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Entre dos Kurdistanes: un antropólogo ruso en ruta a la búsqueda del autogobierno

Artículo de Dmitry Petrov publicado en ruso el 5 de junio y en inglés el 16 de junio 2017 en opendemocracy.net. Traducido del inglés por Rojava Azadi

En un esfuerzo por llegar a la región autónoma kurda siria, me encontré con espíritus afines y descubrí más sobre el paisaje político y cultural del Kurdistán iraquí

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La Plaza del Mercado de Suleymaniyeh con la Gran Mezquita. Fotografía cortesía del autor.

Tirado sobre una cama rota en un albergue barato del centro de Suleymaniyah , intentaba quedarme dormido. El sol aún no había salido, pero ya podía oír la llamada del muecín a la oración a través de la ventana. Mi interés por las alternativas socioeconómicas al capitalismo me había llevado fuera de los caminos comúnmente transitados: era mi primera noche en el Kurdistán iraquí.

Kurdistán es el nombre no oficial de los territorios donde los kurdos conforman la mayoría de la población. Incluyen grandes partes de la actual Turquía, Irak, Irán y Siria. El pueblo kurdo es un grupo etnocultural bastante diverso; los dialectos de la lengua kurda pueden ser muy distintos entre sí.

El desarrollo de las identidades nacionales, que se aceleró entre muchos pueblos asiáticos en el siglo XX ha dado a muchas personas de diferentes contextos sociales y culturales que habitan en diferentes partes del Kurdistán un sentido de pertenencia a la misma nación. Esto se ha convertido en un factor importante en la política regional. A menudo, ha conducido a un conflicto armado, muchas veces letal. La búsqueda de la autodeterminación nacional por parte de las organizaciones kurdas ha dado forma, en un grado significativo, al destino de cuatro Estados separados.

La Región Autónoma del Kurdistán en el norte de Irak fue establecida por los defensores de la independencia kurda en 1991. Forma parte de Irak, pero es independiente de facto de Bagdad. La capital del Kurdistán autónomo es Erbil, y Suleymaniyah es la segunda ciudad en términos de tamaño e importancia. Suleymaniyah fue donde el dialecto kurdo conocido como Sorani se convirtió en lenguaje literario, hogar de muchos poetas kurdos. Hoy en día, cuenta con cuatro universidades (dos privadas y dos estatales) y alberga tres museos. Suleymaniyah es considerada como la capital cultural del Kurdistán autónomo, con un estilo de vida más liberal que en cualquier otro lugar de la región.

En el umbral del Kurdistán

Cuando el avión nocturno de Estambul a Suleymaniyah despegó, entré un poco en pánico. Era la primera vez que viajaba a un país de estatuto político indeterminado y que, además, atravesaba por una guerra a gran escala. En la práctica, la llegada al Kurdistán era un asunto enteramente mundano.

El aeropuerto internacional de Suleymaniyah tiene algo en común con una estación de autobuses de una ciudad no muy lejos de Moscú. Es un edificio pequeño, con pantallas que lo dividen en varios recintos. En la pared, un discreto retrato del líder político local, el presidente del partido Unión Patriótica y del ex presidente de Irak Jalal Talabani. El mostrador de visados, los agentes fronterizos y la recogida de equipaje se encuentran a pocos metros uno del otro. Algunas personas en el aeropuerto incluso hablan inglés, más o menos. Enseguida mi pasaporte adquirió un sello de la República de Irak. Los extranjeros pueden permanecer en el Kurdistán iraquí durante 30 días antes de necesitar la extensión de su visado.

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Bajo el gobierno de Saddam Hussein, este edificio albergaba a la policía secreta local. Ahora es el hogar del museo nacional. Imagen cortesía del autor.

