Las cenizas de Manbij
Gritos silenciosos y una libertad perdida

En el norte de Siria, donde antaño germinaron sueños revolucionarios, Manbij se encuentra ahora bajo la ocupación de bandas del llamado Ejército Nacional Sirio (SNA), apoyadas por el Estado turco. Con la ocupación no solo ha cambiado la administración, sino también la forma de vida de un pueblo que se había construido a lo largo de décadas. Los pilares de la libertad que las mujeres habían erigido con su trabajo y las calles en las que antes resonaban las risas de los niños han quedado destruidos.
Kurdistan Report – Sinan Cudi – septiembre 2025 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid
Ahora reina el silencio en Manbij. Pero en ese silencio resuena una voz: la voz de una mujer árabe.
En este artículo podréis leer su testimonio. No es la voz de una líder, una política o una periodista. Es la voz de una mujer que está en plena vida, que trabaja en el campo, que esconde a sus hijos y que ha sido testigo de la caída de su barrio. Para comprender lo que está sucediendo hoy en Manbij, quizás este sea el mejor lugar: el interior del corazón.
El olor del miedo impregna las calles. En los ojos reina un silencio tenso. El vecindario se ha vuelto desconfiado, las mujeres solo trabajan en el campo, las escuelas están cerradas, los profesores se han convertido en agricultores. Donde antes se debatían ideas, ahora solo se oyen susurros. Las reglas arbitrarias impuestas bajo el nombre de «sharia» han destruido los sueños de un pueblo.
Este artículo fue escrito en medio de ese silencio.
Y estas líneas comienzan con las palabras de una mujer: «No estoy bien».
Miedo e incertidumbre
Después del 10 de diciembre de 2024, lo más llamativo en Manbij es una vida pública en la que ha desaparecido cualquier sensación de seguridad. Tanto el estado mental como el comportamiento cotidiano de la población civil de la región se caracterizan por una presión extraordinaria. Los civiles que viven en el centro de la ciudad y en las zonas rurales se mueven con la sensación de que en cualquier momento pueden enfrentarse a un nuevo ataque, un atentado con bomba o actos de violencia arbitraria.
En los testimonios de que disponemos, esta atmósfera se describe con las siguientes palabras: «Su comportamiento y su actitud mostraban que ya no había sensación de seguridad en los espacios públicos. Sus ojos lo decían todo: en cualquier momento podía producirse una explosión…».
Especialmente en el centro de la ciudad, la animación en los lugares donde se concentra mucha gente ha desaparecido casi por completo. La gente solo sale de casa para cubrir sus necesidades básicas y solo utiliza las vías principales de transporte para no alargar el camino de vuelta a casa. Según los testimonios, personas que antes se conocían bien ahora incluso evitan saludarse.
Esta situación no solo se explica por las amenazas físicas, sino también por traumas aún recientes. Los atentados con bombas, antes perpetrados por el Estado Islámico y ahora por bandas del SNA, han creado en la memoria de la ciudad una atmósfera de miedo que ya no se puede disipar. Para la mayoría de las personas, estos atentados han destruido por completo la ilusión de seguridad. El miedo ya no es solo un sentimiento, sino uno de los parámetros fundamentales que determinan el comportamiento.
En estas condiciones, las relaciones individuales, la ayuda entre vecinos y el uso de los espacios públicos se han disuelto por completo. La testigo afirma: «Nadie pide nada porque nadie sabe lo que le puede pasar a quien alza la voz». El miedo y la inseguridad han trazado fronteras no solo en las calles, sino también en el pensamiento y el discurso.
Una vida sin libertad para las mujeres: exclusión social y discriminación silenciosa
La vida cotidiana de las mujeres en las zonas rurales y urbanas de Manbij se caracteriza por una exclusión y opresión sistemáticas en todos los ámbitos, desde la búsqueda de empleo hasta la educación, pasando por la representación social y la seguridad. El sistema patriarcal de clanes que prevalece en la región y la política conservadora de los grupos armados vinculados al Estado turco han limitado la existencia social de las mujeres casi exclusivamente al trabajo agrícola.
En la declaración de la testigo que tenemos ante nosotros se afirma: «Las mujeres de Manbij y las zonas circundantes están completamente marginadas debido al dominio masculino bajo el pretexto de las tradiciones tribales…».
El único ámbito de empleo que les queda a las mujeres es la agricultura. No se trata de una decisión voluntaria, sino de una necesidad. El acceso a la educación está casi totalmente prohibido; con el cierre de las escuelas, casi todas las profesoras se vieron obligadas a trabajar en la agricultura. Esto significa que no solo los alumnos, sino también los profesores, se ven excluidos del acceso al conocimiento y de su transmisión. El trabajo de las profesoras, que constituye una parte importante del capital social, se ve deliberadamente relegado a la pasividad.
