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Verdad y Poder: Análisis del Poder y el Pensamiento Nómada como Fragmentos de una Filosofía de la Liberación

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El complejo poder-conocimiento de Foucault está estrechamente relacionado con el concepto de Öcalan de regímenes de verdad. Cada forma en que organizamos nuestro pensamiento, nuestra percepción, implica una cadena de ideas posibles y hechos. Conocimiento significa capacidad para actuar; mientras se está separado del conocimiento de uno mismo significa impotencia.

 

“Desafiar la Modernidad Capitalista II” – Hamburgo, Alemania – 4 abril 2015
Ponente: Michael Panser

Video Michael Panser

 
En mis estudios sobre las intersecciones de los sistemas filosóficos de Michel Foucault y Abdullah Öcalan, me concentro principalmente en tres términos o ideas centrales que pueden ayudarnos a ampliar nuestra comprensión de la situación social actual, de los movimientos del pensamiento y de las posibilidades de actuación. Creo que algunos mecanismos de razonamiento, como los podemos encontrar en la obra de Foucault, podrían ser críticos para entender el nuevo paradigma y el pensamiento del movimiento de liberación kurdo.
Los tres términos son:

  1. El sistema de pensamiento que Öcalan describe como pensamiento organizado y régimen de verdad;
  2. El análisis del poder, una comprensión de sistemas y sociedades; y
  3. El principio de orientación, tal como es practicado por el movimiento kurdo: la «rastiya serokatî», la «gubernamentalidad», como la describe Foucault, a través de la cual podemos desarrollar una comprensión básica de los fragmentos centrales del movimiento kurdo en cuanto a la educación y la práctica de una autonomía democrática.