El plan era dejar enseguida Suleymaniyah y viajar al Kurdistán sirio, nuestro destino final. Cuando estalló la guerra civil siria en 2011, el Partido de la Unión Democrática Kurda (PYD) se hizo cargo de los funcionarios de Bashar al-Assad con escaso derramamiento de sangre. De acuerdo con su programa político, los activistas establecieron consejos locales y comités de autogobierno. La tierra que antes era propiedad del estado se entregaba a las cooperativas agrícolas y manufactureras. Además, las unidades de los grupos paramilitares existentes sirvieron de base para una fuerza armada más regular. Las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) estaban formadas por voluntarios y actuaban como milicia.

La naciente región autónoma fue bautizada como Rojava, «oeste» en kurdo (las tierras sirias componen la parte occidental del Kurdistán). En 2012, Rojava se proclamó «autonomía democrática». Desde entonces, Rojava ha visto una afluencia de gente de países occidentales que creen en un nuevo tipo de sociedad y quieren ayudar a construirla. Poco después de su formación, la región autónoma sufrió ataques sostenidos de una variedad de grupos yihadistas. Pronto, Rojava se convirtió en un imán para las personas que deseaban tomar las armas contra el más poderoso grupo yihadista de nuestros días: ISIS.

El cruce de la política kurda

En nuestra primera mañana en Suleymaniyah, comenzamos a buscar maneras de entrar en el Kurdistán sirio, enviando un correo electrónico tras otro y haciendo llamadas telefónicas a todos los contactos locales que teníamos, facilitados por nuestros amigos en Europa.

Llegar a la tierra prometida no es fácil: Rojava está rodeada por todos lados de oponentes políticos o adversarios militares. La frontera sur es la primera línea de la guerra contra ISIS y otros grupos salafistas. Al norte y al oeste está Turquía: su gobierno ha estado en conflicto con los kurdos y cerró la frontera con Rojava tan pronto como ésta proclamó su interés por la autonomía política. Cruzar la frontera de Rojava con Turquía o con la Región Autónoma de los kurdos iraquíes puede ser una lucha incluso para los convoyes humanitarios de ONGs internacionales. Nos encontramos al este de Rojava, en la otra orilla del río Tigris, en Başûr (en kurdo, «el sur»), la parte iraquí del sur del Kurdistán.

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Miliciano de las YPG en Rojava. CC-BY-2.0 Kurdishstruggle / Flickr. Algunos derechos reservados.

La principal fuerza política de Rojava, el Partido de Unión Democrática (PYD), ha proclamado su intención de crear una sociedad basada en la democracia directa, la «economía comunal» y la sostenibilidad ecológica. En su primer año, la autonomía estableció un sistema de autoridades locales, basadas en asambleas de calles y aldeas que eligen delegados a consejos de nivel superior. Se presta especial atención a la necesidad de la igualdad de género, cuestión especialmente relevante y explosiva en Oriente Medio. Del mismo modo, la igualdad étnica se considera importante: Rojava es el hogar no sólo de los kurdos, sino también de árabes, asirios y grupos étnicos más reducidos.

Los críticos acusan al Partido de Unión Democrática de crear un régimen de partido único en Rojava bajo la pretensión de autogobierno. Sin embargo, activistas y académicos occidentales (como David Graeber, Janet Biehl y otros que han visitado la región) defienden que la democratización radical de la sociedad en la autonomía es real.

Según ‘Revolución en Rojava. Autonomía Democrática y Liberación de la Mujer en el Kurdistán Sirio’, un libro escrito por tres activistas que visitaron el norte de Siria en 2014, las estructuras autónomas de Rojava se componen de varios niveles. La base del gobierno autónomo es la «comuna», una asamblea de residentes de una calle o un pueblo. Las comunas envían delegados a los consejos locales, responsables de los distritos de la ciudad o del pueblo en su totalidad. Un nivel más alto es el consejo cantonal, que cubre ciudades enteras y sus alrededores. Finalmente, en la parte superior de este sistema de autogobierno está el Consejo Popular del Kurdistán Occidental, que incluye a todos los delegados de los consejos cantonales de Rojava, así como representantes de la sociedad civil y organizaciones políticas.

