Tres no kemalistas dan forma a la visión de una nueva Turquía

The Kurdish Center for Studies – Mohammad Sayed Rassas – 5 agosto 2025 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid
No es casualidad que Devlet Bahçeli, líder del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) de Turquía, lanzara su iniciativa el 22 de octubre de 2024, cuando invitó al líder del PKK, Abdullah Öcalan, a «hablar en el Parlamento turco para poner fin a la lucha armada y disolver el Partido de los Trabajadores de Kurdistán PKK». Ese día, con la cumbre de los BRICS celebrada en Kazán, Rusia, la danza de Turquía entre la Casa Blanca y el Kremlin, que comenzó el 9 de agosto de 2016 con la cumbre entre los presidentes ruso y turco, llegó a su fin. Fue entonces cuando se rechazó la solicitud de Turquía para unirse a los BRICS. Esto quedó claro tres semanas antes en la declaración del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov: «BRICS es una entidad compuesta por países con una visión compartida. La adhesión también requiere adoptar una postura que se aparte de la posición europea sobre Ucrania» (Zaman Arabic, 30 de septiembre). Cabe destacar que Irán se unió a los rusos en el rechazo de la solicitud de Turquía.
Aquí, horas después del anuncio de Bahçeli, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, respaldó la iniciativa. La sorpresa fue el propio impulsor, miembro de un partido nacionalista pan-turco con posiciones extremadamente chovinistas hacia los kurdos y conexiones con el establishment militar y el Estado profundo. Sin embargo, el rápido respaldo de Erdoğan indicaba tanto la seriedad de la propuesta como que era el resultado de una importante reevaluación interna dentro del Estado turco.
Mirando atrás, el fin de la política de «giro hacia Oriente» de Turquía aquel día en Kazán representó una nueva expresión de la crisis de Turquía en las relaciones internacionales. Desde su fundación en 1923, la Turquía moderna ha desempeñado un papel funcional alineado con Gran Bretaña contra los bolcheviques. Su neutralidad fue comprada a Londres y París en la segunda mitad de la década de 1930, cuando se avecinaba la Segunda Guerra Mundial, seguida de su papel funcional en la OTAN desde principios de la década de 1950 contra los soviéticos, y en el intento de establecer una «OTAN de Oriente Medio» a través del Pacto de Bagdad en 1955.
Con el fin de la Guerra Fría, marcado por la victoria de la Casa Blanca sobre el Kremlin en 1989, Turquía experimentó una pérdida de su tradicional papel funcional en las relaciones internacionales. El presidente Turgut Özal, poco antes de su muerte en 1993, afirmó que «Turquía pertenece a un mundo turco que se extiende desde el mar Egeo hasta el Turquestán chino», en un intento por asegurar el papel de Ankara junto a Washington en la organización de un área geopolítica resultante del colapso de la Unión Soviética. Esta región servía de barrera geográfica entre el antiguo adversario de los estadounidenses, Moscú, y un adversario latente y en auge económico que empezaban a percibir en China.
Luego llegó el primer ministro islamista Necmettin Erbakan en 1996 y 1997, quien propuso un giro hacia el sur, hacia Irán, Irak y Siria, antes de que los militares dieran un golpe de Estado el 28 de febrero de 1997, con el beneplácito de Estados Unidos. Después de él, Erdoğan y su partido llegaron al poder en 2002, presentando a los estadounidenses —que estaban conmocionados por los atentados del 11 de septiembre de 2001— el argumento de que «los discípulos de Hassan al-Banna son los mejor equipados para enfrentarse a Al Qaeda, Bin Laden y Zawahiri». Este enfoque erdoğanista fue apoyado por los estadounidenses a través de su respaldo interno contra sus antiguos aliados dentro del establishment militar turco.
