La tragedia de los kurdos
Fuente: Le Point Hebdo
Autor: Romain Gubert
Fecha: 10 enero 2019
Traducido por Rojava Azadi Madrid
Redur Khalil no es feliz. Este comandante de las fuerzas kurdas en el noreste de Siria ha sido engañado. Amargura. La ira ha regresado. Hace apenas unas semanas, este orgulloso oficial de pelo plateado y uniforme cargado de medallas acompañó al Enviado Especial de los Estados Unidos Brett McGurk al campo de batalla contra Daesh. Le mostró al hombre de la Casa Blanca los estigmas, los montones de chatarra y cemento. Le presentó a luchadores que se habían quedado con una sola pierna a causa de las minas colocadas por los yihadistas. Viudas. Huérfanos. Vidas destrozadas por la locura de los hombres.
Nunca es agradable darse cuenta de que has sido engañado. Pero cuando tienes que admitirlo ante tus hermanos de armas, es aún más cruel. Es natural que aquéllos que perdieron a un hijo o hermano en la batalla se muestren resentidos contigo. Es humano. Después de todo, era él, en el cuartel general de las fuerzas kurdas de las Unidades de Protección Popular (YPG), quien se encargaba de mantener los vínculos con los aliados occidentales. El verano pasado, fue designado para hacer un viaje a París para encontrarse con Emmanuel Macron en el Elíseo. También fue él quien viajó a Washington a ver a los parlamentarios, al Congreso estadounidense, para contar las historias de la batalla de Kobane y la batalla de Raqqa.
Sueño robado. Desde hace unos días, el Comandante Redur Khalil ha estado pensando en lo que le diría a Donald Trump si lo tuviera delante de él. Al anunciar la víspera de Navidad que retiraba las fuerzas especiales de las zonas kurdo-sirias, 2.000 hombres muy bien equipados y bien entrenados, el Presidente estadounidense traicionó a los kurdos. No lo vieron venir. En julio, Trump todavía alababa a estos combatientes que estaban luchando contra Daesh en el terreno. «Creo que los kurdos son un gran pueblo. Son unos luchadores increíbles. Son cálidos y amigables. Son aliados inteligentes.»
En el punto álgido de la batalla contra Daesh y mientras sus hombres liberaban Kobane, Tell Abyad y Raqqa del control yihadista, Redur Khalil soñaba abiertamente con la autonomía del Kurdistán tan pronto como terminara la lucha. Todo estaba listo. Para 2016, se había creado una región federal, compuesta por tres cantones: Afrin (noroeste), Éufrates (norte) y Jazira (noreste), cada uno con una asamblea local y representantes en un órgano ejecutivo regional. Los kurdos también tenían cierto tipo de constitución. Se eligieron consejos municipales.
Pero el sueño se ha ido. Todo lo que se necesitaba era un tuit: «Hemos derrotado al Estado Islámico en Siria. Hemos vencido. Es hora de que nuestras tropas regresen a casa. Regresan todas y lo hacen ahora.» Un poco después, Donald Trump añadía estas palabras cínicas y confusas: «Estamos hablando de arena y muerte. Siria está perdida desde hace mucho tiempo.» Los kurdos comprendieron que su antiguo aliado los había abandonado a la furia de Erdogan, que llevaba meses soñando con una sola cosa: invadir el norte de Siria y someter a los kurdos, que le desafiaron con su sueño de un Estado autónomo junto a sus fronteras.
Fanfarrón. Cuando en 2015 el Pentágono decidió equipar y ayudar a las milicias kurdas y a sus aliados árabes a dirigir el ataque contra Raqqa, la capital del autoproclamado califato del Daesh, Recep Tayyip Erdogan estableció inmediatamente un contrafuego para debilitar a los kurdos atacando a las YPG en su frente occidental. Pero Estados Unidos estaba observando y Erdogan nunca se habría arriesgado a un enfrentamiento directo con los marines.
Con la partida de las fuerzas especiales estadounidenses, Erdogan tiene carta blanca. Inmediatamente se fanfarroneó: «Hemos anunciado oficialmente que íbamos a lanzar una operación militar al este del Éufrates. Lo discutimos con el Sr. Trump y nos dio una respuesta positiva. Podemos comenzar nuestras operaciones en Siria en cualquier momento. Como siempre digo, podríamos llegar una noche, de repente.»
Para justificar este abandono, Donald Trump acusó a los kurdos, sus antiguos aliados, de todos los males. Y en particular al comercio con los enemigos de Estados Unidos: «Son nuestros socios y venden petróleo a Irán. No le tenemos miedo a eso, pero el hecho es que no estoy contento con ello.» Cuando quieres matar a tu perro… Lo que no se esperaba ni mucho menos fue la reacción de los del Pentágono o de su equipo que siguen de cerca la situación en la región. James Mattis, su Secretario de Estado de Defensa, dimitió con una rabia memorable: «Mis puntos de vista sobre el respeto debido a nuestros aliados y la necesidad de mantenerse lúcidos frente a actores dañinos y competidores estratégicos provienen de cuarenta años de inmersión en estos temas.»
