Shamima Begum y por qué es necesario un tribunal internacional para ISIS
The Kurdish Center for Studies – Theo Mitchell – 18 marzo 2024 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid
Con sólo 15 años, Shamima Begum abandonó su casa en Londres con dos amigas para viajar al Estado Islámico (EI). Un espía canadiense las haría pasar de contrabando por Turquía, donde las tres chicas serían casadas con combatientes extranjeros. Se presume que dos de ellas murieron, y la superviviente, Shamima Begum, acabó en un campo de refugiados del noreste de Siria bajo el control de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) junto a miles de antiguos combatientes de ISIS y sus familias tras la desaparición de su «Califato».
Tras este descubrimiento, Begum fue despojada de su ciudadanía británica y se le prohibió regresar al Reino Unido, con lo que se convirtió en apátrida y quedó exiliada en el noreste de Siria (comúnmente llamado Rojava) junto con decenas de miles de otros miembros de Estado Islámico. Estos antiguos miembros de ISIS y sus familias viven ahora en la precariedad en grandes ciudades de tiendas de campaña como Al Hol, que en la práctica están dirigidas por mujeres de Estado Islámico. El caso de Shamima Begum ilustra una tendencia más amplia entre la comunidad internacional de negarse a recuperar a sus combatientes y simpatizantes de ISIS que viajaron a Irak y Siria. Por ello, este artículo defenderá la importancia crítica de establecer un tribunal internacional para los miembros de ISIS, como ha pedido la Administración Autónoma Democrática del Norte y Este de Siria (DAANES).
¿Quién es Shamima Begum?
Shamima Begum nació en Londres de padres bangladeshíes y se crió en un hogar religioso. Su amiga, Sharmeena Begum (sin parentesco), partió primero a Siria en 2014, describiéndoselo a Shamima como una utopía islámica y diciendo que los vídeos ultraviolentos publicados por Estado Islámico eran falsos. Sharmeena, que más tarde reclutaría a Shamima y a otras dos chicas para unirse a ISIS, fue supuestamente radicalizada en la mezquita de East London, en Whitechapel. Así fue como Shamima Begum sería introducida clandestinamente en Siria a través de Turquía, por entonces un conducto para los viajeros de ISIS y, según muchos, un socio estratégico de Estado Islámico.
En Siria, sus actividades son menos seguras. Los medios de comunicación británicos informaron de que Shamima Begum formaba parte de la Brigada Al-Khansaa, una división exclusivamente femenina de la «policía de la moralidad» de ISIS encargada de hacer cumplir las estrictas leyes de Estado Islámico, supervisar los «burdeles» de esclavas yazidíes y aplicar castigos que incluían la flagelación y, supuestamente, el asesinato de quienes infringían las leyes del «Califato». Por su parte, Shamima lo ha negado, diciendo que sólo era un ama de casa. Lo que sí se sabe es que ella y su marido, que fue detenido por ISIS bajo sospecha de ser un espía holandés, vivían junto a un egipcio, «Abu Qomra», que se encargaba de proporcionar armas a los combatientes de ISIS y era conocido por ser una persona violenta.
Más tarde, durante la batalla de Raqqa, Shamima y su marido huyeron de la ciudad a Deir ez-Zor, huyendo hacia el sur a medida que el Estado Islámico se derrumbaba, hasta que finalmente su marido fue detenido y Shamima acabó en el campo de Al-Hol. Allí le quitaron la nacionalidad británica y murió su tercer hijo. En 2024, se puso el último clavo en el ataúd de sus posibilidades de regresar a Gran Bretaña cuando perdió su apelación contra la revocación de su ciudadanía, dejándola de hecho apátrida y abandonada indefinidamente en el noreste de Siria.
La historia de Shamima Begum es típica de los extranjeros que viajaron para vivir en el Estado Islámico, ya que está mezclada con mucha incertidumbre. Tras la caída del Califato, el reportero de la BBC Quentin Sommerville fue testigo de la destrucción de pruebas vitales cuando los extranjeros que se unieron a ISIS quemaron y destrozaron los teléfonos y unidades USB incriminatorios, esparciéndolos por el desierto hasta la última posición de ISIS en Baghuz. Como resultado, la cuestión de la responsabilidad es extremadamente difícil de responder y de desvelar, especialmente para las mujeres de ISIS como Shamima Begum. En el caso de los combatientes masculinos de ISIS, su responsabilidad como parte directa de la organización Estado Islámico está más clara, pero los crímenes específicos que hayan podido cometer no lo están tanto.
El reto es aún mayor para las mujeres de ISIS que eran esposas de esos combatientes. Es plausible negar que algunas no cometieran delito alguno (aparte de formar parte de ISIS en primer lugar). Las mujeres como Shamima Begum tienen un enorme incentivo para decir que no eran más que amas de casa y, sin procedimientos judiciales adecuados, es casi imposible implicarlas o exonerarlas para que se haga justicia como es debido. El segundo patrón más amplio que tipifica la historia de Shamima Begum es la falta de responsabilidad y de atención por parte de los países de origen de las viajeras de ISIS.
