El Kurdistán con Cataluña (I-Bakur) [5 de 5]
Des de Rojava Azadî hemos traducido el texto con las reflexiones de unas personas integrantes del Grupo de Reflexión por la Autonomia (GRA) de Cataluña que viajaron a Kurdistán. El texto es muy largo y lo publicaremos en 5 secciones para facilitar su lectura.
Podéis encontrar el texto completo en catalán en la página del Grup de Reflexió per l’Autonomia
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La economía como herramienta política
El movimiento kurdo utiliza la dimensión económica como una herramienta para favorecer sus intereses políticos:
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Mejorando sus capacidades de autosustento en cuanto a las necesidades materiales. Cabe decir que su lógica interna va más allá de cualquier lógica del intercambio. Podemos encontrar multitud de kurdos que emigraron en su momento en Europa y ahora envían parte de su sueldo al movimiento (es su forma de aportar, tan válida y necesaria como cualquier otra), así como multitud de actitudes de apoyo mutuo entre las personas que lo integran, para que funcione. No esperan nada a cambio, pues se sienten parte de algo más grande. Ayudando el movimiento se están ayudando a sí mismos, y viceversa. Esto se debe principalmente a dos factores en sinergia: en primer lugar, que todavía está muy presente la cultura comunalista kurda; en segundo lugar, que el movimiento se edifica sobre algo que va más allá de los intereses particulares. La idea de construir la vida conjuntamente, y el compromiso con este proyecto por parte de tantas y tantas personas (algunas de ellas llegando a convertirse en mártires) crea un clima de confianza y amor.
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Por otra parte, desde el movimiento se hace una lectura estratégica de cómo autodefenderse del expolio capitalista y cómo contraatacar. Básicamente, se aprovecha su fuerza política para echar las macroempresas capitalistas que expolian su gente, y en su lugar hacen crecer una economía cooperativa desarrollada entre personas politizadas y comprometidas con el movimiento, y articulada con éste.
Un ejemplo ilustrativo que nos contaron es el caso del carbón en la zona de Cizre. La situación de las explotaciones de este mineral en la zona hace unos años consistía en dos macroempresas turcas que se llevaban la mayoría de los beneficios de la extracción, mientras que el resto era recogido por multitud de pequeños productores. Ante esta situación, la rama económica del movimiento kurdo pensó que podían actuar para sacar partido. Por un lado, iniciaron reuniones con los pequeños productores y les convencieron de juntarse para formar una cooperativa vinculada a las asambleas locales y al movimiento. Por otro, fueron visitando todas las asambleas de barrio de la región para explicar la estrategia y propuso que la gente de los barrios dejara de comprar carbón a las grandes empresas turcas y pasara a comprarlo a la cooperativa. La gente del movimiento, es decir, la amplia mayoría de la población de la región, siguió las consignas y lograron disminuir significativamente los beneficios de las empresas turcas mientras se empezaba a desarrollar otro modelo de gestión del carbón de la zona. Todo ello gracias a tener una base política de asambleas de barrio desde donde actuar, compartiendo las ideas del Confederalismo Democrático entre una mayoría social amplia y sintiéndose parte de un movimiento que busca desarrollar sus estructuras. A esto nos referimos cuando decimos que la actividad económica es utilizada como una herramienta política, al servicio de un movimiento de raíz política.
Hay que añadir, sin embargo, que la lucha en esta dimensión apenas se ha empezado a trabajarse hace unos pocos años, y generalmente en aquellos lugares donde se veían oportunidades como la de Cizre y el carbón. Al movimiento económico de Bakur todavía le falta rodaje para ser capaz de planificar y tejer una estrategia general.
De nuevo, observamos contrastes con los movimientos en nuestro país, donde muchas cooperativas e iniciativas de autosustento no solo no parten de un movimiento político potente como el kurdo, sino que ni siquiera contienen unos objetivos políticos concretos. Al no haber este sustrato político desde el que partir, al que nutrir y del que ser nutridas, quedan obligadas a seguir las leyes del mercado capitalista para poder sobrevivir, si es que lo consiguen. Sólo aquellas que tienen una masa social de gente detrás que las apoya por algo más que su interés particular, son capaces de escapar el círculo vicioso de la competitividad capitalista.
