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Las mujeres yazidíes que escaparon de ISIS

Estas jóvenes mujeres son las supervivientes. Sus padres y hermanos han sido asesinados, y en muchos casos, a las mujeres mayores de sus familias se las han llevado lejos. Los fanáticos del autodenominado Estado Islámico no reconocen su religión yazidí, y las tomaron como esclavas… Piensa en esto un momento: “esclavas”. No es un término figurado, es servidumbre literal: seres humanos que, como bienes muebles, son vendidos, obligados a trabajar y violados a voluntad. La mayoría de ellas fueron capturadas en la ciudad de Sinjar (Irak) y sus alrededores cuando cayeron en manos de ISIS en agosto del 2014.

A menudo golpeadas, privadas de alimento y totalmente indefensas, muchas se negaron a bañarse, esperando que eso mantendría a los hombres alejados de ellas. Otras simularon ser madres. Sin embargo, muchas de ellas fueron violadas sin importar los engaños que emplearan o cuánto suplicaran. Finalmente, fueron llevadas a Raqqa, la capital de facto en Siria del presunto califato, a un mercado de esclavos. Y cuando algunas pocas se las arreglaron para conseguir un teléfono móvil, pudieron organizar su huida.

Con ellas han traído estos relatos de la brutalidad e hipocresía que tiñen los nunca antes publicados testimonios de esclavitud bajo el Estado Islámico.

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 Jihan

20 años de edad

Procedente de Sinon, Sinjar

Fecha de captura: 04/08/2014

Duración del cautiverio: 10 meses

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JIHAN / Seivan M. Saliam, The Daily Beast

«Mi hermano y mi primo eran Peshmerga, miembros de las fuerzas armadas kurdas de Irak. Ellos nos dijeron de no podían combatir más y que debíamos huir rápido, que debíamos intentar salvarnos a nosotros mismos de ISIS. Estábamos asustados y huimos a las montañas. La noche siguiente, un amigo musulmán nos llamó: nos convenció para volver al pueblo, diciendo que nadie nos haría daño y que él nos protegería, ya que conocía a algunos de los combatientes de ISIS. Nos mintió.

Fuimos arrestados tan pronto entramos en el pueblo. Me pusieron en un camión junto a otras 14 chicas y nos llevaron a Mosul. Todas eran jóvenes y hermosas. No estuvimos allí mucho tiempo, pues prefirieron llevarnos a un pueblo pequeño en el que permanecimos durante 15 días. Las condiciones allí eran terribles: estábamos en un lugar muy sucio, apestoso e indecente, y todas enfermamos.

Luego nos llevaron a Raqqa, Siria. Nos dijeron que íbamos a ser vendidas como esclavas, algunas como futuras esposas para los combatientes. Hacía calor, un calor insoportable y había 150 de nosotras en una casa sin ventanas ni ventilación.

Una tarde entraron en la casa unos 20 hombres y empezaron a pegarnos. Nos gritaron, diciendo que éramos sus esclavas y debíamos obedecerlos y hacer cualquier cosa que nos dijeron. Dijeron que nos castigarían, pero nunca nos iban a matar, porque preferían torturarnos.

Esa noche nos llevaron a Sham, una pequeña ciudad no muy lejos de Raqqa. Había un coche para cada una de nosotras esperándonos. Fuimos vendidas, algunas solas y otras juntas. Yo fui vendida junto a otras dos chicas a un hombre de Kazajistán para ser sus esclavas personales. Principalmente teníamos que limpiar la casa, pero era terrible con nosotras y los tres primeros días solo nos alimentó con una galleta o dos. Tampoco teníamos permiso para lavarnos, lo que pensé que estaba bien, pues tenía miedo de que, de otra manera, quisiera dormir conmigo. Prefería estar sucia.

No le obedecía y no hacía lo que quería. Le dije que no me gustaba y que no haría nada de lo que me pidiera. No me importaba.

