Demirtaş al fiscal del Estado: «Usted es un colonialista. Nosotros trabajamos por la convivencia.»
Medya News min – 6 enero 2024 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid
Dos días después de la muerte de su padre, al que no había podido ver desde mayo, Selahattin Demirtaş continuó su defensa en el Caso Kobanê desde detrás de los muros de la cárcel. Demirtaş es el antiguo copresidente del Partido Democrático de los Pueblos (HDP – ahora Partido DEM), y su discurso ha resonado en todos aquellos que luchan por defender los derechos de los kurdos. Se trata de una defensa en la tradición del socialista escocés John Maclean, que dijo al tribunal en su juicio por sedición en 1918 «No estoy aquí, pues, como acusado; estoy aquí como acusador del capitalismo chorreando sangre de pies a cabeza.» El blanco de la acusación de Demirtaş es el colonialismo: concretamente el colonialismo turco sobre Kurdistán. Critica no sólo a los colonialistas del actual gobierno, sino a todo el sistema colonial que ha asegurado el «colapso» de la política en Turquía. La declaración de esta semana es mucho más que una defensa contra acusaciones concretas: expone los argumentos a favor de la política liberadora kurda.
İrfan Aktan subrayó el poder de sus palabras en Artı Gerçek: «Demirtaş está juzgando no sólo al AKP y su fascismo, sino también a la ideología turquista que ha mantenido a los kurdos bajo control durante cien años, revelando la superficialidad de esta ideología y los costes que crea. Además, defiende la legitimidad de la resistencia contra esta ideología no desde abajo, ni siquiera a la altura de los ojos, sino a «vista de pájaro» como un filósofo… Demirtaş, como político kurdo, no se defiende a sí mismo ni al Partido DEM al que pertenece, sino a todo el pueblo kurdo dividido en cuatro partes por Estados separatistas, en el tribunal estatal.»
La propia existencia del Caso Kobanê es en sí misma una ilustración de que algo está podrido en el Estado de Turquía. Los acusados son destacados miembros del HDP que llamaron a la población a protestar contra el asedio de ISIS a la ciudad de Kobanê en 2014, y contra la inacción de las fuerzas turcas ante este ataque de ISIS. Demirtaş y Figen Yüksekdağ, antiguos copresidentes del HDP, junto con otras 106 personas, son considerados responsables de las muertes que se produjeron cuando esas protestas fueron atacadas por las fuerzas de seguridad y por contramanifestantes reaccionarios. Se les acusa de homicidios múltiples y de perturbar la unidad y la integridad territorial del Estado, y si son declarados culpables se enfrentarán a penas de cadena perpetua sin libertad condicional. El juicio, descaradamente político, se ha prolongado durante más de dos años y medio en una constante letanía de prácticas dudosas que no convencerían a nadie, salvo a quienes quieren ser convencidos. Los cargos del Caso Kobanê también son el centro de otro caso que pide el cierre del HDP (de ahí la necesidad del cambio de nombre) y la inhabilitación de 451 personas para la política del partido durante cinco años.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ya ha dictaminado que los cargos son infundados y tienen motivaciones políticas, y que Demirtaş y Yüksekdağ, en prisión desde noviembre de 2016, deben ser puestos en libertad de inmediato. Turquía, como miembro del Consejo de Europa, está obligada a tratar al Tribunal Europeo como máxima autoridad; pero no lo hace, y el Consejo de Europa aún no ha hecho uso de sus competencias para sancionar la participación turca en la institución internacional.
La defensa de Demirtas
Demirtaş comenzó dedicando su defensa a su padre. Había faltado al funeral de su padre, explicando que no haría una petición al gobierno sino que guardaría luto en prisión. Había publicado en Twitter: «No te preocupes padre, nuestros corazones son más grandes que esta celda. Beso mil veces tus callosas manos de trabajador, que tu lugar esté en el cielo«.
En su discurso de defensa, Demirtaş denunció varias veces el colonialismo turco. Dijo al Estado turco, representado por el fiscal del Estado: «Habéis robado mi país, habéis robado mi patria. Ni siquiera puedo decir el nombre de mi país. No puedes decir Kurdistán. Si lo haces, te declaran terrorista«. Señalando la necesidad de una comprensión adecuada, y de una acción basada en esa comprensión -y que los kurdos se mencionan en las historias turcas sólo para denigrarlos-, apoyó su argumento con una historia de persecución y resistencia kurda. Esto ha galvanizado a los kurdos, pero su objetivo es también explicar esta historia a la población turca mayoritaria.
