Bajo ataque: La violencia transfronteriza en la región del Kurdistán iraquí
Kurdish Peace Institute – Dastan Jasim – 23 enero 2033 – Traducido por Rojava Azadi Madrid
Los últimos meses en la región del Kurdistán iraquí han estado marcados por las continuas operaciones terrestres turcas y la escalada de ataques iraníes con drones y cohetes. Todo ello ha tenido lugar mientras Turquía e Irán arremetían contra sus poblaciones kurdas.
Desde 2005, Irak es el único país de Oriente Medio que reconoce formalmente la nación y la lengua kurdas. El KRG es el único gobierno autónomo kurdo legalmente reconocido de la región. Por ello, cabría imaginar que el KRG e Irak serían relativamente seguros para los kurdos de otras partes del Kurdistán.
Sin embargo, dada la escalada de la acción militar turca e iraní y la represión transnacional, incluidas las amenazas y los asesinatos selectivos, es evidente que no es así. Por ello, muchos observadores se preguntan qué puede hacer el KRG para cambiar este statu quo y proteger mejor su territorio y a su población.
Centrándose principalmente en el papel de Irán, este análisis concluye que, incluso en el mejor de los casos de un cambio político democrático total en el KRG, las realidades del sistema internacional dejan en gran medida fuera de las manos locales el poder de impedir la intervención perniciosa de los Estados vecinos.
La agresión iraní contra las poblaciones kurdas de Oriente Medio se ha intensificado en los últimos meses. Desde que comenzaron las protestas a escala nacional tras el asesinato de la joven kurda de 22 años Jina Amini a manos de la «policía de la moral» iraní en septiembre del año pasado, las regiones kurdas de Irán han sido escenario de algunas de las acciones más sostenidas, como manifestaciones masivas y huelgas.
En un intento de crear divisiones entre los kurdos y otros grupos iraníes y debilitar el levantamiento, el Estado iraní ha atacado a los partidos kurdos de la oposición tachándolos de «separatistas» e instigadores de la violencia. En realidad, todos los principales partidos de la oposición kurda iraní apoyan un Irán democrático y federal con igualdad de derechos culturales y políticos para las minorías. Ninguno ha entrado en conflicto armado con el gobierno iraní durante las protestas, y todos han hecho hincapié en el carácter civil del levantamiento.
Sin embargo, la República Islámica está llevando la guerra a sus puertas. Los primeros ataques militares tuvieron como objetivo las bases y sedes políticas de varios partidos de la oposición kurda iraní en el Kurdistán iraquí el 28 de septiembre de 2022. Murieron 13 personas y al menos otras 50 resultaron heridas. La mayoría de las víctimas eran civiles. El más joven era un bebé llamado Wanyar, que sobrevivió apenas unas horas fuera del vientre de su madre después de que ésta sucumbiera a sus heridas. Una foto de su padre herido sosteniéndolo en brazos ante las cámaras se hizo viral como ejemplo de la crueldad del régimen.
Muchos esperaban que los dirigentes de Bagdad y Erbil se pronunciaran contra estas violaciones descaradas de la soberanía. Pero no ha sido así. Irán lanzó varias rondas de ataques posteriores y ha amenazado con iniciar una invasión terrestre si Irak no pone fin a las actividades de los partidos kurdos de la oposición en su territorio. Lo que ayuda a Irán en este caso no es sólo la debilidad objetiva de las dos administraciones de Erbil y Bagdad, profundamente atribuladas, sino también la dependencia en la vida política, debida a la intromisión política iraní, que comparten el Partido Democrático del Kurdistán (PDK), la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK) y el establishment político chií de Bagdad.
La intromisión iraní en la lucha kurda iraquí se remonta a décadas atrás. Los dirigentes del PDK residieron durante años en el exilio iraní. Es famoso el apoyo militar que recibieron del Sha en su lucha contra Sadam Husein hasta 1975, cuando Irán e Irak llegaron a un acuerdo en Argel. La Revolución Islámica no puso fin a los lazos entre Teherán y Erbil. La PUK siguió los pasos del PDK en la utilización del apoyo iraní como palanca estratégica en su lucha contra el régimen iraquí y en las disputas intrakurdas con el PDK. Tras el establecimiento de la región autónoma kurda en 1991, Irán mantuvo relaciones con ambos partidos kurdos iraquíes, al tiempo que aplastaba a los movimientos locales de oposición kurdos y los enviaba al exilio al otro lado de la frontera.
Por ello, el Kurdistán iraquí nunca ha sido seguro para los kurdos iraníes. Desde 1991, casi 300 kurdos iraníes han sido asesinados allí. Uno de los casos recientes más destacados fue la muerte de Ahmad Bigham. Bigham, originario de la ciudad kurda iraní de Sardasht, había pasado tiempo en prisión por su activismo en Irán y luchó contra ISIS en Siria. Fue hallado muerto en su domicilio de Erbil el 1 de enero de 2022 tras repetidas amenazas. No se llevó a cabo ninguna investigación exhaustiva e independiente. Dos días después, destacados políticos del KRG se reunieron en Sulaymaniyah para conmemorar el segundo aniversario del asesinato del jefe del IRGC, Qasem Soleimani, ejemplificando la influencia que Irán tiene en la región. Ante la creciente presión del régimen y los pocos lugares a los que pueden huir fácilmente, los kurdos iraníes siguen sin sentirse seguros.
