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La «zona segura» de Turquía en el norte de Siria no parece ser segura para nadie

Enfrentados al racismo en su país de acogida y a la violencia continuada en casa, los refugiados sirios se encuentran entre la espada y la pared

Fuente: The National News

Autora: Lina Sinjab

Fecha de publicación original: 3 de junio de 2022

«Stand with Laila» y «Fight racism» son dos hashtags populares entre sirios y turcos de la semana pasada, en apoyo de una refugiada siria de 70 años que fue golpeada por un turco en lo que se ha descrito como un ataque racista.

Turquía lleva casi una década acogiendo a unos tres millones de refugiados sirios, que viven y trabajan en el país. En los últimos años, ha aumentado el sentimiento de frustración y rabia entre muchos turcos que exigen el regreso de estos refugiados a Siria. Este es también uno de los temas principales en las campañas electorales de los partidos de la oposición.

El hombre de 39 años que atacó a la anciana fue detenido por la policía. Pero muchos temen que esto se esté convirtiendo en un problema crónico en la sociedad turca. Este incidente coincidió además con el anuncio del presidente Recep Tayyip Erdogan de una nueva ofensiva en el norte de Siria.

La semana pasada, Erdogan dijo que la incursión se está preparando por dos razones: en primer lugar, para luchar contra las fuerzas sirio-kurdas de la Unidad de Protección del Pueblo (YPG), que Ankara considera un grupo terrorista, y en segundo lugar, para establecer una zona segura de 30 km en la frontera sur de Turquía.

Turquía ha lanzado cuatro operaciones militares en el norte de Siria desde 2016, todas ellas contra grupos militantes que, según Ankara, están vinculados al PKK, un grupo militante separatista con sede en Turquía designado como organización terrorista por Turquía, Estados Unidos y la UE.

En 2019, hubo un alto el fuego y un acuerdo con Rusia, otro participante en la compleja guerra de Siria, que ayudaría a alejar a los kurdos de las fronteras turcas. Los dos países acordaron que la policía militar rusa y los guardias fronterizos sirios patrullarían las zonas fronterizas para controlar la presencia kurda en ellas.

Aunque Estados Unidos advirtió contra cualquier escalada en la frontera que pudiera socavar la seguridad regional, Turquía dejó claro que se mantiene firme en la protección de su propia seguridad nacional.

Pero el momento de este último anuncio coincide también con un importante desarrollo provocado por la guerra de Rusia en Ucrania. Tanto Finlandia como Suecia solicitaron su ingreso en la OTAN, ya que la guerra de Ucrania está justo a sus puertas.

Turquía, miembro de la OTAN, se opuso a la solicitud y amenazó con vetarla. Afirma que ambos países nórdicos apoyan y albergan a grupos kurdos con vínculos terroristas. Los funcionarios turcos dejaron claro que, a menos que se tomen medidas sustanciales contra los grupos e individuos alineados con el PKK tanto en Finlandia como en Suecia, mantendrá su oposición a la adhesión de Suecia y Finlandia.

Se podría argumentar que el Sr. Erdogan está aprovechando la oportunidad de presionar a Europa para conseguir su ayuda en la represión de los disidentes kurdos, pero también le viene bien a Turquía lanzar su ofensiva siria ahora que Occidente y Rusia están ocupados con Ucrania. Los grupos armados sirios apoyados por Turquía han dicho que están dispuestos a ayudar a Ankara.

Se espera que el ataque tenga como objetivo dos ciudades, en particular: Tal Rifat y Manbij, al oeste del río Éufrates. Las fuerzas kurdas afirman que esta ofensiva socavará su batalla contra los militantes del ISIS que combaten en esas zonas.

Aunque las zonas objetivo eran originalmente el hogar de una población mayoritariamente árabe, ahora están bajo el control de las YPG. Los grupos de la oposición siria han acusado a los partidos kurdos de discriminación contra los árabes, de corrupción y de ataques militares indiscriminados contra la población árabe, además de otras violaciones de los derechos humanos.

Por otra parte, bajo el gobierno tanto del difunto presidente sirio Hafez Al Assad como de su hijo Bashar Al Assad, a los kurdos se les han negado derechos básicos en Siria. Aunque los kurdos representan entre un 7 por ciento de la población siria, pretenden establecer una zona autocontrolada en el norte de Siria, similar a la que ya tienen en la región del Kurdistán iraquí. Con el apoyo de Estados Unidos y, posteriormente, de Rusia, ahora controlan de facto una amplia franja de territorios sirios, incluidas zonas ricas en petróleo.

La complejidad y la dimensión étnica del conflicto en esta región plantean la cuestión de si es viable el objetivo de Turquía de ampliar lo que describe como «zona segura» que podría utilizarse para reasentar a los refugiados sirios.

La propia ofensiva podría crear una nueva oleada de refugiados y estimular nuevos desplazamientos. Esto ya ocurrió antes, cuando al menos 100.000 sirios fueron desplazados a otras partes del país desde Afrin durante una ofensiva turca anterior.

Además, los civiles del norte de Siria ya se enfrentan a una situación lo suficientemente difícil, en términos de seguridad y economía, por lo que es discutible si todavía es seguro obligar a los sirios que están en Turquía a volver a Siria, donde no hay una parte en control y las fuerzas gubernamentales siguen atacando con bombardeos.

El enfado de los turcos con la presencia siria en Turquía es, en muchos sentidos, comprensible, dada la propia crisis económica de su país y el hecho de que lo que inicialmente se les vendió como un esfuerzo humanitario para albergar a una población temporal se ha convertido en un cambio demográfico a largo plazo. Pero empujar a los civiles de vuelta a lo desconocido y a zonas inseguras sólo empeoraría la situación humanitaria de los sirios.

Muchos sirios en Turquía desconfían de la ola de ira contra ellos y del espectro de más racismo que se avecina. Pero también temen verse obligados a volver a correr más peligro. Los acontecimientos de la semana pasada no harán más que reforzar la percepción popular dentro de su comunidad de que no son más que otra carta que se utiliza en las maniobras regionales y geopolíticas, con poca preocupación por su bienestar.

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