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La madre del islandés abatido en Siria publica una carta abierta a los gobiernos de Islandia y Reino Unido

Fuente: The Reykjavik Grapevine

Autor: Paul Fontaine

Fotos: International Freedom Battalion/Facebook

Fecha: 17/05/2018

Traducción: Rojava Azadi Madrid

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La madre de Haukur Hilmarsson, Eva Hauksdóttir, ha publicado una carta abierta a los gobiernos de Islandia y el Reino Unido rogándoles que «exijan a las autoridades turcas que cumplan sus obligaciones para con los muertos».

Como ya informamos, Haukur se distinguió en Raqqa al ascender al grado de comandante del Batallón Internacional por la Libertad. Después de ayudar a derrotar al Estado Islámico en la zona, se unió a la lucha contra las tropas turcas invasoras en el norte de Siria. Ha sido en Afrin, ciudad siria en la que se han producido últimamente numerosas bajas, donde finalmente ha caído en combate.

A partir de entonces, la madre y los amigos de Haukur se han visto frustrados ante la falta de respuesta por parte de los gobiernos correspondientes que, en su opinión, no han hecho suficiente por tratar de recuperar el cadáver de Haukur y repatriarlo a Islandia.

Eva ha publicado ahora una carta abierta a los gobiernos de Islandia y el Reino Unido, no solo referida a Haukur, sino también sobre el gobierno turco y la lucha del pueblo kurdo.

Esta es la carta completa.

Carta abierta a los gobiernos de Islandia y el Reino Unido:

Desconocemos el número exacto de kurdos muertos en Afrin desde que las tropas turcas iniciaron la operación «rama de olivo» el pasado mes de enero, pero es evidente que su número es elevado. Miles de combatientes kurdos han muerto o han resultado heridos, cientos de civiles han sido abatidos o han sufrido heridas y miles han sido desplazados.

Mientras un elevado número de familias destrozadas ha huido de Afrin y otras muchas han sido forzadas a abandonar sus hogares para dejar sitio a otros sirios desplazados y perseguidos, algunas permanecen en Afrin e intentan salir adelante en estas sombrías circunstancias. Una de las muchas razones que hacen ardua su vida es que sigue habiendo cadáveres por todas partes y se pudren en campos abiertos y sembrados. Este hecho, por supuesto, es inaceptable por motivos sanitarios, sobre todo en un lugar en el que el acceso de los civiles al agua se ha limitado deliberadamente (como ha ocurrido en Afrin desde hace muchas semanas como consecuencia de la invasión turca) y en el que la sanidad es incapaz de cubrir las necesidades de miles de personas heridas. No poder enterrar a los muertos hace que el dolor de las familias sea aún más angustioso y la idea de que los civiles, incluidos niños, se topen con los cadáveres en putrefacción de sus seres queridos es horripilante.

Según las leyes humanitarias internacionales (por ejemplo, el artículo 15 del Convenio de Ginebra de 1949 para aliviar la suerte que corren los heridos y los enfermos de las fuerzas armadas en campaña), «las partes de un conflicto tienen el deber de «buscar a los muertos e impedir que sean despojados». Al parecer, las autoridades turcas no han cumplido esta obligación. Es más, a raíz de que a las organizaciones humanitarias solo se les permite un acceso limitado a la zona, la Cruz Roja tampoco ha podido buscar los cadáveres.

Las firmantes de esta carta somos padres de dos voluntarios internacionales, Anna Campbell de Gran Bretaña y Haukur Hilmarsson de Islandia, que fueron abatidos en Afrin a principios de este año. Sus cadáveres no pudieron ser recuperados y probablemente aún se encuentren en el campo de batalla expuestos a perros y otros animales. Como ha pasado tanto tiempo, es probable que sean necesarias pruebas de ADN para identificar sus restos. No somos las únicas familias de fuera de Siria que esperan que sean encontrados los cadáveres de combatientes extranjeros abatidos en Afrin. Conocemos a padres de otros muchos países que afrontan este mismo dolor. Pensar que el cadáver de tu hijo está tirado en el suelo es ya bastante horrible, pero además se sabe que las tropas turcas y sus aliados en Afrin violan las leyes internacionales con respecto al tratamiento apropiado a los muertos.

