El problema del militarismo en la sociedad
Academy of Democratic Modernity – Traducido por Rojava Azadi Madrid
En «Sociología de la Libertad», el tercer volumen del «Manifiesto de la Civilización Democrática», Abdullah Öcalan presenta su método para resolver los problemas más acuciantes del siglo XXI. Las ideas y conceptos que contiene hacen importantes aportaciones al debate mundial sobre un nuevo socialismo. Para el movimiento de liberación kurdo, las perspectivas desarrolladas en él no son una simple teoría abstracta, sino que tienen una influencia decisiva en su política y su programa. Actualmente, defiende la idea de un socialismo democrático más allá del Estado y el poder. En el cuarto capítulo del libro, Öcalan aborda el surgimiento de la llamada cuestión social. En él, analiza un total de doce problemas diferentes de la sociedad que se entrelazan: desde el poder y el Estado, pasando por la ecología, hasta la cuestión de la democracia.
Con la guerra de Ucrania, la cuestión del militarismo y el antimilitarismo vuelve a ser un tema de actualidad a nivel internacional.
Al definir el militarismo como el monopolio antisocial más avanzado, Öcalan escribe: «El ejército siempre ha sido el poder que ha penetrado, controlado y subyugado a la sociedad independientemente de la forma del Estado, pero alcanzó su cúspide en la era de la clase media (burguesa) y bajo el monopolio del Estado-nación». Las tendencias de militarización en Europa, Oriente Medio, pero también entre EE.UU. y China, confirman esta observación. La retirada y cancelación de los tratados históricos de desarme por parte de EE.UU. y Rusia en los últimos años son una expresión de esta tendencia global. Europa, que lleva años armándose contra Rusia, también ha registrado los mayores índices de aumento de las importaciones de armas en todo el mundo[1].
En este contexto, publicamos un extracto sobre el problema del militarismo en la sociedad:
“El militarismo es la forma más avanzada de monopolio antisocial. No es irreal suponer que el esfuerzo inicial por establecer una autoridad sobre la naturaleza social para oprimir y explotar a la gente fue el resultado del pensamiento y la acción analítica de un «astuto hombre fuerte» de tradición cazadora. Esencialmente, intentó establecer su autoridad sobre dos grupos clave: los cazadores a su lado y las mujeres a las que intentaba confinar en el hogar. Por el camino, a medida que los chamanes (proto-sacerdotes) y los elementos gerontocráticos (grupos de ancianos) se unieron al astuto hombre fuerte, se formó la primera autoridad jerárquica en muchas sociedades y en diversas formas. Con la transición a la civilización, el astuto hombre fuerte y su entorno -ahora el poder oficial- se institucionalizaron como brazo militar del Estado (el monopolio inicial de la economía basado en la usurpación del producto excedente). Las tres dinastías sucesivas de Ur que siguieron inmediatamente al surgimiento del período del rey-sacerdote en la sociedad sumeria reflejan esta evolución, y muchas otras comunidades tuvieron experiencias paralelas. En la Epopeya de Gilgamesh es posible seguir paso a paso la forma en que el reino se desprendió claramente de la tradición de la diosa Inanna (la tradición de las diosas-sacerdotisas) y la forma en que las sacerdotisas se debilitaron y recluyeron en las casas (tanto públicas como privadas).
Si vemos a Gilgamesh como símbolo del primer comandante de la historia, podemos analizar mejor el surgimiento de la tradición militarista. La tarea de esta tradición era cazar gente para satisfacer la necesidad de esclavos de la ciudad. Con la ayuda del colaboracionista Enkidu, mencionado en la Epopeya de Gilgamesh, cazaron a las llamadas tribus de bárbaros salvajes (practicantes de la religión de Humbaba) que vivían en el norte del actual Irak. Es evidente que la tiranía de la ciudad era la verdadera fuente de la barbarie y el salvajismo. La palabra «bárbaro» en la tradición cultural griega fue desarrollada por la ciudad como propaganda de distracción y una mentira para establecer la superioridad ideológica. Las tribus rurales, débiles y desorganizadas en comparación con la ciudad, no podían ser bárbaras en el sentido que afirmaba la sociedad oficial. El concepto de barbarie es una de las mentiras de distracción más importantes de la historia de la civilización. La segunda tarea del matón de la ciudad era la «seguridad». Para ello, el método más común era erigir castillos y murallas y desarrollar armas cada vez más poderosas y mortíferas. Para ello, millones de personas fueron esclavizadas, convertidas en siervos o proletarizadas, y los que no aceptaron su nuevo estatus fueron asesinados, y, sin duda, todo esto se ha reflejado en la historia hasta nosotros.
En consonancia con su poder, los militares se apropiaban de la mayor parte del valor económico extorsionado, como se desprende de las numerosas expediciones históricas sin otro fin que el saqueo. Además, la propiedad era la base del Estado, y la conquista e incautación militar eran claramente la fuente de la propiedad. Quien la conquistaba era dueño de ella, declarando esto como un derecho natural e inalienable. Es la suma de la propiedad (especialmente la tierra) y el saqueo (posesiones transportables) conquistados y confiscados por las fuerzas del poder y del Estado. El principio de que «todas las tierras y pueblos otomanos son del sultán», por ejemplo, no es otra cosa que la continuación de esta tradición fundacional sobre la relación entre el Estado y las expediciones militares. La tradición se estableció de esta manera y se sancionó en cada Estado recién construido. Por ello, los militares se ven a sí mismos como los verdaderos guardianes del Estado y, por tanto, de la propiedad. Y, al definirse como tal, tienen en cuenta esta tradición histórica. El hecho de que sea el brazo más fuerte del monopolio concuerda con la naturaleza del poder y del Estado. En efecto, la fuerza humana y el armamento que poseen son suficientes para alcanzar sus objetivos. Desde este punto de vista, el hecho de que los golpes militares sean la respuesta a los esfuerzos ocasionales de la burocracia civil por aumentar su participación en el monopolio no es sorprendente. El papel de los monopolios ideológicos y burocráticos, también llamados clases ilmiye y kalemiye[2], en la instauración del poder y del Estado fue incuestionablemente indispensable, pero no tan decisivo como el papel de los militares. Incluso el examen más superficial de los aparatos de poder y de Estado pasados y presentes lo confirma.
