Visitando Qandil: el santuario del PKK
El pasado invierno visitamos la zona del Kurdistán turco. En aquel momento, las relaciones entre la guerrilla kurda y Turquía parecían estar mejor que nunca. El enfrentamiento armado con los independentistas kurdos, que comenzó a mediados de los años ochenta, es uno de los episodios más sangrientos de la historia del estado fundado por Kemal Ataturk. No obstante, tras la detención del líder kurdo Abdullah Öcallan en el 1999, la guerrilla hizo una revisión de su ideología y situación. Poco a poco empezaron las negociaciones y la lucha armada, aunque aún existente, quedó en un segundo plano.
Para enero de 2015 la situación estaba tan calmada que los canales de televisión kurdos debatían sobre la liberación del ideólogo del PKK, condenado a cadena perpetua y encarcelado en la isla de Imrali, en el mar de Mármara. Por primera vez en su historia, el PKK era visto desde Estados Unidos y Europa no como una organización terrorista más, sino como una de las mejores opciones para frenar al Estado Islámico. Justo esos días, las Unidades de Protección Popular y las Unidades de Protección Femeninas (YPG/YPJ), una milicia conectada al PKK, protagonizaban una heroica resistencia en la ciudad siria de Kobane, al norte del país, lindando con la frontera turca.
Aprovechando la tregua con Turquía, intentamos contactar con la organización. Tras una serie de reuniones preliminares, conseguimos que los integrantes del PKK nos invitaran a las montañas de Qandil, en la frontera iraquí, para realizar una entrevista a algunos de sus representantes. A nuestra llegada entendimos rápidamente cómo durante más de treinta años la austera guerrilla kurda había sido capaz de plantar cara al moderno ejército turco. El corazón de aquellas montañas era una fortaleza inexpugnable.
Los caminos que las ascendían y se sumergían en estrechos valles eran tan fascinantes como peligrosos. Entonces cubierta por una espesa nieve, este paraíso de emboscadas y escondites había permitido a los kurdos sobrevivir a los mayores imperios de Oriente. Incluso cuando los británicos ocuparon Irak en los años veinte del siglo pasado, los europeos prefirieron pactar con los jefes tribales antes que intentar extender la administración colonial más allá de las planicies de Nínive.
Desde esta posición, el PKK mantiene el acceso a Turquía, Irak e Irán, donde junto con Siria, dispone de distintas filiales activas. Debemos recordar que la guerrilla ha mantenido una larga lucha no sólo contra el gobierno turco, cuya guerra se ha llevado la vida de cerca de 40.000 personas, sino que también ha tenido enfrentamientos contra Teherán, el régimen de al Assad o incluso con otras facciones kurdas, como la de Massoud Barzani, actual presidente del Kurdistán Iraquí.
Dejado varios minutos atrás el último checkpoint de los peshmerga, el ejército oficial del Gobierno Regional Kurdo de Irak, empiezan a aparecer en las desérticas montañas los primeros símbolos de la guerrilla. Banderas y rostros de Abdullah Öcallan, el “Ché” de los kurdos, adornan los lados de los caminos.
Un nuevo punto de control, vigilado esta vez por dos jóvenes armados y protegidos del frío con ropas desgastadas, nos hace detener el coche. Con amabilidad, nos hacen esperar mientras comunican por una vieja radio nuestra llegada. Otros coches cruzan el sendero. Muchos civiles entran y salen diariamente en este territorio, ya que las familias kurdas están a veces esparcidas a un lado y otro de la frontera.
Nuestra marcha prosigue hasta un pequeño pueblo, donde nos invitan a té mientras esperamos. Un grupo de mujeres nos saluda y se acerca a nosotros preguntándonos amablemente por nuestro viaje. Visten como auténticas milicianas, aunque sin portar arma alguna. Poco después llegan más coches, todoterrenos hechos para aguantar las duras carreteras de las montañas. Es la hora de hacer la entrevista.
Aub Degur es uno de los dirigentes del KCK en Qandil. Distintas guerrillas kurdas como el PKK en Turquía, el PJAK en Irán o las YPG/YPJ en Siria permanecen unidas bajo la llamada Confederación de los pueblos del Kurdistán o KCK, la cual crea un proyecto para administrar la sociedad kurda en el territorio controlado por estos grupos. Este movimiento, como todas las guerrillas kurdas, está en la lista de organizaciones terroristas de la OTAN.
Sin andarnos con rodeos, le preguntamos por qué esto es así. Su respuesta es tajante, el PKK representa una amenaza para el orden establecido en la región y para los intereses de Turquía, uno de los principales aliados de Estados Unidos en Oriente Próximo. No obstante, asegura que el pueblo kurdo ha sabido ver con sus propios ojos la realidad de la organización. No miente, los guerrilleros del PKK son para la mayoría de kurdos auténticos héroes.
