Rojava Parte Cinco: Las YPG/YPJ, milicias que cultivan esperanza
Artículo traducido por Rojava No Esta Sola
YPG dimeşe, erd û ezman diheje
(Cuando las YPG marchan, la tierra y los cielos tiemblan)
— Lema de las YPG
El Errante
“Espera… qué… ¿nos hemos perdido?” El traductor Mohammed asiente y me giro hacia el conductor. Él se encoge de hombros. Había ido hacia Qamishli para hacer una entrevista sobre las Hêza Parastina Cewherî (HPC, Fuerzas de AutoDefensa), las nuevas formaciones de milicias ciudadanas en Rojava. El conductor – como cualquier otro taxista en la tierra – sabía un atajo que nos haría estar allí a tiempo, garantizado. El problema era que él sabía donde estábamos pero no podía encontrar la dirección de las HPC. Así que mientras nos sentábamos en una esquina pensando qué hacer, me di cuenta de que flotaban algunas banderas amarillas de las YPG tras una valla. El conductor señaló y se encogió de hombros, indicando que quizás ellos sabían. Por qué no.
Las Yekîneyên Parastina Gel (YPG, Unidades de Defensa Populares) y las Yekîneyên Parastina Jinê (YPJ, Unidades de Defensa de Mujeres) son la columna vertebral de la Revolución. Las YPG, formadas en 2004 (YPJ en el 2012), no son un ejército. Es una milicia, el pueblo en armas, en el mejor sentido de la palabra.
Algunos datos…
Organización de las YPG/J (Nombre de la unidad y tamaño)
1) Equipo, 6 – 10 luchadores.
2) Comitiva, 2 Equipos, 12 – 20 luchadores.
3) Bloque (Kurmanji—garug), 2 comitivas, 24 – 40 luchadores.
4) Compañía, 2 bloques, 48 – 80 luchadores.
5) Censo Total Estimado de las YPG/J, 50,000 luchadores
6) No existen oficiales. Cuando están involucrados en operaciones, los y las luchadoras eligen (por votación o consenso) al liderazgo del equipo/comitiva/bloque/compañía. Cuando están desocupados, no hay estructura de liderazgo en ningún nivel, salvo por los Comandos Regionales. Los Comandantes son elegidos (por votación o consenso) para las regiones y los Cantones (Kobane, Qamishli) y sólo pueden serlo durante seis meses en el comando asignado. Entonces son reemplazados. No hay re-elección.
Salimos todos del taxi y nos acercamos al puesto de las YPG a través de una maraña de trampas para tanques, barriles de cemento y barro. Los luchadores de la puerta son más mayores que la mayoría de los que había conocido, con barbas canosas, piel oscura, y arrugas. Mi primer pensamiento fue que estos tíos parecen duros, muy duros. Nos estrechamos las manos y cuando se dan cuenta de que soy americano, uno va a decírselo al Comandante. Vuelve con un hombre alto, fuerte y calvo, con ojos grises claros. Nos damos las manos y se presenta. Él es el Comandante del comando T.S. Cema (Mártir Cemal) del Cantón Qamishli Cizere que posee aproximadamente 400 luchadores (4 compañías). Nos invita a café o té, y a conocer a los luchadores. Qué narices. Ya voy tarde a mi entrevista, hace frío – un café estaría bien, quiero conocer a los luchadores; y me cae bien este hombre.
Las YPG/J han desarrollado unos protocolos únicos en cuanto al entrenamiento, despliegue, y moral. Algunos datos…
1) El entrenamiento de las YPG/J dura 45 días.
2) Después de entrenar, se le pregunta al luchador/a donde y qué tipo de tarea le gustaría hacer. Pueden optar por ir a la línea de frente, reservas tácticas, patrulla de la frontera turca, puestos de control internos, o logística y comunicación. La elección de la tarea, donde servir, y durante cuánto tiempo, es sólo para el luchador individual.
3) Los días libres en las YPG/J varían según el comando y la situación de combate. Cuando están desocupados, los hombres solteros, y la mayorías de las luchadoras de las YPJ (quienes normalmente no están casadas) tienen 4 días al mes. Los hombres casados sirven una semana, y otra semana descansan. Aún cuando están involucrados en la batalla, se les ofrece días libres, pero rara vez se toman. Un Comandante de Kobane hizo una broma de que el asedio duró solo un mes porque los luchadores casados se dieron cuenta que cuantos más Daesh mataban, más pronto verían a sus esposas e hijos.