Me vendió de nuevo para deshacerse de mí y entonces tuve suerte. Mi nuevo “propietario” era más amable conmigo. También era de Kazajistán. Tenía tres esposas y siete hijos. Juró no molestarme si me convertía al Islam. Me dijo que no estaba interesado en  casarse conmigo y que si me comportaba, no me vendería de nuevo. Me permitió pasar tiempo con otras mujeres yazidíes. También me dio un teléfono un día, después de pasar siete meses allí. Con el teléfono llamé más tarde a mi hermano y empezamos a planear mi huida. Pagamos a un contrabandista para ayudar en mi liberación.»

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Perla

21 años de edad

Procedente de Kojo, Sinjar

Fecha de captura: 15/08/2014

Duración del cautiverio: 10 meses

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PERLA / Seivan M. Saliam, The Daily Beast

«Cuando ISIS llegó muchas personas huyeron a las montañas, pero fueron capturadas. Nos llevaron a la escuela local. Cogieron todo el dinero, oro y armas que encontraron. Sacaron a todos los hombres fuera y los dispararon – los mataron. Nos llevaron a Siria en autobús, yo estaba junto a otras 400 chicas.

El hombre que me escogió estaba muy furioso, me golpeaba y amenazaba con matarme con su arma. Nos llevaron a una granja, donde no comimos casi nada en 8 días. Registraron nuestros nombres. Se llevaban a cuatro o cinco chicas cada vez para venderlas y luego regresaban a por más. Me llevaron sola en coche para venderme. Lloré y les pedí que dejaran a mi hermana venir conmigo, pero no me hicieron caso. Una persona me compró y me llevó a una prisión en Raqqa. Un día me llamaron y me vendieron otra vez. Había cinco hombres, uno de ellos era de Francia. Me preguntó si sabía cocinar y si hablaba árabe. Le dije que no y me contestó que aprendería y que me llevaría consigo. Pero solo me tomó para venderme de nuevo, esta vez a un hombre mayor de Arabia Saudí. Estaba con otro hombre, de Jordania.

Permanecí en su casa. Me dio un abaya negro. Me dijo que me duchara pero no quise. Me dio algo de comida pero no comí. Por la noche traté de escapar por la puerta principal, pero estaba cerrada. Pensé en la puerta de al lado, me puse el abaya negro y escapé. Encontré algunos taxis y le pedí al conductor que me llevara a ver a mi tío en la frontera con Turquía. Un coche de ISIS paró el taxi y nos interrogó al taxista y a mí. Me preguntaron que estaba haciendo sola, sin ningún niño y fuera de casa. Entonces el conductor les dijo que mi tío había tenido un accidente y me estaba ayudando a ir con él. Nos dejaron marchar y el hombre me llevó hasta Tel Abyad, en la frontera con Turquía, donde fui rescatada.»

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Rooba

28 años de edad

Procedente de Kojo, Sinjar

Fecha de captura: 15/08/2014

Duración del cautiverio: 10 meses

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ROOBA / Seivan M. Saliam, The Daily Beast

«Nos llevaron a Raqqa, Siria. Una noche, nueve chicas trataron de huir. Ataron sus ropas juntas e hicieron una cuerda con ella y huyeron por la ventana, pero los soldados de ISIS las encontraron y las trajeron de vuelta. Nos golpearon a todas porque no les dijimos nada acerca de su huida. Yo estaba dormida cuando vinieron y nos castigaron a todas, azotándonos con un gran látigo. Éramos en torno a 70. Nos pusieron a todas en una gran habitación, cerraron con llave la puerta y no nos dieron nada de agua hasta el día siguiente.

Un día nos llevaron a otro edificio. En la entrada había escrito algo como “lugar de venta”, y allí fui vendida a un hombre de 40 años de Arabia Saudí. Me pidió que me casara con él, pero cuando me negué me dijo que me castigaría con los objetos que vi en una mesa: un cuchillo, un arma y una cuerda. Pero si me casaba con él, me trataría con más respeto, siempre que durmiera junto a él. Me negué una y otra vez y fui vendida de nuevo.

