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Cooperativas en el Movimiento Kurdo, una herramienta emancipadora para las mujeres.

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Fuente: Kedistan
Autor: Loez
Fecha: 08/11/2017
Traducido por Rojava Azadi
 
Tras la adopción del paradigma del confederalismo democrático por el PKK en 2005, como una continuidad en la evolución política iniciada en los años noventa, el movimiento legal kurdo en Kurdistán del Norte (Turquía) comenzó un proceso de autonomía del Estado turco. Los partidos legales kurdos buscaron especialmente organizar estructuras de gobierno paralelas a las del Estado. Los primeros consejos vecinales se establecieron en ese momento, con la tarea, entre otras cosas, de resolver los conflictos fuera del sistema judicial turco. En 2007, el DTK[i] fue fundado como una especie de protoparlamento, que reúne todas las iniciativas políticas y asociativas en el Kurdistán del Norte. Después de 2015, la represión del Estado se centraría específicamente en el DTK.
Las cooperativas como herramientas para una economía democrática
Las estructuras cooperativas juegan un papel importante en este proceso de progresiva autonomía. Las cooperativas existen desde 1860 en Turquía, donde ahora suman unas 84.000 en 25 sectores diferentes. La estructura en sí misma no es una innovación. Lo novedoso es la forma en que el movimiento kurdo se ha reapropiado del modelo para sus intentos iniciales de establecer una «economía democrática», como se estableció por primera vez durante la conferencia DTK organizada en Van en 2014[ii]. La cuestión económica es esencial en el proceso de progresiva autonomía. El Estado turco ha llevado a cabo voluntariamente una política de infradesarrollo en las regiones kurdas, donde hay pocas industrias y las poblaciones progubernamentales se benefician de la construcción de las infraestructuras ya existentes. El movimiento de mujeres kurdas -KJA, posteriormente TJA tras la prohibición de KJA por el Estado turco en 2016- vio en particular en el movimiento cooperativo no solo una herramienta para la emancipación económica de las mujeres cuyo trabajo doméstico no es reconocido, sino también como una forma de abrir espacios para los intercambios sociales, la educación y la conciencia política, lo que permite escapar de la presión de una sociedad extremadamente patriarcal y conservadora.
Hasta 2015, las cooperativas agrícolas en la región de Van eran las más desarrolladas, y se convirtieron en centros experimentales para esta nueva economía, al igual que la cooperativa textil en Diyarbakır. Existen otras cooperativas de mujeres en las regiones kurdas, en Urfa, Mardin, Mersin. Varias se han vinculado bajo la etiqueta «ekojin», marca para la distribución colectiva de su producción. Una tienda cooperativa experimental, Medya Market, se ha establecido también en Van durante los dos últimos años. El 60% de sus ventas proviene de la producción local, los salarios se comparten por igual y el margen cubre solo los costes operativos.
MEDYA MARKET
TARROS EKOJIN
A pesar de la represión particularmente dura desde el intento de golpe de estado del 15 de julio de 2016, el despido de las alcaldías del HDP[iii] ,que apoyaron los proyectos cooperativos de las organizaciones kurdas, y las numerosas detenciones de cuadros políticos, las cooperativas de mujeres de alguna manera logran sobrevivir. Algunas, como las de Van, han tenido que suspender sus actividades por completo, pero otras, en Diyarbakır o en Urfa, se niegan a darse por vencidas. Para Sevim, la enérgica líder organizadora de las cooperativas en Diyarbakır, la represión no es nada nuevo.
«Kurdistán ya había experimentando el golpe de Estado; la situación existía antes del 15 de julio 2016, pero ahora ha sido legalizada. Toda nuestra organización ha cambiado; ha habido arrestos y redadas diarias. Han intentado evitar que trabajemos y bloquear nuestros mercados. Pero no importa, si 5 se van, 10 vuelven. Nos retrasan, pero en lugar de tener éxito en un año, lo haremos en tres».