A modo de propuesta para avanzar en esta dirección, creemos que sería bueno que las numerosas iniciativas cooperativas y de autosustento (SCCL, ecoredes, monedas sociales, cooperativas integrales…) tendieran a unir su actividad con unas ideas de transformación social en la línea que propone el Confederalismo Democrático, para posibilitar así que un incipiente movimiento de personas unidas con estos objetivo pudiera apoyarlas, y así integrar su labor en algo más grande, consolidando así soportes materiales para este modelo de vida diferente en construcción. En este sentido, resultan muy pertinentes la iniciativas de autosustento económico cooperativo en el ámbito local, vinculadas a proyectos políticos que se basen en la construcción de vínculos comunitarios entre las vecinas que habitan un pueblo, un valle o un barrio.
Sería necesario, a nivel más general, que nos fuéramos liberando de la lógica hegemónica de hacer las cosas a cambio de algo, para desarrollar una lógica del sustento y apoyo mutuo. A la vez, esto implicaría desdibujar la forma como nos entendemos a nosotras mismas como individuos separados del resto, para pasar a entendernos como una parte de algo más grande: un movimiento revolucionario, una comunidad, la naturaleza…
Conclusión general y propuestas
En un contexto mundial desolador, donde la barbarie parece que se hace hegemónica y cuesta ver cómo hacer frente a su enorme poder, movimientos revolucionarios como el kurdo se erigen como auténticos tesoros, fuentes de esperanza en la humanidad que nos empujan a seguir luchando allí donde vivimos, y de los que podemos sacar excelentes lecciones revolucionarias.
Sin embargo, sería un error caer en un elogio acrítico del movimiento, sin ver que tiene muchas contradicciones internas, como las dificultades para integrar a las minorías sexuales, como hemos explicado, retos a los que hacer frente, y que su desenlace no está claro. Del mismo modo, tampoco tiene sentido creer que podemos exportar el modelo kurdo punto por punto en nuestras tierras, pues precisamente una de las virtudes de este es que se ha sabido adecuarse al contexto de Oriente Medio, conectando con la cultura ancestral kurda y sacando partido de sus especificidades.
Lo que sí tiene sentido, y mucho, es acercarnos a él, conocerlo en profundidad, crear vínculos y aprender para trasladar la revolución a nuestras tierras. Referentes como el kurdo (así como también Chiapas, Oaxaca, o el movimiento libertario de principios de s. XX en Cataluña) nos pueden otorgar mucha más solidez en la tarea de construir otro mundo, pero a partir de ahí nuestro trabajo continúa , y no es que se pueda decir que sea poco.
De cara a construir una fuerza revolucionaria con aspiraciones a invertir los centros de poder del sistema, creemos que el caso concreto del Confederalismo Democrático es una gran inspiración y sedimento sobre el que trabajar:
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Proviene en primer lugar de una praxis revolucionaria, y se retroalimenta con ella en una relación dialéctica.
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Desde esta base experiencial realiza, en buena parte gracias a los esfuerzos de Öcalan, una síntesis de componentes del pensamiento occidental y oriental desde una perspectiva mundial. Esto nos puede permitir al mismo tiempo ir más allá del pensamiento dicotómico-categórico occidental, superando dicotomías que nos han separado como la cuestión del soberanismo, la cuestión de «construir vs. destruir «… así como la unión desde la pluralidad y bajo unos objetivos comunes revolucionarios de movimientos como el feminista, el ecologista, o el antirracista.
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En la actualidad se está desarrollando con mucha fuerza y podemos ir allí para establecer vínculos, no hay que contentarse con leerlo en libros. Gracias a sus hazañas, como las de Kobane o Shengal, está adquiriendo un notable eco internacional.
Algunas propuestas en esta línea en Cataluña serían:
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En primer lugar, sería prioritario para los próximos años marcarse la tarea de, aprovechando las ideas fuerza de la propuesta del Confederalismo Democrático, buscar cómo podríamos adaptar estas a nuestro contexto y proceso. Se podría empezar por la creación de grupos de estudio para el conocimiento en profundidad de las ideas del CD, que más adelante podrían pasar a hacer una labor de investigación y propuesta más enfocada al contexto catalán. Ya de cara a un plazo más largo, se podría contribuir a la formación de academias populares en la línea del CD, que reinterpretaran y reelaborar los conocimientos heredados desde la perspectiva de pueblo -de las colonizadas, de las silenciadas- buscando desligarse totalmente de las instituciones del sistema.
