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Mapa de campaña publicado por miembros de ISIS en twitter. |
El pasado verano, algunos miembros del Estado Islámico publicaban en internet un mapa que mostraba cuáles son las, según su alto mando, aspiraciones territoriales que incluyen territorios como Sáhara, Nigeria, Camerún, Chad, Sudán, Etiopía, y Somalia. Hasta aquí solo los territorios reclamados en África, como se puede apreciar en el mapa, además de todo Oriente Medio, los Balcanes, Kurdistán o incluso la Península Ibérica.
Esta reclamación territorial, además de, por supuesto, atender a objetivos estratégicos, militares o económicos, se debe a la concepción del Estado Islámico como el Califato Islámico que ya gobernó en diversas partes del planeta a lo largo de 1.400 años desde el surgimiento del Islam. Por ahora han conquistado parte de Irak, Siria y especialmente Kurdistán, pero como ya empezamos a vislumbrar con los atentados en Alemania o Francia (territorios no reclamados pero sí gobernados por el vigente bloque imperialista dominante), su rango de acción no se va a limitar solamente a parte de Oriente Medio, si no a todos los territorios que ya reclamen o aquellos que se interpogan en su camino para conseguir esto.
Sería desacertado señalar que un fenómeno histórico como este es accidental, tampoco nuevo, es difícil no encontrar similitudes entre la Alemania nacional-socialista y el Estado Islámico. Aquella peregrina teoría del «espacio vital» de las naciones que requería de Alemania la conquista de determinados territorios que le habían sido arrebatados por el enemigo. Un enemigo encarnado por la burguesía y potencia imperialista extranjera, las minorías étnicas, religiosas y los antifascistas revolucionarios.
Las consignas del Estado Islámico, apoyadas no en este caso por el nacionalismo chauvinista feroz, si no por un aparente fervor religioso, es en realidad el resultado de la constante guerra de rapiña y devastación impuesta en Oriente Media, legitimada en una política no solo islamofóbica, si no también xenófoba, ha preparado el caldo de cultivo entre los pueblos devastados y sus emigrantes para el surgimiento de un despiadado movimiento fascista.
No olvidemos que el Estado Islámico nace de los integrantes de Al-Qaeda, grupo financiado, armado y organizado por la CIA estadounidense (como se puede comprobar en los documentos hoy ya desclasificados) para combatir a la Unión Soviética en Afganistán, y posteriormente traicionada por EEUU para iniciar una campaña de rapiña en todo Oriente Medio los últimos 25 años en la que Al-Qaeda ha sido cabeza de turco y señuelo habitual en la guerra por el petróleo.
Al igual que la Alemania nazi, el Estado Islámico se ha gestado tras la injerencia del bloque imperialista hegemónico, y en ambas el capitalismo está siendo protegido mediante el terror, mediante la barbarie contra todo lo que pueda entorpecer su camino. Cuando esta guerra termine, con el Estado Islámico derrotado ante sus innumerables enemigos, se conocerán millones de crímenes contra la humanidad cometidos por los fascistas, pero está en la mano de no solo la clase obrera kurda, si no de toda la clase obrera mundial, el aplastar y evitar el resurgimiento de un movimiento fascista fuerte, objetivo que solo podremos cumplir si entendemos y somos conscientes de las causas y verdaderos objetivos del fascismo: La defensa del capitalismo, la reacción en su esencia.
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