Me dijeron que lo mejor que podía hacer era suicidarme y me pegaron. Pegaron a mi sobrina, quien solo tiene 3 años. Me vendieron de nuevo a un solo hombre, quien también quería casarse y acostarse conmigo: me opuse con todas mis energías, y de nuevo mi sobrina y yo fuimos golpeadas. Trató de violarme, pero como no lo consiguió, me vendió de nuevo.

En la nueva casa yo hacía todo el trabajo: limpiaba, cocinaba, lavaba. El hombre que me compró me dijo que tenía que dormir conmigo para convertirme en una verdadera musulmana: le dije que si dormía conmigo, me convertiría en su esposa y ya no sería nunca más una esclava, debería tratarme como a su mujer. Su mujer le dijo que si dormía conmigo volvería a la casa de su padre. Luego se puso histérica con mi sobrina porque no sabía hablar árabe: le puso pimienta en la boca y la encerró en su cuarto sin agua. La pegó mucho, aún pueden verse las heridas hoy. No me dejó cambiarle los pañales durante una semana. Solo nos permitían tomar pequeñas porciones de comida: al fin y al cabo éramos esclavas y no podíamos esperar tener más comida. Mi sobrina lloraba hasta quedarse sin lágrimas porque se estaba muriendo de hambre. Estuve allí durante cinco meses y me obligaron a aprender árabe. Un día conseguí un teléfono y llamé a mi tío, porque ni mi padre ni mi hermano contestaron. Él organizó nuestra escapada, que sucedió mientras todos dormían.»

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Amal

18 años de edad

Procedente de Talqasab, Sinjar

Fecha de captura: 03/08/2014

Duración del cautiverio: 11 meses

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AMAL / Seivan M. Saliam, The Daily Beast

«Oímos grandes disparos que venían de fuera en torno a las tres de la mañana y de inmediato huimos lejos, hacia las montañas de Sinjar. Era casi medio día cuando fuimos detenidos por ISIS: casi habíamos alcanzado las montañas, casi estábamos a salvo.

Nos llevaron a todos, a los 14 miembros de mi familia. Lo peor que he visto fueron las matanzas en Sinjar. Vi muchos cuerpos en la carretera, era terrible. Recuerdo uno de los momentos más lamentables durante esos meses allí. Era una joven de 20 años de edad. La violaron sin piedad.

Separaron a las mujeres y los hombres y me llevaron junto a otras 17 chicas a Tal Afar. En una casa encontré un día un teléfono, probablemente un combatiente se lo había dejado allí. Lo cogí y llamé a mi padre, que trabaja en Erbil. Pagó una suma de 4.000 dólares a un contrabandista para que me sacara de allí y me dejara con los Peshmerga.»

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Maysa

18 años de edad

Procedente de Talqasab, Sinjar

Fecha de captura: 03/08/2014

Duración del cautiverio: 10 meses

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MAYSA / Seivan M. Saliam, The Daily Beast

«Éramos granjeros, teníamos una gran propiedad que cuidábamos entre todos. En el pueblo, la mitad de nosotros éramos yazidíes y la otra mitad musulmanes. Yo estaba enamorada de un chico de allí, queríamos casarnos. No sé qué fue de él cuando el ISIS llegó.

Los sonidos de las armas de fuego y los aviones empezaron a las 3. Por la mañana nos dimos cuenta de que las familias yazidíes se habían marchado. Solo las musulmanas permanecían allí. Corrimos a casa de nuestros vecinos y les pedimos su camión para abandonar el pueblo. Nos marchamos hacia las montañas, pero ISIS nos detuvo en el camino. Los soldados eran de varios países, no solo de Irak. Tenían coches grandes y nuevos. Eran de Pakistán, Egipto, Arabia Saudí… y nos dijeron que saliésemos del camión.