Trabajo colectivo emancipatorio, sin jefes
La cooperativa textil de Diyarbakır está establecida en un entorno urbano, pero las mujeres que trabajan allí a menudo han llegado a Diyarbakır después del exilio rural causado por diversos períodos de conflicto en los años noventa y, nuevamente, en 2015-2016. Sin embargo, su implementación urbana impulsa la distribución de sus productos, gracias a una mayor proximidad a sus compradores y una mayor diversidad social que en las zonas rurales. Solo seis mujeres han trabajado allí en marzo de 2017. El taller tuvo que ser trasladado a un sótano no identificado en un barrio de Diyarbakır para protegerlo de un posible ataque del Estado. El espacio es pequeño, sin ventanas, y para llegar a los centros de trabajo deben escabullirse a través de la colorida ropa que cuelga del techo bajo una brutal iluminación de neón.
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Vahide, una costurera, describe: «La cooperativa se estableció en 2007. Hemos estado trabajando aquí durante 10 años; yo he estado aquí 5. Hemos crecido progresivamente. Pero ha habido un paréntesis con el reciente proceso, por las condiciones políticas».
Ella explica el funcionamiento: «Comenzamos de manera simple, por ejemplo: nos hacemos con una máquina de coser, compramos otra y aumentamos el número de máquinas y de trabajadores, y de esa manera nos vamos convirtiendo en una cooperativa. Las compramos con la ayuda del Movimiento de Mujeres; no podríamos continuar sin ellos. Mantenemos cuentas mensuales, una amiga se encarga; todo se hace internamente. Ella calcula nuestros costes e ingresos. No trabajamos por un salario fijo, sino que varía cada mes. Por lo general, trabajamos de 9 a 5, pero nunca nos vamos a las 5, sólo nos vamos cuando terminamos. No hay jefe, nadie está al frente. Si alguien no puede venir, otra amiga toma su lugar».
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Para otra trabajadora, la ausencia de una jerarquía cambia toda la relación laboral:
«He trabajado para jefes antes; había una jerarquía. Lo que realmente me gusta aquí es el hecho de que no hay ninguno. Ahora sé cómo trabajar sin un jefe, antes siempre había superiores y trabajadores en el nivel inferior, era una cuestión social, pero aquí todas somos iguales. No ganamos mucho pero no importa, trabajamos juntas y no buscamos obtener ganancias».
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Una trabajadora de una cooperativa de cría de champiñones, que se abrió en marzo en Diyarbakır pero que ha cerrado después, agrega:
«Queremos productos orgánicos buenos, frescos. No usamos fertilizantes; todo es natural. Vendemos a las tiendas de comestibles o en los edificios. Lo que queremos es deshacernos de los intermediarios porque ellos son los que obtienen los mayores beneficios. Desde el productor hasta el consumidor, ése es nuestro objetivo. La relación con el vecindario es importante para ello. No trabajamos en otro lado. Queremos crear otra cultura en nuestras cooperativas, otra mentalidad; las cooperativas no son sólo una forma de pasar el tiempo, de venir cuando podemos».
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Para Vahide y para las demás trabajadoras, trabajar en una cooperativa ha cambiado su forma de vida y su puesto en el hogar y en la sociedad.
«No había trabajado antes de la cooperativa. Una amiga me lo sugirió; me gustan los textiles. Asistí a un curso hace ocho meses, pero también aprendí un poco por mi cuenta. Antes, siempre estaba en casa. El trabajo sienta bien».
«Estar casado o soltero no importa», agrega otra trabajadora. «No es cuestión de responsabilidad, de más o menos trabajo; aquí, todas están ocupadas. Las mujeres kurdas siempre tienen muchas responsabilidades. La casa da mucho trabajo, es verdad. Hacemos la mayoría de nuestras tareas domésticas por la noche, calentamos la comida. Mi esposo no está en contra del hecho de que yo trabaje, él tampoco dice que yo deba hacerlo, es mi decisión. Tengo dos hijos, pero consigo hacerlo todo. Le digo que iré a la cooperativa, él no dice nada, llevo aquí dos años. Antes de eso, no hacía nada, estaba aburrida».