Ira. Brett McGurk, el coordinador de la lucha contra Daesh, le siguió, aunque de manera más discreta. Nombrado por George Bush, confirmado por Barack Obama y retenido por Donald Trump, este diplomático que viste tanto el traje como el uniforme fue el pilar de la lucha contra Al Qaeda y luego contra Daesh durante más de dos décadas. No pudo digerir la salida triunfal de Trump. Comparte el análisis de quienes conocen el terreno sirio e iraquí: aunque Daesh ha perdido miles de combatientes, casi todo su territorio en Siria e Irak, así como la mayoría de sus líderes, muchos yihadistas que se han refugiado entre las tribus sunitas están esperando para reconstruir sus células, mientras que ya se han producido varios ataques en las zonas liberadas del Estado Islámico.
Los kurdos también han advertido a los occidentales sobre esta cuestión. Una vez que has sido traicionado, ya no das regalos. Mantienen prisioneros a varios cientos de yihadistas extranjeros y a sus familias. Sin embargo, el destino de estos prisioneros es un verdadero dolor de cabeza para los países de origen de los mismos, que obviamente no quieren que sean liberados o devueltos. Los líderes kurdos conocen el valor de su papel como guardias de prisiones de los yihadistas extranjeros. Han señalado que, en caso de una ofensiva turca, ya no podrían llevar a cabo esta misión con tanto cuidado.
La ira de los expertos americanos y de los kurdos no ha sido inútil. Desde hace unos días, pedalea hacia atrás. La retirada estadounidense, prevista inicialmente en un plazo de treinta días, y luego de cuatro meses, podría tener lugar finalmente en meses o incluso años. El jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, también le dijo a Erdogan que debe ser cauteloso, porque Estados Unidos se asegurará de que los turcos no masacren a los kurdos.
Pero cuando se rompe la confianza, cuando hemos sido engañados, nos consolamos con abrazos de bienvenida. Al dejar libres a Erdogan, Putin, Bashar al-Assad e Irán en Siria, Donald Trump ha perdido todo el crédito. Por lo tanto, los kurdos se han dirigido a Damasco y Moscú. Entre los kurdos y el régimen sirio nunca se han cortado los puentes. A cambio de la neutralidad de los líderes kurdos durante las manifestaciones pacíficas de 2011, el régimen sirio ha dejado gradualmente un alto grado de autonomía a zonas donde predomina la influencia de los kurdos del PYD (la rama siria del PKK).
Buena voluntad. Después de las declaraciones de Trump, el Estado Mayor kurdo viajó a Damasco para reunirse con el Ministro de Defensa sirio, Ali Abdullah Ayyoub; el Jefe de la Oficina de Seguridad Nacional de Siria, General Ali Mamlouk; y el Jefe de la Inteligencia Militar Siria. Seguidamente, se fueron a Moscú. Con este objetivo: preparar una defensa contra el apetito turco.
Como gesto de buena voluntad, se retiraron de la ciudad de Manbij y acordaron que el régimen sirio (y los rusos) debían desplegar tropas en las zonas kurdas, en particular para controlar la frontera sirio-turca.
Para los kurdos, ya no se trata de dejarse explotar. Lo han sido durante un siglo. Después de la Primera Guerra Mundial, cuando el Imperio otomano fue desmantelado, el Tratado de Sèvres (1920) les prometió un Estado. Los franceses y los británicos olvidaron rápidamente sus buenas promesas.
Ingenuos. Todos en la región han utilizado para su propio beneficio a este pueblo que sueña con la independencia . En la década de 1970, el Irán del Shah, apoyado por los Estados Unidos, proporcionó asistencia directa a los peshmergas para debilitar a Irak, el aliado de Moscú. En los años 80, Hafez el-Assad, en Siria, jugó la carta kurda para debilitar a su rival Turquía. Había ofrecido asilo a Abdullah Öcalan en la Bekaa libanesa controlada por el ejército sirio. En 1988, mientras el régimen iraquí de Saddam Hussein bombardeaba con gas mostaza la ciudad kurda de Halabja, Estados Unidos no dijo nada para no debilitar a su aliado iraquí, entonces en guerra con Irán. Durante la Guerra del Golfo de 1991-1992, cuando la coalición encabezada por Estados Unidos estaba derribando al ejército de Saddam Hussein, George Bush se negó a derrocar al dictador para evitar el colapso del régimen iraquí. Los kurdos, entonces en rebelión contra Bagdad, habían vuelto a ser objeto de una terrible represión.
Entre los kurdos de Irak (que gozan de una modesta autonomía de Bagdad) y los de Siria, las rivalidades siguen siendo tenaces. Las luchas de los clanes, las influencias de las grandes potencias, siguen exacerbando las pasiones del pueblo kurdo. Pero la guerra contra Daesh ha cambiado muchas cosas. La victoria en Kobane (dirigida con el apoyo de las fuerzas especiales francesas) y los mártires que cayeron en esta batalla contra los yihadistas se celebran ahora en toda la comunidad kurda. Como si el precio de la sangre derramada contra Daesh cambiara finalmente el destino de los kurdos. A pesar de las traiciones de este extraño presidente americano.