La Revolución de Rojava en el Kurdistán sirio ¿Un modelo de desarrollo para Oriente Medio? [Parte 2]
3.- Historia y condiciones que posibilitan la Revolución de Rojava
En el caso de Siria, el desarrollo post-colonial del estado empezó con el régimen baazista y su experimento socialista durante los 50, que desplazó la vieja clase de nobles del poder temporalmente (Hourani 1981; Khoury 2003). Con la apertura o infitah, de los 70, la composición de la élite cambió y empezó a incluir de nuevo a la vieja burguesía sin cambiar fundamentalmente las condiciones de una economía rentista, incluyendo todas sus contradicciones socio-políticas. (Perthes 1991). Ninguna de estas transformaciones crearon la oportunidad para el cambio o las condiciones para la emancipación kurda (Perthes 1995). No fue hasta la caída del régimen sirio en 2011, primero políticamente y después geopolíticamente, que tales condiciones se dieron. Éstas han dado paso al establecimiento de una considerable apertura del campo de actuación y de las posibilidades de acción del movimiento kurdo armado en el norte del país.
Históricamente, los kurdos sirios han sido hostiles hacia el régimen baazista, habiendo experimentado repetidamente la arabización y la marginalización, que mantenían a la región subdesarrollada y fundamentada únicamente en la agricultura. La agricultura se ha mantenido con una productividad artificialmente baja. Concentrada en la producción de alimentos básicos como trigo y legumbres, con una infrautilización de una tierra fértil. Fue designada como la productora principal de pan, usando a los kurdos sin tierra como mano de obra barata (Flach et al. 2015: 244). En los valles fluviales, especialmente en el Éufrates, el cambio de paradigma civilizacional basado en las obras hidráulicas incluía la producción de cultivos más productivos y rentables, asentando a árabes sunitas en las zonas en las que las oportunidades económicas eran mayores.
Los valles están ahora mayormente dominados por el ISIS, otorgándoles una seguridad alimentaria y una base sobre la que extraer impuestos. A pesar de que toda la tierra ha sido sometida a una reforma a gran escala y una nacionalización desde el golpe de estado socialista baazista en 1963, la población rural en general y los trabajadores sin tierra kurdos en particular se han beneficiado muy poco de cualquier tipo de desarrollo del estado sirio en busca de rentas (Perthes 1994). Los terrateniente kurdos, al igual que los turcos, fueron cooptados por el régimen, convirtiéndose en clase urbanizada y leal al régimen.
Las reformas neoliberales abrieron el mercado sirio a las importaciones baratas, que provocaron una reducción en la producción local y una consiguiente perdida de puestos de trabajo y salarios más bajos. El abuso y degradación de la tierra y los recursos hídricos también provocaron una mayor pobreza en las zonas rurales. El resultado fue una emigración del campo a la ciudad que llevó a una sobrepoblación en los barrios kurdos de las ciudades más grandes del país. En Aleppo, en particular, los emigrantes provenientes del campo encontraron trabajo de poca cualificación y bajos salarios en la hostelería y la construcción, mientras los precios de la vivienda subieron rápidamente debido a la entrada de capital. Como reacción a los levantamientos de 2011, que surgieron del deterioro de las condiciones sociales, Assad tenía pensado implementar una serie de reformas políticas, pero no consiguió llevarlas a cabo por la oposición del régimen militarista del partido baaz, que ostensiblemente prefirió el uso de la violencia como respuesta, provocando un recrudecimiento de la rebelión. Después de la brutalidad del régimen el conflicto escaló, las reformas neoliberales precedentes habían generado un potencial revolucionario pero eran frecuentemente minusvaloradas en el análisis en favor de explicaciones más simplistas que señalaban a las redes sociales (Howard y Hussain 2013) o al “clima de conflicto” (Werrel and Femia 2013).
De forma poco sorprendente, los kurdos sirios participaron de las revueltas desde el principio, habiendo sufrido anteriormente matanzas a gran escala durante las llamadas “revueltas de Qamishlo” (Gambill 2004; Noi 2012: 18) en 2004. En un intento para limitar el número de frentes a los que se enfrentaba el régimen, éste trato de apaciguar a los kurdos otorgándoles derechos de ciudadanía sin precedentes. Más relevante incluso fue el hecho de que el Ejército Árabe Sirio (SAA) retiró sus tropas de las zonas mayoritariamente kurdas del norte en el 2012 al identificar a los grupos rebeldes, que se habían formado alrededor de desertores del ejército sirio, el denominado Ejército Libre de Siria (ESL), como el principal enemigo.
