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La violación como instrumento de guerra y política de Estado

Fuente: Medya News

Autora: Meral Çiçek

Fecha de publicación original: 23 de diciembre de 2021

«La violencia sexual tiene como objetivo el pueblo kurdo en su conjunto y la identidad social de los kurdos, así como su alma de resistencia. Por tanto, constituye una parte esencial de la política genocida», escribe Meral Çiçek para Yeni Özgür Politika.

La violación, como arma sistemática, es tan antigua como las guerras y las invasiones. El hecho de que la violencia sexual se haya llevado a cabo de forma sistemática contra el conjunto de la sociedad moderna no empezó a reconocerse hasta después de las guerras de Ruanda y los Balcanes en la década de 1990.

La resolución nº 1820 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), de 2008, concluyó que las violaciones y todo tipo de violencia sexual en tiempos de guerra constituyen crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.

De acuerdo con esta resolución, se introdujo un nuevo enviado especial de la ONU para la violencia sexual en zonas de conflicto. Como se indica en el informe anual de este enviado especial, publicado recientemente, entre los países en los que se utiliza la violación como instrumento de guerra se encuentran Afganistán, Colombia, Congo, Irak, Libia, Malí, Somalia, Myanmar, Sudán, Siria, Yemen, Bosnia y Sri Lanka. No se menciona a Turquía.

Sin embargo, el Estado turco siempre ha utilizado la violencia sexual contra los kurdos como instrumento de guerra. Desde el principio adoptó la violación como política de Estado para eliminar el movimiento de liberación kurdo.

La violencia sexual ha sido siempre una de las tácticas de guerra más populares para aplastar el honor y la voluntad de los kurdos que resisten en todas partes, desde las cárceles hasta las montañas, desde los pueblos hasta las grandes ciudades.

Esta táctica se ha ido perfeccionando gradualmente. Hoy en día, la política de violencia sexual contra los kurdos no es practicada únicamente por los «uniformados». En otras palabras, ya no son sólo los miembros de las fuerzas del Estado en la cámara de tortura o en las operaciones de invasión, sino también los funcionarios del Estado vestidos de civil los que llevan a cabo la política de violación.

Ya sea durante las horas de trabajo o fuera de ellas, la política de violación contra los kurdos es un deber de todos los elementos del Estado. Por lo tanto, no sólo tienen el «derecho» de ejercer la violencia sexual, sino que también están obligados a hacerlo.

Las recientes decisiones judiciales en los juicios del ex sargento del ejército Musa Orhan y del profesor Burak Ercan han revelado este hecho una vez más. Ni Musa Orhan, que agredió sexualmente a İpek Er y causó su muerte, ni Burak Ercan, que abusó sexualmente de más de 40 estudiantes en el distrito de Cizre, han sido detenidos.

El tribunal del estado fascista no da la orden de su detención, porque los dos han cumplido lealmente con la política del estado. Es este hecho el que está en la raíz de la impunidad.

No se trata simplemente de la protección de los violadores por parte del Estado (aunque esto también es un hecho en Turquía); se trata también de la impunidad de quienes han actuado de acuerdo con una determinada política y estrategia de guerra cuando se trata de los kurdos.

Esta política de guerra tiene sus raíces en el colonialismo. La violencia sexual tiene como objetivo el pueblo kurdo en su conjunto, apuntando a la identidad social de los kurdos, así como a su alma de resistencia. Por lo tanto, constituye una parte esencial de la política genocida.

La popularidad de la violencia sexual hoy en día es una indicación del nivel que ha alcanzado la política genocida dirigida a los kurdos. En otras palabras, la política de eliminación -encubierta o lisa y llana- se lleva a cabo ahora en todos los círculos de la vida.

Toda la sociedad kurda es el objetivo de estas políticas, desde los niños en las aulas hasta los adolescentes, desde las mujeres hasta los ancianos, desde los individuos organizados hasta los apolíticos.

El establishment internacional siempre ha hecho la vista gorda ante la guerra genocida de la República Turca contra los kurdos. Ha tachado de «terrorismo» la lucha existencial de todo un pueblo, mientras que no tenía ningún problema con el colonialismo. De ahí que sea ciega ante la guerra de ocupación y los conflictos armados en las tierras kurdas, ni haya reconocido la violencia sexual que se ha intensificado en este contexto. Se trata de un enfoque particular y de una política calculada.

La reciente campaña de 16 días contra la violencia dirigida a las mujeres ha continuado hasta hoy, desde el 25 de noviembre.

La campaña de este año se ha centrado en la violencia sexual como forma de violencia machista. Es hora de revelar cómo el aspecto colonialista de la violencia sexual se demuestra en las prácticas de la República Turca fascista, enemiga de las mujeres.

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