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Sudáfrica, el papel de la política progresista

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Sudáfrica es uno de los pocos países del mundo donde el partido comunista es parte de una coalición gubernamental. Pero a pesar de ciertas esperanzas (o temores) de que el socialismo tomaría el control, esto no ha sucedido. Sudáfrica enfrenta grandes problemas pero también oportunidades para vencerlos ¿Cuáles son las perspectivas para la  partidos progresistas en los estados capitalistas en el siglo XXI? ¿Que tipo de papel progresivo juega Sudáfrica en el continente africano y tal vez en el mundo entero?

 
“Desafiar la Modernidad Capitalista II” – Hamburgo, Alemania – 4 abril 2015
Ponente: Alex Mohubetswane Mashilo[1], 5 de abril 2015

Video: Alex Mohubetswane Mashilo

 

Introducción

El Partido Comunista de Sudáfrica (SACP) expresa su mensaje de la más firme solidaridad revolucionaria con el pueblo de Kurdistán y el camarada Abdullah Öcalan, amigo de nuestro ex Presidente, el camarada Nelson Mandela, quien fue encarcelado durante 27 años en una isla por ser un luchador por la libertad. Muchos de nuestros líderes del SACP y nuestro aliado desde largo tiempo, el Congreso Nacional Africano (ANC), fueron arrestados y encarcelados por la misma razón. Muchos han muerto o han desaparecido sin más, o fallecieron en el exilio durante el transcurso de nuestra lucha. Hay una serie de sorprendentes similitudes entre la historia de nuestra lucha de liberación y la lucha del pueblo de Kurdistán. Es nuestra rica experiencia en la lucha la que nos hace creer razonablemente que el camarada Abdullah Öcalan quedará un día libre de su prisión y, tras su liberación, como el Presidente Nelson Mandela, será aclamado por sus oponentes como su héroe a partir de ese día.

Durante mi preparación para asistir a esta conferencia, la Liga Comunista de Zimbabwe, por medio de su Secretario General, el camarada Ian Beddowes, me pidió que expresara su mensaje de solidaridad revolucionaria con el pueblo de Kurdistán. La Liga Comunista de Zimbabwe declara que su lucha es también su lucha, porque sin vuestra libertad ninguna parte del mundo puede jamás pretender ser libre.

Después de interactuar con varios compañeros y participantes, académicos y no académicos, presentes aquí desde el 2 de abril, me ha parecido necesario introducir algunos cambios en la exposición que había preparado. Y ello para mejorar la comprensión internacional de la situación sudafricana, especialmente el funcionamiento de nuestra Alianza de liberación, dadas sus características únicas. En segundo lugar, para el lector que ya esté familiarizado con la revolución sudafricana, espero que mi presentación aporte alguna claridad sobre nuestra situación actual.

Sin embargo, en interés de otros lectores, voy a exponer el programa mínimo conjunto de nuestra Alianza, la Carta de la Libertad y el proceso de lucha para lograr su plena aplicación, la Revolución Democrática Nacional (NDR). Finalizaré destacando los logros de la revolución desde nuestra ruptura democrática en 1994, empezando por ésta misma. Esta ruptura democrática de 1994 es nuestro principal hito en siglos de historia y luchas que, durante décadas, llevaron a cabo nuestros pueblos, que combatieron contra el colonialismo y las guerras de conquista y desposesión que sufrieron. Pero primero debo resumir la tesis central de esta presentación, dejando que sus conclusiones se vayan desarrollando según avanzo.

La ruptura democrática de 1994, la Tesis de Abril de Sudáfrica

Nuestra tesis central en el presente documento es que el logro de una ruptura democrática en abril de 1994 en Sudáfrica desalojó el régimen del apartheid y sentó las bases para la transformación progresista y el desarrollo de una sociedad democrática. Sin embargo, esta transición no desalojó la dictadura de la burguesía blanca de Sudáfrica y de la burguesía imperialista de la economía del país. Este poder económico no elegido, que ha penetrado en profundidad y es el principal beneficiario, en términos económicos, de nuestra transición embrionaria constituye la dictadura de la burguesía en la economía de nuestro país. El poder económico no elegido de la burguesía, que es por sí mismo el poder político, también actúa como contrapeso contra la transformación democrática. Además, constituye, y de diversas maneras, una fuerza sistémica contraproducente que impone limitaciones estructurales al poder democrático del pueblo y del Estado, especialmente de sus ramas electas, del parlamento y del gobierno.

Esto es apoyado por la estructura de poder internacional de la dictadura burguesa, incluyendo una amplia gama de instituciones internacionales financieras y «no financieras»; las agencias de calificación que atacan la economía por medio de las bajadas de categoría cada vez que la política pública va en contra de los intereses imperialistas; la mayor movilidad del capital y vulnerabilidad ante la fuga de capitales permitida por la globalización neoliberal; y los poderosos Estados imperialistas que nunca vacilarán en pasar de su manipulación cotidiana a la intervención activa en forma de sanciones, bloqueos económicos, cambios de régimen y, en el extremo, a través de la agresión militar. El carácter revelador del contexto internacional está lleno de experiencias semejantes, a las cuales ninguna política progresista o revolucionaria es inmune.