Cada asamblea tiene dos copresidentes: un hombre y una mujer. Por regla general, son ellos los que sirven como delegados en los consejos de nivel superior. Juntos, los copresidentes de los consejos cantonales forman parte del TEV-DEM, el Movimiento por una Sociedad Democrática (Tevgera Civaka Demokratik). Cada consejo también tiene comités autónomos que se ocupan de temas específicos: económico, político, judicial, femenino y así sucesivamente.

Las complejidades de la política kurda pueden resultar confusas. La mayoría de las fuerzas políticas se describen como partidarios de ideologías «democráticas» y «patrióticas». En realidad, sin embargo, tienen principios muy diferentes y están en constante estado de contienda entre sí. El Partido de la Unión Democrática Siria (PYD) y el Partido Democrático del Kurdistán Iraquí (PDK), dirigido por el presidente del Kurdistán iraquí, Masoud Barzani, no están en términos amistosos. El PDK tiene su propio diseño para una Rojava rica en petróleo. A través de los afiliados del partido, apunta a la hegemonía regional.

El Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK) son las principales fuerzas políticas en la autonomía kurda iraquí. Tienen una larga historia de confrontación e incluso de conflicto armado. En 1998, los dos adversarios hicieron la paz y llegaron a un acuerdo de poder compartido. Aun así, la región sigue dividida en dos partes. El norte, que incluye Erbil, está controlado por el PDK; el sur, con su ciudad principal de Suleymaniyah, está gobernado por el PUK. Ambas partes tienen sus propias milicias armadas, los peshmerga.

Como resultado, el gobierno del PDK (esgrimiendo a menudo el peligro de ataques jihadistas o el comportamiento «antidemocrático» de Rojava) cierra periódicamente los pasos fronterizos hacia el Kurdistán sirio, incluyendo el principal, Semalka, en el río Tigris.

Peregrinos en busca de un camino

Moverse por Suleymaniyah es aún más difícil que navegar por las complejidades de la política de partidos kurda. Aunque el kurmanji, el dialecto kurdo más utilizado, utiliza la escritura latina, la población de Suleymaniyah habla y escribe en sorani, que tiene un alfabeto basado en letras árabes. No todas las señales y letreros de las calles tienen equivalentes latinos.

Solicitar indicaciones para ir a una dirección también puede resultar difícil. Pocas personas aquí conocen alguna palabra de inglés. En un par de ocasiones, nos dieron instrucciones en inglés, otras nuestro rudimentario kurdo fue suficiente, pero la mayoría de las veces los transeúntes simplemente se encogían de hombros. Por otra parte, los lugareños pueden tener un aspecto pintoresco. Muchos hombres de más de treinta años llevan ropa tradicional kurda: pantalones anchos y holgados, una faja alrededor de la cintura, y una star xani, una chaqueta abotonada metida en los pantalones. Los más jóvenes a menudo prefieren la ropa occidental.

Muchas mujeres usan faldas largas, aunque los pantalones son comunes también. Sin embargo, nunca verá una falda por encima de la rodilla. Muchas usan pañuelos, pero el hijab se ve menos frecuentemente de lo que cabría esperar. Las formas más estrictas de vestido femenino islámico, como el niqab, son una rareza. En términos generales, la naturaleza progresiva de la vida de Suleymaniyah resulta evidente incluso en el vestido de sus habitantes.

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Celebración del 1º de Mayo en Suleymaniyah, con participación de activistas de izquierda europeos y norteamericanos. Imagen cortesía del autor.

Suleymaniyah es donde a donde vienen la mayoría de las personas que desean entrar en Rojava. Aquí se puede esperar con seguridad la oportunidad para viajar a Siria. Si se presenta, puede tomar un autobús o conducir un coche a través del territorio controlado por el PDK y cruzar la frontera. Sin embargo, desde que Rojava se proclamó como Federación de Siria del Norte en marzo de 2016, la relación entre los dos vecinos se ha tensado y la frontera se mantenía cerrada en el momento de nuestra llegada.

