Religiosidad y laicidad – La Religión y el Estado
La última década ha visto la introducción del Islam como fuente de legislación en varios países. En Turquía, el laicismo impuesto por el Estado está en declive. Siria e Irak se enfrentan a un grupo que trata de resucitar el califato. ¿Por qué falla el modelo laicista occidental? ¿Cuáles son las razones profundas del renacimiento de la religión en los asuntos del Estado?
Ponente: Rojda Yildirim
«Desafiar la Modernidad Capitalista II» – Hamburgo, Alemania – 3 abril 2015
Queridos amigos,
En primer lugar, al igual que los oradores anteriores, quisiera subrayar que el tema de la religión es un tema complejo, que sigue teniendo relevancia en nuestro mundo actual. En este momento, en diferentes regiones de todo el mundo, experimentamos las atrocidades más brutales cometidas en nombre de la religión, ya que las personas están siendo decapitadas y masacradas supuestamente por mandato de Dios. Por esta razón, quizás sea necesario analizar aún más cuidadosamente y con sensibilidad el tema de la religión, que constituye un nudo gordiano y un problema inmenso, y proponer enfoques y discusiones más valientes para abordar la cuestión de manera más sana. Porque cuando hablamos de religión, hablamos de la vida de las personas. Cuando hablamos de religión, hablamos de asuntos de vida o muerte y de fenómenos que afectan directamente a la vida cotidiana de la gente, incluyendo los mecanismos de toma de decisiones concernientes al derecho humano a vivir. Algunos de nosotros en esta sala podemos asociar imágenes intimidantes o temerosas con la religión, mientras que otras pueden percibir el tema como interesante. Pero como mujeres, que históricamente hemos sido las mayores víctimas de la religión, poseemos una perspectiva importante para interpretar especialmente las religiones que han sido construidas mediante la hegemonía y el poder.
Al valorar la historia de las religiones, debemos abstenernos especialmente de cometer cierto error. Si distinguimos cuidadosamente entre la religión como una necesidad social y la transformación de la religión en un vehículo de poder, habremos hecho justicia a las religiones. Precisamente por esta razón, al analizar las religiones, más importante que la fe a la que pertenecemos es buscar respuestas a la cuestión de qué constituye la religión, ya que esto es de vital importancia para nosotros. Cuando se examina la historia de las religiones, resulta útil enfatizar que las ciencias sociales, y en especial el punto de vista positivista, así como la historiografía dominante, como un poder y una percepción centrados en el Estado, son efectivas en la mala interpretación de las religiones.
Cuando nos acercamos a la religión, no podemos hacerlo desde una perspectiva hostil y materialista. Por ejemplo, a algunos nos resulta posible decir que la religión es simplemente un disparate y que Dios no existe y seguir adelante. Otros pueden imponer la religión alegando que Dios es todo, la única verdad absoluta. Estas dos posiciones representan los dos extremos del mismo enfoque y ambas están equivocadas. Otra cuestión es que muchos de nosotros equiparamos necesariamente la religión con el atraso, mientras otros consideran la religión como la verdad absoluta, afirmando que es el único camino correcto y la autoridad divina. Como resultado, declarar que la religión es un atraso o que es absolutamente cierta, son dos caras de la misma mentalidad. Precisamente porque la negación total de la religión condiciona su reacción social, es importante abordarla de manera más sana y analizar la relación entre religión y ser humano, religión y sociedad, religión y naturaleza, para lograr resultados.
De hecho, la historia de las religiones ocupa un lugar notable en la aventura de hacer humanos a los humanos. Porque la religión surgió como una necesidad de la sociedad. En la emancipación del ser humano, la religión es verdaderamente una importante etapa mental para el establecimiento inicial de la mentalidad humana, el poder humano que da sentido y la búsqueda de la verdad. Y por eso, en la socialización humana, la religión emerge como una identidad. Una historia de cinco mil años de civilización categórica ha respondido a la socialización de las religiones, de hecho, a la lucha del hombre por ser, a las incógnitas del hombre hacia la naturaleza y el universo, a su reflexión sobre preguntas y problemas, al hombre como ser metafísico. Por eso no podemos analizar el fenómeno de la religión separadamente de la socialización humana. Antes de la civilización clasista, por ejemplo, en las creencias animistas, los seres humanos se consideraban parte de la naturaleza. Por medio del totemismo, se organizaron en clanes identitarios. En etapas más avanzadas, se organizaron en forma de tribus, pueblos y naciones. Es importante destacar el papel de la religión en la formación de tales identidades sociales, que constituyen etapas importantes de la conciencia y la mentalidad humanas.