Todo esto tiene como efecto frenar el avance de una transformación más radical, por no decir revolucionaria, que implique el desarrollo de una economía democrática nacional como uno de los pilares fundamentales de la construcción de una sociedad democrática nacional. Como lo expresó Karl Marx hace mucho tiempo, en 1852, en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte»: Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen como les place; no la hacen bajo circunstancias seleccionadas por ellos mismos, sino bajo circunstancias ya existentes, dadas y transmitidas desde el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas agobia como una pesadilla los cerebros de los vivos». La experiencia sudafricana muestra la perpetuación de la antigua forma de explotación del capital y, externamente, la dominación imperialista del país, que actúa directamente como antítesis de la construcción de una sociedad democrática nacional.

Si uno entiende correctamente la libertad como libertad de todas las formas de opresión, en Sudáfrica hemos alcanzado una relativa libertad desde la existencia y el gobierno del régimen del apartheid. Pero todavía estamos por liberarnos de la explotación económica del trabajo por el capital y de la explotación nacional de nuestro país por el imperialismo.

A nivel internacional, nuevos estratos de acumulación de capital privado han surgido en otras partes fuera de la tríada de economías de los viejos centros imperialistas de Norteamérica, Europa y Japón. Estos también han puesto su pie en la economía de Sudáfrica. Mientras tanto, se produce la aparición de nuevos estratos entre los históricamente oprimidos, basados ​​en la acumulación de capital privado, como resultado de la reconfiguración de clases de la sociedad sudafricana. Pero independientemente de las apariencias externas, todos estos nuevos estratos no han alterado la dirección general de la explotación del trabajo por el capital en el país. Por lo tanto, no estamos en posición de afirmar que hemos alcanzado la libertad en su significado esencial y completo. ¡Es por eso que la lucha por la libertad tiene que continuar, sin importar cuán compleja sea la situación actual!

El carácter de la Alianza dirigida por el ANC y su programa básico

La sociedad sudafricana está dirigida por una alianza de liberación compuesta por el ANC, el principal componente organizativo de la Alianza, el SACP y el movimiento sindical progresista bajo el liderazgo del Congreso de Sindicatos de Sudáfrica (Cosatu). Cada socio en la Alianza es una formación independiente, con su propia identidad independiente, misión histórica y programa, y ​​por lo tanto, un centro del propio poder del pueblo. La Alianza reúne la suma de los puntos fuertes de sus socios. Lo que lo hace, organizacionalmente, un centro combinado del poder del pueblo bajo el liderazgo del ANC. La Alianza representa la expresión organizativa de las perspectivas y estrategias compartidas por sus componentes para llevar a cabo la lucha de liberación de Sudáfrica hasta su lógica conclusión. Como centro del poder del pueblo, la Alianza es apoyada por una serie de formaciones sociales que constituyen el Movimiento Democrático de Masas de Sudáfrica (MDM). La Alianza está comprometida con el desarrollo de órganos de poder del pueblo en las comunidades como parte de su programa para construir una sociedad democrática nacional.

El programa de transformación creado durante el transcurso de nuestra lucha de liberación es el nexo de unión de los socios de la Alianza. Se le conoce como NDR. Según el programa político del SACP, el NDR es la ruta más corta y directa hacia el socialismo bajo las condiciones históricas de Sudáfrica. Volveremos a este punto a su debido tiempo.

De acuerdo con los principios constitutivos de la Alianza, cada componente se reserva el derecho a perseguir su propio programa independiente y misión histórica. Como formaciones independientes, los socios de la Alianza se reservan el derecho de movilizar tanto a sus respectivos electores como a la sociedad en general en apoyo de sus propias perspectivas políticas. Esto también en el caso de que existan diferentes aspectos que no encuentren expresión ni en el programa mínimo inmediato o general de toda la Alianza de Liberación.

Esto nos lleva a una explicación de lo que la Alianza NO es.

La Alianza dirigida por el ANC no es una coalición. Se diferencia de aquellas coaliciones que, en su mayor parte, forman gobiernos tras impugnar las elecciones como partidos separados, pero se enfrentan a la realidad de que ningún partido ha obtenido una mayoría absoluta en las urnas ni es capaz de formar un gobierno solo bajo su propia bandera.

Por lo tanto, nuestra Alianza no es un arreglo táctico sino una alianza estratégica.

En términos electorales, la Alianza compite bajo el estandarte único de su principal componente organizativo: el ANC. Esto es importante por muchas razones; una es la necesidad de construir la máxima unidad de propósito en la acción sobre el terreno, porque si las personas que luchan por su libertad están divididas, es mayor la posibilidad de fallar o caer. Desde las primeras elecciones generales democráticas de 1994, la Alianza ha ganado todas las elecciones nacionales a través de una plataforma unificada del ANC con el apoyo de las formaciones MDM; por mencionar sólo algunas: el movimiento cívico progresivo, la Organización Cívica Nacional Sudafricana (SANCO); estudiantes progresistas, jóvenes, mujeres, veteranos de lucha y organizaciones comunitarias. Estas victorias electorales fueron abrumadoras victorias mayoritarias, ascendiendo desde el denominador más bajo en el eje vertical, 62% en las últimas elecciones generales celebradas el 7 de mayo de 2014.

Otro pilar que rige los principios constitutivos y operativos de la Alianza es la doble afiliación. Este principio fomenta el desarrollo de una base de socios compartida, basada en la ubicación de cada socio de la alianza respecto a las relaciones sociales de producción. Por ejemplo, el movimiento sindical se asienta en el punto de producción donde organiza a los trabajadores; el SACP es un partido político de clase obrera; el ANC es una formación nacional multi-clase que se define como una ‘fuerza disciplinada de la izquierda’, escorada hacia la difícil situación de los trabajadores y de los pobres, poniendo así sus intereses en el centro de su estrategia y táctica.