Shamima Begum, que nació y creció en el Reino Unido (y, en última instancia, se radicalizó allí), ha sido despojada de su ciudadanía y quedado en la práctica como apátrida; es sólo una de las decenas de miles de extranjeros retenidos en el noreste de Siria. Según Human Rights Watch, son más de 42.400, 37.000 de ellos en los campos de al-Hol y Roj, donde se encuentra Begum. Ha habido una gran reticencia por parte de países de todo el mundo a repatriar a sus ciudadanos que han viajado al Estado Islámico. Aunque se ha repatriado a un pequeño número, sobre todo a niños huérfanos, la gran mayoría sigue languideciendo en estos campos del noreste de Siria sin un futuro claro. Sus países de origen se niegan a acogerlos de vuelta, y tampoco ayudan en modo alguno a la DAANES a ocuparse de ellos.
Los riesgos para Rojava y más allá
Esta situación no es sostenible desde el punto de vista de la seguridad. La seguridad en estos campos se ha delegado por completo en las Fuerzas Democráticas Sirias, que carecen de los recursos necesarios para gestionar estas enormes ciudades de tiendas de campaña en expansión. Esto, combinado con un apoyo internacional muy limitado, ha creado un entorno de intensa inseguridad en el interior de los campamentos, aunque ligeramente mejorado por las recientes operaciones de barrido de las SDF para erradicar las células de ISIS en Al-Hol.
En Al-Hol, la principal causa de mortalidad fueron las muertes relacionadas con la delincuencia, junto con otros 30 intentos de asesinato sólo en 2021. La persistente anarquía ha dado lugar a que grupos armados -algunos son células durmientes de ISIS y otros simplemente grupos de extorsión- operen con impunidad. Los objetivos son quienes se cree que espían para las fuerzas de seguridad, quienes se niegan a pagar impuestos a los grupos armados y quienes no siguen las estrictas normas culturales y religiosas del campo. Otros son asesinados aparentemente al azar.
Semillero del extremismo, el Estado Islámico ha mantenido una presencia creciente en los campos, a menudo dirigida por mujeres de ISIS que siguen radicalizadas. Incluso muchos niños siguen apoyando el proyecto de Estado Islámico tras recibir adoctrinamiento de sus progenitoras, que se quedan con ellos. Nacidos en el Estado Islámico, no conocen otra cosa. Además, los que reniegan de ISIS son golpeados o tiroteados y el campo es un lugar en el que las SDF sólo pueden entrar durante las redadas o las operaciones de barrido, fuera de las cuales el campo permanece bajo el control de ISIS y de las bandas de extorsión. Estas condiciones han tenido un impacto especialmente negativo en los miles de jóvenes del campo, sobre los que Save the Children ha informado de que ya no se les permite jugar al aire libre debido a la inseguridad, tienen pesadillas, han perdido el interés por ir a la escuela y luchan constantemente contra la angustia mental de no tener un futuro claro.
La necesidad de un Tribunal Internacional para ISIS
La inestabilidad y los problemas de los campos son evidentes y están bien documentados, pero ¿cuáles son las soluciones? Una de las soluciones que proponen las ONG y los medios de comunicación es la repatriación. La lógica de la repatriación es sólida: mientras que la DAANES no tiene capacidad para juzgarlos a todos, los Estados exteriores sí la tienen, no sólo en Occidente, sino también en el norte de África, de donde procede un número significativo de combatientes extranjeros. En el contexto de un sistema judicial funcional, la culpabilidad o no de quienes viajaron a Estado Islámico podría así determinarse de forma viable. Esto contrasta con el destino de los detenidos en el noreste de Siria, que se enfrentan a una detención indefinida y al exilio sin juicio o a la puesta en libertad sin juicio de los sospechosos de tener vínculos con Estado Islámico, algunos de los cuales incluso consiguen salir mediante soborno en el marco de planes de reconciliación.
Esta idea -la repatriación total de todos los extranjeros que se encuentran en campos y prisiones como Al-Hol- podría, en teoría, mejorar mucho la situación en el norte de Siria, pero tiene dos limitaciones prácticas. La primera, sencillamente, es que los países de origen de quienes viajaron para unirse a ISIS no lo desean. La privación de la ciudadanía a Shamima Begum es emblemática de ello: países de todo el mundo han eludido sus obligaciones y se contentan con dejar languidecer a sus ciudadanos. No han prestado atención a los riesgos para la seguridad -incluidos ellos mismos- y a la catástrofe humanitaria creada por la situación actual. No basta con terminar este artículo recomendando repatriaciones si está claro que no se van a producir. Si los Estados no van a repatriar a sus ciudadanos que viajaron para unirse a ISIS, casarse con sus combatientes o vivir en su Califato, entonces urge otra solución. El segundo problema con este enfoque es que, si bien permitiría hacer justicia a los miembros extranjeros de ISIS, no ofrece ninguna solución a las decenas de miles de detenidos sirios e iraquíes que los gobiernos iraquí, sirio y DAANES carecen todos de los recursos para tratar adecuadamente.