Todo tipo de pensamiento tiene lugar dentro de un sistema específico, un sistema de pensamiento. Dentro de éste, el pensamiento racional forma el patrón de nuestra percepción, la manera en que captamos el mundo y organizamos nuestra vida cotidiana. Crea sentido, a través del cual inspira decisiones y conforma estándares en un juego continuo de experiencia, crítica y cambio. Ya se trate de individuos, colectivos o sociedades, cada sujeto lleva consigo sus experiencias y, a través de la reflexión sobre su forma de vida, es capaz de efectuar el cambio. Esto significa que cada una de nuestras acciones se basa en una cierta forma de conciencia, en la capacidad de percibirnos con respecto a la realidad. Öcalan llama a esto «regímenes de la verdad». Lo que percibimos y analizamos constantemente para extraer los fundamentos de nuestras acciones es un acercamiento a la verdad; fragmentos de realidad con los que  interactuamos experimentalmente, filtramos, interpretamos y luego consideramos verdaderos. Por medio de la diferenciación de las sociedades a lo largo de los siglos pasados, la diversidad de las formas humanas de medición y mecanismos de pensamiento -que construyen el fundamento de las acciones humanas- se han convertido en un juego complejo: una negociación permanente entre los diferentes regímenes de la verdad. Esto significa que la variedad de enfoques de la verdad y las formas en que los sujetos estructuran y cambian sus realidades conforman el fundamento de la diversidad y la creatividad social.
¿Qué podría ser, entonces, la teoría política? El intento de cuestionar el propio marco subjetivo y colectivo de significados, de moverlo, si es necesario, y de revelar posibilidades de acción: una caja de herramientas, experimental y siempre conectada con las intenciones de uno mismo. Esto resume más o menos la manera en que Öcalan nos muestra posibilidades de interpretar la historia y de escribir, creativa y fragmentariamente, la historia de nuestro presente.
Todo tipo de pensamiento -y, a través de él, teoría política- que se dedica a la necesidad del cambio social, es estratégico. Nuestro pensamiento no puede separarse de nuestro poder de actuar, de nuestra capacidad de cambiar la realidad a través de una acción intencionada. Entonces, hay una conexión, un triángulo, un campo de tensión entre conocimiento, poder y verdad. Éste es uno de los argumentos centrales que Foucault desarrolló en sus obras. Basándonos ​​en la comprensión de una situación dada, somos capaces de realizar una serie de acciones. Podemos usar nuestro propio poder para actuar, para cambiar nuestra propia relación con la realidad, y para efectuar el movimiento y el cambio. Cada sujeto tiene la capacidad de actuar con propósito dentro de su propio marco de percepción. Puede cambiar la situación dentro de su propio sistema, o puede mover el marco de su propia percepción y, a través de esto, sus propias posibilidades de acción a través de la crítica y la reflexión teórica: una forma de pensar trascendente que mueve su propia posición: pensamiento nómada, pensamiento organizado; en este primer punto, Foucault y Öcalan se complementan y se traducen entre sí.
Eso significa (y aquí estamos pasando a la segunda idea) que tenemos que renunciar a una vieja noción que pesa sobre el horizonte mental de Occidente: el poder como algo negativo, puramente supresivo, como el polo del mal y como el soberano que dirige desde arriba. Aquí me refiero a los pensamientos centrales que Foucault ha tallado. Éstos subyacen en los pensamientos de Öcalan, a menudo implícitamente en lugar de ser escritos en detalle. Pero la consecuencia que él sugiere con su nuevo paradigma del confederalismo democrático opera en el mismo sistema que la metodología de Foucault. En diferentes puntos se refiere directamente a los conceptos que Foucault ha desarrollado en su concepción del poder, por ejemplo el concepto de biopoder, como uno de los pilares más importantes del gobierno capitalista. Una parte del pensamiento de Öcalan se basa en ese análisis del poder. Este tipo de pensamiento es también el fundamento de otras visiones del mundo de forma bastante similar, comenzando con las cosmovisiones indígenas en América Latina (por ejemplo, los zapatistas), Zaratustra y el pensamiento de las concepciones del mundo del Lejano Oriente, que no conocen un objeto: pensar en la heterogeneidad, el cambio, la conexión y la subjetividad.
Entonces, ¿qué es el poder? El poder no es simplemente el gran otro que nos enfrenta, el rey, la policía, Dios. Todos éstos son efectos de una concentración de poder, más o menos simbólica, con diferentes formas de interpretación de la realidad. El poder por sí mismo no es ni bueno ni malo. En general, el poder describe la posibilidad de que un sujeto se mueva dentro de un sistema para crear marcos de significado y para actuar sobre ellos; por lo tanto, acción por un lado. Por otro lado, las sociedades de hoy se caracterizan fundamentalmente por el poder; se organizan a lo largo de líneas, ambiciones hegemónicas, acumulaciones de poder, accesos y cambios estructurales del poder de definición. Cada sujeto tiene la capacidad de actuar. El poder evoluciona desde todas las partes de la sociedad, impregna y estructura la sociedad. Citando a Foucault: el poder es el campo de las líneas de fuerza que pueblan y organizan un área. El poder no es algo que usted gana, quita, comparte, que usted guarda o pierde; el poder es algo que se implementa desde innumerables puntos en el juego de relaciones desiguales y flexibles: la omnipresencia del poder. El poder es, sobre todo, el nombre dado a una situación estratégica compleja en una sociedad. Es una meta-comprensión de los mecanismos de las relaciones de poder que Foucault proporciona para permitir un análisis de la sociedad que revela posibilidades de acción.
