando el peso del sacrificio de cientos de luchadoras de las YPJ, solo para que quede claro que tienen algo que decir, algo igual de importante y válido que los hombres presentes. Las mujeres se levantan, cada vez más a menudo antes que los hombres, y hablan para que se considere su aportación, para demostrar que sus opiniones han de ser escuchadas. Todas y cada una saben que, al hablar, lo hacen en nombre de miles de ellas que (todavía) no pueden hacerlo. Saben que, cada vez que una de ellas se levanta y habla, está rompiendo una barrera de miles de años. Saben lo importante que es hablar, lo importante que es ponerse en pie. Y saben que eso representa un acto de amor por sus compañeras.
Regreso de esos lugares habiéndome dado cuenta de que la Izquierda Occidental se ha atascado en el barro de la revolución social de Rojava, una revolución tan progresista que ha adelantado en comparación a la que es ahora la regresiva Izquierda Occidental, la cual ahora se limita a tapar sus vergonzosos errores – errores que parece negarse a admitir o corregir.
¿Y qué era lo que esperabais hablando con socialdemócratas? Ellos no tienen los mismos intereses que vosotros. Si fuistes a exponer vuestra experiencia deberíais haber estado preparados a debatir y confrontar, y no solo a exponer.
Ellos forman parte del viejo régimen, tienen fe en el estado. Me parece que fuisteis a la charla equivocada.
Salud!