En primer lugar, lo que realmente importa para nuestros propósitos es que el ejército es el monopolio más avanzado y decisivo. El soldado y el ejército no son una fuente de gloria, honor y heroísmo (esto es propaganda ideológica destinada a enmascarar y distorsionar la esencia de las cosas), sino que son un elemento esencial del monopolio del poder. Su esencia es económica. El ejército se apoya en la economía. Se sitúa por encima de ella y a distancia de la misma; pero, al mismo tiempo, toma las medidas necesarias para garantizar sus ingresos (salario) por encima de todo. Es el sector del monopolio al que es más difícil oponerse y con el que todos los demás segmentos del monopolio deben comprometerse y compartir la plusvalía, una práctica que tiene una amplia base histórica y es, como tal, una tradición institucional muy arraigada. En esencia, es el monopolio de la clase (burocracia) más interesada en el desarrollo económico, pero que siente la necesidad más imperiosa de mantener las distancias. Para conseguirlo, proyecta una imagen de sí mismo como el poder más alejado de la sociedad, mientras que en realidad es el sector monopolista que se ha dotado de las armas económicas y militares más avanzadas. Sin un correcto análisis de lo militar, no podemos entender del todo lo que es el monopolio económico o los monopolios de poder y de Estado. Los tres forman un todo. Se alimentan de la misma sustancia: las plusvalías de la sociedad. A cambio, afirman que se ocupan de la seguridad, la educación, la salud y la productividad de la sociedad. Así es como se presenta el estatismo, el Estado ideológico. Pero esta no es la verdad; la verdad es como acabamos de describirla.
El ejército es el brazo más organizado del capital y del poder. Por lo tanto, se deduce que es la institución que en última instancia somete y enjaula a la sociedad. El ejército siempre ha sido el poder que ha penetrado, controlado y subyugado a la sociedad independientemente de la forma del Estado, pero alcanzó su cúspide en la era de la clase media (burguesa) y bajo el monopolio del Estado-nación. La característica que define al Estado-nación es que, en nombre de la creación de un ejército oficial, se desarmó oficialmente al resto de la sociedad y se transfirió el monopolio de las armas al Estado y al ejército. En ningún momento de la historia la sociedad estuvo tan desarmada como lo ha estado bajo el dominio burgués. La razón de este desarrollo tan importante es la intensificación de la explotación y el consiguiente aumento de la resistencia de gran alcance. La sociedad no puede ser gobernada si no está completa y continuamente desarmada, abierta a la infiltración del poder y sometida a una vigilancia constante. La sociedad no puede ser gobernada si no está confinada en la «jaula de hierro» de la modernidad[3]. Además, la sociedad no puede ser gobernada si no está confinada y asediada por el ejército mediático de la era financiera monopolista global. La formación de los monopolios ideológico-mediáticos, así como de los monopolios burocrático-militares, reproduce los aspectos de los monopolios de explotación. No sólo están inseparablemente unidos, sino que se condicionan mutuamente. La última gran civilización central, la super hegemonía, junto con otras hegemonías regionales, incluyendo a todos sus colaboradores locales, se basa en el militarismo y en una gigantesca industria armamentística, tanto por encima como dentro de la sociedad. La prioridad otorgada a este monopolio sobre cualquier otro se deriva de su posición histórica y actual. Desde este punto de vista, la identificación del militarismo con el fascismo del monopolio capitalista tiene mucho sentido.
Por supuesto, durante la era de la sociedad natural y a lo largo de la historia escrita, varias formas de sociedad se han comprometido en la autodefensa total contra la evolución militarista de la civilización, desarrollando una variedad de formas de resistencia y participando en numerosos levantamientos, participando en guerrillas institucionalizadas y ejércitos de defensa del pueblo, y librando grandes guerras defensivas, todo ello basado en una tradición de autodefensa. Por supuesto, las guerras defensivas y las guerras monopolistas militaristas no son equivalentes. Hay una diferencia tanto en calidad como en esencia. Mientras una es antisocial, colonialista, corruptora y destructiva, la otra favorece y protege a la sociedad y se esfuerza por liberar la capacidad moral y política de la sociedad. La civilización democrática protege y defiende a la sociedad, emprendiendo una autodefensa sistemática contra el militarismo de la civilización central.”
1 - Según un reciente informe del instituto de investigación SIPRI, con sede en Estocolmo, las importaciones de material de defensa en Europa aumentaron un 19% en el quinquenio 2017-2021 respecto al periodo 2012-2016, más que en cualquier otro continente. La causa, señala el SIPRI, ha sido "la acumulación de armas contra Rusia". 2 - Había cuatro instituciones dentro de la estructura estatal del Imperio otomano. La función de la ilmiye era propagar la religión musulmana, mientras que la kalemiye era administrativa. 3 - Max Weber ha utilizado el término stahlhartes Gehäuse (carcasa de acero endurecido), traducido como "jaula de hierro", para describir la creciente racionalización inherente a la vida social; Max Weber, The Protestant Ethic and the Spirit f Capitalism (Mineola, NY: Dover Publications, 2003).