[3/3] Maras 1978: el genocidio aleví al que llaman masacre
Gercek News – Orhan Kemal Cengiz – 23 diciembre 2022 – Traducido por Rojava Azadi Madrid
El mismo espíritu asesino que animó la masacre de Maras sigue vivo y coleando.
En la última parte de mi serie, me gustaría hablar de lo que la masacre de Maras significa para la Turquía actual. ¿Puede una sociedad llevar una vida pacífica haciendo la vista gorda ante sucesos de esta magnitud ocurridos hace tan sólo 44 años?
La sociedad turca, como es habitual después de «acontecimientos» traumáticos, continúa como si nada hubiera ocurrido, como si nunca hubiera tenido lugar una masacre aleví. Como mencioné en la segunda parte, si no hubiera habido resistencia por parte de un puñado de personas, esta masacre podría haber dejado decenas de miles de muertos, ya que las acciones y la retórica de los perpetradores evidencian que pretendían matar a todos y cada uno de los alevíes que encontraran. En este sentido, la masacre constituye un genocidio a menor escala.
Si esta masacre se afronta de forma holística, empezaremos a cuestionarnos muchas otras cosas. El papel de los Lobos Grises y de la extrema derecha turca en esta persecución genocida es evidente. Sin embargo, más allá de eso, ¿existe una conexión entre el hecho de que Turquía trate a la extrema derecha como un ala política normal y la negación de masacres y atrocidades en el pasado? ¿Se trataría a la extrema derecha de igual modo en una Turquía que pudiera afrontar plenamente las atrocidades que tuvieron lugar en sus tierras? No lo creo.
Sabemos por los testimonios de las víctimas que los imames y las mezquitas locales desempeñaron un papel crucial a la hora de provocar y envalentonar a los atacantes. Si tuviéramos un enfoque honesto de esta masacre de suníes contra alevíes, ¿se atrevería la Dirección de Asuntos Religiosos de Turquía, que es una institución suní, a pronunciarse sobre el alevismo, sobre si constituye una creencia religiosa, sobre si los cemevis son lugares de culto, etc.?
Las mismas preguntas se aplican a muchos grupos diferentes en Turquía. La opinión pública y el Estado de una Turquía que se enfrenta frontalmente a sus atrocidades contra armenios, griegos, judíos, kurdos y muchos otros, ¿seguirían siendo discriminatorios en su trato a estos grupos?
Si Turquía se hubiera reconciliado con su pasado, ¿sería la cuestión de la identidad nacional tan de blanco o negro, con los turcos blancos suníes caracterizados como siempre correctos, honorables y heroicos frente al resto del público que se presume desagradecido, traicionero y ciudadano de segunda clase?
¿Dónde se sitúa Turquía en un espectro de reconocimiento del pasado y simpatía por las pérdidas y sufrimientos de aquellos a los que convirtió en víctimas? Para ser francos, en un país en el que ni siquiera es posible la conmemoración de una víctima de la masacre de Maras, parece que ni siquiera hemos iniciado el camino.
La primera conmemoración de las víctimas de la masacre de 1978 pudo haberse celebrado en Maras en el año 2010. Es difícil imaginar que nadie se atreviera a ir a Maras para conmemorar estos acontecimientos profundamente traumáticos antes de 2010. Sin embargo, lo que ocurrió cuando los alevíes fueron a Maras a recordar a las víctimas es quizá aún más chocante. En 2010, cuando tuvo lugar la primera conmemoración en Maras, los alevíes se encontraron con una multitud enfurecida compuesta en su mayoría por miembros de Lobos Grises que coreaban consignas escalofriantes: «¡Esto es Maras, no hay escapatoria de aquí!».
Este eslogan no es una mera amenaza para quienes acudieron a la ciudad para conmemorar a las víctimas, sino que, con su referencia al suceso, demuestra que el mismo espíritu asesino que animó la masacre sigue vivo y coleando. Frente a los que quieren recordar y llorar el pasado, los que quieren abrazar esta historia y reivindicar con orgullo sus horrores presentan sus feos rostros.
No sólo una turba enfurecida impidió a los alevíes conmemorar a sus víctimas. Durante el aniversario de 2012 de la masacre de Maras, todos los vehículos procedentes de fuera de la ciudad fueron detenidos y registrados por las fuerzas de seguridad. Evidentemente, el Estado no se sentía cómodo con las conmemoraciones. En 2013, no se permitió a los habitantes de la ciudad asistir a la conmemoración y, a partir de 2014, se prohibieron por completo las conmemoraciones. Aunque los contramanifestantes nacionalistas de derechas habían sido los únicos elementos agresivos y amenazantes en estas conmemoraciones, y aunque quienes se reunían para recordar a las víctimas habían ejercido su derecho de reunión de forma pacífica, la Gobernación de Maras justificó la prohibición diciendo que «quienes organizaron la reunión y la marcha podrían ir más allá de sus buenas intenciones declaradas, lo que, una vez fuera de control, podría evolucionar hacia la delincuencia.»
En 2017, aunque las conmemoraciones seguían estando prohibidas, se celebró una de todos modos ante la insistencia de los participantes. Este fue el último año en que el acto se celebró públicamente. En 2018, en el 40 aniversario de la masacre, su conmemoración volvió a estar prohibida. Se prohibió cualquier reunión y manifestación en Maras del 12 al 31 de diciembre, supuestamente «con el fin de mantener la seguridad nacional y el orden público con paz y seguridad, proteger los derechos y libertades de los demás y prevenir la delincuencia.» Aunque el anuncio de la prohibición no se refería ni a la masacre de diciembre de 1978 ni a su conmemoración, y aunque estaba redactado como si se hubiera introducido una medida de seguridad general en la ciudad, era obvio que el único propósito de la prohibición era impedir las actividades conmemorativas.
Tras largas negociaciones con la Oficina del Gobernador, se permitió una reunión conmemorativa en 2018 en la Casa Narli Cem de Maras. De este modo, se consiguió que la conmemoración se retirara de las calles de la ciudad y se celebrara en un cemevi. La reunión no se trató como una conmemoración de las víctimas de una horrible masacre, sino como un acontecimiento que todo el mundo debería respetar. En 2019, 2020 y 2021, el patrón persistió. También en 2022 se han prohibido las conmemoraciones públicas. Los alevíes solo pueden llorar a sus víctimas tras los muros de sus cemevis.
Cuando hablamos de ajustar cuentas con el pasado, algunos piensan que no es más que una fantasía innecesaria. Pero yo creo que reconciliarse con el pasado es un proceso indispensable si Turquía quiere alcanzar algún día un estado de normalidad, convertirse en una democracia en el sentido más auténtico, establecer el Estado de Derecho o garantizar que los autores rindan cuentas y que los crímenes no queden impunes.
En este sentido, nuestra negativa a reconocer y abordar las ramificaciones de la masacre de Maras demuestra lo lejos que estamos de ese punto de conciencia social y de una auténtica transformación de la cultura política. Ni siquiera podemos enfrentarnos a un genocidio que tuvo lugar hace apenas 44 años en el centro de Anatolia.