Al final, todas las preguntas que planteábamos sobre el cruce de la frontera con Rojava invariablemente recibían la misma respuesta: «La situación es demasiado difícil, los cruces fronterizos están bloqueados por el PDK; no hay nada que podamos hacer para ayudar».

Desde que se convirtió en una autonomía, Rojava, una pequeña región con una población de tres millones y medio de habitantes, ha sido un imán para numerosos voluntarios de la sociedad civil, anarquistas e izquierdistas. Así que no éramos las únicas personas atrapadas en Suleymaniyah. Había decenas de jóvenes europeos y estadounidenses que buscaban formas de llegar al Kurdistán sirio. Para ellos, Suleymaniyah se había convertido en algo más que un punto de tránsito: era su hogar mientras esperaban y buscaban caminos para cruzar la frontera. Muchos llevaban atrapados aquí varios meses.

Nuestro grupo de pacientes peregrinos tenía algunos miembros verdaderamente extraordinarios. Marvin (su nombre y el de otros han sido cambiados) era un ingeniero y anarquista de los Estados Unidos, que parecía el típico estudiante de matrícula: delgado, con gafas y un poco desaliñado. No hacía mucho tiempo, se había graduado con un master. «En los Estados Unidos, cuando estudias ingeniería, escuchas de todo acerca de lo grandes que son tus posibilidades. En realidad, encontrar un trabajo verdaderamente interesante es difícil. Siento que en Rojava podría hacer algo que realmente beneficiara a la gente», decía.

Marvin quería vivir en Kurdistán durante dos años como mínimo. Su plan era ayudar al autogobierno de Rojava a montar maquinaria compleja. Al principio, había pasado más de un mes en Suleymaniyah, en el mismo albergue en el que vivíamos, y luego pasó a otro más barato, una especie de dormitorio para los trabajadores migrantes. Cuando empezó a quedarse sin dinero, Arif, un activista de la izquierda local, lo introdujo [en Rojava]. El consulado estadounidense había rechazado la petición de Marvin de extender su permiso para quedarse. En unos pocos días, tendría que pagar una multa de doscientos dólares y tomar un autobús a Silopi, una ciudad turca en las fronteras de Irak, Turquía y Siria. Aquí retomaría el mismo autobús y obtendría otra visa de treinta días.

Otros contaban historias similares. Todos ellos habían estado en Suleymaniyah durante mucho tiempo, una situación verdaderamente deprimente. Bob, un tipo grande y de aspecto portuario con grandes patillas, era otro americano, de 45 ó 50 años, con experiencia como científico agrícola. Llevaba una bufanda con los colores kurdos rojo-amarillo-verde y alfileres con emblemas de las YPG y del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Con voz profunda, nos dijo que se dirigía a Rojava para organizar una agricultura basada en los principios de Kropotkin, el principal de los cuales son la cooperación y la propiedad comunal de la tierra. Otros jóvenes de veinticinco años de edad querían unirse a las YPG: Klaus, un militante antifascista de Alemania; Pierre, un francés negro de origen africano y ex miembro de la Légion Étrangère. Pierre a menudo pensaba en mejorar la situación financiera de Rojava aumentando la exportación de petróleo.

El oasis de Makhmur

Una semana después de nuestra llegada a Suleymaniyah, habíamos abandonado toda esperanza de entrar en Rojava: nadie se había ofrecido a organizar nuestro tránsito. Afortunadamente, no tuvimos que volver a Rusia con nada que mostrar para nuestros problemas. Unos cuantos amigos kurdos nos propusieron ir a un campo de refugiados en Makhmur, a 60 kilómetros de Erbil y a 20 de la línea del frente con ISIS. Lo único que sabía de Makhmur en ese momento era que se trataba de uno de los lugares donde el PKK se mantenía activo en el Kurdistán iraquí.

