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Israel utiliza a los kurdos para tapar sus crímenes en Gaza

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, habla durante un acto conmemorativo del caso Altalena de 1948, el 18 de junio. (SHAUL GOLAN/POOL/AFP vía Getty Images)

Jacobin – Matt Broomfield – 3 julio 2024 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid

Ante las críticas por la guerra de Gaza, los dirigentes israelíes se preguntan cínicamente por qué el mundo se preocupa por los palestinos y no por los kurdos. La supuesta postura de Israel a favor de los kurdos es una pose vacía y corre el riesgo de perjudicar la lucha kurda por la liberación.

Días después de que un ataque aéreo contra un campo de refugiados de Gaza matara a decenas de civiles, los activistas palestinos instaron a «Todos los ojos en Rafah». Pero el podcaster de extrema derecha Yair Netanyahu instó en cambio a «Todos los ojos en Kurdistán». Este joven de treinta y dos años afincado en Miami, el failson del primer ministro israelí, intentó aquí un típico tipo de «lavado de cara kurdo». Este truco ha sido utilizado repetidamente durante la guerra por su padre, Benjamin Netanyahu, y otros destacados grupos de presión y dirigentes israelíes, en particular el ministro de Asuntos Exteriores, Israel Katz, más recientemente en una guerra de palabras sobre la operación israelí en el Líbano. El sufrimiento kurdo se plantea como una mera treta para desviar las críticas a una guerra que ha visto cómo el Tribunal Internacional de Justicia advertía a Israel contra actos de genocidio.

A su vez, uno de los principales enemigos de la causa kurda -el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan- se autoproclama defensor de la lucha palestina. Dada la violencia estatal histórica y contemporánea cometida contra los kurdos por muchos de los enemigos de Israel, desde Irán hasta Irak y Siria, podría parecer obvio que Israel y los kurdos encontraran una causa común.

Pero en realidad, las divisiones no son tan simples. Erdoğan sigue beneficiándose de las ventas de petróleo que alimentan la matanza de Israel, manteniendo un equilibrio diplomático entre la oposición verbal y el compromiso pragmático con Israel para mantener su influencia regional y asegurarse contratos de reconstrucción tras el conflicto. Del mismo modo, el apoyo nominal de Israel a la causa kurda puede llenar los bolsillos de las élites kurdas iraquíes aliadas de Estados Unidos, pero no ayuda en nada a millones de kurdos de a pie. Por el contrario, expone a los kurdos inocentes a la violencia vengativa de Irán, ayuda a Erdoğan a recabar apoyos para sus ataques contra los kurdos y pone en peligro los recientes avances logrados por el movimiento kurdo transnacional de izquierdas, especialmente en Rojava (Kurdistán sirio).

Israel pretende «sacar provecho de la instrumentalización de la lucha kurda por la libertad», afirma Nilüfer Koç, portavoz de la Comisión de Política Exterior del Congreso Nacional del Kurdistán. «[Pero] el pueblo kurdo se organiza y lucha por la libertad sin necesidad de apoyo de ningún Estado».

Buenos chicos

Benjamín Netanyahu, contra quien recientemente se emitió una orden de detención de la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad, insistió a finales del año pasado en que «Erdoğan, que está cometiendo un genocidio contra los kurdos… es la última persona que puede predicarnos moralidad».

Esta típica pose de lavado kurdo, disparada una vez que la guerra israelí contra Gaza ya estaba muy avanzada, tiene tres implicaciones. En primer lugar, que los Estados vecinos que masacran a los kurdos no tienen derecho a condenar la matanza de palestinos por parte de Israel; en segundo lugar, que la crítica a la guerra de Israel contra Gaza es una cuestión de competencia regional entre Estados en general equivalentes, siempre impulsada por un cínico interés propio más que por una auténtica preocupación humanitaria; y en tercer lugar, que los israelíes son afines a los kurdos, los únicos pueblos democráticos en un Oriente Próximo que, por lo demás, es un desierto estéril gobernado por salvajes brutales que no se distinguen de lo que Netanyahu llama «Hamás-ISIS».

No son sólo Netanyahu y Katz. El tabloide progubernamental Jerusalem Post expresa con frecuencia su apoyo a los kurdos, desdibujando la tajante distinción entre el establecimiento colonial del Estado israelí y la colonización a largo plazo sufrida por los kurdos para representar extrañamente a los kurdos (musulmanes suníes) como los «evangélicos del mundo musulmán.» El Post pregona una «relación fuerte y especial», aun admitiendo que Israel no dio «ningún apoyo sustancial» para impedir la limpieza étnica de los kurdos sirios por parte de Turquía en 2019, sólo más tuits de Netanyahu. Los representantes comunitarios de los aproximadamente trescientos mil kurdos étnicos de Israel se alinean con el gobierno nacional. Una delegación de la diáspora kurda en Alemania visitó recientemente Israel para prestar su solidaridad. Y un médico kurdo que trabajó en un hospital de Gaza salió recientemente en la prensa para afirmar que la mayoría de la gente allí «odia a los kurdos».