La retirada táctica se basó en la idea de que unas fuerzas kurdas mal pertrechadas serían fácilmente derrotadas y por lo tanto se veía como un buen sustituto temporal, sobretodo si mantenía en jaque a las fuerzas opositoras, fundamentalmente al EI. Aprovechando la inercia geopolítica generada, el EI pasó a ocupar brutalmente amplias zonas de mayoría kurda en el norte, llegando al limite de su expansión en octubre de 2015 en Kobane. A lo largo del tiempo, sin embargo, las tornas cambiaron no sólo a favor del propio EI pero también a favor de las Unidades de Protección Popular (YPG) y las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ). Todos los grupos combatientes tuvieron acceso a una gran arsenal, gran parte del cual era armamento pesado. Los kurdos incluso empezaron a recibir apoyo aéreo por parte de la coalición anti-EI liderada por los EEUU. Mientras, el SAA tenía dificultades a la hora de proteger un territorio tan amplio provocando la aparición del apoyo militar iraní y también una intervención de última hora rusa en 2015, y cada vez más una intervención turca directa contra las fuerzas kurdas de siria y sus aliados en febrero de 2016 usando artillería de largo alcance.
Lo que parecía una retirada negociada del régimen también dejó a los kurdos sirios unas relaciones deterioradas con las otras fuerzas de la oposición, exacerbando una desconfianza que viene de lejos entre los kurdos y los árabes o la población sunita debido a la política baazista del divide y vencerás. La aceptación de facto del alto el fuego ofrecido por el régimen a las YPG contribuyó a las alegaciones de la oposición de que apoyaban al régimen (Atassi 2014). A pesar de que Rojava no es una prioridad para el régimen, por el momento tampoco muestra una voluntad para aceptar la autonomía que de facto han generado como consecuencia no intencionada de la retirada táctica indefinida. Prueba de ello son los combates esporádicos entre las YPG y las fuerzas leales al régimen que quedan alrededor de las bases del SAA en al-Hasake y Qamishlo, y el lanzamiento de bombas barril sobre las zonas de Aleppo controladas por las YPG.
De forma similar, las relaciones con el resto de la oposición son complejas. La cooperación con las unidades del autodenominado Ejército Libre Sirio (ELS) en la coalición “Volcán del Éufrates” (Burkan al-Firat) se mostró efectiva en Kobane, mientras que por otro lado hay una hostilidad clara y confrontaciones militares entre las YPG y distintos grupos de las ELS al norte de Aleppo. Fue en este contexto en el que la liberación de Kobane del EI entre octubre de 2014 y enero de 2015, que la coalición anti-EI liderada por los EEUU desarrolló unos lazos más fuertes con las YPG y sus fuerzas asociadas; en ese momento las YPG señalaban las zonas en las que las fuerzas aéreas de los EEUU debían de llevar a cabo sus ataques aéreos. Habiendo consolidado la cooperación exitosa durante el 2015, se inicio una campaña sin precedentes que consiguió arrebatar al EI un vasto territorio al norte de Siria. Otro ejemplo reciente de esta cooperación fue el patrocinio estadounidense de la formación de las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF) en octubre de 2015 que pasó a ocupar la presa de Tishrin en diciembre de 2015. Las SDF son una fuerza multi-étnica formadas bajo el liderazgo de las YPG, que combaten al EI en las zonas en las que los kurdos no son necesariamente la población mayoritaria, asegurando el apoyo local y contrarrestando el relato de los kurdos como una fuerza etnitcista y nacionalista que busca la expansión territorial (e.g. Amnesty International 2015a, 2015b).
Naturalmente, la posición geopolítica de una formación social nueva y revolucionaria en muchos aspectos en un entorno tan complejo como el de la guerra civil siria es difícil de resumir de forma concisa. Abarca desde la guerra abierta contra el EI, la enemistad hacia Turquía y unas relaciones ambiguas tanto con el ELS como con el régimen sirio, hasta una alianza táctica con los EEUU e incluso más recientemente con Rusia. Después de que Turquía derribase un caza ruso por supuestamente haber sobrevolado territorio turco en octubre de 2015, informes de apoyo diplomático y militar ruso con las fuerzas kurdas de siria fueron saliendo. (Idiz 2016).
Los orígenes del levantamiento han condicionado el complejo contexto geopolítico regional. Desde el comienzo del levantamiento en Der’aa en 2011, la oposición siria, con un fuerte apoyo social entre la Hermandad Musulmana sunita, cultivó relaciones con Arabia Saudí y con Turquía. Turquía en particular identificó a la Hermandad como un vehículo ideal para sus ambiciones regionales. La clase estatal siria mayoritaria, los alauitas, pidieron apoyo militar de sus aliados históricos: Irán, Hezbollah y en menor grado Iraq.
La confrontación regional más amplia que se da entre Arabia Saudí e Iran, que es frecuentemente explicada en términos sectarios, también se ha dejado ver y ha tenido su impacto en la guerra civil. Estas rivalidades están también arraigadas en las relaciones geopolíticas globales que implican a Rusia y China oponiéndose al cambio de régimen, mientras que en Occidente, los EEUU en particular, ha establecido nítidamente la marcha de Assad como un objetivo de su política en la zona, por la fuerza si fuese necesario. Esto también permite entender su apoyo hacia las fuerzas en la región y sobre el terreno en Siria que compartan objetivos comunes.
