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Los voluntarios internacionales de Rojava – Parte 3: Criminalización

Medya News – Mark Campbell – 11 diciembre 2020 – Traducido por Rojava Azadi Madrid

“Si no tienes cuidado, los periódicos te harán odiar a la gente que está siendo oprimida y amar a los opresores”. Malcolm X

El pueblo kurdo ha sido objeto de una campaña de desinformación y guerra psicológica insidiosas desde 1923, cuando se formó el moderno Estado turco tras la firma del Tratado de Lausana de 1923 con el Reino Unido, Italia y Francia.

El Estado turco quería erradicar la identidad kurda con una política estatal oficial de asimilación forzosa para obligar a todos a “estar contentos de ser turcos”, pero los kurdos pensaban otra cosa, ya que habían vivido en su tierra natal montañosa durante miles de años con una lengua y una cultura distintas y ricas.

En lugar de llegar a un acuerdo político con los kurdos, concediéndoles autonomía y derechos en un acuerdo pacífico (como se había concedido a los kurdos en el Tratado de Sèvres firmado sólo unos años antes, en 1920, pero roto por Mustafa Kemal y sus jóvenes nacionalistas turcos), el Estado turco siguió una política militar desastrosa y desde entonces ha intentado sin éxito aniquilar la identidad kurda en Turquía.

Cualquier kurdo que se resista a esta campaña de aniquilación y asimilación es tachado de “terrorista”, por lo que conocemos las consecuencias de esta triste historia para el pueblo kurdo. Pero, ¿qué tiene esto que ver con la criminalización de los voluntarios internacionalistas que regresan?

La respuesta corta es: todo.

Pero tenemos que explicar algunos de los detalles turbios e identificar a algunos de los “socios en el crimen” sin escrúpulos del Estado turco.

Sólo una minoría de los 149 países del mundo tiene suficientes relaciones comerciales con Turquía como para que sea necesario, desde el punto de vista financiero, secundar la desagradable política de criminalización de las víctimas de la brutal opresión turca durante casi cien años. Esta es una cláusula no negociable en cualquier acuerdo comercial con la ultra nacionalista Turquía. Algunos de estos países son los EE. UU., el Reino Unido, Alemania e Italia.

En mi opinión, es un crimen histórico etiquetar a un pueblo oprimido como “terrorista” para luego justificar su sometimiento con una crueldad cada vez mayor.

La misma táctica se utilizó durante la captura forzosa y la esclavización de los africanos transportados a las plantaciones de azúcar en las islas del Caribe durante la esclavitud. La justificación histórica de los propietarios de esclavos era que los negros eran “inferiores”, lo que justificaba su esclavitud y la brutalidad a la que se veían sometidos, dando lugar al racismo actual.

El PKK y los kurdos sufren exactamente el mismo tipo de etiquetado cuando son tildados de “terroristas” hoy, fomentando cada vez más la brutalidad contra los kurdos como pueblo.

Así, los voluntarios internacionalistas que han actuado con honor y dignidad luchando codo con codo con los kurdos, víctimas de estas políticas turcas, contra un enemigo común como el ISIS que suponía una gran amenaza para todo el mundo, se convierten en un problema particular para Turquía, ya que no es tan fácil enmarcarlos en el concepto de “terroristas”. Por este motivo, Turquía “delega” este desafío a los países de origen a los que regresan los voluntarios internacionalistas, en nuestro caso el Reino Unido.

Así pues, las autoridades británicas, si no quieren que su comercio con Turquía se vea afectado, tienen que pasar por el trámite de intentar convencernos de que estos voluntarios internacionalistas apoyan de algún modo a los “terroristas” o están implicados en alguna actividad “terrorista” turbia.

Ha sido francamente un teatro del absurdo con cada caso fallido. El caso de Josh Walker es un buen ejemplo, ya que la policía desempolvó una vieja revista estudiantil bajo su cama, la confiscó y la presentó como “prueba” de que era un terrorista.

Pero en este teatro del absurdo, el Estado británico ha destruido muchas vidas sometiendo a los voluntarios internacionalistas a una grave presión psicológica e incluso llegando a encarcelar a algunos individuos tras puertas de hierro durante meses, e incluso años en un caso.

