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No solo desaparecen los árboles, sino también la memoria…

Yeni Yasam Gazetesi – Şirin Bayık – 10 septiembre 2025 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid

En Şirnex, donde el ecocidio lleva años produciéndose, muchas de las acciones y actividades que se habían querido llevar a cabo anteriormente se habían visto prohibidas. Sin embargo, la marcha realizada en Şirnex y la vigilia celebrada en Besta concluyeron sin incidentes. Las organizaciones ecologistas, los políticos y los juristas que participaron en la acción, procedentes de diferentes ciudades, realizaron una marcha junto con la población de Şirnex contra la tala de árboles. La multitud marchó para que no desapareciera la naturaleza de la ciudad, que tras 2016 fue demolida y sustituida por edificios uniformes de la TOKİ. La multitud reunida en la plaza Cumhuriyet levantó pancartas y carteles en los que exigía el fin del ecocidio.

Junto con un siglo de negación, el ecocidio continúa en la geografía de Kurdistán. Estas tierras albergaban árboles, animales, agua y también una memoria. La política de saqueo que se ha llevado a cabo durante años quizá haya sido la que más ha destruido esa memoria.u

«El camino hacia la paz pasa por las montañas de Botan»

Tras la marcha que finalizó en la plaza Ömer Kabak, en la declaración conjunta a la prensa se recordó la frase del líder del pueblo kurdo Abdullah Öcalan: «No es posible la paz con los seres humanos sin la paz con la naturaleza», y se afirmó: «Si se quiere hablar de una paz verdadera, el camino pasa por las montañas, los bosques, los ríos y los pueblos de Botan». A continuación, se hizo un llamamiento a los actores políticos: «Inicien la paz en Cudi, Gabar y Besta. Inicien la paz dejando de considerar la naturaleza como un recurso ilimitado. Inicien la paz permitiendo que el Tigris fluya libremente».

«Estamos de guardia para poner fin al saqueo»

A continuación, Keskin Bayındır, copresidente del DBP, señaló la mentalidad ocupante y afirmó que debía ponerse fin a ella de inmediato. Tülay Hatimoğulları, copresidente del DEM, declaró: «Se quiere despoblar Kurdistán. No lo aceptamos. Al defender nuestros árboles, defendemos también nuestra historia, nuestros sentimientos, nuestros sueños y nuestra lengua materna. Hoy estamos de guardia en Besta para poner fin a este saqueo».

Una noche de descanso de la prohibición

Tras la marcha y las declaraciones, la multitud se puso en marcha en caravana hacia Besta. Se notaba un gran entusiasmo entre la población local de Şirnex. Porque las zonas que antes eran el espacio vital de la población hoy están rodeadas por políticas de prohibición. En los años 90, las políticas de desalojo de pueblos, desidentificación y borrado de la memoria fueron sustituidas por las decisiones de prohibición dictadas por la Gobernación. La población se vio privada de sus tierras, situadas a pocos kilómetros de distancia. Sin embargo, ayer ese anhelo llegó a su fin, al menos en parte. La emoción de recuperar sus tierras después de tantos años se reflejaba en los rostros de todos.

«Ni siquiera dejaron espacio para que los animales vivieran»

A unos 20 kilómetros del centro de Şirnex, íbamos a ver por primera vez los estragos causados en los últimos cinco años. Aunque ya habíamos visto algunas fotos y vídeos que nos daban una idea de la situación de la zona, estar allí fue una experiencia totalmente diferente. Incluso las carreteras sin árboles a ambos lados decían mucho. No solo Besta, sino también Cudi, Gabar, Kato Dağları, Namaz Dağları… Alguien había prohibido el verde en Şirnex. A excepción de algunos árboles pequeños, casi no quedaba vegetación. Sin embargo, según se cuenta, en otros tiempos los bosques dominaban desde Cudi hasta Besta. Zeynep Beğenir, de 70 años, con quien hablé antes de la caminata, se quejó: «Antes había árboles por todas partes. Crecían muchos frutos. Pero lo saquearon todo. Ahora es difícil incluso encontrar agua. No dejaron ni naturaleza ni vida. Ni siquiera dejaron espacio para que vivieran los animales», se quejó. A todos los que pregunté me dieron la misma respuesta. Una geografía de enorme riqueza se había convertido en un desierto.