Según las leyes internacionales consuetudinarias, el maltrato de los cadáveres es un crimen de guerra. He aquí solo dos, pero llamativos ejemplos de semejantes crímenes: en octubre de 2015, se publicó un vídeo en el que podía verse cómo un camión militar turco arrastraba por las calles el cadáver de un civil kurdo.

Al principio, las autoridades alegaron que el vídeo estaba manipulado. Luego, dijeron que el comportamiento era razonable pues podía haber una bomba atada al cadáver. Aparte del hecho de que no había razón alguna para pensar en la existencia de una bomba, esta clase de comportamiento no es sensato o aceptable ni siquiera en el caso de que el cadáver portara una bomba. Un caso reciente es aún más bárbaro. El 1 de febrero de este año, se compartió un vídeo en redes sociales en el que se veía el cadáver de una combatiente kurda llamada Barin Kobani. En el vídeo aparecían varios soldados charlando y riéndose. El cadáver de la joven yacía en el suelo y le faltaba un brazo. Tenía los pantalones bajados mostrando sus partes íntimas. Le habían subido la camisa, pero no se le veían los pechos porque se los habían cortado. También le habían cortado un trozo del abdomen. Uno de los soldados pisoteaba su cadáver. Los militantes pertenecían al FSA (Ejército Libre Sirio), que junto al ISIS controlaba la zona como agente del gobierno turco en el momento en el que Kobani fue abatida y mutilada.

La comunidad internacional ha fallado gravemente al pueblo kurdo. Una de las consecuencias de ello es que personas de todo el mundo se han unido valientemente a la resistencia kurda con la esperanza de poner fin a la limpieza étnica, defender a los civiles de las atrocidades de los yihadistas y apoyar el esfuerzo por establecer una democracia en Oriente Medio, tareas que deberían ser ejecutadas mediante la cooperación internacional de las naciones. Muchos de estos voluntarios han perdido la vida en la ilegítima invasión kurda de Afrin. Pero ni siquiera la muerte de sus propios conciudadanos ha impulsado a muchos gobiernos occidentales a condenar la invasión, a pesar de las notables excepciones de Angela Merkel y Emmanuel Macron. Amigos y familiares de varios voluntarios internacionales asesinados por el ejército turco sufren ahora la angustia de no saber si los cadáveres de sus seres queridos están enterrados en fosas comunes o siguen abandonados en el suelo. Y están más afligidos aún por los numerosos ejemplos de malos tratos a los cadáveres llevados a cabo por las tropas que gobiernan la zona. Pese a que las autoridades turcas han desatendido la búsqueda y la protección de los cadáveres, los gobiernos de los países natales de la mayoría de los combatientes caídos ni siquiera se han molestado en preguntar al gobierno de Erdoğan si cumple su obligación de buscar a los muertos.

 

Los desconsolados amigos y familiares de la británica Anna Campbell y del islandés Haukur Hilmarsson desafían por la presente a los gobiernos de Reino Unido e Islandia a exigir a las autoridades kurdas que asuman sus obligaciones para con los muertos. Pregúntenles por qué a la Cruz Roja se le ha prohibido acceder libremente y de forma segura a Afrin hasta el mes de mayo. Pregúntenles cuándo tienen intención de recoger los cadáveres y, si parte de una zona ha sido revisada, dónde se pueden encontrar los cadáveres. Y si no obtienen respuestas inmediatas y precisas, utilicen sus influencias en la OTAN, el Consejo Europeo y las Naciones Unidas y presionen a la comunidad internacional para que reclame a Turquía que cumpla los compromisos adquiridos en el Convenio de Ginebra y acate las leyes humanitarias internacionales. Es lo menos que pueden hacer por sus conciudadanos caídos, personas que asumieron una responsabilidad cuando ustedes, como gobernantes, no protegieron a una de las naciones más perseguidas del mundo.

Dirk Campbell, Eva Hauksdóttir, Hilmar Bjarnason

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