La creencia y la vinculación hacen a los humanos seres espirituales y metafísicos. En lugar de responder a una de las preguntas más antiguas de la filosofía, si es más importante el alma o lo material, es crucial reconocer que los seres humanos son seres metafísicos al tiempo que materiales y defender la búsqueda de ambos. Por tanto, si entendemos la importancia de un método de análisis que no tiene por objeto la evaluación de las realidades humanas de una manera antagónica, sino que acepta la posibilidad del carácter metafísico del ser humano, podremos examinar la relación entre la religión y los seres humanos de una manera más saludable.
Es útil preguntarse: ¿Son las religiones realmente conflictivas en su forma actual en este preciso momento? ¿Es la religión un fenómeno destructivo? ¿Es realmente una causa de guerra? ¿Está en la misma naturaleza de la religión la lucha, el derramamiento de sangre y la creación de imaginerías enemigas? Es importante hacerse éstas y otras preguntas similares. Sin embargo, es igualmente importante encontrar las respuestas correctas. En realidad, ninguna religión es conflictiva per se, porque ninguna identidad inicia su formación basada en la competencia u hostilidad con otra identidad. Todas las identidades sociales son pacíficas cuando se forman. Las identidades se construyen en armonía con la naturaleza y todos los seres, incluida la religión. Pero, ¿es la religión misma la que añade confrontación, destrucción y guerra a su carácter o son otros factores que hacen que la religión se convierta en una parte beligerante? Ahora podemos decir abiertamente que el papel de la religión en la sociedad natural no tenía un carácter antagónico, sino que, por el contrario, contenía atributos aglutinadores. Lo que hace beligerante a la religión es el dispositivo del poder y del Estado. Por ejemplo, tras el desarrollo de la civilización basada en el poder, el Estado y la clase, la religión pierde sus características de búsqueda de la verdad de su etapa aglutinadora y se establece el dogmatismo religioso para convertirse en una forma de intervención en la capacidad interrogadora del ser humano. En este sentido, la historia de la civilización clasista es al mismo tiempo el período histórico en que las estructuras del poder y el Estado intentan transformar la religión en una ideología religiosa para disfrazar su propio poder y dominación con el velo de la religión. Porque al igual que Dios se eleva al cielo y el orden celestial se convierte en divino y jerárquico por la autoridad de Dios, con el desarrollo de la civilización clasista, la dominación en la tierra adquiere un nivel jerárquico y estatista similar. Si los dioses han formado una jerarquía entre ellos, con un Dios más privilegiado que los otros dioses; si el cielo está dividido en pisos y uno está debajo o encima de otro piso, entonces la diferencia de jerarquía, la situación superior-inferior, es una ley del universo. Si todo tiene un lado superior y otro inferior, de igual forma las clases y la opresión entre los seres humanos también tienen sus lados superior e inferior. La estructura estatista que sostiene el poder se ha presentado como la manifestación de Dios en la Tierra, otorgando atributos divinos al hombre religioso. Y así, el hombre religioso se convirtió en el rostro visible de Dios, mientras que Dios se convirtió en el rostro invisible del hombre.
Otro punto de interés es que, con la transición a la clase, el Estado y la dominación masculina, las dinastías y los reyes fueron deificados, mientras que los humanos se convirtieron en hormigas. Las mujeres y todas las clases oprimidas han sido las mayores víctimas de la legitimación de la esclavitud por medio de la religión. Los faraones y Nemrod son figuras que representan a los reyes divinizados en la cultura de Oriente Medio. Más allá de representar a una persona individual, expresan una cultura, una institución. La división entre el rey-dios y el pueblo excluido era tan exagerada y distorsionada que se definieron dos razas. Los reyes-dioses fueron considerados inmortales y la gente común mortal. De esta manera, la inmortalidad del concepto de Dios quedó equiparada con la inmortalidad del Estado. Cuando el Estado se institucionalizó por completo, los dioses también se hicieron inmortales.
La consideración del Estado como eterno deriva de este enfoque. Pero, en realidad, el Estado no nació ni se hizo nacer. Se lo considera como si siempre hubiera existido y siempre deba existir. Por supuesto, creer no es para aquéllos que dirigen la institución desde la perspectiva de Dios, sino para los que son gobernados y oprimidos. Cuanto más opresivos y aterradores se vuelven los Estados, más opresiva y aterradora se vuelve la identidad de las deidades, y así se ofrecen a la humanidad a lo largo de la historia de la civilización clasista.