La carretera estaba llena de cuerpos: mataron a mucha gente. Separaron a las mujeres del resto y nos llevaron a Baadj en sus jeeps. Mi madre trató de ir con nosotras, pero le golperaon en la espalda con un arma y calló al suelo. No comimos en tres días, solo lloramos. Nos dijeron que no tuviéramos miedo, que no nos harían daño. Tenían un problema con el gobierno, dijeron, no con la gente. Nos llevaron a la prisión de Badush: estaba oscura y llena de gente. Cogieron a las chicas jóvenes y nos llevaron a Mosul.

Un jeque se acercó a nosotras. Tenía un palo en una mano y un libro en la otra. Vino a convertirnos al Islam: dijimos las palabras que nos pidió decir y según él ya éramos musulmanas y teníamos que ir con él.

Una mañana nos levantaron a las 5:00 y nos obligaron a ponernos un abaya negra, nos encadenaron, nos taparon los ojos y nos subieron a la fuerza a un autobús. Nos llevaron a Siria. Permanecimos en una prisión durante dos días. El tercero, nos llevaron a una mezquita y nos dejaron bajo el sol como animales: era igual a cuando hay ovejas en un bazar y la gente las selecciona. Hicieron lo mismo con nosotras.

El jeque llamó a los hombres para que vinieran a vernos y elegir aquellas que les gustasen entre las chicas antes yazidíes y cristianas. Los hombres no querían a las chicas cristianas, todos nos querían a nosotras, a las mujeres yazidíes. Un hombre me eligió y me metió en su coche. Estuve en su casa tres meses.

Al principio quería purificarme de ser yazidí y me obligó a quitarme mis anillos, ropas y todo aquello que tuviera que ver con mi religión, mi identidad. Fui llevada a vivir con otras chicas yazidíes que habían sido obligadas a casarse con hombres de Arabia Saudí para aprender cómo comportarse. Me dijeron que me obligarían a casarme, aunque yo no quisiese hacerlo. Luego mi “dueño” volvió a por mí y empecé a trabajar en su casa. La televisión siempre estaba en los canales religiosos, que recitaban el Corán todo el tiempo. No probé su comida, solo pan y agua. Una vez, cuando me negué a lavarme, me golpeó con su arma y me dijo que lo haría hasta matarme si no me lavaba. Pero yo no quería, porque sabía que si lo hacía, él se acostaría conmigo. No me lavé en tres meses.

Traté de escapar una vez, pero los soldados me encontraron en la calle y me llevaron de vuelta. El hombre me golpeó duramente, me azotó con un cable de la electricidad. Me dijo que si no quería permanecer allí y casarme con él, me vendería a alguien peor. Me dio tres días para pensar en ello. Al día siguiente, cuando él no estaba, su mujer vino y me dijo que podía ayudarme a escapar a casa de una familia kurda que vivía en el vecindario. Me llevó allí cuando su marido estaba fuera y le pedí ayuda a la familia kurda, se lo supliqué. Permanecí con ellos cinco meses. Un día pudimos finalmente organizar un encuentro con mi padre en la frontera con Turquía. El hombre kurdo me dio la identidad de su hija y me condujo a la frontera, donde fui finalmente rescatada.»

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Nasima

22 años de edad

Procedente de Kojo, Sinjar

Fecha de captura: 15/08/2014

Duración del cautiverio: 9 meses

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NASIMA / Seivan M. Saliam, The Daily Beast

«ISIS nos llevó a una escuela. Separaron a los hombres de las mujeres y nos dejaron dentro. Oímos disparos. Pensamos que estaban disparando a animales y nunca imaginamos que estaban matando a nuestros hombres.

Nos llevaron al pueblo de Solakh donde separaron a los niños de los adultos, y a las mujeres más hermosas y jóvenes de las demás. Nos llevaron a Mosul. No sé qué les pasó a las mujeres mayores. No sé qué le ocurrió a mi madre.