Silan Özçelik es un ejemplo especialmente desagradable de la insensible voluntad del Estado británico de atormentar a personas completamente inocentes en interés del comercio con Turquía.

Silan, una joven adolescente británica/kurda, sólo quería, como muchos de los voluntarios internacionalistas, “luchar contra el ISIS” cuando vio cómo el ISIS tomaba a las mujeres kurdas como esclavas sexuales y cortaba las cabezas de los yazadíes. Silan ni siquiera llegó a Rojava y fue sentada en el banquillo de los acusados en The Old Bailey, tratada como una terrorista peligrosa y encerrada tras puertas metálicas en la prisión de mujeres de Holloway con criminales endurecidas durante años.

Un sacrificio especialmente atroz e insensible por parte del Estado británico para favorecer la venta de armas del Reino Unido a Turquía.

Voluntarios internacionalistas como Aiden James, Daniel Burke, Alexander Norton, Josh Walker, Jim Matthews o Jamie Janson fueron sometidos a un acoso instigado por el gobierno del Reino Unido con efectos catastróficos y devastadores en sus vidas personales y profesionales.

Perdiendo trabajos, cuentas bancarias, casas, amigos y cosas peores. Jamie Janson, que luchó con Anna Campbell en Rojava se quitó la vida en septiembre de 2019. Hay muchos otros ejemplos de acoso del Estado británico que podría enumerar.

Paul y Sam Newy, padre y hermano de un voluntario internacionalista que estuvo detenido en una cárcel de alta seguridad durante más de 8 meses, iban a ser juzgados por delitos de “terrorismo” ante el Tribunal de la Corona de Birmingham en octubre de este año, pero el caso se derrumbó en julio, sin que la fiscalía ofreciera pruebas.

Un comunicado señaló que las amenazas sobre futuros vínculos comerciales y la “falta de voluntad de las autoridades para arriesgarse a la vergüenza” de revelar dichas comunicaciones, podrían haber jugado un papel importante en la decisión del CPS, según se informó en The Independent en julio de 2020.

De nuevo, cuando el caso contra Jim Matthews se desmoronó exactamente de la misma forma, el equipo legal de Jim declaró entonces casi exactamente lo mismo.

Los abogados de Jim Matthews, Birnberg Peirce, también señalaron que el fiscal general debía dar explicaciones al Parlamento con carácter de urgencia y sugirieron que había intereses geopolíticos y comerciales de Reino Unido relacionados con el caso.

«Se le acusó de asistir a un campo de entrenamiento terrorista organizado por las YPG, una organización kurda totalmente legal», dijeron los abogados. «Nunca hubo un caso creíble de terrorismo contra el Sr. Matthews, ni en lo fáctico, ni en lo moral, ni en lo legal».

Los abogados señalaron que cuando Matthews fue detenido las YPG eran un «aliado políticamente necesario del Reino Unido, pero en el momento de la acusación ya no lo eran».

«Los cálculos políticos habían cambiado, para entonces las YPG prácticamente habían derrotado al ISIS», afirmaron. «Turquía, opositora declarada de las YPG y de cualquier indicio de movimiento independentista kurdo, es un mercado importante para la venta de armas británicas, quizá aún más importante en el actual clima político».

También en Italia ha habido extraños intentos legales por parte del Estado, diseñados para obviamente pacificar al gobierno turco y allanar el camino para los acuerdos de armas, en el caso de Italia, helicópteros militares vendidos por la empresa de armas de propiedad mayoritaria del Estado italiano, Leonardo-Finmeccanica, con sede en Roma, que es la novena empresa de armas del mundo.

Un caso reciente contra la voluntaria de las YPJ Internacional, Maria Edgarda Marcucci, conocida como «Eddie», ha sido noticia en Italia por el sombrío uso de algunas leyes antiguas que no se utilizaban desde los años de Mussolini en la era fascista.

La lucha continúa. La lucha legítima y justa por la despenalización de los kurdos y de los voluntarios Internacionales es una misma lucha y hay que ganarla.