Demirtaş mostró cómo el Estado turco ha incumplido sistemáticamente su promesa del Tratado de Lausana de actuar tanto en favor de los turcos como de los kurdos. Señaló que no han sido los kurdos quienes han ocupado tierras ajenas, depuesto administraciones estatales y retirado carteles a causa de su lengua; y los kurdos no han dicho «aquí no se puede hablar turco». Pero «Ellos [Turquía] prohibieron el kurdo. Prohibieron los colores milenarios de los kurdos«. Dirigiéndose al fiscal, dijo: «¿Quién es usted? Usted es un colonialista. Nosotros estamos trabajando por la convivencia».
Cuando se trata de resistir a esta condición colonizada, Demirtaş observó que, aunque Turquía llama a la resistencia para Gaza día y noche, no se permite ninguna resistencia para los kurdos, e incluso «se ha considerado un delito que los kurdos se sienten en las plazas de su propia ciudad.» De hecho, señaló que «lo que más llama la atención del fiscal es la resistencia. Siempre que he mencionado la resistencia, él la ha subrayado. Incluso cuando decimos que resistimos por la paz… Probablemente dió ‘Control F’ y lo subrayó todo«.
Al analizar acontecimientos más recientes, Demirtaş habló largo y tendido sobre el periodo de 2015-16, cuando el ejército turco primero asedió y luego destruyó parcialmente una docena de ciudades y pueblos kurdos, entre ellos Cizre, Nusaybin, Şırnak, Silopî y Sur, en un violento acto de castigo colectivo que recibió la condena internacional. Al mostrar una imagen de la destrucción, comentó: «Esto no es Gaza, es Cizre, un distrito de Şırnak«. Las ciudades habían declarado unilateralmente su autonomía, y jóvenes militantes armados habían intentado protegerla cavando trincheras para mantener alejadas a las fuerzas turcas. Demirtaş describió cómo los políticos del HDP habían trabajado duro para calmar la situación, pero el gobierno turco «destruyó los distritos utilizando a tres o cinco jóvenes como excusa.» El gobierno había visto esto como una oportunidad para entrar con tanques y excavadoras y prender fuego a los sótanos donde la gente se refugiaba. Demirtaş señaló que los comandantes que llevaron a cabo la operación eran los mismos que estuvieron implicados en el intento de golpe de Estado de ese mismo año, pero que fue el HDP el que fue culpado de la destrucción y tachado de «terrorista».
En su análisis, Demirtaş apoyó la opinión de que el golpe de 2016 no fue una sorpresa y fue utilizado por el Estado como una trampa. Sostuvo además que el Partido del Movimiento Nacionalista -socios de extrema derecha del presidente Erdoğan- maneja los hilos tanto del gobierno como del poder judicial; y que el empleo frecuente de referencias islámicas es totalmente hipócrita.
Demirtaş aprovechó su defensa para explicar la importancia de las ideas de autonomía democrática de Abdullah Öcalan para responder a las necesidades locales, especialmente en un país tan variado como Turquía. Explica que «defender el modelo de autonomía democrática no puede ser una actividad de terrorismo y separatismo«. Es simplemente otra propuesta de estructura estatal, como el modelo presidencial. Y tiene claro que Öcalan debe formar parte de un proceso de paz que ponga fin a la centenaria cuestión kurda, señalando que «la paz se hace con aquellos con los que se hace la guerra«.
Demirtaş sostiene que son las acciones del Estado turco las que obligan a personas como su hermano a unirse a la guerrilla del PKK para luchar por los derechos kurdos, y observa: «El fiscal que me juzgó envió a quién sabe cuántas personas a las montañas. Estos fiscales ayudaron al PKK. Este fiscal debería ser juzgado por complicidad.» https://www.gazeteduvar.com.tr/demirtas-kurdistan-bizim-anavatanimizdir-haber-1659094
Demirtaş no teme apelar a las emociones kurdas, afirmando que quienes niegan la historia de la nación kurda se avergüenzan de mirarse a los ojos. Muchas veces se refirió a un mensaje de graffiti garabateado en los muros dañados de Cizre, que decía «Si eres turco, siéntete orgulloso; si no lo eres, obedece». Respondiendo en nombre de todos los kurdos, declaró: «No sé si estáis orgullosos como turcos, pero nosotros, como kurdos, no obedecemos«.
Prejuicios por todas partes
La historia de prejuicios y opresión contra los kurdos descrita por Demirtaş abarca desde el horror de la masacre de Estado hasta el insidioso uso de la «k» minúscula para los kurdos en los documentos de la fiscalía para recordar constantemente que los kurdos no son reconocidos como pueblo. Cada semana ofrece nuevos ejemplos de prejuicios profundamente arraigados y de su refuerzo deliberado por parte de los políticos, y estas últimas semanas no han sido una excepción.