El cierre de la tienda ekojin no ha detenido el movimiento de mujeres. «Ya no tenemos una tienda, pero vendemos nuestra ropa de boca en boca, la gente nos conoce, nos llaman. Tener una tienda es importante por la visibilidad, eso es cierto, pero no importa, abriremos otra. No tememos a nada porque sabemos que tenemos razón, ¡jin, jiyan, azadi! «[iv] exclama Sevim. «Hemos vencido los estereotipos. En la historia, todo comenzó con las mujeres. Intentan encerrarnos en el hogar porque saben que las mujeres pueden hacer lo que se proponen hacer. Nunca nos inclinaremos. Queríamos una vida y una economía comunales, analizamos las cooperativas en el mundo y en Turquía, recopilamos información. Cometimos errores, pero aprendimos mucho. Compartimos nuestras experiencias con otras mujeres que desean establecer el mismo tipo de proyecto. Por ejemplo, hay una cooperativa lechera, Tire Sut Kooperatif. Cuando hay que pagar, las mujeres llaman a sus maridos. Nosotras no hacemos eso. No tenemos el salario pagado a los hombres; quien trabaja, recibe el dinero. Somos una pequeña cooperativa de momento, pero tenemos grandes sueños».
En estos días, la cooperativa textil está tratando de crecer mediante la creación de contactos internacionales para la distribución de su producción.
«No debemos pensar sólo en los aspectos de producción y venta», concluye Sevim. «Lo que cuenta es que las mujeres aquí aprenden a ser independientes. Discutimos, también hay clases de geografía e historia de nuestra región. Ser mujer es difícil en el mundo, pero en Kurdistán es muy difícil, estamos en una región patriarcal; es importante que las mujeres comprendan esto y discutan sobre ello. Queremos que aprendan la vida comunitaria. Durante siglos, las personas vivieron en solidaridad, queremos volver a eso. Puedes pasar horas diciéndole a la gente cómo vivir, pero eso no es suficiente, debe convertirse en parte de la vida diaria».
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La cooperativa, un lugar importante de socialización
En Bozova, provincia de Urfa, existe una cooperativa de mujeres desde hace siete años. Las condiciones son duras en esta región extremadamente rural de cultivos de cereales, pistachos y algodón. con algo de cría de animales. La cooperativa ha logrado mantenerse a pesar de la represión gubernamental. Aunque es independiente de la red ekojin, fue parte de las iniciativas apoyadas por el movimiento kurdo, pero a una mayor distancia en esta conservadora región, donde muchas aldeas son pro-AKP. Seis meses después de la expulsión de los alcaldes del HDP, los administradores designados por el Estado recuperaron las tierras agrícolas arrendadas a un precio favorable para la cooperativa, lo que causó costes adicionales elevados en alquileres y otros gastos.
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En mayo, las instalaciones de la cooperativa están vacías. El trabajo no ha comenzado, la temporada va de junio a octubre. Aygün es la coordinadora del proyecto. Madre de cinco hijos, descubrió las cooperativas cuando su esposo se fue y ella se acercó al movimiento de mujeres. Hedibe ha vivido toda su vida en Bozova. Hablan de su experiencia con la cooperativa.
Hedibe: «Hacíamos pan, dolmas, nar ekşisi, pekmez, tomates secos… hacíamos de todo»[v].
Aygün: «Somos siete. Antes del golpe de estado, nos sentíamos cómodas, pagábamos los impuestos incluso si no ganábamos mucho para nosotras. Pero ahora el alquiler es muy caro, pagamos el agua, las facturas, ha desmotivado a las compañeras. Algunas trabajaron durante todo un año y no sacaron nada».