El panorama del ecocidio

Los soldados habían tomado posiciones al inicio de la carretera de Besta, al final del municipio de Gundigê (Balveren). Tras el control de los vehículos del convoy, continuamos nuestro camino. Era evidente que se habían facilitado las cosas (se había tomado una decisión) en parte según las condiciones de Kurdistán. Teníamos inquietudes sobre si nos encontraríamos con algún impedimento. Sin embargo, llegamos a Besta a la hora prevista. Lo primero que vimos al llegar al lugar previamente determinado fue una montaña de toneladas de árboles talados. Árboles cortados, grandes y pequeños, se apilaban en muchos lugares del área. Toneladas de árboles listos para ser cargados y vendidos… Nos horrorizó encontrarnos con la imagen más impactante de cinco años de tala indiscriminada. ¿Cuántas miles de toneladas de árboles se habían talado en estas tierras? La sorpresa y la tristeza se reflejaban en los rostros de los que habían acudido. A continuación, las madres que participaban en la vigilia esperaron allí durante mucho tiempo. Mirando los troncos y el entorno, parecían estar de luto. Una de ellas dijo: «Es la primera vez que puedo venir después de 30 años». A continuación, añadió sin ocultar su ira: «Espero que esta ocupación termine. Los que vienen a talar son también gente de aquí. Pero no aceptaremos a quienes traicionan su propia tierra».

La memoria perdida

Después, todos se dispersaron. Algunos exploraron esta zona con vistas al monte Kato. Otros se prepararon para pasar la noche. Horas más tarde, se montaron las tiendas, se preparó la comida y se sirvió el té. Unas 500 personas compartieron agua y comida entre ellas. Algunos dijeron que era necesario establecer un turno de guardia permanente. Otros intentaron llorar su pérdida. Me llamó la atención la reacción de una madre que deambulaba por los alrededores lamentándose. Al principio pensé que era por la destrucción de la naturaleza, pero cuando le pregunté, me explicó que la zona tenía un significado muy especial para ella. «Mi hijo era guerrillero y murió aquí. Ojalá no tuviera que marcharme nunca de aquí. Mi hijo solo tenía 16 años. Me enteré hace unos años», dijo. En ese momento pensé que, para ella, esa zona era también un lugar de memoria. Durante años, las prohibiciones le impidieron vivir su duelo como es debido. Me di cuenta de que quería quedarse aquí no solo una noche, sino todas las noches. Las palabras de esta madre que se desahogaba eran válidas quizá para otras madres y otros padres. Estas tierras albergaban, además de árboles, animales y agua, también una memoria. La política de saqueo que se había llevado a cabo durante años quizá era lo que más estaba destruyendo la memoria.

¿Besta, Cudi y Gabar también forman parte del proceso?

En las últimas horas de la vigilia se bailaron halays. La multitud reunida alrededor del fuego evaluó el ecocidio que se estaba produciendo en el escenario libre. Se habló sobre los caminos y métodos de la lucha ecologista y luego se enumeraron las propuestas. La noche terminó con halays y canciones. A primera hora de la mañana, la multitud, tras un breve desayuno, distribuyó por la zona los árboles talados y apilados por los guardabosques para que permanecieran en la naturaleza y no llegaran a manos del capital. Antes de abandonar Besta, no se olvidó de limpiar la zona. La acción concluyó con un llamamiento a una campaña de plantación de árboles en noviembre y el mensaje «Lucharemos desde Akbelen hasta Besta».

La vigilia de Besta dejó preguntas sobre cuándo terminará toda esta devastación. ¿Recuperará algún día la naturaleza su antiguo equilibrio en estas tierras? ¿Volverán a crecer los árboles en las tierras ocupadas por el petróleo en Gabar? ¿Podrán volver a vivir los animales en los bosques destrozados en Cudi por las minas de carbón?

Y qué hay del proceso de paz… Con el fin de un siglo de negación, al hablar de hermandad e igualdad, ¿se reconocerán también la naturaleza, los árboles y los animales de Kurdistán?

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