Alexander Norton, un voluntario internacional británico, me explicó cómo fue perseguido por el Estado británico, pero continúa sin dejarse afectar por los intentos del Estado de intimidarlo y criminalizarlo.

«Sólo fui entrevistado por la policía antiterrorista después de que alguien me nombrara en Twitter.

Decidí no cooperar con la entrevista, no reconozco la legitimidad del Estado en este ámbito. Han jugado un juego sucio en la región y siguen utilizando a los yihadistas para promover su agenda -Libia, que condujo al atentado del Manchester Arena, es un buen ejemplo-. No responder a las preguntas es un delito en virtud de la legislación antiterrorista, pero eso es lo que hice y todavía no me he enfrentado a cargos por ello; creo que el día de Jim Matthew en el tribunal les ha hecho desconfiar del apoyo masivo del público a los voluntarios.

Unos 6 meses más tarde tuve una redada anti-terrorista en mi piso de Londres con coches de policía aparcados por todo el bloque y agentes ocupando todos los pasillos, incluso un escuadrón de antibombas – la ironía es que mis vecinos probablemente pensaron que era una operación anti-ISIS.

Uno de ellos dijo: ‘¡Sr. Norton! Debe recordarme de su entrevista’, como queriendo decir: esto es lo que hay. Pero no la recordaba ni la recuerdo. No recuerdo a ninguno de los policías que me entrevistaron, que allanaron mi casa o que me bajaron de los vuelos. No veo que tengan mucha agencia si soy sincero, lo contrario de los voluntarios que dejaron sus pueblos en Kurdistán y sus hogares en Occidente para unirse a las YPG.

Sé que otros voluntarios han sufrido este trato y mi corazón está con ellos. Personalmente, era algo que esperaba: veía el voluntariado en Rojava como ir a luchar en la revolución cubana, o para los sandinistas en Nicaragua en la década de 1980. Sabía que el Estado británico siempre reprimiría a los socialistas que tomasen las armas, aunque fuese en otro continente, pero no me importaba. Sabía que valía la pena el riesgo, y tenía razón: durante un breve y alegre periodo, fui un soldado al servicio de una revolución, rodeado de camaradas. Fue lo más feliz y significativo que he hecho nunca, y nunca nos lo podrán quitar», declaró Alexander con una combinación de orgullo y determinación.

Aunque es pesimista sobre el futuro de Rojava dada la connivencia de países como Reino Unido e Italia, el padre de Anna Campbell, Dirk Campbell, sigue buscando justicia para su hija Anna Campbell y para Rojava.

Dirk Campbell me habló acerca de los voluntarios internacionales:

«El principal beneficio potencial que tienen para el proyecto de Rojava es aumentar la conciencia mundial sobre Rojava y las amenazas a su supervivencia.

Anna contribuyó en gran medida a la concienciación internacional sobre Rojava con su muerte. Por alguna razón, probablemente por ser la primera mujer internacionalista en morir, su historia llegó a los titulares mientras que la de los hombres no. Sin embargo, la atención del público es voluble, y una semana es mucho tiempo en política. El sacrificio de Rachel Corrie en Gaza en 2003 en nombre de los palestinos se ha desvanecido y un caso judicial en Israel eximió al ejército israelí de responsabilidad.

La muerte de Anna podría seguir ejerciendo cierta tracción si mi acción legal contra el Estado turco por no cumplir con su obligación, según la Convención de Ginebra, de devolver sus restos mortales consigue llegar a los titulares. Los israelíes devolvieron el cuerpo de Rachel Corrie, por lo que cumplieron con esa obligación. El tribunal dictaminó que Rachel estaba en una zona de guerra, por lo que el ejército no era responsable de su muerte. Ése no es mi caso contra el Estado turco.

El caso está ahora en camino hacia el Tribunal Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo, pero todavía hay que pasar por la obligada correspondencia antes de eso y es un proceso dilatado. Sin embargo, el camino de la ley es largo y paciente. Espero que esto pueda salir a la luz pública a tiempo para ayudar a mejorar el futuro de los kurdos sirios».

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