El establecimiento inicial fue difícil.
Aygün: «Trabajamos en base a los deseos e intereses de las mujeres. Las finanzas son el mayor problema para ellas. El dinero es muy problemático aquí, Los ricos viven en Urfa, hacen sus compras allí; los pobres se quedan aquí. Todos buscan algo de trabajo. Pero no hay inversiones. La simpatía de la población por el HDP juega en contra de los proyectos y la financiación. Hay muchas inversiones en Siverek, es feudal y sunita, por lo que cuenta con el apoyo del Estado. Pero aquí en Bozova, no hay nada. Abrimos como una asociación. Las mujeres necesitadas vinieron, queríamos apoyar a unas diez personas más o menos. Al principio, estábamos en el campo, luego vinimos aquí a Bozova para llegar a más mujeres. El ayuntamiento nos ayudó durante dos años».
A pesar de que no son miembros de la red ekojin, existen relaciones con las otras cooperativas.
Aygün: «No conocemos muy bien la cooperativa en Mardin, pero conocemos la de Van, nos reunimos con ellas. Ellas son más fuertes que nosotras. Hay una gran diferencia entre ellas y nosotras, porque aquí hay menos demanda, la red es menor. Tenemos un diálogo con las de Diyarbakır. Si hay un problema, nos apoyan. Hace una semana, fui a verlas y pedí ayuda, dijeron que nos ayudarían a encontrar un lugar para vender en el mercado, eso es genial».
En esta región conservadora, la cooperativa tiene especialmente un significado social para las mujeres. Pueden reunirse allí, trabajar juntas y forjar vínculos, intercambios, todas las cosas que no son obvias a diario.
Aygün: «Hoy en día, éstos son lugares donde podemos sentarnos juntas, discutir, beber té entre mujeres. Antes, esto era algo reservado a los hombres. Aquí todo es muy conservador, patriarcal. Un abogado amigo vino a hablar con nosotras sobre la ley, tuvimos un curso sobre finanzas, sobre género; vino un sociólogo, tuvimos un curso sobre cómo administrar una cooperativa. Tuvimos una ashura[vi]: había 30-40 personas «.
Hedibe: «Estamos entre amigas, estamos juntas. Discutimos. Es bueno cuando una mujer puede llevar dinero a casa. No había trabajado antes».
Aygün: «Las mujeres nos ayudaron con el nar eksisi, pudimos pagarles, nos sentimos felices. Hablamos de nuestros problemas, nuestras preocupaciones, aprendimos a conocernos. Nos tocamos. Puedo contarles todo. Puede parecer extraño para usted, pero las personas no se soportan aquí, las cuñadas no se quieren, no podemos contarnos nuestros problemas. Hablamos de elloa con mujeres del exterior y eso es genial».
«No tenemos ningún problema con la producción, son las ventas las que bloquean».
Si bien el aspecto social es un éxito, la cooperativa tiene problemas para vender su producción en una región pobre, donde todos tienen los mismos problemas financieros.
Aygün: «Hemos entendido que no podremos aguantar con nada más que nuestro trabajo en el futuro, resulta muy difícil. Han pasado siete años y realmente no hemos podido ayudar económicamente a las mujeres aquí. Nos gustaría obtener financiación de la Unión Europea o de cualquier otra parte, reunir a unas cincuenta mujeres y dar a conocer nuestra cooperativa. Tenemos muy poca publicidad. Además, en Bozova, las mujeres todavía trabajan en casa, hacen salça, dolmas, las revenden, pero no se reconoce como trabajo real. Queremos hacer visible el trabajo doméstico de las mujeres. Es un trabajo real. No solo en Bozova, sino también en los pueblos. Aquí hay que hacer todo por las mujeres, es importante. Hay muchas mujeres víctimas de violencia, mujeres jóvenes obligadas a casarse o casadas con hombres mayores. Se necesita un trabajo completo de educación, esto es fundamental. Espero que podamos lograr tales proyectos. La idea básica era trabajar para nosotras mismas y ganar dinero sin pagar a intermediarios.