Vinieron jeques y emires a vernos. Nos estaban comprando. Un hombre me compró y me llevó a Tal Afar. Cuando llegamos, me obligó a casarme con él. Esa noche, me ató de piernas y brazos y me vendó los ojos. Entonces me violó. Tenía entre 28 y 30 años y cuatro hijos. Quería que le diera otro.

El hombre viajaba mucho y fuera a donde fuera siempre iba con explosivos. Le vi enterrando minas en diferentes ciudades. Cuando oían un avión, él me mostraba: pensaba que si me veían no les bombardearían. Yo esperaba que lo hicieran.

Nunca permanecí mucho tiempo en el mismo sitio: Mosul, Bashika, Baaj, Kojo, Sinjar. Siempre me llevaba consigo. Traté de escapar en dos ocasiones, pero me atrapó y me golpeó. Algunas veces permanecía una semana entera sin comida, incluso diez días. Siempre estaba encerrada en una habitación, como si estuviera en una cárcel.

Estaba en Mosul cuando decidí que ya era suficiente. Estaba asustada, pero me puse un abaya negro y salí a la calle. Me metí en un taxi y le dije al conductor que estaba escapando de la esclavitud y le supliqué que me ayudara. Fui afortunada, lo hizo. Llamó a mi hermano y le pidió conseguir un contrabandista. Mi hermano conocía a uno en quien podía confiar y le pidió que me llevara a Badush, donde me recogería. Me llevó con los Peshmerga. Ya era libre. Pero mis dos hermanas y mis otros dos hermanos aun permanecen allí.»

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 Muna

18 años de edad

Procedente de Kojo, Sinjar

Fecha de captura: 15/08/2014

Duración del cautiverio: 4 meses

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MUNA / Seivan M. Saliam, The Daily Beast

«Me obligaron a ir con ellos cuando estaba en Tal Afar. Me dijeron que si no lo hacía decapitarían a mis dos hermanos pequeños. Me llevaron con un hombre que vivía en Mosul. Trabajé en su casa como una esclava y me obligó a convertirme al Islam. Aunque tenía una esposa y una familia con ella, siempre dormía junto a mí.

Cuando estábamos cercados en Sinjar, los soldados de ISIS nos amenazaban enseñándonos en sus móviles cómo decapitaban a algunos soldados Pesmerga.

Cinco miembros de mi familia aun están en sus manos. No sé dónde están o si aun permanecen con vida.»

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Shadi

18 años de edad

Procedente de Kojo, Sinjar

Fecha de captura: 03/08/2014

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SHADI / Seivan M. Saliam, The Daily Beast

«Vinieron el tercer día de agosto. Eran las 4 de la mañana, rodearon la ciudad y no pudimos huir. Después de 12 días vinieron a la ciudad por la mañana en 200 coches. Nos llevaron a la escuela y nos pidieron los teléfonos móviles y el dinero. Esposaron al jefe del pueblo y se lo llevaron. Todos estábamos llorando cuando separaron a las mujeres de los hombres. Se los llevaron a todos, no sabemos a dónde. Poco después, un niño de 13 años regresó llorando y lleno de polvo. No podía parar de llorar y nos contó que los habían asesinado a todos, pero no podías creerlo.

Nos estuvieron moviendo de un lado a otro durante semanas, hasta que terminamos de nuevo en Tal Adar. Un día, un soldado de ISIS vino y me tomó una fotografía con su teléfono móvil. Había esparcido suciedad en mi cara para que no me encontraran atractiva y me dejaran en paz, pero el hombre regresó y me llevó con él. Era un musulman de Sinjar. Me dijo que me protegería a mí y a mi hijo. Me llevó a la tercera planta de un edificio, donde me desmayé de terror. Cuando abrí los ojos vi a otras chicas, algunas de las cuales eran amigas mías. Cada día, los hombres de ISIS venían y se llevaban a las mujeres. Al final solo quedamos 8, todas de Kojo.

