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Plan de desarrollo turco para los kurdos: ¿nueva versión de la «Reforma del Este»?

Protesta en Amed/Diyarbakir contra las medidas arbitrarias del gobierno turco | AFP

Kurdish Center for Studies – Sarkis Kassargian – 21 enero 2025 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid

El gobierno turco ha anunciado un plan de «desarrollo regional» de 14.000 millones de dólares, cuyo objetivo es abordar los retos económicos a los que se enfrentan las regiones del sureste, habitadas predominantemente por kurdos. Esta iniciativa fue presentada por el Ministro de Industria y Tecnología, Fatih Kacir, como parte de una estrategia más amplia para salvar la brecha económica entre esta región y el resto del país.

El gobierno turco tiene previsto destinar 496.200 millones de liras turcas (unos 14.150 millones de dólares) a financiar 198 proyectos de aquí a 2028 en el marco del Plan de Acción del Proyecto del Sudeste de Anatolia (GAP). Este plan se centra en el desarrollo sostenible y la mejora de las infraestructuras en las provincias del sureste, según la definición del gobierno, que también incluye dimensiones demográficas y de seguridad no reveladas.

Una política de empobrecimiento sistemático

La región kurda se enfrenta a importantes retos económicos, con una renta per cápita media de 4.971 dólares anuales, notablemente inferior a la media nacional de 13.243 dólares. El gobierno turco espera que la ejecución de estos proyectos aumente la renta per cápita en 49.000 liras turcas adicionales (aproximadamente 1.400 dólares) de aquí a 2028.

El anuncio del gobierno turco coincide con las crecientes esperanzas de un acuerdo entre Ankara y el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Este optimismo se atribuye al nuevo clima político, que incluye recientes reuniones entre representantes del Partido de la Igualdad y la Democracia de los Pueblos (Partido DEM) y otros partidos turcos en el Parlamento, así como conversaciones entre funcionarios de la Administración Autónoma Democrática del Norte y Este de Siria y los nuevos dirigentes de Damasco, que mantienen estrechos lazos con Ankara.

El Plan de Desarrollo turco abarca un amplio abanico de proyectos, entre ellos mejoras de infraestructuras como la construcción de nuevas carreteras y la adecuación de las existentes para conectar las zonas rurales con los centros urbanos, la mejora de las redes de agua y saneamiento, el desarrollo de sistemas de electricidad y comunicaciones en zonas remotas y el fomento de la agricultura y el regadío mediante proyectos de irrigación sostenibles para ayudar a los agricultores. El plan también pretende desarrollar técnicas agrícolas modernas para crear oportunidades de empleo e impulsar la producción agrícola, además de apoyar la educación y la sanidad construyendo nuevas escuelas y hospitales y ofreciendo programas de formación para aumentar las capacidades locales.

Además, el plan incluye estrategias de desarrollo económico e industrial, como la creación de nuevas zonas industriales para atraer inversiones y el apoyo a las pequeñas y medianas empresas mediante programas de financiación favorables. También pretende potenciar el turismo cultural e histórico de la región, junto con proyectos medioambientales como la reforestación, la mejora de la gestión de residuos y la reducción de la contaminación.

Desde el establecimiento de la república, estos proyectos han seguido un doble enfoque: un «desarrollo destructivo» que, en última instancia, favorece la turquificación de la vida pública. Desgraciadamente, pocas de estas iniciativas, que comenzaron con la «Reforma del Este» en 1925, han dado resultados neutros en materia de desarrollo.

No obstante, la región kurda ha experimentado un importante crecimiento agrícola en los últimos años, como demuestran las cifras de exportación de cereales y legumbres durante los cinco primeros meses del año pasado, que alcanzaron los 1.400 millones de dólares, con un aumento del 9,2% respecto al mismo periodo del año anterior. La pasta constituye una parte sustancial de estas exportaciones, representando el 31,6% del total de las exportaciones de la región, generando aproximadamente 234 millones de dólares. Oriente Medio representa el 51,5% de estas exportaciones, mientras que África supone el 24,1%.