Por lo tanto, y esto teóricamente hablando, dentro del ANC como movimiento nacional multi-clase hay una intersección de intereses de clase que se relacionan entre sí por medio de la dialéctica de unidad y conflicto de opuestos, como es el caso entre capital y trabajo en la economía. Es probable que este proceso se profundice a medida que las contradicciones de clase de la sociedad sudafricana se agudicen y la conciencia revolucionaria de la clase obrera como un todo se desarrolle a un nivel superior.

En este contexto, y teniendo en cuenta los principios constitutivos de la Alianza y su funcionamiento, la influencia mutua entre sus componentes se convierte en un proceso orgánico y no necesariamente tiene que esperar a las reuniones de la Alianza para que la conciencia política se desarrolle y se adopten nuevas políticas. En esta lucha, la misión histórica de la clase trabajadora sigue siendo la de desarrollar sistemáticamente su contenido de clase y su liderazgo, no sólo en la sociedad en general, sino en particular dentro y a través de la Alianza como la fuerza organizativa líder de la sociedad sudafricana.

El desarrollo de una política progresista

Las raíces de la política progresista, que son al mismo tiempo revolucionarias en el contexto histórico de Sudáfrica, simultáneamente desarrolladas y unificadas por la Alianza, fueron codificadas en 1955 en un documento visionario titulado Carta de la Libertad. Este documento era la expresión de las aspiraciones y la unidad existentes entre nuestro pueblo en ese momento, organizadas en la forma de la Alianza del Congreso[2], encabezada por el ANC, que representa a la mayoría africana y que comprende organizaciones que representan a los otros tres grupos nacionales importantes, el Congreso de los Pueblos de Color y el Congreso de Demócratas, que representan a los blancos democráticos opuestos a la opresión nacional, pero también al Congreso de Sindicatos de Sudáfrica (SACTU) que representa al movimiento sindical progresista.

La Alianza del Congreso coordinó el Congreso del Pueblo para trazar el futuro de Sudáfrica. Durante este período de opresión nacional con la explotación capitalista colonial como base, el Partido Comunista ya había sido prohibido en 1950 por el régimen del apartheid. A pesar de ello, el Partido desempeñó un papel importante a través de sus activistas y líderes, que trabajaban en la clandestinidad en la organización de la Alianza, en la coordinación de la conferencia y en la redacción de la Carta de la Libertad que el Congreso consideró y adoptó. Los miembros y líderes del partido estaban involucrados en todos y cada uno de los componentes de la Alianza en todos los niveles.

El papel de la política progresista en una sociedad capitalista

La Carta de la Libertad define la visión de una nueva sociedad nacional democrática, su carácter económico, social y político. La Carta representa el programa para la transformación democrática de Sudáfrica bajo el liderazgo organizacional del ANC en alianza con el Partido Comunista y el movimiento sindical progresista.

La Carta de la Libertad dice: «Sudáfrica pertenece a todos los que viven en ella, blancos y negros, y ningún gobierno puede reclamar justamente la autoridad a menos que se base en la voluntad de todo el pueblo». Esto capta la esencia de la necesidad de construir una sociedad democrática no racial. La Carta pide la abolición de todas las leyes que discriminan por motivos de raza, color, origen étnico, creencias, etc. Bajo la llamada del clarín: «El pueblo gobernará», la Carta garantiza a todos los adultos el derecho a votar y presentarse como candidato a las elecciones en todos los órganos legislativos e, igualmente importante, el derecho a participar en la administración del país. La Carta de la Libertad está anclada en el logro de la libertad, basada en la igualdad de los derechos políticos, económicos y sociales de todos. A diferencia de la anterior época de opresión colonial, la transformación de Sudáfrica en el marco de la Carta de la Libertad requiere una completa libertad de cultura, idioma, dignidad humana y derechos humanos para todos. Esto incluye el derecho a practicar cualquier religión de su elección, o a no elegir ninguna religión en absoluto. La Carta de la Libertad pide igualdad de derechos para todos los grupos nacionales y su protección por ley contra los insultos a su raza y orgullo nacional. Suprime la prédica y la práctica del desprecio y la discriminación nacional, racial o de color, y pide que éstos sean delitos punibles por la ley. Algunos de estos principios, si no todos ellos, son bastante similares a los defendidos por el camarada Abdullah Öcalan en Kurdistán.

La Carta de la Libertad propone un programa de transformación económica y social. Coloca los derechos económicos y sociales al mismo nivel que los derechos políticos. Reconoce, por ejemplo, que «nuestro pueblo ha sido privado de su derecho a la tierra, a la libertad y a la paz mediante una forma de gobierno fundada en la injusticia y la desigualdad». A continuación, pide la abolición de las restricciones de la propiedad de la tierra sobre una base racial y aboga por una reordenación de toda la tierra entre los que la trabajan, con el fin de desterrar la hambruna y la necesidad de tierra. La Carta reconoce además que Sudáfrica nunca será próspera ni libre hasta que toda su gente, sin distinción de raza, color, origen étnico, afiliación religiosa o sin afiliación, viva en hermandad y disfrute de los mismos derechos y oportunidades. Llama a lograr este imperativo democrático.