Hay, esencialmente, dos Makhmurs. Uno es una ciudad bastante corriente, con una población mixta árabe-kurda. Tras el derrocamiento de Saddam Hussein, quedó bajo el control del gobierno regional del Kurdistán. El otro Makhmur, a medio kilómetro de distancia de la ciudad principal, es un campamento para refugiados de las partes turcas del Kurdistán que abandonaron sus hogares a mediados de los años noventa, en el momento del conflicto armado entre el gobierno turco y el PKK. En 1998, se establecieron aquí, donde, como todos los locales nos dijeron, «sólo había desierto, lleno de serpientes y escorpiones». Durante los últimos dieciocho años, el campamento se ha convertido en un asentamiento autónomo, con su propia estructura social compleja. El desierto mortal se convirtió en un oasis con jardines, parterres de flores y parques. Aquí viven doce mil personas.

En 2014, Makhmur fue capturado por el avance del Estado islámico. Sin embargo, la población civil pudo evacuarse y las unidades de autodefensa se retiraron a la montaña Karachokh, detrás del campamento. Justo entonces, la milicia del PKK contraatacó rápidamente desde las montañas de Qandil y recapturó el campo después de dos días de lucha. Desde entonces, el asentamiento ha estado bajo el control del PKK. Al menos mil miembros armados del partido están estacionados cerca de Makhmur y ellos (y no las fuerzas gubernamentales) son el escudo de los habitantes contra ataques «jihadistas».

Las defensas de Makhmur son triples. La primera línea son los cuadros del PKK desplegados cerca del campamento, que ocupan las líneas de frente contra el ISIS. La segunda es el Asayish, una fuerza de seguridad que gestiona puntos de control y torres de vigilancia, así como un foso excavado alrededor del campamento para defenderse de posibles ataques. La tercera línea es toda la población adulta de Makhmur, independientemente del sexo. Cualquier adulto que viva en el campo puede recibir entrenamiento militar, después de lo cual es enviado en patrullas armadas fuera del perímetro del campamento cada veinte días.

Sin embargo, aunque la situación en la región sigue siendo tensa, sólo vimos gente armada en las calles de Makhmur dos veces durante las dos semanas y media que pasamos allí. Éstos eran miembros del Asayish (que significa «seguridad» en kurdo), una milicia voluntaria cuya tarea es intervenir en casos de grandes disturbios y proteger a Makhmur de ataques externos. «Tomamos decisiones sobre todo juntos, en reuniones semanales dentro de los escuadrones y en asambleas generales mensuales. Si un alto oficial comete errores, se le retira», dice Sadiq, un miembro del Asayish con cabello gris y una familia numerosa, que parece tener cierta experiencia en conflictos militares en el Kurdistán turco.

Autogobierno kurdo

El campo de Makhmur también es un oasis en otro sentido. El PKK, que ha sido la principal fuerza política en el asentamiento desde el principio, ha organizado el autogobierno a gran escala, un sistema de ayuda mutua y varias cooperativas. El alcance de estos sistemas es asombroso para alguien acostumbrado a la vida en una metrópoli rusa.

El campo se divide en cinco áreas o sectores. Cada uno tiene su propio consejo, o mejlis. El mejlis del sector es responsable de resolver todos los problemas internos, desde el bienestar social hasta los conflictos familiares. Cada uno tiene varios comités: bienestar, educación, ecología, resolución de conflictos, etc. Cualquier problema que vaya más allá del alcance del sector o que no pueda ser resuelto por la asamblea local por su cuenta se escalará al mejlis general del asentamiento, que está integrado por delegados de consejos y comités sectoriales. También cuenta con un número de miembros directamente elegidos.