Ambas cuestiones se resuelven con un tribunal penal internacional para Estado Islámico, tal y como ha pedido la DAANES. Se ha recurrido a tribunales penales internacionales en dos importantes situaciones posteriores a conflictos en las que hubo violencia genocida, como ha ocurrido en el caso de Estado Islámico: el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) y el de la antigua Yugoslavia (TPIY). Ambos se crearon para hacer justicia a las víctimas de las atrocidades derivadas del fracaso del Estado, ya que se percibía la escasa probabilidad de que estos criminales de guerra fueran procesados a través de juicios nacionales. Al igual que en el caso de Estado Islámico, los crímenes contra la humanidad fueron el centro de atención de los tribunales internacionales celebrados anteriormente.
Sin embargo, el caso de Estado Islámico presenta dificultades únicas. El TPIR sólo acusó a 96 personas y el TPIY a poco más de 160, mientras que para juzgar a los combatientes y miembros extranjeros de ISIS habría que juzgar a miles. Se trataría de una empresa mucho más costosa, larga y que exigiría muchos más recursos de los países más ricos del mundo. Sin embargo, no hay otra opción viable dada la negativa de la comunidad internacional a repatriar a sus ciudadanos. Como ya se ha mencionado, la fuerza de ISIS en los campos (e incluso en las prisiones donde se encuentran los combatientes) es tal que representan una bomba de relojería: una campaña más de «Romper los muros» para liberar a miles de combatientes de Estado Islámico y a sus seguidores, como casi ocurrió durante el intento de fuga de la prisión de Al-Hasaka en 2022, cuando cientos de combatientes lograron romper los muros de la prisión Al-Sinaa.
¿Por qué no ha ocurrido hasta ahora? El principal problema es la falta de reconocimiento político de la DAANES. La celebración de un tribunal internacional en el noreste de Siria (Rojava) otorgaría de facto legitimidad y reconocimiento a lo que internacionalmente se considera un sistema político rebelde no estatal «dirigido por los kurdos» (aunque la realidad es que es multiétnico e incluye a árabes, asirios y otros junto a los kurdos). En consecuencia, el reconocimiento internacional se ha visto continuamente obstaculizado por la hostilidad del Estado turco hacia la idea debido a su propia represión interna de los derechos kurdos, y sólo el Parlamento subestatal catalán ha reconocido formalmente la autonomía del NE de Siria.
Entre las alternativas posibles se incluye la celebración del tribunal en Irak o en Europa, pero esto conlleva sus propios problemas. Por ejemplo, Irak mantiene la pena de muerte y no contempla las normas internacionales en su sistema de justicia y, como ya ha quedado claro, los Estados europeos no tienen intención de traer de vuelta a casa a los combatientes de ISIS. Esto deja al NE de Siria como el candidato más claro. Las consecuencias políticas de esto pueden ser significativas en términos de reconocimiento de la DAANES, pero estas medidas deberían haberse tomado hace mucho tiempo. Las SDF, junto con las YPG (Unidades de Protección Popular) y las YPJ (Unidades de Protección de la Mujer), sacrificaron a más de 11.000 de sus soldados para destruir el califato de ISIS y han construido un sistema de gobernanza basado en la democracia de base que mantiene el apoyo popular y la legitimidad entre la población del NE de Siria.
Además, el derecho a la autodeterminación es un derecho fundamental en virtud del derecho internacional y es sólo la geopolítica y la importancia estratégica de Turquía lo que está restringiendo que la DAANES tenga el mismo nivel de reconocimiento que tienen hoy los kurdos de la región de Kurdistán en Irak. Si la comunidad internacional quiere algún tipo de cierre definitivo sobre el oscuro capítulo de Estado Islámico, y si quiere prevenir el potencial surgimiento de un segundo Califato desde dentro de los campamentos, entonces es hora de cambiar eso y crear finalmente un tribunal internacional para ISIS en el NE de Siria.
El autor: Theo Mitchell
Theo Mitchell es licenciado en Política y Relaciones Internacionales por la Universidad de York y actualmente está finalizando un máster en Política Global en la London School of Economics. En 2021 trabajó con Think Pacific para ayudar a desarrollar un sistema educativo respetuoso con el medio ambiente en Fiyi. Sus principales áreas de investigación incluyen la política kurda, los estudios sobre Oriente Medio, los estudios sobre conflictos y genocidios y la economía política crítica.