La Carta de la Libertad propone un programa de transformación económica que promueve lo siguiente:

  • Restaurar la riqueza nacional de Sudáfrica y el patrimonio de todo su pueblo, que compartirá la riqueza del país;
  • Transferir la riqueza mineral bajo el suelo, los bancos y la industria monopolística a la propiedad del pueblo en su conjunto;
  • Regulación de toda la industria y el comercio para ayudar al bienestar de la gente;
  • Igualdad de derechos para todas las personas para comerciar donde lo deseen, para fabricar y realizar todos los oficios, artesanías y profesiones;
  • El derecho de todos los trabajadores a ser libres para formar sindicatos, elegir a sus dirigentes y negociar acuerdos salariales con sus empleadores;
  • El derecho y el deber de todos al trabajo, la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de personas de todas las razas para recibir un salario igual por un trabajo de igual valor y obtener las prestaciones de desempleo completas;
  • Una semana laboral de cuarenta horas, un salario mínimo nacional, vacaciones anuales pagadas, licencia por enfermedad para todos los trabajadores y licencia de maternidad con salario completo para todas las madres trabajadoras.

Mediante estas medidas, la Carta de la Libertad establece las bases para el desarrollo de una economía democrática nacional como pilar de una sociedad democrática nacional. En el mismo sentido, racionaliza los siguientes derechos de justicia social:

  • Abrir las puertas al aprendizaje y la cultura fomentando, entre otras cosas, a través del gobierno, el descubrimiento y el desarrollo del talento nacional para la mejora de la vida cultural;
  • Educación gratuita, obligatoria, universal e igual para todos los niños;
  • Apertura de la educación superior y de la formación técnica a todos mediante subsidios estatales y becas otorgadas por mérito;
  • Eliminar el analfabetismo adulto mediante un plan estatal masivo de educación;
  • Vivienda digna, comodidad familiar y seguridad para todos;
  • Atención sanitaria de calidad universal.

En el corazón de la Carta de la Libertad está el objetivo de poner fin a lo que el SACP, en su programa político de 1962, «El camino a la libertad sudafricana», se refiere como «Colonialismo de un tipo especial» (CST) y eliminar todas las formas de servidumbre. El concepto de CST capta la realidad del pasado de Sudáfrica desde el punto de vista de que los opresores coloniales vivían en el mismo territorio que los oprimidos. Sin embargo, este territorio estaba geográfica, política y económicamente definido por las necesidades de quienes se encontraban racialmente en el campo del opresor y en términos de clase se basaba en el subdesarrollo de los oprimidos nacionales que se encontraban sobreexplotados. La opresión colonial fomentó las relaciones patriarcales de dominación y varió éstas según el régimen de «supremacía» blanca. Según el SACP, el estatus colonial de Sudáfrica del CST fue diseñado en interés del imperialismo cuando Gran Bretaña «concedió» la «independencia» en 1910 y se estableció el estado sudafricano, entonces en la forma de la Unión de Sudáfrica[3].

Por lo tanto, el imperialismo constituyó la dimensión externa del CST en Sudáfrica. En otras palabras, o en términos de la teoría de los sistemas mundiales y del concepto de «desarrollo del subdesarrollo», se construyeron dos dimensiones coloniales núcleo-periferia que interactuaban, ambas implicando el desarrollo del núcleo por medio del subdesarrollo de la periferia.

La dimensión externa significaba que Sudáfrica como periferia estaba subdesarrollada colonialmente gracias a la explotación nacional capitalista para avanzar hacia el desarrollo en los centros imperialistas como núcleo.

La dimensión interna significaba que el pueblo africano en particular y los negros en general quedaban subdesarrollados, como periferia interna, para hacer avanzar el desarrollo de los blancos que caían bajo el campo del opresor nacional y del explotador de clase racista como núcleo interno.

En términos de clase, que fueron y siguen siendo el último factor decisivo, el opresor se constituyó tanto por la burguesía del núcleo imperialista como por la burguesía blanca de Sudáfrica, que estaba igualmente interesada en la explotación despiadada de los oprimidos. Esto no sólo debido a la explotación capitalista general de la clase obrera como un todo, sino implementado mediante la opresión nacional y la dominación de género.

La política progresista en Sudáfrica, como tal, no sólo se ocupa de la eliminación de las condiciones internas y las dinámicas de la opresión y la explotación. Por sus propios orígenes y líneas de desarrollo, se preocupa igualmente por las fuerzas estructurales y los procesos subyacentes que constituyen el entorno global en el que se crean, desarrollan y reproducen las condiciones internas de opresión y explotación. En su esencia revolucionaria, la política progresista, como tal, reconoce al capitalismo en Sudáfrica como una relación colonial que ha sido impuesta desde el exterior. En su carácter radical y revolucionario, la política progresista de Sudáfrica comprende claramente que es imposible desarraigar las relaciones coloniales sin «IR A LAS RAÍCES», como declara el SACP; es decir, sin desarraigar finalmente toda la base de clases del capitalismo.

Por tanto, si la historia de toda la sociedad existente hasta ahora es la historia del opresor y el oprimido, entonces el imperialismo representa nuestro actual instrumento dominante de opresión internacional por el opresor sobre los oprimidos. Utilizando el poder de los estados-nación más poderosos y de las corporaciones transnacionales que controlan el capital, el opresor explota al pueblo de las naciones oprimidas nacionalmente, aportando menos capital en sus economías y extrayendo más plusvalías, expresadas en ganancias en su forma monetaria última. Esta relación de capital se fortalece cada vez más para extraer más a un ritmo creciente, a veces denominado «competitividad». Ésta es la historia que Sudáfrica ha experimentado y experimenta aún con alcances que varían continuamente.