De esta manera podemos captar el dominio como una concentración de poder en un cierto punto dentro de un sistema. Una parte o un punto del sistema -el ser humano, un partido, un Estado, un hombre o cualquier institución- crea un marco de significado que, si no es aceptado, puede ser contestado con exclusión y/o agresión. Dominar significa negar a otras partes de la sociedad el poder de actuar, en parte o en su totalidad, o de quitárselo por la fuerza y, por ello, convertirlos en objetos, víctimas de su propia decisión sin más negociaciones. Para implementar la dominación, son necesarios medios y tácticas para separar eficazmente al sujeto de su propia verdad y su propia vitalidad, y para ganar, de esta manera, el control sobre ella. La dominación se desarrolla cuando el poder de definición de los demás sobre su propia forma de vida y sus propias decisiones, su capacidad de definir sus propias necesidades, se ve perturbado. Dominación significa despojar del poder a los dominados. Pero, como el poder nunca es separable del propio conocimiento -y la capacidad de actuar está estrechamente relacionada con la conciencia del mundo, el acceso a la verdad-, un proyecto de dominación debe esforzarse por aplicar su propio régimen de verdad como un sistema absoluto, normativo y único estándar aceptable de la verdad. Esto constituye el proyecto del Estado y el gesto patriarcal. La forma de interpretar la historia propuesta por Öcalan trata de nombrar este proyecto de quitar el poder a las sociedades, de crear vías de acceso a la verdad y de hacer la resistencia organizable estratégicamente. Utilizando las palabras de Foucault: la Sociedad debe ser defendida.
Donde hay poder, hay resistencia también. La resistencia siempre forma parte de las relaciones de poder, porque ningún tipo de dominio puede llegar a ser absoluto, aunque sus declaraciones puedan ser reales. Las relaciones de poder son estrictamente relacionales, lo que significa que sólo existen entre sujetos. El juego de poder, resistencia, negociación y lucha es un proceso, un flujo constante de elevación y disminución de posiciones. Este juego no puede llegar a su fin, excepto a través de la extinción del Otro -lo que significa el colapso del sistema-. Y como el dominio -como el Estado- depende del control y disposición de las relaciones de poder, la codificación estratégica de los puntos de resistencia puede conducir a la revolución.
No quedamos ubicados fuera de la dinámica de poder. Nuestra conciencia y nuestra forma de vida representan intentos de perseguir nuestras demandas y convertirnos en una parte reconocida de la sociedad: nos convertimos en sujetos a través del poder, dentro de la matriz social de poderes.
Una sociedad sin dominio no necesita luchar una guerra liberadora contra un enemigo que se opone (aunque la autodefensa puede ser necesaria), sino para empoderarse a sí misma. Aquí encontramos un argumento central del nuevo paradigma de Öcalan.
Entonces, ¿qué se opone a ello? Tenemos que hacer frente a la cuestión de la gobernanza, que es el tercer punto que quería mencionar. ¿Qué es un Estado? El Estado sólo existe en la práctica; en otras palabras, a través de las personas que actúan de acuerdo a sus principios. Aquí es donde las conclusiones de Öcalan sobre el proceso de la civilización y la comprensión de Foucault de la subjetivación llegan a un acuerdo mutuo,tanto desde un punto de vista macro como micro. El Estado no es una institución individual; no es una gran máquina que consiste en administración, policía, justicia y ejército. Estas son las formas que el Estado ha adoptado, efectos de la verdad o de medidas estratégicas, por así decirlo. Más bien, y sobre todo, el Estado es una idea según la cual los seres humanos actúan y se ponen en relación con la realidad. El Estado es ideología, «weltanschauung«. Esta perspectiva sobre el Estado es el fundamento de las propuestas de Öcalan para un socialismo democrático y de su visión de las sociedades que se oponen al Estado y que combaten una guerra de defensa contra el control del Estado.
¿Cómo funciona el patrón del Estado, su acceso a la realidad? Foucault identificó estrategias y «dispositivos» que construyen el marco del poder y el control del Estado, y explica cómo estas medidas fueron construidas por el Estado en primer lugar. Aquí aplicó sus conceptos de gubernamentalidad, el arte de gobernar. Anteriormente mencioné el complejo de poder, conocimiento y verdad. Es dentro de este complejo que tenemos que imaginar el principio de orientación que el Estado representa y establece.
Primero, como sistema de pensamiento: el régimen de verdad del Estado -su relación con la realidad- conduce a la reificación, el control y la movilización: la creación de jerarquías, restricción, separación, escasez, dominación de la racionalidad y funcionalidad, así como los grandes sistemas de dicotomías: homogeneización y exclusión, normalidad y estado de emergencia, privado y público. El Estado es movilización, organización a través de la presión y la orientación externalizada -el liderazgo extranjero-.
En segundo lugar, la centralización del poder. El Estado se apoya en la idea de un gran poder central en torno al cual todo lo demás está organizado y estructurado. Durante mucho tiempo esto solía ser Dios, más tarde un rey, y con el desarrollo del capitalismo se transformó en el principio de «restricción práctica», que moviliza y multiplica el centro; un sistema totalmente unificado en lugar de Dios. Es el mecanismo central, que es seguido por cada movimiento, que actúa según el Estado.