Honestamente, no hemos tenido éxito porque no tenemos un espacio en el mercado. No tenemos problemas con la producción, son las ventas las que están bloqueadas. Queríamos abrir un sitio web, imprimir folletos, pero todo eso cuesta dinero».
Hedibe: «Hacemos algo que es bueno y hermoso, y eso es suficiente para nosotros. Pero nos gustaría tener más mujeres y realmente ayudarnos mutuamente. La situación económica es difícil, trabajan mucho en casa, pero no reciben nada por ello. Estamos a la sombra de Urfa. No hay nada aquí, ni trabajo, ni para las mujeres ni para los hombres. Y, sin embargo, Bozova es muy hermosa. Crecí aquí, no puedo vivir en otro lado. Mi hijo no tiene trabajo, se fue a Estambul y no pudo soportar la separación. Hay mucha gente pobre aquí; por ejemplo, la gente sale a trabajar en el campo por 30TL[vii] al día, incluso niños de diez años. Mi sueño es ser una mujer de negocios, ayudar a la gente, comprar cosas para los niños, para ayudarlos a estudiar.
Pero aquí, nuestro objetivo no es ganar dinero, queríamos reunirnos como mujeres, entre amigas. Las mujeres deben soportar a los maridos, trabajar en el campo, cuidar a los niños… Crié a mis hijos con muchas dificultades, sin comer a veces. No pude darles dinero de bolsillo, algunos de ellos estudiaron, pero no tienen trabajo. Yo misma, estoy cansada, hemos sufrido mucho. Me dije, voy a trabajar también, me convertiré en una mujer de negocios, pero es difícil. Pero debemos continuar. Estoy contenta de lo que hemos hecho».
En Diyarbakır como en Urfa, el aspecto económico no es lo que da fuerza a las cooperativas de mujeres en el movimiento kurdo, sino el hecho de que las mujeres trabajen juntas, tras haber estado aisladas antes, lo que les permite tener intercambios, organizarse, dar valor a su trabajo.
Si las cooperativas eran un lugar para la experimentación económica en el movimiento kurdo y un lugar de emancipación para las mujeres, su crecimiento en el Kurdistán septentrional fue brutalmente detenido por la violenta represión que ha azotado la región a partir de 2015, a pesar de la resistencia de ciertos proyectos que logran sobrevivir, sin embargo. Pero la experiencia adquirida en más de 10 años de desarrollo no se habrá perdido.
Actualmente, la economía democrática se está implementando en otra parte de Kurdistán: Rojava. En el difícil contexto de una economía sujeta a embargo, las cooperativas han sido una herramienta mediante la cual la administración autónoma ha relanzado el desarrollo económico y satisface las necesidades de la población. Ha elegido no expropiar a los grandes terratenientes, prefiriendo crear iniciativas en tierras arrendadas o en tierras pertenecientes a las colectividades.
 
NOTAS:
[i] Demokratik Toplum Kongresi, Democratic Society Congress.
[ii] Para un resumen de los intercambios: Conferencia de Economía Democrática. Una Nota Introductoria.
[iii] Partido Democrático Popular, cuyos líderes, Figen Yüksekdag y Selahattin Demirtas fueron encarcelados en noviembre 2016.
[iv] Mujer, Vida, Libertad: el eslogan del Movimiento de Mujeres Kurdas.
[v] Dolma: verduras secas para el relleno; nar eksisi: melaza de granada; pekmez: melaza de uva.
[vi] Importante fiesta para los alevis, una minoría religiosa en Turquía y Kurdistán, que conmemora la muerte de Ali.
[vii] Aproximadamente 7,50€ al cambio actual.

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