La política progresista en Sudáfrica está alineada con el camino del desarrollo internacional que busca independizarse del imperialismo, la última etapa de la explotación capitalista y sus consecuentes formas de opresión nacional e internacional[4]. En este contexto, el desarrollo de la economía democrática nacional representa un programa de transformación para alterar no sólo el equilibrio de fuerzas de clase nacional, sino también las relaciones de poder internacionales y la independencia segura de todas las formas de dominación externa, en particular el imperialismo. Es muy importante destacar este punto, porque la liberación nacional o política completa y la emancipación social son imposibles sin emancipación económica, que es imposible bajo el yugo del imperialismo, siendo su última manifestación el neoliberalismo. Esto nos lleva a otro rasgo esencial de la política progresista.

En Sudáfrica, la línea de desarrollo de la política progresista, avanzada en términos de la Carta de la Libertad, sentará la base indispensable para el avance hacia el socialismo. Esto está en el centro de lo que el SACP se refiere cuando dice que el NDR es la ruta más corta y más directa al socialismo en el contexto histórico de Sudáfrica. Sin embargo, esto no presupone un proceso en dos etapas. Por el contrario, el NDR y la lucha por el socialismo son dialécticamente reforzantes, es decir, avanzan simultáneamente. En otras palabras, la profundización de la lucha por el socialismo refuerza el avance revolucionario del NDR hasta su conclusión lógica. En este contexto, el sentido del programa del Partido es construir, en el aquí y ahora, capacidad para, impulso hacia, y los elementos del socialismo.

Esta lucha es, por su propia naturaleza y carácter, internacional. Las fuerzas que se oponen a ella, las fuerzas de la opresión y la explotación laboral, no son sólo algunos desagradables compañeros locales que viven dentro del país, sino que son, en última instancia, el más formidable capital de monopolio privado extranjero. Hay, por tanto, cuatro contradicciones básicas frente a la política revolucionaria o progresista; esto al menos en el contexto histórico de Sudáfrica. Éstas son, a saber, el legado de la opresión colonial tal como fue constituido por el imperialismo británico y el CST; la dominación de género constituida en términos de patriarcado y reforzada por la opresión colonial y la explotación capitalista; la clase obrera y la explotación nacional tal como han sido constituidas por el capitalismo y su régimen internacional de imperialismo en su contexto histórico y en la actual fase neoliberal.

El problema del capitalismo, aspectos internacionales y nacionales seleccionados

Nuestras negociaciones para acabar con el apartheid a principios de los años noventa se produjeron en un contexto en que la Unión Soviética, que había proporcionado gran parte del apoyo a nuestra lucha de liberación, se había disuelto, y el proyecto socialista existente en Europa Oriental había sido derrotado. Mientras el equilibrio de poder en Sudáfrica cambió a favor de poner fin a la opresión colonial, internacionalmente durante este período el imperialismo había ascendido a la dominación mundial e imponía la globalización neoliberal. Esto afectó negativamente al carácter de la transición democrática y al contenido de la transformación en Sudáfrica.

En las negociaciones en Sudáfrica, se acordaron algunos compromisos necesarios a fin de terminar con el colonialismo del apartheid y avanzar en la lucha de liberación sobre una nueva base. Y sólo dos años después de que se lograra la ruptura democrática de 1994, en 1996, se impuso, desde arriba hacia abajo, comenzando por el gobierno, una política económica neoliberal denominada Crecimiento, Empleo y Redistribución (Gear), incompatible con el espíritu y la letra de la Carta de la Libertad. Este Proyecto de Clase de 1996, como lo describió el SACP, relegó la política progresista que había sido adoptada para guiar nuestra transición democrática, el Programa de Reconstrucción y Desarrollo (PDR). Por el contrario, el PDR había sido redactado mediante consulta y aceptado no sólo por los socios de la Alianza sino por las formaciones del MDM. La contradicción entre esta política progresista, por un lado, y la imposición de Gear por otro, causó serias tensiones en la Alianza. Se desarrolló un período de diez años caracterizado por problemas de organización y diferencias políticas, que afectaron negativamente a la unidad y cohesión del Movimiento de Liberación Nacional[5] hasta el final de 2007. Sin embargo, su legado continúa hasta hoy y ha dado lugar, al menos a nivel secundario, a nuevas contradicciones.

Bajo Gear, los problemas que se habían creado por la opresión colonial construida sobre la base de la imposición del capitalismo en Suráfrica se reprodujeron. Los desafíos a los que se enfrenta hoy la Alianza dirigida por el ANC son, además de las injusticias históricas de la opresión colonial y su base material en la explotación capitalista, también en parte resultado directo de esa imposición política y su incapacidad para avanzar en una transformación económica fundamental o radical. La desigualdad social racial y de género, el desempleo y la pobreza -efectos de la explotación capitalista que ya eran estructuralmente persistentes- siguieron siendo elevados a pesar de los grandes avances sociales alcanzados desde nuestra ruptura democrática de 1994. Sin embargo, estos llamados triples desafíos no podían resolverse sin comprender claramente el legado, no sólo del CST, sino también de la explotación nacional exterior de Sudáfrica y sus nuevas manifestaciones.