En todos estos relatos, se nos hace pensar en los israelíes, mediante una comparación favorable que los une a los kurdos, como feministas, laicos, los «buenos» a la deriva en un océano de maldad islamista. Pero más allá de los titulares, nada está tan claro.

Los kurdos «malos»

La propaganda israelí oculta deliberadamente el hecho de que «kurdo» no es una especie de afiliación política liberal y prooccidental, sino una identidad étnica, que contiene una gama extremadamente amplia de políticas. Ghassan Kanafani, el famoso intelectual y militante comunista palestino, tenía ascendencia kurda; pero también la tiene Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional de Israel, de línea dura, que recientemente se enfrentó a palestinos también de ascendencia kurda en Jerusalén Este. El mero hecho de la etnia kurda no nos dice nada desde el punto de vista político. La mayoría de los kurdos de a pie expresan simpatía directa por sus compatriotas musulmanes suníes de Palestina.

Los responsables políticos occidentales han trazado durante mucho tiempo una famosa distinción, políticamente conveniente, entre kurdos «buenos» y «malos». Los «buenos» son las autoridades de la región semiautónoma del Kurdistán iraquí (KRI), aliadas de Estados Unidos, que en los años posteriores a la invasión estadounidense cubrieron hasta tres cuartas partes de las necesidades de petróleo de Israel. Los kurdos «malos» son los militantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y sus fuerzas asociadas, que de hecho comenzaron su lucha por la autodeterminación kurda, de las mujeres y de las minorías luchando contra Israel y muriendo junto al Frente Popular para la Liberación de Palestina de Kanafani. (Esta distinción, destinada en gran medida a aplacar a Turquía, aliado clave de Estados Unidos en la OTAN, ha quedado en entredicho desde entonces por el papel protagonista de este mismo movimiento kurdo «malo» en la lucha contra el ISIS, llevando su causa revolucionaria a una inesperada prominencia mundial).

Como tal, el apoyo nominal de Israel sólo llega hasta los kurdos «buenos». Las compras de petróleo y el apoyo diplomático israelíes benefician a las élites kurdas iraquíes «buenas». Por ejemplo, la delegación germano-kurda que viajó a Israel estaba encabezada por la Kurdische Gemeinde Deutschland, un organismo institucional que mantiene estrechos vínculos con el gobierno alemán y el partido kurdo iraquí dominante. No tiene nada que ver con el movimiento kurdo de izquierdas apoyado por muchos kurdos alemanes de origen turco.

Del mismo modo, el médico kurdo en el caso de Gaza es representativo. Dado que «al-Kurd» es un apellido común en Palestina, hay motivos para dudar de la afirmación del médico de que los gazatíes le vilipendiaban por su nombre kurdo; y de nuevo, sus apariciones en los medios de comunicación se filtraron a través de medios institucionales afiliados al KRG.

Respondiendo a las afirmaciones del doctor, un portavoz de Hamas dijo: «Consideramos el papel del pueblo kurdo en la defensa de Palestina… como un papel auténtico, histórico y permanente. Estamos en deuda con el pueblo kurdo por todos los sacrificios que ha dado a lo largo de los siglos por Palestina.» Se refería al movimiento militante kurdo «malo».

Hipocresía

El interés geopolítico de Israel en la causa kurda se limita a la «buena» KRG, prooccidental, a través de la cual espera establecer un eje prooccidental en Oriente Medio como parte de su denominada doctrina de la periferia. Esta busca estrechar relaciones con otros grupos no árabes o musulmanes de la región en general para sacar a Israel de su aislamiento. Para el líder kurdo israelí Yehuda Ben-Yosef, por ejemplo, si a los kurdos (iraquíes) se les concediera la condición de Estado, «podrían ser el próximo Azerbaiyán de Israel… nuestros embajadores en el mundo musulmán». Es decir, las élites israelíes creen que las élites kurdas iraquíes podrían comprarse fácilmente.

La analogía con Azerbaiyán, cliente militar de Turquía, es reveladora. Israel lleva mucho tiempo forjando una relación estratégica a tres bandas con Turquía y Azerbaiyán. Aunque Netanyahu ha vilipendiado a Turquía por sus actos históricos de genocidio, Israel se niega de hecho a reconocer el genocidio turco de hasta 1,5 millones de armenios. Al parecer, la tecnología israelí de los vehículos aéreos no tripulados Aerostar y Heron fue crucial para que Turquía desarrollara sus propios aviones no tripulados, facilitando su limpieza étnica de los kurdos sirios; unos noventa y dos vuelos de armamento israelí aterrizaron en Azerbaiyán antes de la limpieza étnica de cien mil armenios por parte de ese Estado en 2023.