Con el estallido de la guerra civil siria en 2011, los kurdos aprovecharon el débil gobierno de al Assad para comenzar su propia revolución en el norte del país. Mientras combatían al Estado Islámico, las YPG/YPJ han ido instalando el sistema propuesto por el líder kurdo Öcallan, el denominado “confederalismo democrático”. Este sistema, también en funcionamiento en las montañas de Qandil, es la base fundamental de la guerrilla desde el 2000, cuando dejó atrás su pasado comunista más tradicional para adaptarse a esta nueva propuesta. Cuando les preguntamos sobre el futuro de la organización en el actual panorama mundial, con rivales tan poderosos como Turquía, Irán y el Estado Islámico amenazándoles, nos responden:
“En Oriente Próximo hay tres sistemas luchando a día de hoy entre ellos. El primero son las fuerzas internacionales, las cuales intentar cambiar el actual sistema para Oriente Próximo, porque el actual estado no responde a sus beneficios, no está en concordancia con ellos, por lo que intentan modificarlo. Son Estados Unidos, Gran Bretaña, etc… La segunda línea es el statu quo, que quiere preservar la actual situación política, por lo cual están en contra cualquier intervención o cambio. Irak representó a esta línea –bajo el régimen de Sadam Hussein– y ahora está liderada por países como Irán, Siria, Rusia o Turquía. Ahora, hay una tercera línea, el llamado confederalismo democrático, una propuesta basada en la lucha popular, basado en la idea de una nación democrática, no en el estado-nación. Esto aglomera un sistema donde todas las diferentes religiones, culturas, etnias o comunidades de Oriente Próximo podrían vivir conjuntamente en paz, administrarse y expresarse de una manera libre, sin poner demasiada importancia en las fronteras y convirtiéndolas en un problema. El PKK y la ideología de Abdullah Öcallan mantienen esta línea, que no se alinea ni con la propuesta de la Coalición Internacional ni del statu quo y que busca solventar la problemática de Oriente Próximo.”
Tras esto, les pedimos que nos expliquen cómo funcionaría este sistema político en la práctica, a lo que me XX nos explica el ejemplo en Qandil.
“El confederalismo democrático consiste en construir democracia desde las raíces. Yo soy el responsable de la administración de los pueblos de Qandil. En este sistema todo debe construirse desde abajo hacia arriba, por ejemplo, crear consejos en los pueblos, asambleas en las aldeas, etc. Por ejemplo en Qandil tenemos ahora una municipalidad donde hay asambleas locales para la gente que vive aquí. Esto intenta construir democracia incorporando a la gente en la toma de decisiones y dirigiendo ellos mismos sus propios asuntos. Yo soy sólo el coordinador de todas estas asambleas dirigidas por los habitantes de Qandil.”
En este punto se sumergen en una revisión histórica de la misma concepción del Estado que se remonta a orígenes de las polis mesopotámicas y griegas. Según su visión, aunque estas primeras formas de gobierno conseguían paliar algunas de las necesidades de la comunidad, la evolución del Estado moderno ha acabado degenerando en monopolios sobre todas las fuentes de recursos en pos del individualismo y el liberalismo.
“Es un sistema que pone más énfasis en la comunidad, no en el Estado. Organizando los vecindarios, las aldeas, los pueblos, las ciudades para que cada uno pueda resolver y administrar sus propios asuntos con sus propios recursos sin la necesidad de depender de un estado central. Esto no busca destruir al Estado, simplemente crear una alternativa donde la gente tenga suficiente confianza y autosuficiencia como para administrarse ella misma. Y también el condeferalismo democrático está en contra de la noción de poder. Por supuesto debe haber administración, pero esta administración no debe convertirse en poder, ya que entonces se transformaría en monopolio y esto corrompe a la gente. Tú puedes ser un gran intelectual, político o filósofo, pero cuando te sitúas en una posición de poder, te distancias de la comunidad y te corrompes. Así pues, en nuestro sistema hay administración, donde todo el mundo está organizado en aldeas, distritos, municipios, y donde cada día se debe resolver todo democráticamente. No buscamos construir un Estado en sí, sino otorgar a la gente el derecho a autogobernarse. De este modo, allá donde haya una comunidad singular, con una cultura, religión o identidad propia, ésta deberá tener su propia capacidad para autogobernarse.”
Esto mismo pasó en el monte Shingal (o Sinjar). Cuando la minoría religiosa de los yazidíes fue atacada por el Estado Islámico el pasado verano, tanto el ejército iraquí como los peshmerga de Barzani se retiraron de la zona en un primer momento. Los únicos que acudieron a defender a esta comunidad kurda fue la guerrilla del PKK y las YPG/YPJ. Meses después, el presidente del Kurdistán iraquí amenazó a las guerrillas de empezar a crear un cantón en Shingal siguiendo los pasos del confederalismo democrático. Aunque el monte y la ciudad de Shingal está en teoría dentro del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí, los yazidíes parecían estar tan agradecidos por su rescate a la guerrilla que se habían empezado a interesar en su proyecto político. Esto empeoró las relaciones entre el PKK y Barzani, quien acusó a la guerrilla de entrometerse en su territorio.