En sus etapas embrionarias, el Estado ya crece en íntima relación con la religión, porque los primeros reyes-dioses son sacerdotes. En este sentido, la adoración del Estado y de Dios se produce en el mismo período de la mentalidad humana y el desarrollo histórico. Así es como podemos ver las formas en que todas las guerras religiosas, en nombre de la historia, han sido intentos por parte del poder y las estructuras estatales de institucionalizar e instrumentalizar la religión para disfrazar su objetivo de dominación. Los Papas pusieron coronas sobre las cabezas de reyes y emperadores durante mucho tiempo. Aunque esto no se ha mencionado con demasiada frecuencia, los gobiernos de reyes y emperadores que no habían sido coronados por las manos de los Papas, siempre fueron considerados sospechosos. En el caso del rey Enrique, podemos ver la incapacidad de un rey sin la bendición del Papa. Después de esperar durante días bajo la lluvia, el rey Enrique finalmente fue aceptado por el Papa, tras lo cual su gobierno ganó legitimidad oficial. Con su teoría de la espada de dos filos, Santo Tomás de Aquino afirmaba que un borde es la mano del Papa y el otro la mano del rey y que esto lleva a la relación complementaria entre Estado y poder.
Todos sabemos que las guerras que actualmente se están llevando a cabo en nombre de la religión, en nombre del Islam en Oriente Medio hoy, ilustran el intento del orden dominante durante 5.000 años en la región para legitimarse a través de la religión y Dios. En la fase de la modernidad capitalista, la religión se ha convertido en una meta que se puede comprar y vender. Quizás por eso la modernidad capitalista ha considerado la religión como otra cara de la modernidad a lo sumo. El llamado Estado Islámico, que ha emergido actualmente en Oriente Medio, es un ejemplo de la expresión más extrema de la religiosidad. ISIS es también un tipo de imperialismo dominado por los hombres; es la forma más extrema en que la ideología capitalista, modernista e imperialista se establece, en nombre de la religiosidad, en Oriente Medio.
El secularismo que emerge en nombre del Estado-nación, el que sólo sirve como división entre asuntos religiosos y estatales, ilustra el fracaso para desentrañar la relación entre la religión y la comunalidad de hoy, porque nunca ha sido capaz de desentrañar la relación entre religión y Estado en las condiciones de emergencia del Estado. Se podría sugerir lo siguiente: la religión y la fe deben ser tratadas por separado del Estado y del poder, como herramientas del poder. Cuando la religiosidad se resuelva junto con el nacionalismo, el sexismo y el cientificismo, podría dejar de ser un medio de opresión. Por tanto, si queremos defender la modernidad democrática contra la modernidad capitalista, debemos luchar definitivamente contra el dogmatismo religioso.
Como conclusión, afirmamos que nosotras, como mujeres, que hemos sido las mayores víctimas del estatismo, el nacionalismo, la religión y el cientificismo, seremos las que deshagamos todos los nudos que encontremos en nuestra lucha por la liberación de género. Todas hemos presenciado las atrocidades que el llamado Estado Islámico, como expresión más clara de la religiosidad, es capaz de cometer contra la gente del mundo y especialmente contra las mujeres. Como resultado, en un momento en que aquéllos que quieren ir al cielo convierten el mundo en un infierno, la única salida es la construcción de la modernidad democrática. Cuando la humanidad gritaba «Je suis Charlie», en realidad estaban condenando, en nombre de la conciencia de la humanidad, la transformación de la religión en una herramienta de opresión. Si, aunque sólo fuera por un minuto, las mujeres estuviesen al cargo de resolver cuestiones relativas a la religión, estoy segura de que ellas podrían proponer maneras de conectar la religión y la libertad, la religión y la democracia. Al igual que con otros temas, la libertad de las mujeres lucha contra la religiosidad, el cientificismo, el nacionalismo y el sexismo. Porque la libertad de las mujeres es la libertad del mundo entero y de la sociedad. Por eso, como siempre, la lucha contra la religiosidad debe continuar. Mi respeto a todos …
Rojda Yıldırım es una activista por los derechos de la mujer que estuvo encarcelada durante 10 años debido a sus opiniones políticas. Colabora en la lucha del pueblo kurdo y de las mujeres por la libertad. Actualmente está investigando sobre diferentes sistemas de creencias.