Violaciones de guerra y Guerra de violaciones – La ideología del Estado
La mentalidad que da lugar a una violación se ha institucionalizado e incorporado a todos los miembros de la sociedad de más de una manera. ¿Cómo se ha desarrollado esta mentalidad y por qué se utiliza la violación como arma de guerra?
Nûçe Ciwan – Firaz Dag – 01/10/2020 – Traducido por Rojava Azadi Madrid
Poder, asimilación, explotación, colonización, jerarquía, patriarcado, asesinato, genocidio, feminicidio… son producto de un sistema dominado por la mentalidad masculina, una mentalidad que implanta la cultura de la violación.
La violación es un instrumento, un método y una característica de la mentalidad masculina dominante que describe la civilización jerárquica en la que vivimos actualmente. Es la mentalidad que el sistema nos ha grabado en la cabeza desde nuestra infancia. Las instituciones del Estado, como las escuelas o, como dice Rêber Apo, la familia, son una versión en miniatura del Estado y nos preparan para asimilar esta mentalidad al convertirnos en sus reproductores. Este proceso busca desterrar la cultura genuina de la sociedad.
La cultura de las diosas del Neolítico superó enormes ataques y aún emprende una legendaria guerra de resistencia. Sin embargo, uno de los conflictos más apremiantes a los que nos enfrentamos hoy en día es el creciente fenómeno de 5.000 años de cultura de la violación. Uno de los ejemplos más antiguos de esta mentalidad es la institución del «Musakkatin» del Estado babilónico, el primer sistema social jerárquico dominado por hombres en el año 2.500 AC.
El «Musakkatin» era un antiguo templo de mujeres utilizado para la educación y el arte, pero el Estado de Babilonia lo transformó en una institución marginal dedicada a la prostitución. Los hombres se han vuelto idénticos a este sistema, su mentalidad es esclava de esta cultura del poder. Su objetivo son las mujeres porque ellas viven con naturalidad la cultura de sus madres, la cultura de la libertad, el amor y la igualdad entre desiguales.
Las mujeres crean y configuran con naturalidad los principios y la ética de su sociedad. La mujer creó la sociedad con su moral y desarrollo y se levantó para dar lugar a la revolución del Neolítico. Fue la cultura de Ishtar y Ninhursag.
El objetivo de la mentalidad masculina, para mantener su propio sistema de poder, es destruir la cultura de nuestras diosas madres, que, en resumen, es opuesta a la cultura del poder y a la violencia de la civilización. Sin la cultura de la violación, el sistema masculino no puede existir, ni puede legitimarse a sí mismo. Con el desarrollo de la jerarquía y el creciente poder que acumulaba, la violación se convirtió cada vez más en un método fundamental utilizado para afianzar el poder. En primer lugar, para esclavizar a las mujeres y, en segundo, para invadir, explotar y expandir su poder.
Quienes primero se oponen a esta mentalidad son las mujeres. Violencia contra las mujeres, violencia sexual, violencia doméstica, violaciones, asesinatos, feminicidios, prostitución encubierta (matrimonio infantil o la dote en el matrimonio)… Éste es el lenguaje de la mentalidad masculina dominante empleado contra las mujeres. Y da la impresión de que está bien o incluso es normal.
Las mujeres no son contempladas como sujeto, no son aceptadas como seres pensantes que viven con libre albedrío. Los violadores las tratarán sin ningún límite ético. La posición de las mujeres en la sociedad fue rebajada a objeto sexual por la mentalidad de los hombres, quebrando su voluntad y convirtiéndolas en esclavas incapaces de expresar su voluntad. La voluntad es lo que las hace ser ellas mismas y les permite ser ellas mismas.
Como dice Rêber Apo: «…la posesión más valiosa de un hombre es su mujer y lo único que ella puede hacer es obedecerle ciegamente».
Colonización a través de la violación
Otro fenómeno es que la violación es un método común de la política colonialista para destruir los movimientos de resistencia, sobre todo cuando se trata de organizaciones de resistencia de mujeres. Este método es utilizado en especial por los Estados de color más fascista.
El color del Estado es el color del fascismo, y a medida que la concentración del fascismo aumenta, el poder del Estado se vuelve más fuerte. Veamos, por ejemplo, Turquía, cuyo Estado utiliza la violación como instrumento habitual contra las mujeres kurdas. Es un arma de guerra especial contra las mujeres que facilita su asimilación, que normaliza la violencia sexual, la violación y el asesinato de mujeres. Este método se aplica sobre todo cuando los movimientos de mujeres se vuelven más fuertes. Lo hemos observado en Turquía en los 10 últimos años y las estadísticas de violaciones y feminicidios muestran una escalada interminable. Solo en 2019, fueron asesinadas 6.284 mujeres.
El sistema masculino invade el cuerpo y la mente, destruye a la mujer desde dentro, la utiliza y la priva de su libertad.
Turquía solo es un ejemplo. Este tipo de política se emplea en todo el mundo contra las mujeres. Algunas políticas son más blandas y difíciles de distinguir. Por lo tanto, como mujeres, debemos educarnos y conocer la mentalidad del poder y de nuestra propia esclavitud a través de la mentalidad masculina dominante. Para nosotras, como mujeres jóvenes, es importante saber cómo estamos siendo utilizadas y qué nos hacen a nosotras, a nuestras hermanas y madres. Tenemos que usar la cabeza y el corazón para analizar y detectar esta mentalidad. Si lo hacemos, podemos ser la fuerza más poderosa contra este sistema.
Nuestro «NO» será escuchado y nuestra voluntad respetada. De momento, nuestra tarea es desenmascarar este sistema y reencarnar nosotras mismas los valores de nuestra genuina cultura.
NC// Hêlîn Qereçox