Además, el neoliberalismo y su crisis global de 2007 empeoraron la situación y dieron lugar a nuevos problemas políticos y sociales. Pero, al mismo tiempo, se llegó a un acuerdo general -cuyos principios se basaban en la adopción de resoluciones políticas progresistas por el ANC en el marco de su 52ª Conferencia Nacional a finales de 2007-, se dio un impulso por medio de una nueva perspectiva compartida en la Alianza, llamando a la transformación de la sociedad sudafricana, en una segunda fase, más radical, de nuestra transición democrática. Esta perspectiva fue adoptada en la 53ª Conferencia Nacional del ANC en 2012. La perspectiva resultó del reconocimiento, no sólo de los persistentes problemas sociales provocados por los altos niveles de desigualdad social, desempleo y pobreza, raciales y de género. También resultó del reconocimiento de que, durante la primera fase de nuestra transición democrática, que comenzó a principios de los 90 mediante negociaciones y se formalizó con la ruptura democrática de 1994, la transformación estructural de la economía era insuficiente o inexistente y no podía abordar los problemas de la construcción de una economía democrática nacional como pilar de una sociedad democrática nacional.

En términos de su posición externa, la economía sudafricana permaneció, tras la ruptura democrática de 1994, conectada en una posición periférica de subordinación imperialista en el sistema capitalista mundial como proveedora de materias primas, especialmente recursos minerales. Las capacidades para utilizar las vastas dotaciones de materias primas del país para desarrollar la producción local y expandir el trabajo productivo para todos fueron, durante la era de opresión colonial, reforzadas por el imperialismo y suprimidas a través de una amplia gama de instrumentos políticos para fomentar la dependencia colonial del país de los productos acabados del núcleo imperialista. A su vez, se utilizó para extraer plusvalías de Sudáfrica, además de los intereses del capital monetario.

La continuada explotación imperialista de Sudáfrica quedó resaltada por una tragedia en 2012 en la que mineros, oficiales de seguridad privada e incluso policías fueron asesinados en violentos ataques en el cinturón de platino Bushveld de Rustenburg, cerca de Pretoria, la capital. Esto fue informado por gran número de medios de comunicación privados como si se tratara de un conflicto que involucraba a la policía quien, sin ser provocada, intervino en una huelga y mató a los mineros por propia decisión. Los asesinatos fueron, y correctamente, condenados. Nada de eso debería suceder jamás en ningún país. Es por eso que el gobierno hizo lo correcto al establecer una comisión judicial de investigación para llegar al fondo de lo que ocurrió previamente y en ese día.

Sin embargo, en medio de la propaganda mediática, se ocultaba el papel desempeñado por el capital imperialista en el enfrentamiento de los trabajadores entre sí, provocando así el asesinato de trabajadores por parte de otros trabajadores, antes y después de la tragedia. El capital imperialista occidental, por ejemplo la angloamericana y británica Lonmin Plc, permanecen en el centro de la explotación capitalista del trabajo y de la explotación nacional imperialista de Sudáfrica. Fue en realidad la capital británica la que tomó el control del sector minero en Sudáfrica después de la «Guerra Sudafricana», y quien diseñó, con la Cámara de Minas, muchas de las estrategias y políticas de opresión nacional y explotación de clase y sobreexplotación.

Pero también han surgido nuevas dimensiones desde que el apartheid fuera desalojado en 1994. El capital extranjero se ha arraigado, procedente de otros países que no son las potencias imperialistas occidentales de América del Norte, Europa y Japón, que a su vez han penetrado aún más en la economía de Sudáfrica.

Pero hay mucho más digno de consideración.

En primer lugar, si bien la relación forjada por los nuevos estratos de capital extranjero es algo diferente al anterior desmesurado subdesarrollo y devastación causados principalmente por el colonialismo occidental y la explotación imperialista, los nuevos estratos de capital extranjero no alteran, sin embargo, la dirección general y principal de la explotación del trabajo por el capital.

En segundo lugar, las nuevas entradas de capital extranjero y la mayor penetración económica del antiguo capital imperialista han sido facilitadas por el hecho de que el capital, que existe en varias formas y es fundamental para la inversión, se concentra en pocas manos internacionalmente sobre una base privada capitalista. La dependencia estatal del capital, que como forma de poder dicta sus propios términos en política de inversión, impone[6] limitaciones estructurales a los gobiernos democráticos formados en diversas partes del mundo. En otras palabras, si bien estas luchas desalojaron a los regímenes de la opresión nacional, los nuevos gobiernos democráticos elegidos no tenían libertad para ejecutar los programas que los llevaron al poder. Y como están las cosas, el capital monopolista privado ha conseguido poner a los estados en competencia entre ellos para conseguir inversión. Esto impone nuevas limitaciones por medio de la fuga de capitales y todo tipo de huelgas económicas como resistencia a los términos establecidos por el capital. Además, políticamente el régimen imperialista mundial tiene herramientas draconianas tales como sanciones y en la agresión militar extrema en caso de que las cosas se lleven al límite.

Todo esto ha llevado a la ulterior devastación de África tras la «independencia» en muchos países. América Latina y otras partes del mundo que han sufrido y siguen sufriendo la dominación imperialista no son excepciones.

En Sudáfrica, los otros aspectos de las nuevas dimensiones están constituidos por reconfiguraciones de clase de la propia sociedad sudafricana. Nuevos estratos, que incluyen secciones compradoriales de la clase capitalista doméstica, han surgido de las filas de los oprimidos históricamente. Éstos comprenden secciones que han sido cooptadas por paquetes de acciones en las estructuras existentes de la propiedad privada capitalista, controladas por la burguesía blanca de Sudáfrica y el capital extranjero, que es predominantemente imperialista. Esto incluye la dominación mediante la financiación por parte de los bancos. Y algunos de ellos, como el Amalgamated Bank of South Africa (ABSA), se han trasladado a manos de bancos extranjeros como Barclays de Gran Bretaña.