En tercer lugar, el Estado comanda por efectos de verdad que penetran y lo estructuran todo: la arquitectura del Estado, dispositivos estratégicos como el sistema de prisiones, el complejo médico, la administración burocrática, los sistemas de control policial, lo público. En la ideología del PKK, esta tecnología del Estado como un todo que sirve al colapso de la sociedad se llama «şerê taybet» que significa «guerra especial». Éstas son tácticas de guerra que establecen el régimen de la verdad del Estado y tratan de destruir todas las otras formas y posibilidades de pensar. Esto funciona a través de la introducción de paradigmas influyentes: consumismo, nacionalismos, militarismo, hostilidad, patrones personales liberales y feudales, formas ampliamente implementadas de socialización. Todos estos son mecanismos en los que el sistema de pensamiento llamado «Estado» está trabajando en la sociedad.
Así, podemos concluir lo siguiente: El Estado es una cierta manera de considerar el mundo a través del pensamiento absoluto, el dogmatismo, el derecho y los regímenes cosificados de la verdad en forma de monopolios epistémicos. El Estado es la centralización y la organización -es decir, el control- de las negociaciones sociales mediante el sometimiento del otro. El Estado es liderazgo a través del desempoderamiento, el abandono del liderazgo. Aquí el capitalismo y el Estado no se oponen entre sí. El capitalismo es una versión de la gubernamentalidad dirigida por el Estado, la extensión del dominio y la productividad del Estado por medio de las partes más básicas de la sociedad. Hoy en día, las líneas de poder transgreden el interior de los cuerpos, y los principios del liderazgo de los Estados se han convertido en nuestra conciencia y nuestras acciones. La modernidad capitalista, procedente de occidente, ha logrado, a través de la extensión imperial de su propia concepción del liderazgo del Estado, establecer una guía trascendente sobre las sociedades y los individuos -de sus formas de pensar, de sus formas de actuar, de sus deseos y de sus formas de convertirse en sujetos.
¿Qué significa todo esto con respecto a la práctica social, a un proyecto de liberación de la modernidad capitalista? Una sociedad que quiere liberarse del Estado tiene que crear una gubernamentalidad socialista real en oposición a la dirigida por el Estado. Esto es lo que en la filosofía de Öcalan se llama Rastiya Serokatî: el principio de la dirección correcta.
Y, en el sentido de Foucault, podemos interpretarlo a todos los niveles: como un proceso de organización social, en el que se crean mecanismos democráticos de toma de decisiones y herramientas de mediación, que se basan en el reconocimiento de la pluralidad y la participación y en la ética social. La orientación también implica una forma de vida auto-empoderante, como desarrollo y evolución de la propia percepción y poder de actuación.
Quiero afirmar que el nuevo paradigma -la utopía del confederalismo democrático- es el proyecto de una gobernabilidad socialista y, por lo tanto, una posibilidad real de recuperar la vida social y las diversas formas de vida desde la modernidad capitalista. Similar al principio de los zapatistas en México, se trata del proyecto del «buen gobierno», del que carecían los socialismos pasados: un autogobierno, una auto-administración de la sociedad más allá del Estado.
La gobernabilidad socialista, como dice Foucault, no está establecida en los escritos socialistas de los siglos XIX y XX, todavía tiene que ser inventada. La verdad sobre el liderazgo, como dice Öcalan, y la práctica de la autonomía democrática, constituyen un intento de implementar este experimento.
Aquéllos que quieren autoliderarse necesitan filosofar; aquéllos que quieren filosofar necesitan lidiar con la verdad. En esto, creo, se puede resumir la esencia de la movilidad y la fuerza del movimiento y la filosofía de Öcalan. Es una forma de pensamiento nómada, como lo llama Foucault, un acceso crítico-subjetivo, auto-reflexivo a la verdad, basado en la multiplicidad, la solidaridad y la ética social. Más importante aún, el nuevo paradigma lleva a una socialización y colectivización de la filosofía y las herramientas para la auto-conciencia. Lo que se nos muestra de manera impresionante en Rojava es el sistema de academia, que funciona muy bien. Cada grupo social se organiza a partir de sus preocupaciones, campos de trabajo o identidad, y tiene su propia academia, con la epistemología de Öcalan como parte importante. De esta manera, una sociedad crea su propio marco de significación más allá de la influencia de un Estado. La lucha por la autoliberación a través de la comprensión de la propia situación e historia, las propias posibilidades y la voluntad, así como los deseos, es un componente fundamental de un proyecto socialista. Especialmente para las sociedades de Europa occidental y central, esta toma de conciencia es de particular importancia, ya que el dominio del Estado está más profundamente anclado en la visión colectiva del mundo de la ciudadanía y la resistencia se organiza menos poderosamente. Todos los fragmentos del pensamiento centrado en el Estado deben ser encontrados y enfrentados por la organización: organización del pensamiento, que significa flexibilidad de los métodos, autoconciencia e ideología; tomar conciencia de la propia movilidad, creatividad, poder de actuar; y la auto-guía a través de la desindividualización del significado y la organización de la toma de decisiones.
 
Michael Panser estudió historia. Desde 2011, se dedica al autoaprendizaje de filosofía y teoría política con un enfoque en la nomadología, el internacionalismo y los movimientos de liberación revolucionarios.

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