El día que nos llevaron a Raqqa fue el que había más mujeres. En Raqqa, nos mantuvieron en sótanos: estaba tan oscuro que no se podía diferenciar el día de la noche. Escribieron nuestros nombres en papeles, los colgaron alrededor de nuestros cuellos y nos vendieron. Diez de nosotras fuimos a parar a Aleppo y yo acabé con otra mujer y mi sobrino en un pueblo grande.

Había un americano allí, quien no hablaba árabe. Nos contó que estábamos allí para ser sus sirvientas. Nos dijo que debíamos casarnos con él para ser musulmanas. Cuando me dijo que me bañara y me casara con él, le conté que estaba embarazada y no podía tener sexo. Me llevó a un médico y cuando descubrió que le estaba mintiendo me golpeó, me maniató y me violó.

Sabía que había gente en Aleppo que solo trataba de sobrevivir, y sabía que solo teníamos que ser afortunadas y dar con alguna de estas personas. Lo intentamos hasta que alguien nos ayudó. Al final conseguimos escapar, pero aún no sé nada de mis tíos, mis primos y mis hermanos.»

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Delvin

27 años de edad

Procedente de Kojo, Sinjar

Fecha de captura: 15/08/2014

Duración del cautiverio: 4 meses

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DELVIN / Seivan M. Saliam, The Daily Beast

«Separaron a las mujeres y los niños  de los hombres y nos llevaron a una escuela. Desde allí, empezaron a llevarnos a varios lugares. Al final, llegamos a Raqqa, Siria. Después de 12 días me enviaron a una familia siria.

Estaba embarazada y llevaba algunos niños conmigo, míos y de otras familias. Eran muy crueles con nosotros: a pesar de mi estado, me violaron una y otra vez.

Fui venida de nuevo, esta vez a una familia de Arabia Saudí. Cogieron a uno de los niños que iba conmigo y se lo llevaron para convertirle en un yihadista. No le volví a ver. Permanecí con ellos un mes y medio. Luego me llevaron a otra ciudad, donde nació mi hijo. Allí me violaron de nuevo, a pesar de que acababa de dar a luz.»

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Azhin

22 años de edad

Procedente de Kojo, Sinjar

Fecha de captura: 15/08/2014

Duración del cautiverio: 11 meses

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AZHIN / Seivan M. Saliam, The Daily Beast

«En Raqqa primero estuvimos en prisión durante 15 días. Se comportaban como animales, nos trataban como se hace con un coche: para ellos era como comprar o vender un coche. Un hombre de Arabia Saudí me compró y me llevó a su casa, donde vivía con otros dos hombres. Le rogué que me dejara estar con mi hermana, pero me golpeó con su pistola en la cabeza hasta que empecé a sangrar. No me llevaron al hospital, sino que me pusieron de vuelta en la prisión mientras aún estaba inconsciente. Mi hermana fue venida tres días después. Aquello me rompió el corazón, pero nos reencontramos cuando más tarde fui venida a la misma gente junto a otras siete mujeres.

Nos mantenían en una casa durante el día. Luego, diferentes hombres venían y nos llevaban con ellos para pasar la noche. Permanecimos así durante 5 meses. No había suficiente comida y ni podíamos lavarnos.

Fui vendida de nuevo: durante dos meses fui la esclava de un hombre de Tajikistan. Mi captor murió en combate, así que fui vendida de nuevo, esta vez como regalo. Fui violada tantas veces… a veces incluso seis por noche. Siempre ataban mis piernas y brazos y lo hacían. Una vez traté de escapar pero me capturaron de nuevo: no me dieron nada de comer durante seis días y me golpearon tres veces al día con un látigo de doce colas.

No sé nada de mis padres y mis hermanos, solo sé que mis hermanas fueron capturadas como yo.»

Fuente: The Daily Beast

Autora: Seivan M. Saliam

Traducido por Rojava Azadi

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