La ideología del KCK incluye también una fuerte línea feminista. Todos los periodos de instrucción en algún servicio público, así como el ejército o la policía, incluyen un curso intensivo de feminismo. Y no sólo eso:
“En KCK y el PKK tenemos un sistema. Nunca hay puestos encargados a una sola persona, siempre son mínimo dos: un hombre y una mujer. Incluso aquí en este cargo de Qandil hay dos, así como en cualquier institución del confederalismo democrático.”
La guerrilla ha llegado hasta el extremo de garantizar militarmente la emancipación de la mujer creando brigadas exclusivas de mujeres y comandadas por mujeres. En Siria son conocidas como las Unidades de Protección de la Mujer o YPG (Yekîneyên Parastina Jinê). Aunque su existencia se remonta a años atrás, recientemente destacaron en los medios de comunicación por representar todos los valores opuestos al Estado Islámico y por la dura lucha que mantienen contra esta organización yihadista.
Aunque el confederalismo democrático se muestra como el modelo ideal para Oriente Medio, la realidad geopolítica presenta muchos problemas. Aunque este proyecto tenga apoyo entre la comunidad kurda, carece de suficientes seguidores dentro de otras culturas mayoritarias como puede ser la árabe o la turca. Los gobiernos nacionales tienen además su propia agenda e intereses, así como la comunidad internacional, que extrañamente querría comprometer su política en la región en pos de lo que consideraría un experimento político arriesgado. Cuando preguntamos sobre el carácter utópico del proyecto:
“Vayamos al principio. En Oriente Próximo árabes, kurdos, persas, asirios, etc. han convivido siempre unos con otros durante miles de años. La razón del conflicto entre estos pueblos y diferentes identidades ha sido el liberalismo, que ha creado disensiones y enemistades en busca de su propio interés, basándose en la estrategia de dividir y conquistar. Dentro del PKK hay gente de diferentes naciones, etnias o religiones: persas, árabes, europeos, trabajando unos con otros. No somos un movimiento nacionalista, sino un movimiento democrático. Nuestra meta es crear un sistema donde todas estas comunidades convivan unas con otras sin recurrir a la violencia. Esto implica que el confederalismo democrático sea un sistema que no se pueda imponer por la fuerza, ya que como hemos dicho tiene que surgir de la base social y de manera voluntaria.”
En su dura crítica contra el modelo capitalista, el confederalismo propone una economía basada en el ecologismo, rompiendo con la producción masiva y descontrolada y especialmente, con el consumismo. Dado que las guerrillas se han asentado sobre todo en zonas poco industrializadas y con una economía diezmada por la guerra, es difícil apreciar si este modelo se asienta bien en un mercado tan globalizado como el actual.
Terminada la entrevista, insisten en llevarnos a un lugar cercano. Es importante para ellos, nos dicen. Subimos en coche la ladera de la montaña hasta llegar a una explanada en lo alto. Allí, en lo recóndito de aquellas montañas, yace un bello mauseoleo dedicado a los guerrilleros caídos por la causa. Varios centenares de losas de mármol recuerdan las vidas sacrificadas por el sueño kurdo. Al fondo, tres tumbas frescas, las últimas bajas de la lucha contra el Estado Islámico. El silencio de Qandil es ahora su descanso.
A lo largo de los meses siguientes, las relaciones entre Turquía y el PKK empeoraron drásticamente. La guerrilla acusó repetidas veces al gobierno turco de apoyar al Estado Islámico en la frontera con Siria e Irak y usarlos como una herramienta para intentar debilitar la revolución kurda y al gobierno de al Assad. La tregua se mantuvo no obstante incluso durante las elecciones generales de Turquía, donde cuatro miembros del Partido Democrático de los Pueblos (HDP) fueron asesinados en dos atentados. Este partido, defensor de la causa kurda, logró entrar por primera vez en el Parlamento turco, considerándose todo un éxito democrático que podría beneficiar a las negociaciones de paz.
No obstante, el atentado de Suruç, atribuido a un suicida del Estado Islámico, y donde murieron 33 activistas prokurdos, traería dramáticas consecuencias. Tanto el PKK como el Partido Democrático de los Pueblos acusaron al gobierno turco de haber permitido el atentado. 48 horas después, dos policías turcos aparecían asesinados en la frontera. La guerrilla kurda se atribuyó la ejecución, alegando que los dos oficiales colaboraban con el Estado Islámico. El presidente turco declaró rota la tregua y ordenó bombardear masivamente los cuarteles de la guerrilla en el este del país, e incluso en Qandil. Justificándolo como una lucha contra el terrorismo, el ejército turco asegura haber matado ya a más de 700 guerrilleros. El PKK, por su parte, ha vuelto a su estrategia de atentados y emboscadas diarias.
Hoy, el silencio de aquella montaña se ha quebrado una vez más y sus valles se iluminan con el eco de las bombas. Pese a todo, esta tierra eternamente sacudida por los vientos de guerra conserva una belleza única, tan intacta y eterna como la esperanza de quienes viven en ella.
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Todas las fotografías de Antonio Ponce Aguilar