4) La comida, vestimenta y alojamiento es proporcionada a todos los luchadores y luchadoras de las YPG, además también reciben una compensación de unos 100$ al mes – para sus cosas, cigarrillos, dulces, entretenimiento, viajes, lo que tengan. Esto parece poco comparado con los estándares americanos, pero en Rojava puede durar bastante. Se paga cerca de un dólar por un paquete de Gauloises Blondes (tabaco), y un kilo de dulces cuesta 0.75 dólares.
El Comandante y yo hablamos mientras vamos hacia los barracones. Me dice que los hombres están descansados, listos para luchar, aunque la zona ha estado tranquila durante meses. El comando se despliega de manera rotativa, 15 luchadores por semana en el frente. Él sólo tiene un recluta nuevo, un chico de 16 años, que se fue de Aleppo y cruzó el frente de Daesh para unirse a las YPG. El desayuno se ha acabado y los luchadores están descansando cerca de los barracones. Nos ven a mí y al Comandante acercarnos hacia ellos y algunos empiezan a venir, y luego más les siguen. Me presento a través de Mohammed, parecen sorprendidos de que un americano les visitara; uno o dos miran al suelo, las botas están en el barro. Me acerco y empezamos a darnos las manos, les miro a los ojos, y murmullo gracias en inglés. Los luchadores asienten, sonríen y se meten dentro. Uno o dos dicen en Kurmanji, “de nada”.
Cuando pregunto si puedo hacer unas fotos, el Comandante mueve a los luchadores a la pista en un lugar frente a una gran bandera de las YPG ondeando en el viento. Unas cuantas fotos, nos vamos para el café y algunos de los luchadores menos tímidos me cogen del brazo y preguntan por fotos individuales o de grupo. Me pongo junto a ellos, y ponemos los brazos en los hombros del otro, sonreímos a la cámara. En ese momento una palabra viene a mi mente como una iluminación; una palabra en castellano, de una insurrección diferente y en un momento diferente, Hermanos.
Sacan una mesa y ponen varias tazas de humeante y salobre café turco. Mohammed, el taxista, el Comandante y yo nos sentamos y bebemos mientras los luchadores se quedan de pie y miran. Hago algunas preguntas. La mayoría son de Cizere, muchos de la ciudad de Qamishli. Me dicen que su lucha no sólo es por los kurdos, sino por todo el mundo. Y no sólo para acabar con Daesh, sino para ganar una Revolución. Quieren que entienda eso. Eso es importante. Les digo que lo entiendo. Les digo que yo también lo creo.
Bebemos las tazas, tiempo de irse. Me levanto y le doy las gracias de nuevo al Comandante. Me da las gracias, y se va a sus tareas. Comienzo a despedirme de los milicianos, diciendo gracias a cada uno, mirándoles a los ojos. Ahora, yo necesito que ellos entiendan algo. Los luchadores forman una línea mientras me muevo así puedo tener un momento de tiempo con cada uno. Mientras paso por la fila siento como si tuviese un trozo de acero en mi corazón. El soldado más mayor que conocimos al principio, ha estado cerca mío todo el rato. Nos sigue hasta el taxi. Le doy la mano y para mostrar nuestro apoyo mutuo, nos damos un beso en la mejilla derecha, en la izquierda y luego en el hombro izquierdo.
De vuelta en el coche empiezo a pensar en la entrevista de las HCP de luego, y entonces mi ojo se fija en la bandera amarilla de las YPG, que todavía baila en la brisa de la mañana. Hay una canción popular en árabe que dice en la letra, “Dios salve a las YPG; ellos protegen a la gente; árabes, kurdos y cristianos son hermanos, ellos protegen la tierra y cultivan esperanza.” Y pienso para mí: sí. Protege a esta milicia de individuos que luchan con todo su corazón, que no tienen miedo, que son amables, que cultivan esperanza, y a quienes he conocido durante un rato como hermanos. Que sus deseos de paz, libertad y querer estar con sus familias y amigos, se hagan realidad.
Miro al taxista y le hago con la mano señales de continuar y le digo, “¿así qué?”
Dispara un rápido Kurmanji a Mohammed y traduce, “Dice que te has olvidado de preguntar por la dirección de las HPC…”