Una de las figuras históricas que se alzaron contra el colonialismo turco fue el jeque Said, asesinado por el Estado turco en 1925. La persecución de su nieta por un juez turco actual provocó tal indignación pública que, el pasado sábado, el tribunal se vio obligado a anular la sentencia. Rusen Firat fue castigada aparentemente por compartir imágenes de banderas kurdas en las redes sociales diez años antes. Las banderas en cuestión eran las del HDP y las de la región del Kurdistán de Irak, ambas legales en Turquía. Sin embargo, el juez la acusó de deslealtad a Turquía y la obligó a publicar una bandera turca en las redes sociales todos los días durante un mes.
Halk TV ha hecho pública la violencia racista en la prestigiosa Universidad de Koç. Un estudiante afirma haber sufrido repetidas agresiones verbales y violentas por parte de sus dos compañeros de habitación, que no toleraban compartir su alojamiento con un kurdo aleví. Tras una agresión con un cuchillo artístico, tuvo que ser atendido en el hospital. Había grabado en audio sus violentos insultos: «Sois de una raza inferior. Debéis ser sacrificados. Debes aceptar que eres un esclavo. Tenéis que obedecer. No te queremos en esta sala». Y «Si no te vas de aquí, te mataremos». Sin embargo, la universidad suspendió a la víctima junto con uno de sus agresores, y el otro -que parece haber sido el principal instigador- quedó impune.
Una profesora de otra universidad a la que se descubrió compartiendo material de odio contra los kurdos en las redes sociales fue defendida por su empleador por motivos de libertad de expresión. El post en cuestión mostraba el cortejo fúnebre de los 34 civiles kurdos asesinados por el Estado en la masacre de Roboski hace 11 años. Tuba Işık había añadido el comentario «La imagen es muy bonita, que sea permanente».
Un partido de fútbol fue un incómodo recordatorio de la adulación tributada al fundador nacionalista étnico de Turquía y, junto con una serie de televisión, un ejemplo de la politización de la religión. La final de la Supercopa de Turquía entre los dos equipos dominantes de Estambul, Galatasaray y Fenerbahçe, debía disputarse en Riad el viernes 29 de diciembre, pero cuando las autoridades saudíes prohibieron a los equipos exhibir imágenes y frases de Kemal Atatürk para conmemorar el centenario de la república turca, se negaron a jugar. Las autoridades saudíes alegaron la normativa futbolística internacional sobre la exhibición de lemas. Los clubes (con un amplio respaldo público y el apoyo del Partido Popular Republicano (CHP)) declararon que sus valores primordiales eran la nación turca y «nuestro Gran Líder Mustafa Kemal Atatürk», y el presidente turco Erdoğan afirmó que el fiasco, con su insistencia en Atatürk, formaba parte de una ola de odio antiislámico dirigida contra un país hermano, y un claro intento de sabotaje contra los intereses de Turquía. Atatürk presidió la evolución del nacionalismo étnico turco de la república, así como su secularización, pero fue decepcionante ver a la gente celebrar la exclusión de sus imágenes y las palabras por parte de Arabia Saudí sin considerar el impacto más amplio de prohibir toda política en los campos de fútbol. ¿Habrían silenciado a los seguidores del Fenerbahçe cuando expresaron sus críticas a la desastrosa respuesta de Erdoğan a los terremotos de febrero, o habrían retirado las recientes pancartas del St Pauli en las que se leía «Por la solución de la cuestión kurda: Libertad para Öcalan»?
Kizil Goncalar (Capullos carmesíes) es una serie dramática de televisión que denuncia el poder de las sectas religiosas. La Junta de Radio y Televisión la ha retirado de emisión durante tres semanas en respuesta a las quejas de una poderosa secta religiosa.
Başak Demirtaş, esposa de Selahattin Demirtaş, sufrió un ataque más personalizado. Al día siguiente del funeral de su suegro, fue objeto de abusos coordinados en las redes sociales con amenazas de violación, que incluían cuentas falsas y reales. Su abogado ha acusado al sistema judicial de inacción, comentando: «Existe un grave sesgo institucional contra Demirtaş y su familia. El poder judicial se apresura a actuar contra ellos mientras ignora sus derechos«.
En la prisión de Patnos se ha prolongado la detención de presos políticos que iban a ser puestos en libertad con el argumento de que los libros encontrados en las celdas -que las autoridades habían permitido entrar- «mantienen viva la conciencia de la kurdicidad y de Kurdistán».
Crisis constitucional
El politizado sistema judicial turco ha creado una crisis constitucional. Por segunda vez, el Tribunal Supremo se ha negado a aplicar la decisión del Tribunal Constitucional de poner en libertad al recientemente elegido diputado del Partido de los Trabajadores Turcos Can Atalay. Mientras que el Tribunal Supremo es el más alto tribunal de apelación de Turquía, el Tribunal Constitucional es la máxima autoridad para proteger los derechos humanos en las actuaciones de todos los organismos públicos, que tienen que acatar sus resoluciones. El Tribunal Constitucional ha estado en el punto de mira del gobierno, que no está conforme con algunas de sus decisiones, pero el líder del principal partido de la oposición, el Partido Republicano del Pueblo, Özgür Özel, ha calificado la negativa a aplicar la decisión del Tribunal Constitucional de «intento de derrocar el orden constitucional». Ha convocado una sesión parlamentaria de urgencia para el martes y una concentración pública para el domingo 14 de enero.