La influencia iraní es aún más destacada en el resto del Irak federal. El Hashd-al Shaabi, la organización paraguas de grupos armados mayoritariamente chiíes respaldada por Irán y creada para luchar contra ISIS, ejerce un poder y una influencia desproporcionados. Irán utiliza Irak como puerta de entrada a los mercados internacionales, eludiendo las sanciones e inundando el comercio local con productos de baja calidad a precios con los que los productores locales no pueden competir.
En el plano político, Irán ejerce una influencia significativa sobre las élites chiíes: por ejemplo, las alineadas con el partido Dawa tienen una larga tradición de colaboración directa con Teherán. Debido al sistema político iraquí basado en cuotas, el cargo de primer ministro lo ocupa tradicionalmente un político chií. En consecuencia, el sistema clerical de la República Islámica de Irán ha ejercido una importante influencia indirecta y directa en la política iraquí. La expansión de la revolución es un objetivo explícitamente declarado de la República Islámica, que se considera a sí misma la vanguardia del Islam político.
Por lo tanto, en el contexto de los actuales ataques iraníes, no es sorprendente que las reacciones tanto de los políticos kurdos del KRG como de los políticos iraquíes se limitaran a gestos simbólicos. El presidente del KRG, Masoud Barzani, y su sobrino Nechirvan Barzani, primer ministro del mismo, emitieron sendas condenas, pero no se pusieron en marcha respuestas políticas reales. El recién nombrado primer ministro iraquí, Mohammed Shia Al Sudani, también denunció los atentados y presidió una reunión del Consejo de Seguridad Nacional el 23 de noviembre, tras la cual anunció que se movilizarían las fuerzas fronterizas iraquíes para proteger la soberanía del país. Sin embargo, cuando fue convocado a Teherán seis días después, el mismo primer ministro prometió luchar conjuntamente con Irán contra el «terror». La narrativa de Sudani es que Irak no debe ser un campo de juego para «guerras ajenas». Esto le permite responder al creciente enfado iraquí por la influencia iraní al tiempo que enmarca al pueblo kurdo como el «otro». Parece que la violación de la soberanía territorial es aceptable por todas las partes siempre que los ataques tengan como objetivo a los kurdos.
Desde la Revolución Islámica de 1979, es más que evidente que ningún acontecimiento político en Irak se ha producido sin cierto grado de influencia iraní. Por tanto, en el debate sobre cómo KRG e Irak deben contrarrestar los ataques iraníes debe plantearse la cuestión de si pueden hacerlo.
Según los actuales marcos jurídicos internacionales, un Estado reconocido debe oponerse a los ataques militares contra su territorio como una violación de su soberanía. Irak no parece ver los ataques contra los kurdos de esta manera. Por el contrario, considera a los kurdos iraníes como intrusos y a las víctimas civiles kurdas como daños colaterales. Cuando Turquía bombardeó un centro turístico en Zakho en julio de 2022, la respuesta inusualmente enérgica del gobierno iraquí probablemente sólo se produjo porque las víctimas eran árabes, la ira de la opinión pública era elevada y el país se encontraba en medio de una crisis política tras unas elecciones en las que la injerencia extranjera era un tema importante para los votantes. El sistema de derecho internacional centrado en el estado-nación no protege a las poblaciones cuyos propios gobiernos no quieren o no pueden protegerlas. No existe ni el casus foederis de la ONU ni la R2P para las personas que forman parte legal o políticamente de una entidad representada en la ONU.
Las instituciones políticas de Bagdad y Erbil tienen cierta responsabilidad en este asunto. Han facilitado y se han beneficiado de la injerencia extranjera, creando redes político-económicas que se benefician del uso estratégico de Turquía e Irán como apoyos hegemónicos en las disputas internas. Esto les ha reportado miles de millones de dólares y ha permitido a un puñado de élites consolidarse en el poder.
Sin embargo, aunque en Irak y la región del Kurdistán se produjera una democratización plena y se pusiera fin a la corrupción, Irán y Turquía conservarían tanto la capacidad de intervenir como los enfoques securitizados de la «cuestión kurda» que impulsan la intervención. Las potencias mundiales, como Estados Unidos, mantendrían probablemente su aquiescencia a la implicación iraní en Irak a pesar de su oposición retórica.
A medida que se intensifiquen las guerras transfronterizas entre Turquía e Irán, el KRG seguirá pagando el precio. Aumenta el número de víctimas civiles, se destruyen infraestructuras, miles de personas se ven obligadas a huir de sus hogares y peligra la lucha para derrotar a grupos como ISIS y estabilizar Irak y Siria. Las organizaciones internacionales como las Naciones Unidas deben adoptar un enfoque transnacional competente sobre la guerra en el Kurdistán.
Dado que los gobiernos de los Estados en los que viven los kurdos no consideran a sus poblaciones kurdas como comunidades con derecho a la integridad física, es más probable que estos Estados utilicen su soberanía para enmarcar a «los kurdos del otro lado» como una amenaza que justifica la agresión militar que para utilizarla en defensa de sus poblaciones kurdas. A medida que Turquía y Siria parecen avanzar hacia la normalización, es muy probable que se produzca un escenario similar de cooperación entre estados-nación en la exención mutua de soberanía en aras de abordar militarmente la cuestión kurda.
Las limitaciones políticas y prácticas a las que se enfrentan el KRG y el gobierno iraquí, el posicionamiento de los kurdos como una amenaza para la soberanía en lugar de como un pueblo merecedor de su protección, y la naturaleza del derecho internacional actual significan que los kurdos iraníes tienen pocas vías de protección vayan donde vayan, y que los kurdos de todo el mundo seguirán enfrentándose a las consecuencias de la falta de voluntad iraní y turca para abordar sus problemas kurdos.