La exclusión de las mujeres de la vida cotidiana no es solo de naturaleza económica o educativa, sino que también se prolonga en forma de opresión cultural y política. En el testimonio se afirma:
«Las mujeres no tienen acceso a la educación y la ciencia; se les bloquean todas las vías para desarrollarse a través del conocimiento…».
Esta frase describe no solo el aislamiento físico, sino también el aislamiento mental de las mujeres de esta región. Hacer planes de futuro, realizarse personalmente, participar activamente en la vida pública… Todo eso es cosa del pasado para las mujeres de Manbij. La exclusión de la vida pública ha reducido a las mujeres a su papel de mano de obra dentro de la familia.
En estas condiciones, en una sociedad caracterizada por el silencio, persiste cualquier forma de violencia contra las mujeres. Los asesinatos de mujeres o los casos de acoso no se hacen públicos, ya que no existen mecanismos de denuncia ni es posible una reacción social. En un entorno así, no solo se elimina la representación pública de las mujeres, sino que se borra su historia.
Una vida paralizada: inseguridad social y un futuro reprimido
La ocupación de facto que comenzó en Manbij después del 10 de diciembre de 2024 no solo representa un cambio administrativo, sino que también es un presagio de una transformación social mucho más profunda y amplia. Sin embargo, esta transformación no es un avance o un desarrollo, sino que describe más bien un estado de colapso caracterizado por la inestabilidad, la inseguridad y el miedo.
La testigo relata: «Ya nadie puede hablar de derechos legítimos, porque bajo la presión de las bandas asociadas a la ocupación turca es imposible alzar la voz…».
Esta declaración muestra lo represivo que es el clima político y social en la región. A la gente no solo se le impide reclamar sus derechos, sino también pensar, expresar su opinión y construir un futuro.
La desesperanza que reina especialmente entre los jóvenes no solo se explica por el desempleo, sino también por el hecho de que no pueden hacer planes ni imaginar un futuro. El vacío creado por el colapso del sistema educativo, la destrucción de los espacios públicos y la parálisis de las instituciones lo llenan diversas bandas. Esto socava la confianza social.
La testigo continúa: «Las ideas, los sueños y los planes de futuro de la población civil de Manbij se han estancado por completo…».
Este estancamiento no es solo una expresión de traumas individuales, sino también de un colapso mental colectivo. La confianza de las personas entre sí, su fe en el espacio público y su esperanza en el Estado o en cualquier forma de justicia han desaparecido.
La testigo lo expresa así: «Las relaciones entre las personas de la región ya no se basan en la confianza, la lealtad y la honestidad…».
En este contexto, la estructura social de Manbij no solo se ve reprimida por la fuerza, sino que también se destruye moral y culturalmente. En este clima, en el que todos desconfían de todos y la confianza ha sido sustituida por el miedo, las personas solo intentan sobrevivir al día a día. No puede surgir ni una visión común ni una resistencia colectiva.
Por eso, las palabras de la testigo no son solo una queja individual, sino que reflejan también la profunda herida que se ha abierto en la memoria colectiva de Manbij.
Un soplo de libertad: nostalgia por Rojava, rebelión contra la dictadura
La testigo, que relata el colapso social en Manbij y las graves consecuencias de la ocupación, no limita su testimonio solo a la oscuridad. También deja espacio para la búsqueda de una luz en este panorama sombrío. Y esa luz está claramente definida: Rojava.
«Aunque las opiniones, los sueños y los planes se han estancado, la gente sigue esperando que Rojava esté solo un paso más cerca; anhelan volver a la vida y a la libertad…».
Esta expresión no es solo un compromiso político, sino que también representa el anhelo de una forma de vida, una forma de existencia. Rojava no solo representa aquí un modelo administrativo, sino también la idea de que la libertad, la igualdad y una vida digna pueden volver a ser posibles.
La testigo describe Rojava como «aire limpio», «respiración libre» y «camino hacia un futuro mejor». Las siguientes declaraciones reflejan tanto la dimensión emocional como la política de este anhelo: «Y respirar… Queremos volver a respirar aire limpio, una vida sin opresión ni explotación…».
Este anhelo no es solo una postura contra la tiranía de los actuales gobernantes, sino también un llamamiento a revivir la memoria de la resistencia del pasado. Quizás esto se expresa más claramente aquí: «Mientras que en realidad queríamos transmitir este conocimiento, esta luz, a las generaciones venideras, ahora todo esto está sucediendo en nuestra región. Es una gran decepción…».
Los relatos de la testigo árabe, protagonista de esta historia, no solo reflejan los acontecimientos históricos ocurridos en Manbij, sino también en todo el norte y este de Siria, que se encuentra bajo ocupación. Su historia es más que un grito individual, refleja al mismo tiempo el silencio y la esperanza de todo un pueblo.