Bajo estos nuevos estratos encontramos personas que por ende están endeudadas o hipotecadas a los bancos o al capital establecido, quien proporcionó los préstamos para la adquisición de esos paquetes de acciones. Hasta ese punto, por tanto, sigue estando en gran parte el control en manos de los financieros. Estos estratos de la burguesía compradorial, como personificación del capital, están igualmente interesados ​en la explotación laboral de la misma manera, o más o menos en la misma medida, que la burguesía blanca de Sudáfrica y su contraparte imperialista. Los nuevos estratos de la burguesía sudafricana también incluyen individuos que están «políticamente conectados», así como aquéllos que dependen de los contratos estatales, llamados licitaciones, constituyendo así, según el SACP, “empresarios en licitaciones”.

Todos estos cambios y configuraciones de clase tienen serias implicaciones políticas e ideológicas para el NDR. Por ejemplo, ha surgido una Nueva Tendencia que busca descarrilar y estrechar la revolución hacia el reformismo. En términos de clase, esto está especialmente enraizado entre la burguesía compradorial y parásita que ha asumido el papel de «capital político», tanto para la burguesía blanca de Sudáfrica como para el capital imperialista, para servir de intermediario de las masas de los explotados y los pobres.

Otro problema, también relacionado de distintas maneras, pero al mismo tiempo independiente, y del que todos los movimientos progresistas o revolucionarios deben protegerse y combatir, es la corrupción. Ésta a menudo no aparece antes de lograr una ruptura democrática, sino más bien después. Es sobre todo cuando los individuos están, o tienen acceso, a posiciones de poder y autoridad, cuando se revela su verdadero carácter. Esto incluye cierta disposición a ser corrompido.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que la corrupción es también, y en la mayoría de los casos, una consecuencia de la relación entre el Estado y el capital privado. En este sentido, su base material radica en el carácter de la organización estatal relativa al capital. La mayoría de veces, si no siempre y en todas partes, la corrupción se manifiesta como una forma de relación de acumulación de capital privado en vez de un asunto público en beneficio del pueblo. Dada la dependencia estatal del capital, incluso en términos de adquisición y suministro de bienes y servicios públicos, la corrupción se concentra a menudo, aunque no exclusivamente, en la gestión de la cadena de suministro que conecta el Estado y el sector privado.

Enfrentarla con saña es fomentar uno de los elementos más importantes para el éxito de la política progresista y revolucionaria. Se deben fortalecer las leyes, sistemas e instituciones para combatir la corrupción y perseguir de manera decisiva a quienes la cometen, independientemente de quienes sean. Sin embargo, es el papel de la política progresista y ciertamente revolucionaria atacar la raíz del problema. Esto puede lograrse, entre otros, mediante la reducción de la dependencia estatal del capital. La movilización social para aumentar los marcos institucionales y legales es importante. La nacionalización de la gestión de la cadena de suministro mediante el desarrollo de un sector de empresas públicas dinámico, eficiente y eficaz, así como la socialización mediante el desarrollo de un floreciente sector de cooperativas son elementos fundamentales en la lucha contra la corrupción y la reducción de la dependencia estatal del capital con el objetivo de construir una economía democrática nacional.

La segunda fase, más radical, de la transición democrática en Sudáfrica como nueva dirección política tendrá que hacer frente a todos estos desafíos y a sus efectos negativos, y no puede ser una transición sencilla y sin problemas, como hemos señalado. Pero, desde una perspectiva positiva, esta segunda fase más radical de nuestra transición democrática, busca aprovechar los principales logros políticos y sociales basados ​​en los derechos logrados desde la ruptura democrática de 1994, recalibrando el programa para la implementación de la Carta de la Libertad.

 Logros sociales de la construcción de una sociedad democrática

Después de la ruptura democrática de 1994 en Sudáfrica, los derechos reclamados en la Carta de la Libertad fueron codificados en la ley suprema del país, es decir, en la Constitución. Desde entonces, Sudáfrica se ha convertido en un mejor lugar para vivir de lo que era antes.

Pero más allá de los derechos humanos, incluidos los derechos de los trabajadores, de las mujeres y de los niños, recogidos en la nueva Constitución y en varios textos legislativos que han seguido a continuación, se han logrado importantes logros sociales, entre ellos los siguientes:

  • Se han construido más de 3,3 millones de viviendas libres, beneficiando a más de 17,5 millones de personas.
  • Desde 1996 se han instalado más de 7 millones de nuevas conexiones eléctricas domésticas. Para poner este logro en contexto, diremos que, en el siglo anterior, desde la primera conexión eléctrica de 1894 hasta 1994, los sucesivos regímenes opresores sólo electrificaron 5 millones de hogares por discriminación racista, excluyendo a la gran mayoría del pueblo oprimido, sobre todo africanos en particular y negros en general.
  • En los últimos 5 años se han instalado más de 400.000 calentadores de agua de energía solar en los tejados de los hogares pobres, uno de los programas más grandes del mundo.
  • La extensión masiva de la provisión de agua potable significa actualmente que alrededor del 92% de los sudafricanos tienen acceso al agua potable, comparado con el 60% en 1996.
  • Más de 16 millones, es decir, casi un tercio de los sudafricanos, se benefician ahora de una serie de donaciones sociales, frente a 3 millones en 1994.
  • Se ha alcanzado un acceso casi universal a la educación para todos los niños. Además, más de 9 millones de alumnos en 20.000 escuelas reciben comidas diarias en el centro escolar para que no tengan que aprender con el estómago vacío.
  • Más estudiantes de los entornos históricamente oprimidos y anteriormente desfavorecidos han obtenido acceso a universidades e institutos, que les fueron negados o restringidos en términos de programas, y que ahora son la mayoría de los estudiantes en los sistemas universitarios y escuelas profesionales. Más de 1,4 millones de estudiantes se han beneficiado del Plan Nacional de Ayuda Financiera Estudiantil (NSFAS) para acceder a la educación y formación universitaria. Más allá de la Carta de la Libertad, en 2007 la ANC adoptó una resolución política para expandir la educación gratuita para los más necesitados hasta el primer nivel universitario, y se están estudiando opciones de políticas para alcanzar este objetivo de desarrollo estratégico.
  • Después de las elecciones generales de 2009, se puso en marcha un tratamiento de prevención del VIH y antirretroviral riguroso para contrarrestar la pandemia, y ampliar la esperanza de vida, que estaba disminuyendo; desde entonces ha variado la tendencia, hasta alcanzar un promedio de 60 años en 2012.

Conclusión

Sin embargo, el cambio transformativo hacia una segunda fase más radical de la transición democrática en Sudáfrica se produce en un contexto internacional caracterizado por la agresión imperialista y las maquinaciones para mantener e intensificar la dominación externa en muchos países. Esto incluye una desestabilización masiva y coordinada de los países que implementan o intentan implementar políticas progresistas contrarias a los intereses del imperialismo o contra-hegemónicas de su agenda.

La lucha se enfrenta así a desafíos complejos, y tal vez más que nunca. Estos no pueden ser superados por un solo país o a través del localismo. Requiere, por tanto, de una política progresista y claramente revolucionaria de carácter internacionalista. Para mayor énfasis, debe implicar una acción de carácter local, regional y nacional en la dirección internacional.

La política progresista de Sudáfrica forma parte del movimiento internacional contra el imperialismo. Y en África está avanzando la integración regional y se está construyendo un frente antiimperialista. Pero ésta en una situación compleja que implica la competencia de los estados imperialistas por profundizar en el control del continente, entre otros medios neocoloniales y el fomento de continuas relaciones desiguales.

Esperamos que la política progresista en Kurdistán y en otras partes del mundo aprenda algo de nuestra experiencia. ¡Como progresistas o revolucionarios del mundo necesitamos aprender unos de otros y construir un movimiento formidable para un orden mundial democrático!

 

[1] Portavoz del SACP; Ex sindicalista, estudiante y activista juvenil; MA (Política Laboral y Globalización) (Wits); Diploma (Derecho Laboral) (GIMT); Diploma Nacional N (Ingeniería); Certificado de Prueba de Comercio (Ingeniería Eléctrica).

[2] La Alianza quedó formalizada con su forma actual en la década de 1990, pero sus raíces se remontan a 1918. En ese año los miembros del Congreso Nacional Nativo de Sudáfrica (ANC) -precursor del Congreso Nacional Africano (ANC)- y La Liga Socialista (ISL) -precursora del Partido Comunista Sudafricano (SACP)-, se unieron en apoyo de la Bucket Workers Strike (NdT: huelga de los trabajadores en la recogida de excrementos para su uso como fertilizantes), liderada por los primeros trabajadores sindicales industriales de África. La Alianza se ha desarrollado durante años de lucha y ha asumido diferentes formas durante diferentes fases para adaptarse a las condiciones que cambian continuamente. En 1929, la Internacional Comunista (Comintern) aprobó una resolución para que el Partido Comunista en Sudáfrica trabajara en estrecha colaboración con el ANC y lo transformara en un movimiento nacional masivo de lucha. A raíz de esta resolución, las dos organizaciones políticas primarias trabajaron juntas paulatinamente en el desarrollo de la Alianza con el Partido Comunista para construir el movimiento sindical progresista sobre una base no racial. Una de las formas más importantes asumidas por la Alianza es la Alianza del Congreso, que se desarrolló en la década de 1950.

[3] Sudáfrica como estado fue establecida tras la Guerra de Sudáfrica, mediante la unión de dos repúblicas dominadas por Afrikaners, el Estado Libre de Orange y el Transvaal, y dos colonias británicas, la Colonia del Cabo y Natal.

[4] Ver Vladimir Lenin : « Imperialismo, el nivel más elevado del capitalismo”. 1917

[5] Por movimiento de liberación nacional se denomina aquí a una serie de fuerzas organizativas, lideradas por el ANC y que forman parte de la Alianza y sus otros componentes, el SACP y COSATU, apoyados por una amplia gama de formaciones democráticas de masas.

[6] Esta imposición también forma parte de las fuerzas motrices en la aparición de las dictaduras políticas que han tomado África y otras partes del mundo por la fuerza tras los años de la «independencia». El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han sido particularmente importantes desde la década de 1970 para imponer dictaduras, subordinando la soberanía de las políticas nacionales a los condicionantes de los préstamos dictados por los Estados Unidos y formando más tarde el núcleo del régimen político neoliberal.

 

Alex Mohubetswane Mashilo es ingeniero eléctrico y jurista. Actualmente está estudiando un doctorado en la Universidad de Witwatersrand enfocado en la relación entre el desarrollo económico y el social. Mashilo es portavoz nacional y jefe de comunicaciones del Partido Comunista de Sudáfrica.

 
 

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