En este caso se trata de derecho constitucional, pero el caso contra Atalay, que es una de las personas acusadas de intentar derrocar al gobierno tras participar en las protestas del Parque Gezi de 2013, es en sí mismo completamente político y carece de cualquier prueba penal. Las protestas comenzaron como una sentada para impedir la urbanización de uno de los últimos espacios verdes de Estambul, y cuando esa sentada fue violentamente desalojada por la policía, la protesta se amplió tanto en alcance como en geografía para convertirse en vehículo de un descontento largamente latente. Atalay era el abogado del Colegio de Arquitectos, que impugnaba la urbanización. En su discurso de defensa, Demirtaş describió el caso Gezi como un intento de silenciar a los turcos, y el caso Kobanê como un intento de silenciar a los kurdos; y comentó que «a través de Can Atalay, [el gobierno] está dando el mensaje de que no acatará la decisión [del Tribunal Constitucional] sobre nuevas violaciones de los derechos humanos.»
En la región
Me he centrado en Turquía y me queda poco espacio, pero tocaré algunos acontecimientos clave en otros lugares de la región.
La Organización Hengaw para los Derechos Humanos ha publicado sus deprimentes estadísticas sobre Irán en 2023. Registran que 823 presos fueron ejecutados por el Estado, de los cuales 31 estaban acusados de actividades políticas o religiosas. De los ejecutados, 179 eran baluchis y 151 kurdos. Al menos 34 personas más perdieron la vida en prisión. Hengaw ha identificado a 2.342 personas detenidas o desaparecidas forzosamente, de las cuales el 42% son kurdas y el 26% baluchis, y 214 eran menores de 18 años. También han registrado un número especialmente elevado de víctimas entre los kolbars, porteadores obligados por la pobreza a ganarse la vida transportando pesadas cargas por la montañosa frontera. El año pasado murieron 41 y al menos 292 resultaron heridos, 27 de ellos por disparos de las fuerzas armadas iraníes y 259 por minas y riesgos naturales.
En la poco edificante lucha por el poder que es la política iraquí, las elecciones al Parlamento regional del Kurdistán, previstas para 2022, se han aplazado una vez más, sin que se hayan acordado aún las normas electorales. Mientras tanto, la región se ha quedado sin órgano legislativo. En la disputada provincia de Kirkuk, donde se celebraron elecciones locales hace casi tres semanas, el bloque árabe pretende formar una administración de coalición con el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y el Frente Turcomano, excluyendo a la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK).
Y todo el tiempo, los ataques y asesinatos transfronterizos aumentan el riesgo de una conflagración más amplia en toda la región. Las milicias respaldadas por Irán en Irak han seguido atacando bases estadounidenses, golpeando de nuevo Irak y el norte y este de Siria el miércoles. El jueves, Estados Unidos llevó a cabo su sexto ataque de represalia: un ataque con aviones no tripulados que mató a un alto dirigente de las milicias y a su socio en Bagdad. Estas milicias forman parte de las Unidades de Movilización Popular iraquíes, que forman parte de las fuerzas de seguridad iraquíes, y los asesinatos suscitaron la ira del primer ministro iraquí, Mohammed Shia al Sudani. Ayer, la oficina de al Sudani declaró que su gobierno está «fijando la fecha para el inicio de la comisión bilateral que pondrá los medios para poner fin de forma permanente a la presencia de las fuerzas de la coalición internacional en Irak».
Israel asesinó el martes en Beirut al alto comandante de Hamás Saleh Al-Arouri, y al día siguiente en Irán casi 100 personas murieron en un doble atentado suicida, reivindicado por ISIS, que tenía como objetivo la conmemoración de la muerte de Qassem Soleimani, asesinado a su vez por Estados Unidos hace cuatro años. 2024 ha tenido un comienzo muy peligroso.
Hoy, junto con muchas otras personas, marcho por París para exigir justicia para las tres activistas kurdas asesinadas en la ciudad hace once años. Aunque en general se acepta que fue obra de la Organización Nacional de Inteligencia de Turquía, las autoridades francesas se niegan a hacer públicos documentos clave que permitirían resolver el caso. El interés generalizado y la simpatía de la opinión pública que siguieron a los otros tres asesinatos del año pasado se han apagado sin poder conmover a quienes tienen el poder de hacer un cambio, pero deben saber que los kurdos nunca se rendirán.
Sarah Glynn es escritora y activista: consulte su sitio web y sígala en Twitter