Cuando llegamos a un ayuntamiento -un modesto edificio de hormigón en medio de un pequeño y agradable jardín- vemos a un grupo de hombres de mediana edad sentados en sillas diseminadas fuera. Frente a la puerta cerrada había muchos pares de zapatos de mujer. «La parte femenina del consejo está celebrando su propia sesión separada», nos dijeron los hombres.

Durante los siguientes días en Makhmur, tuvimos muchas reuniones con miembros del mejlis general y varios comités. Hay muchos de ellos, alrededor de 30. Sirven como rama ejecutiva y regulan casi todos los ámbitos de la vida pública, cada uno con un área de responsabilidad propia: desde las cuestiones de los propietarios de automóviles hasta los derechos de los trabajadores, la educación, la sanidad y la justicia.

El comité judicial tiene 11 miembros, elegidos por los residentes de Makhmur. «No somos una especie de corte sancionada por el Estado. En casos de transgresiones graves, convocamos a los familiares del delincuente, miembros del autogobierno de su sector, personas de otros comités e intentamos resolver las cosas a través del diálogo. Queremos que los culpables entiendan que estaban equivocados y que se enmienden», explicó Zeinap Kara, copresidente del comité.

Kara dijo que el principal problema en Makhmur era la violencia doméstica, que tanto el Poder Judicial como el Asayish (la policía) están luchando duro para erradicarla. Nos dijeron que, en dieciocho años, sólo ha habido un asesinato en Makhmur. El asesino fue puesto en aislamiento durante dos años, mientras que las familias trabajaban el conflicto para evitar una disputa sangrienta (todavía extendida entre las comunidades kurdas).

En cuanto a dónde había estado aislado, el colega de Kara en el comité judicial, Yusuf Sidar, insistió ardientemente en que «no era una prisión; era un lugar donde podemos obligar a alguien a que nos escuche. Les hablamos hasta que entienden que estaban equivocados».

Moviéndonos entre las instituciones y organizaciones de Makhmur, no podíamos dejar de fijarnos en las numerosas tiendas pequeñas agrupadas en la parte central del campamento. Aziz, un enérgico miembro del comité de propietarios de tiendas, dijo que había 110 de ellas en Makhmur. La mayoría son negocios familiares, pero unos pocos contratan a uno o dos empleados.

Otra forma de actividad económica que se encuentra en el campo es la cooperativa. El asentamiento tiene una pequeña cooperativa de costura con nueve miembros y una cafetería cooperativa con tres trabajadores. Ambas empresas están dirigidas y atendidas por mujeres. Se nos dijo que éstas eran las primeras medidas hacia la independencia económica de las mujeres. Además, hay un invernadero cooperativo, donde trabajan hombres y mujeres, miembros del comité económico del campamento. Los invernaderos fueron creados con la ayuda de la ONU y la fundación caritativa Qandil, pero ahora dependen únicamente de los recursos locales. En ellos crecen pepinos, tomates y pimientos, vendidos a precios 50% por debajo del precio de mercado, sólo 500 dinares el kilo. Las ganancias se invierten en el funcionamiento del proyecto y cubren las necesidades básicas de los trabajadores.

Sin embargo, la mayoría de los residentes de Makhmur no tienen una fuente constante de ingresos. La norma es que un miembro de la familia gane dinero y apoye al resto y que otro participe en el autogobierno local. Los que pueden encontrar un trabajo suelen hacerlo fuera de Makhmur: los hombres trabajan como taxistas y trabajadores de la construcción por todo el Kurdistán iraquí; las mujeres, como limpiadoras en las instalaciones médicas de Erbil.

Rojava y Rusia

Entre la izquierda libertaria rusa, la noticia de Rojava y su proyecto social, tan acorde con los principios anarquistas, comenzó a extenderse en otoño de 2014. El punto de inflexión fue la defensa épica de Kobanî, cuando muchos antiautoritarios (tanto en la antigua URSS como en occidente) alcanzaron a ver el movimiento revolucionario kurdo bajo una nueva luz.