Erdoğan se convirtió entonces en el contratista e intermediario que proporcionó cobertura estadounidense al ascenso al poder de los islamistas en Túnez y Egipto en 2011 y 2012, y a su participación en Libia y Yemen. La retirada del apoyo de Washington a los islamistas, junto con su respaldo al golpe de Estado del 3 de julio de 2013 en Egipto, marcó el inicio de las tensiones en las relaciones turco-estadounidenses. Esta tensión solo terminó en Damasco el 8 de diciembre de 2024, cuando Washington patrocinó el ascenso al poder de los islamistas en colaboración con Ankara. Esto supuso un duro golpe para Moscú y Teherán y puede describirse como un ataque de represalia lanzado por Erdoğan en respuesta al ataque ruso-iraní en Kazán un mes y medio antes. Así como El Cairo 2013 marcó el inicio de las tensiones de Erdoğan con los estadounidenses, su posterior cooperación con ellos en la Siria posterior a Bashar al-Assad recuerda su alineamiento durante el período 2002-2013.
En este contexto, es probable que la iniciativa de Bahçeli extraiga profundas lecciones, no solo de la crisis derivada de la pérdida por parte de Turquía de su papel funcional tradicional en las relaciones internacionales, que comenzó en 1991, sino también de la crisis estructural del Estado turco desde su fundación en 1923 por el ministro de Asuntos Exteriores británico Lord Curzon. En aquel momento, el papel funcional externo del Estado turco proporcionaba protección internacional y beneficios económicos, lo que servía para enmascarar o mitigar la fragilidad interna del Estado del Tratado de Lausana.
Cuando la situación interna estalló, como en 1925, 1930, 1937-1938 y 1984-2024, el mundo exterior se apresuró a evitar el colapso o la fragmentación. Incluso cuando Erdoğan apaciguó a los estadounidenses en Libia contra los rusos —que apoyan al general Khalifa Haftar en el este— y cuando apaciguó a los rusos en Siria entre 2016 y 2020, lo que enfureció a los estadounidenses, este doble juego le reportó pocos beneficios. Luego, mientras se acercaba a los rusos y los iraníes en Siria, se encontró en desacuerdo con ellos en el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia de 2020 a 2023.
Quizás uno de los muchos motivos detrás de la iniciativa de Bahçeli, junto con la de Erdoğan, era el temor a un vacío de poder iraní en la región tras la derrota de los aliados de Teherán en Gaza y Líbano en otoño de 2024, y los posibles costes para Turquía si este vacío se llenaba sin la participación de Ankara, especialmente en Siria. Probablemente esta sea la razón de la prisa de Ankara, junto con Washington, por elaborar una operación para derrocar a Bashar al-Assad entre el 27 de noviembre y el 8 de diciembre. Erdoğan sabía que esto suponía una traición a sus socios de Astana y Sochi, Vladimir Putin y Ali Jamenei, y un duro golpe para ellos. Sin embargo, Washington lo consideró necesario para acabar con el eje iraní y debilitar a Rusia antes de las negociaciones sobre Ucrania.
No obstante, la explicación más profunda de la iniciativa de Bahçeli es que Turquía, flotando externamente y sin anclaje, ya no es eficaz mientras no se aborde su fragilidad interna. La cura para el dolor interno de Turquía reside en sanar su mayor mal: que es una república fundada ideológicamente sobre un nacionalismo excluyente y erradicador dentro de una sociedad multiétnica.
Es notable que esto provenga del líder de un partido turco nacionalista turanista y del líder de un partido islamista, y que su iniciativa esté dirigida a un líder encarcelado en una isla aislada. Se trata del líder de un partido que combinaba el marxismo con el nacionalismo kurdo. En su nuevo siglo, desarrolló la teoría de la «nación democrática», que aboga por una patria sin una identidad nacional fija, donde los ciudadanos disfruten de libertad política e igualdad, mientras que sus etnias, religiones y sectas vivan en libertad y pluralismo cultural, ritual y lingüístico.
Estas tres figuras están en desacuerdo con el kemalismo. ¿Llegarán a un acuerdo, especialmente después de que Öcalan diera señales positivas sobre la iniciativa de Bahçeli-Erdoğan el 27 de febrero? Posteriormente, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) respondió positivamente en su XII Congreso celebrado el pasado mes de mayo. Cemil Bayik, copresidente del Consejo Ejecutivo de la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK), anunció la búsqueda de «la resolución de la cuestión kurda por vías políticas y legales» (Agencia de Noticias Hawar, 18 de mayo), después de que el congreso del partido acordara «disolver la estructura de la organización y poner fin a la lucha armada».