Irak sigue siendo el mayor mercado de exportación para la región, con un crecimiento de las exportaciones a Irak del 16,2% respecto al año anterior. Las exportaciones de las regiones kurdas alcanzaron los 11.700 millones de dólares en 2024, un aumento significativo del 2,7% respecto al año anterior. Las exportaciones consisten en una diversa gama de productos, incluyendo alfombras hechas a máquina, productos de pastelería, plásticos, telas y más.

El gobierno turco cree que su plan de desarrollo elevará la renta per cápita, mejorará el PIB de la región y reducirá las tasas de desempleo mediante la creación de nuevas oportunidades de trabajo. El objetivo es mejorar la educación, la sanidad y los servicios básicos, atraer inversores y promover proyectos económicos, mitigando así los conflictos y enfrentamientos armados en este entorno empobrecido.

Con el colapso del régimen Baaz tras 61 años en el poder en Siria, los exportadores de las regiones kurdas prevén un nuevo aumento de las cifras de exportación. Ahmet Fikret Kilici, presidente de la Asociación de Exportadores del Sureste de Anatolia (GAİB), señala que los acontecimientos en Siria presentan un escenario prometedor tanto para Turquía como para los residentes de la región, haciendo hincapié en que el fin del conflicto es crucial para mejorar la seguridad y abrir nuevas oportunidades económicas.

El objetivo inicial de las exportaciones a Siria es superar los 1.000 millones de dólares, cifra que se espera aumente en los próximos años. Celal Gadoglu, director de la Asociación de Exportadores de Cereales, Legumbres y Productos del Aceite, ha señalado que, con la normalización de las relaciones, se prevé un aumento de la actividad en el sector alimentario. Ha indicado que el sector exportó mercancías por valor de 3.100 millones de dólares en los 11 primeros meses del año, incluidos 250 millones de dólares a Siria, y las proyecciones sugieren que esta cifra podría acercarse a los 600 millones de dólares a medida que mejoren las relaciones comerciales.

La carga económica del conflicto para Turquía

El líder del PKK, Abdullah Öcalan, ha expresado su disposición a iniciar conversaciones de paz tras una década de interrupción de los contactos políticos directos. La reunión con Öcalan se produjo después de que Devlet Bahçeli, líder del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), de extrema derecha, pidiera al PKK que cesara sus actividades, sin esbozar medidas gubernamentales para abordar los derechos y las demandas culturales de los ciudadanos kurdos.

Los parlamentarios de la gobernante Alianza Popular argumentan que el estado de guerra ha causado grandes daños al país, sobre todo a los kurdos de las regiones oriental y sudoriental. Sostienen que la «eliminación del terrorismo» creará un entorno más seguro y pacífico, propicio para el desarrollo de los residentes en estas zonas.

Por el contrario, figuras políticas y activistas kurdos afirman que las disparidades económicas crónicas en el sureste de Turquía forman parte de una permanente estrategia del Estado turco destinada a inducir cambios demográficos obligando a los jóvenes a abandonar sus pueblos históricos u obligándoles a participar en proyectos gubernamentales disfrazados de iniciativas económicas.

Mediante importantes inversiones en infraestructuras y proyectos comunitarios, Ankara pretende reforzar la economía local al tiempo que intenta disminuir las bases de apoyo del PKK. Históricamente, el gobierno turco ha mantenido un «plan b»: si el desarrollo no forma parte de la paz, sirve como componente de la guerra, siendo ambas vías fácilmente intercambiables.

Los expertos creen que un acuerdo de paz permitiría reducir el gasto militar, reasignar esos recursos a proyectos de desarrollo y mejorar los servicios educativos y sanitarios de la región. Además, mejorar la relación entre el gobierno y las comunidades locales mediante un desarrollo participativo puede aumentar las posibilidades de que el presidente Recep Tayyip Erdogan triunfe en las próximas elecciones constitucionales, objetivo que comparte con su socio en el poder, Bahçeli.

Un informe del investigador Izzet Akyol para el Instituto para el Progreso Democrático indica que Turquía ha incurrido en pérdidas de aproximadamente 3 billones de dólares debido a su enfoque centrado en la seguridad de la cuestión kurda durante los últimos 40 años, lo que ilustra la importante carga financiera que el conflicto en curso y los gastos militares imponen a Ankara.