Para muchos de la izquierda rusa, Rojava encarnaba las prácticas antiautoritarias que sólo se conocían a través de obras históricas o teóricas. El movimiento kurdo les dio un sentido de pertenencia, un sentimiento de que aquí era un lugar donde podían poner sus ideales en práctica. Para ser justos, en los círculos marxistas de Rusia ha existido desde hace tiempo un interés por el PKK Algunos representantes de esa comunidad habían establecido contactos con organizaciones kurdas rusas cercanas al PKK años antes.

Uno de los primeros rusos que visitó Rojava fue Aleksandr Rybin, un corresponsal de la publicación izquierdista ‘Rabkor’. Aleksandr describió su experiencia de su visita al cantón Jazira de Rojava, su vida cotidiana y sistemas de autogobierno. Un poco más tarde, se difundió la noticia de Evgenii Semenov, un voluntario de Rusia que fue a Rojava y luchó con las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), principal fuerza militar de la autonomía de los kurdos sirios. Pronto, apareció la primera página web anarquista en ruso dedicada a noticias y artículos sobre Kurdistán.

Un año más tarde, el tema del Kurdistán de repente se convirtió en el foco de los medios oficiales rusos. ‘Rusia Today’ emitió «Su Guerra. Mujeres contra ISIS«, un documental sobre las combatientes de las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ) de Rojava. Este renovado interés fue consecuencia, por un lado, de la posición de fortalecimiento de la joven autonomía y, por otro, del intenso conflicto entre Rusia y Turquía.

Desde entonces, se pueden encontrar activistas pro-Putin en el centro cultural kurdo de Moscú, mientras que algunos críticos de Rojava se apresuraron a condenar «la alianza de los kurdos con Putin». Una visión más comedida de la situación parece más cercana a la verdad. No cabe duda de que el movimiento kurdo está involucrado en algún intercambio diplomático con Moscú. Sin embargo, las afirmaciones de que la línea del gobierno ruso tiene alguna influencia en la posición política del PKK, y mucho menos en la política interna de Rojava, carecen de fundamento.

No pasamos tanto tiempo en Kurdistán como nos hubiera gustado y nunca llegamos a la codiciada Rojava. Sin embargo, vimos una nueva sociedad. Para nosotros, Makhmur se convirtió en una «Rojava en miniatura». Por supuesto, no tuvimos la oportunidad de ver su sistema «desde dentro», a causa de la barrera del idioma, el poco tiempo que pudimos pasar allí y al hecho de que, de una forma u otra, nuestra visión de las estructuras sociales locales fue controlada por nuestros anfitriones. Sin embargo, los objetivos de las decenas de personas con las que hablamos en Makhmur y sus logros hasta la fecha para conseguir que «personas normales» participen en la vida pública, merecen estricta atención de quienes están interesados ​​en proyectos de transformación social, alternativas y posibles soluciones a la crisis de Oriente Medio.

El historial del Partido de los Trabajadores del Kurdistán demuestra que una transformación social significativa impulsada por las fuerzas de izquierda es posible incluso en sociedades donde la cultura política y social puede parecer a primera vista hostil a todas las formas de democracia e igualdad. Esa es una lección importante para la izquierda en otros países, incluyendo Rusia y Europa del Este.

La falta de interés por los principios de igualitarismo político y económico dentro de una sociedad, las importantes cuestiones interétnicas y la concentración de poder en manos de estructuras estatales autoritarias no son excusas para tirar la toalla. Más bien, éstas son las razones de más para un intenso escrutinio y trabajo duro a fin de incorporar sus ideas en la conciencia pública y las prácticas cotidianas.

 

Sobre el autor:

Dmitry Petrov es investigador del Instituto de Estudios Africanos de la Academia de Ciencias de Rusia. Es miembro del movimiento anarquista ruso y dirige ‘Hevale’, un proyecto de internet en ruso sobre la revolución kurda.

 

 

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