Está claro que la condena israelí de las políticas genocidas de Turquía es interesada. Pero, ¿qué pasa con la condena igualmente de boquilla de Turquía del genocidio israelí en Gaza?

Las relaciones públicas entre ambos países han sido difíciles en los últimos años, y la necesidad de Erdoğan de atraer a su base musulmana suní ha motivado un importante apoyo a Hamás. No obstante, en 2023, el comercio entre ambos países había alcanzado los 7.000 millones de dólares, lo que convertía a Turquía en el quinto mayor exportador de Israel. Como ha argumentado el experto en Turquía Soner Cagaptay, tanto antes como después del 7 de octubre, Turquía ha tratado de caminar por la cuerda floja, oponiéndose públicamente a las políticas israelíes al tiempo que se mantenía pragmáticamente abierta al comercio, dejando a Turquía libertad para desempeñar un papel estratégico «mediando» entre Israel y sus oponentes al tiempo que se hacía con contratos de reconstrucción en Gaza.

Israel y Turquía «volverán a darse la mano en algún momento», predice Koç, la portavoz kurda. Argumentando que «el destino del pueblo palestino no es importante para Erdoğan, el maestro de la hipocresía», representa a Turquía explotando un movimiento palestino «debilitado y dividido» para fortalecer su propia posición.

Erdoğan se ha sentido presionado recientemente para imponer un embargo comercial a Israel, lo que ha dado lugar a algunas reducciones comerciales concretas. Sin embargo, al parecer, el 40% del petróleo israelí sigue fluyendo desde Azerbaiyán, a través de Turquía, hasta Israel, por tuberías gestionadas por el fondo soberano de Turquía, propiedad del propio Erdoğan.

Dos perspectivas kurdas

De hecho, ese mismo oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan sirvió durante mucho tiempo de conducto para que las autoridades kurdas iraquíes realizaran ventas de petróleo a Israel, en plena cooperación con Turquía. Estas ventas aún representaban hasta el 16 por ciento de las exportaciones del KRG en 2023, momento en el que se suspendieron debido a la crisis política interna de Irak. Desde el 7 de octubre, el régimen de Masoud Barzani no ha ocultado sus cartas y ha expresado diplomáticamente su esperanza de que Irak no se viera arrastrado al conflicto. Como cuasi-Estado débil dependiente de Estados Unidos, pero que también mantiene estrechas relaciones con Irak e Irán, al tiempo que comercia con Turquía e Israel, el KRG se encuentra en un aprieto. Sin embargo, ni siquiera su intento de neutralidad ha impedido que Irán ataque objetivos en el KRG en una supuesta respuesta a los ataques israelíes, sabiendo que Israel no moverá realmente un dedo para defender a sus clientes kurdos nominales en la «periferia» de Oriente Medio.

El contraste con el movimiento militante kurdo es marcado. El PKK ha condenado inequívocamente el genocidio de Israel en Gaza y ha subrayado sus propios vínculos históricos con la causa palestina. Acusa a Turquía de gran hipocresía al condenar a Israel mientras lleva a cabo su propia campaña de bombardeos de guerra total al estilo israelí contra las regiones kurdas, y reclama una solución socialista y descentralizada en Oriente Próximo. Todo ello sin dejar de criticar a Hamás. El reconocimiento de que la causa palestina ha sido históricamente cooptada en parte por diversos actores (Sadam Husein, Turquía, Irán) felices de masacrar a kurdos inocentes no deslegitima el compromiso del PKK con la solidaridad socialista e internacionalista con Palestina. Al contrario, lo hace aún más impresionante.

Mediante sus analogías con los kurdos, Netanyahu espera vincular a Israel con los kurdos. Pero, en realidad, tiene mucho más en común con los dirigentes turcos. Al acusarse mutuamente de genocidio, Erdoğan y Netanyahu proyectan sin darse cuenta su propia política genocida en el otro. Israel y Turquía son «aliados históricos y estratégicos», señala Koç, y ambos luchan ahora por el poder en medio de una «guerra de partición» regional. Sus acusaciones de «ojo por ojo» enmascaran una lógica estatista similar, y un deseo pragmático de seguir comerciando con petróleo, armas y contratos de construcción que seguramente durarán más que ambos autócratas. Cada Estado seguirá utilizando las vidas de kurdos, armenios y palestinos como argumentos políticos, permitiendo la continuación de sus políticas genocidas.

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