Durante casi un siglo desde la fundación de la República turca, los sucesivos gobiernos han abordado la cuestión kurda como un problema de seguridad, etiquetándolo posteriormente como terrorismo en medio de la lucha armada que comenzó en la década de 1980, descuidando los aspectos democráticos y de derechos humanos. Durante décadas, la manipulación de los temores en materia de seguridad ha obstaculizado los debates sobre la cuestión kurda, enmarcándola más bien como una cuestión de paranoia en lugar de reconocerla como una preocupación legítima.

El estudio sostiene que esta perspectiva ha obstaculizado posibles soluciones al no tener en cuenta factores políticos y sociales fundamentales. Al calificar al PKK únicamente de organización terrorista, el gobierno turco no ha abordado las causas profundas del conflicto, lo que se ha traducido en un creciente apoyo al PKK dentro de las comunidades kurdas a lo largo del tiempo.

El informe afirma que cualquier victoria militar sobre el PKK sería efímera sin una resolución política. Si Ankara se niega a comprometerse políticamente con los kurdos y sus demandas, es probable que el PKK o entidades similares resurjan, perpetuando un ciclo de violencia e inestabilidad.

El informe sostiene que la resolución de la cuestión kurda podría reposicionar a Turquía como centro regional de inversión. Al fomentar un entorno más pacífico, Turquía podría atraer a personas cualificadas e inversores, mejorando así sus perspectivas económicas y convirtiéndose potencialmente en un modelo de cooperación regional, sobre todo con países vecinos como Irak y Siria, que también cuentan con poblaciones kurdas.

Unidad ante la injusticia y la pobreza

Además de las considerables pérdidas materiales, el hecho de que Turquía no haya abordado la cuestión kurda ha provocado la erosión de su influencia internacional y una deriva hacia una política exterior más militarizada, unida a un aumento de las tendencias autoritarias, especialmente en medio de la inestabilidad mundial. La reticencia del Estado turco a comprometerse con la cuestión kurda surge de un temor más amplio a perder el control sobre la dinámica regional, especialmente a la vista de los acontecimientos en países vecinos como Irán e Irak.

Por el contrario, un enfoque justo y equitativo de esta cuestión podría fomentar la interdependencia entre los actores regionales, reforzando tanto la estabilidad como la cooperación económica. El fracaso a la hora de abordar la cuestión kurda podría obstaculizar la capacidad de Turquía para utilizar eficazmente todos sus recursos, incluido el agua. El conflicto en curso seguirá infligiendo importantes costes humanos y materiales a Turquía, exacerbando la pobreza y alimentando sentimientos antiestatales.

El estudio defiende firmemente la necesidad urgente de abordar la cuestión kurda en Turquía, subrayando los inmensos costes económicos asociados al enfoque actual y destacando los beneficios potenciales de una solución política, no sólo para Turquía sino para toda la región. Este contexto ha permitido al gobierno de Erdogan vincular en las últimas semanas el renovado proceso de paz con el anuncio de proyectos de desarrollo por valor de 14.000 millones de dólares.

Todo ello ilustra la necesidad de adoptar una perspectiva moral y madura al abordar la cuestión kurda, sobre todo porque los asuntos sin resolver exacerban la polarización y los conflictos en el seno de las sociedades. Según un sondeo de opinión del Centro Dijlah, el 85% de los turcos expresaron su descontento con la evolución de Turquía -ya fueran turcos o kurdos-, lo que refleja un sentimiento compartido de injusticia y pobreza.


EL AUTOR:

Sarkis Kassargian es periodista y reportero senior. De nacionalidad armenia, reside en Dubai (EAU) y es diplomado por el Instituto de Medios de Comunicación UCMT de Líbano. Habla con fluidez árabe, inglés, turco y armenio, y tiene una amplia experiencia en la cobertura de noticias de última hora y reportajes para diversos medios de comunicación árabes e internacionales. También es redactor de estudios políticos centrados en asuntos de Oriente Medio y Turquía, y ha gestionado con éxito campañas en las redes sociales para aumentar la participación en línea. Además de su labor informativa, es redactor de asuntos turcos para «Annahar» y ha colaborado con artículos en múltiples publicaciones.

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