Otro elemento que define la situación regional es Turquía y el Gobierno Regional del Kurdistán (KRG) y la oposición de ambos a la consolidación militar, política y territorial de Rojava. Al contrario que la construcción de prácticamente un estado en el norte de Iraq (Natalie 2010), Rojava tenía unas condiciones socio-políticas muy diferentes cuando emergió como proyecto. También persiguen visiones políticas distintas, que reflejan las divisiones más profundas en el Movimiento Kurdo en general.
El Partido Democrático del Kurdistán (KDP) y la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK) dominan el territorio del norte de Iraq controlado por el KRG, compitiendo por el liderazgo regional del Kurdistán con el PKK (Natalie 2015: 148); lo cual refleja no solo divisiones geográficas sino también políticas entre la ideología marxista-anarquista del PKK,(1) de acuerdo con la agenda de Ocalan y Bookchin que trabaja por la transformación socio-política, y las ambiciones jerárquicas y tribales del KRG.
A pesar de que algunas de estas diferencias históricas y políticas han sido temporalmente puestas de lado durante la batalla conjunta contra el EI (Gruber 2015), hay razones de fondo que explican las diferentes trayectorias. Primero, después de la invasión de 1991 de Iraq comenzó un largo proceso de empoderamiento kurdo espoleado por las zonas de exclusión aérea y la ayuda de occidente, culminando con la creación del KRG. Al contrario de Rojava, esto no sucedió durante un periodo de aislamiento y por tanto tiene todos los elementos típicos de la construcción de un estado más convencional pro-occidental (Soderberg y Phillips 2015): una implicación de la comunidad internacional más fuerte, empezando por las operaciones de ayuda humanitaria internacionales después de la invasión estadounidense de 1991 y el establecimiento de las zonas de exclusión aéreas.
Este modelo jerárquico, basado en los hidrocarburos y dominado por la construcción con un gobierno tribal rivaliza con el modelo de Rojava, y ha provocado su aislamiento; de esta manera ha confirmado las afirmaciones de Bookchin sobre lo socialmente corrosivo que es una economía basada en el petróleo. Existe también el “abrazo turco” en el liderazgo del KRG y una insistencia por parte de Turquía en el modelo de desarrollo que hacen coincidir su política anti-PKK a nivel geoestratégico y sus intereses comerciales, que se centran en la exportación del sector de la construcción turco.
El obstáculo más grande a nivel geopolítico es probablemente Turquía que se encuentra en su propia encrucijada geopolítica contradictoria (Hoffmann and Cemgil 2016). Además de una oposición general a cualquier aspiración kurda por la autonomía o la independencia en cualquiera de sus estados vecinos, el proceso de paz con los kurdos en Turquía, que el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) inició en 2013, llegó a un abrupto final en el 2015 después de una serie de atentados contra oficinas de partidos kurdos y contra manifestaciones en apoyo a los kurdos, durante las elecciones generales de 2015. En particular, un ataque suicida contra la juventud prokurda en la ciudad fronteriza de Suruç el 20 de julio de 2015, que mató a 33 activistas, llevó a la muerte de dos agentes de policía, supuestamente a manos de una organización juvenil asociada al PKK. Estos acontecimientos iniciaron una renovada campaña militar contra el PKK en el sureste de Turquía y el norte de Iraq, incluyendo enfrentamientos armados en zonas urbanas y una perdida de vidas civiles a gran escala.
A la luz de estos acontecimientos, unos encuentros inicialmente favorables entre el gobierno turco y el PYD se tornaron en relaciones hostiles, trasladándose el conflicto dentro de Turquía hacia Rojava. Después de declarara oficialmente al PYD y a las YPG como organizaciones terroristas en 2015, Turquía se embarcó en una campaña militar en febrero de 2016 en respuesta a los avances de las YPG en el norte de la provincia de Aleppo. En parte, debido a cuestiones de política interna, el KRG ha cerrado filas con su aliado, y ha aplicado un embargo de facto sobre Rojava. Teniendo en cuenta que todos los aliados regionales de EEUU se están enfrentando con el territorio de Rojava, el apoyo militar que daban los EEUU a las YPG y a las SDF se ha visto perjudicado.
(1) El PKK es uno de los muchos partidos regionales comprometidos con el objetivo radicalmente democrático de establecer el Confederalismo Democrático en Kurdistán. Es miembro de la Unión de Comunidades del Kurdistán (KCK), una organización paraguas que une entre otros al PKK en Turquía, PYD en Siria, Partido de la Vida Libre del Kurdistán (PJAK) en Irán y el Partido por una Solución Democrática Kurdistán (PCDK) en Iraq, junto con otras numerosas organizaciones de la sociedad civil.
Fuente: Kurdish Question, publicado originalmente en IDS Bulletin
Autores: Can Cemgil y Clemens Hoffmann
Fecha de publicación del original: 03/05/2016
Traducido por Rojava Azadi
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