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En concreto, sería fundamental el estudio de nuestra propia historia, la historia del pueblo, intentando librarnos de la historiografía hecha desde las instituciones estatales, que es parcial en favor de la legitimación del sistema actual. Resulta sorprendente y muy enriquecedor ver como en nuestras tierras tenemos un legado de instituciones y valores comunales y colectivistas, que perduraron hasta bien tarde (conectaron con el movimiento anarquista de principios del siglo XX), a pesar del uso reiterado de violencia de las diferentes élites para imponer un sistema que las privilegiara. Incluso podemos aprovechar algunos testigos vivientes de este pasado, como la propiedad comunal de Gisclareny (Berguedà) o, si nos vamos un poco más lejos, la cantidad de aldeas gallegas en las que sus vecinos siguen gestionando las montañas y otros bienes de forma común. Descubrimos así que nuestra lucha conecta con la de nuestros antepasados, y la magnitud del robo que como pueblo se nos ha hecho. Un excelente primer paso es el reciente trabajo “El comú català. La història dels que no surten en la historia» de David Algarra. Celebramos poderlo mencionarlo.
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Necesitamos conocer a fondo la realidad de la sociedad en que vivimos, el trabajo por la revolución debe ser un trabajo conectado con ésta. Esto significa integrarnos en nuestros barrios y pueblos, conocer la vida y preocupaciones de nuestras vecinas y entender las diferentes maneras en que el sistema nos afecta. Por eso hay también acabar con fetichismos y guettos que nos hacen marcianas los ojos de los demás, pues si realmente queremos cambiar las cosas y construir otros modelos de vida necesitamos ser capaces de ser cercanas a aquellas personas con las que tendremos que trabajar codo a codo, ya sean nuestras familias, los vecinos «progres» o «carcas», las compañeras de trabajo, etc. Esto pasa incluso por cuidar aspectos como la estética de nuestros espacios y de nuestros aspectos físicos, la forma de comunicarnos (sin caer en «rebajar el discurso») y las acciones que priorizamos en cada momento.
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Hay que detectar las agresiones que sufrimos, desde las ejercidas sobre la naturaleza hasta la violencia económica en forma de precariedad o explotación laboral, la violencia sobre nuestros cuerpos o la represión policial. Así podemos focalizarnos en crear fuerzas capaces de autodefenderse de forma proporcional a las agresiones que sufrimos, para que los proyectos y las luchas que construyamos estén seguras y protegidas. Por eso necesitamos formarnos integralmente, desde aspectos teóricos hasta físicos y prácticos. En esta línea son interesantes iniciativas como el sindicato de barrio del Poble Sec, el sindicato de los manteros en Barcelona, el Grupo de Respuesta Inmediata de la Federación anarquista de Gran Canaria, los grupos de autodefensa feminista, etc.
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Trabajo de género a fondo, siguiendo las líneas trazadas por el movimiento kurdo, y conectando con el trabajo ya hecho por parte del feminismo revolucionario catalán. Poner la mujer al frente de la lucha revolucionaria significa a la vez recuperar el papel que en la historia ha jugado, gracias a su socialización en el rol de atención a las relaciones, los cuidados y las emociones de la comunidad, pilares básicos para el funcionamiento de las mismas, y superar su relegación a un papel secundario. Obviamente, esto implica un compromiso con la cuestión por parte de todas las personas, a través del trabajo de unos para salir del rol de opresor y de las otras para organizarse y librarse de todo victimismo. Tenemos la certeza de que el fruto de este trabajo, como en el Kurdistán, puede ser determinantemente empoderador para el movimiento revolucionario que queremos construir.
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(Probablemente la más importante de todas) Desarrollo de la crítica y autocrítica en nuestros proyectos, a través de diversas herramientas como los círculos de crítica y autocrítica, así como trabajo ético de mejora personal y revolucionaria, destinado a reforzar nuestro compromiso con este camino y que nos haga fuertes ante los problemas que iremos afrontando. Esto incluiría también dejar de lado antiguas divisiones y etiquetas (como «indepes» y «anarcos»), para reconocer y debatir conjuntamente sobre cómo podemos impulsar este nuevo mundo que queremos construir desde Cataluña. El modelo del CD puede ser un muy buen nexo de unión en este sentido, como hemos intentado explicar.