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«La única vía es volver al poder popular»

Warisha Moradi

Kurdistan au féminin – 23 julio 2025 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid

IRÁN – La presa política kurda de Rojhilat, Warisha Moradi, ha declarado que el retorno al poder del pueblo pasa por la lengua, la protesta, la solidaridad y la memoria.

Warisha Moradi, militante por los derechos de las mujeres y activista política kurda, miembro de la Comunidad Libre de Mujeres de Kurdistán Oriental, acusada de baghi (insurrección armada) y condenada a muerte, ha enviado una carta desde la prisión de Qarchak. Publicada en la página de Instagram «Campaña Freedom For Warisha Moradi», esta carta pone de relieve las tensiones entre Irán e Israel, el papel de los Estados nación en el encarcelamiento de los pueblos y la urgencia de una nueva política fundacional.

En su carta, Warisha Moradi repasa la reciente distensión de la guerra de doce días entre Irán e Israel y analiza sus consecuencias visibles a corto plazo. Subraya que, aunque la guerra parece haber terminado, la región entra en realidad en un periodo de profundo conflicto y reconstrucción, que describe como un enfrentamiento entre dos proyectos ideológicos que configuran el futuro de Oriente Medio.

Moradi critica a los medios de comunicación convencionales por presentar el conflicto entre Irán e Israel únicamente desde el punto de vista de las fronteras geopolíticas, los programas nucleares y la influencia regional. Según ella, el núcleo del conflicto reside en la confrontación entre dos visiones ideológicas opuestas de Oriente Medio.

Warisha Moradi escribe en su carta: «Israel no es simplemente un Estado nación. Es un proyecto geopolítico replanteado tras la Segunda Guerra Mundial. El objetivo de este proyecto era establecer una base imperialista permanente en el corazón de Oriente Medio, apoyada en particular por Estados Unidos y Gran Bretaña, al servicio del capitalismo occidental. Como señalan diversos análisis sociológicos, la fundación del Estado israelí no fue una respuesta al sufrimiento del pueblo judío, sino más bien la explotación de ese sufrimiento para justificar la creación de un Estado. Esta estructura, en la que el capital, el militarismo y la religión están profundamente entrelazados, se ha convertido en una herramienta de represión de los movimientos populares libertarios de la región.»

No se trata de un proyecto nuevo, sino de un proyecto basado en la limpieza étnica, la ocupación y la expansión del control. Por eso la cuestión de Israel no se limita a Palestina. Se trata de una crisis mundial nacida de la mentalidad moderna del Estado nación.

Warisha Moradi también destacó que la República Islámica de Irán se define a sí misma como parte del «eje de la resistencia», al tiempo que persigue un proyecto diferente, que, en última instancia, no contradice una lógica de poder. Declaró: «El régimen iraní, que pretende oponerse al imperialismo, se basa en la opresión sistemática, la hostilidad y la represión de los pueblos, las lenguas, las creencias y los modos de vida. Desde la década de 1980, la maquinaria ejecutora de la República Islámica de Irán ha asesinado a miles de personas. Disidentes políticos, manifestantes, defensores de los derechos de los trabajadores, mujeres y minorías religiosas y étnicas, en particular los kurdos, los baluchis, los árabes, los bahaíes, los alauitas y los suníes, han sido víctimas de este sistema. A estas personas se les ha privado no solo de sus derechos civiles, sino también de su derecho político y cultural a existir».

Warisha Moradi afirmó que Irán utiliza el discurso de la «resistencia» para imponer un dominio ideológico: «Este dominio sirve tanto para preservar el Estado nación como para transformar la sociedad en un instrumento de su propia legitimidad, alejándola de la política, especialmente frente a la revolución de Rojava. Desde un punto de vista sociológico, más profundo que las alianzas cambiantes de los Estados, Israel y la República Islámica de Irán forman parte de una crisis más amplia. Se trata de una crisis política y social que nace de estructuras de poder arraigadas en el modelo del Estado nación, donde la institucionalización de la discriminación sirve para reprimir la voluntad del pueblo».

Abdullah Öcalan ha subrayado en repetidas ocasiones en sus análisis sociológicos que el proyecto de una «nación democrática» ofrece una alternativa real al sistema capitalista mundial y al autoritarismo regional. Esta nación no se define por fronteras geográficas, una lengua única o una religión oficial, sino por la unidad voluntaria, la aceptación de las diferencias y la participación política directa. Según este análisis, el camino hacia la liberación en Oriente Medio no pasa por los ejércitos, las intervenciones extranjeras o los Estados poderosos. El único camino es el retorno al poder fundamental del pueblo, un poder reprimido por los Estados, pero que perdura a través de las lenguas prohibidas, las manifestaciones callejeras, las redes de solidaridad, el arte de la resistencia y el recuerdo de las luchas olvidadas.

El pueblo iraní, en toda su diversidad, no debe seguir depositando sus esperanzas en una salvación impuesta desde arriba, sino empezar a imaginar una política que reconstruir desde la base. Frente a un régimen que gobierna mediante la muerte y la pobreza, y a un sistema mundial sostenido por las armas y el capital, la única solución reside en la construcción de una tercera vía: una nación democrática, la autonomía, una sociedad basada en la coexistencia y una política arraigada en la comunidad. Este camino no es fácil, pero es posible. Y, sobre todo, es el único que puede combinar la dignidad humana y la verdadera libertad. (ANF)

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