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La importancia de las organizaciones de mujeres en los procesos de paz

Conceptos de paz y masculinidad dominante

RAWA, la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán, lleva luchando por los derechos humanos y los derechos de la mujer desde 1977. Esta foto muestra una manifestación de la organización de mujeres en 1998 en Peshawar, Pakistán. Foto: RAWA 

Kurdistan ReportMechthild Exo, investigadora sobre la paz – Agosto 2025 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid

«La guerra no puede ganarse por medios militares. Se trata de que nos unamos como mujeres y como sociedad y organicemos nosotras mismas los fundamentos de la vida. Desarrollar nuestro propio sistema basado en la libertad y la dignidad es nuestra mayor autodefensa»¹.

Esta declaración de Heval Canda, de la aldea de mujeres de Jinwar, en el norte y el este autónomos de Siria, es característica del principio de soluciones democráticas del concepto de paz de Abdullah Öcalan. Öcalan desarrolló este concepto de paz en 2008 con la «Hoja de Ruta para las Negociaciones»: negociaciones de paz con el gobierno turco sobre el derecho de los kurdos a la autodeterminación. Esta declaración de una residente de Jinwar es también característica del papel pionero de las mujeres en la construcción de la paz a través de la vida autoorganizada con los valores de libertad, dignidad y -fundamentalmente- liberación de género.

Tanto en relación con su llamamiento a la paz y a una sociedad democrática el 27 de febrero de 2025, como en la fase de negociación de la paz hace poco más de 10 años, Abdullah Öcalan, como principal representante del movimiento kurdo para estas negociaciones, se dirigió explícitamente a las mujeres activistas políticas. Con este fin, ha escrito declaraciones el 8 de marzo, Día Internacional de Lucha de la Mujer. En el mensaje de 2013, afirma:

«No considero la cuestión de la mujer independientemente de la guerra. Como en todas las revoluciones, incluida la actual y especialmente la revolución en Kurdistán, la cuestión de la mujer es la cuestión más importante que hay que resolver. Está en el centro de todas las cuestiones relativas a la guerra y al desarrollo de un proceso de paz».

Este alto valor concedido a la liberación de la mujer está vinculado al análisis histórico-sociológico que caracteriza la filosofía política de Öcalan. Según este, para resolver los problemas hay que remontarse a su origen. La historia de más de 5.000 años de relaciones opresivas comenzó con la división jerárquica de género entre hombres y mujeres. Las mujeres, todas las relaciones sociales e incluso la naturaleza estaban sometidas al dominio de la masculinidad dominante. La economía, las familias, la espiritualidad, el conocimiento y todos los ámbitos se organizaban en consecuencia. Las relaciones de poder actuales a través de los Estados nación, el capitalismo, el racismo, el colonialismo, los feminicidios, etc. se basan en estos fundamentos.

La paz requiere participación y superar el patriarcado

Tal comprensión de la conexión entre la paz y la historia del patriarcado es también visible en la declaración del Día contra la Guerra 2022 de la organización de mujeres kurdas Rosa, que trabaja en Turquía: «La paz sólo es posible mediante la igualdad de derechos y la igualdad de participación. La raíz de todos los problemas está causada por el pensamiento patriarcal en las jerarquías. Por tanto, hay que superar la jerarquización más antigua y extendida -la desigualdad entre mujeres y hombres- y el sistema patriarcal para que sea posible un cambio real». La participación de las mujeres en el proceso de paz y la priorización de los derechos de las mujeres fueron reivindicaciones constantes de Öcalan durante las negociaciones de paz, rotas por el Estado turco en 2015. Dado que el proyecto de una sociedad democrática se basa en la libertad de las mujeres, trabajar en la cuestión femenina sería «la esencia y la flor de todo nuestro trabajo en las negociaciones» por una solución democrática².

En Estambul, las Dayikên Aşîtîiyê, las Madres de la Paz, piden pasos concretos hacia un proceso de paz sostenible en Turquía: «Insistimos en la paz. Ahora no es el momento de permanecer en silencio: las madres debemos hablar». Foto: ANF

La Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, de 2000, establece la obligación internacional de implicar a las mujeres en los procesos de paz en pie de igualdad y de incluir los intereses de mujeres y niñas. Las mujeres casi nunca firman acuerdos de paz: menos del 3% de los firmantes de acuerdos de paz y menos del 10% de los negociadores en las conversaciones de paz son mujeres³. Los mecanismos de la ONU sobre la agenda global «Mujeres, Paz, Seguridad»⁴ son débiles a pesar del compromiso de las activistas internacionales por los derechos de las mujeres. Con respecto a las negociaciones de paz de 2013 a 2015, Abdullah Öcalan declaró en su mensaje del 8 de marzo de 2015 que el Estado turco también mostró poca comprensión por su priorización en este sentido.

Se sabe por la investigación feminista sobre la paz que «la desigualdad entre hombres y mujeres alimenta los conflictos interestatales e intraestatales y, por el contrario, la igualdad de género reduce dichos conflictos»⁵ La construcción de los Estados modernos, la ciudadanía, el militarismo, el nacionalismo y la guerra están inextricablemente vinculados a los roles de género patriarcales y a su consolidación. Bettina Roß describe la construcción del Estado como una «alianza masculina»⁶. Muestra cómo el servicio militar, el servicio de soldados y la voluntad de hacer la guerra configuraron el concepto de ciudadano en el surgimiento de los Estados modernos. Mediante rituales de sometimiento, el ejército moldea al ciudadano ideal: exclusivamente hombres. En esta idea e historia de los Estados, las mujeres no solo están excluidas de la esfera política y pública, sino que también se ven obligadas a someterse a sus maridos o padres. El poder político del Estado se yuxtapone al poder familiar del hombre cabeza de familia, y las esferas pública y privada están separadas. Hoy en día, las mujeres también pueden ser soldados y ministras, pero esto no cambia en nada la fundamental impregnación patriarcal del concepto de Estado y ejército.

Conceptos de paz entre la pacificación para preservar el sistema y la revolución

En la investigación sobre la paz, esta se define, por un lado, como la ausencia del uso de la fuerza militar, la llamada paz negativa. Esto no es suficiente, pero no existe una definición estandarizada y simple de paz. Se incluyen diversos niveles de desigualdad, formas de violencia y discriminación y, volviendo al investigador de la paz Johann Galtung, también se habla de la necesidad de superar la violencia estructural y cultural, la llamada paz positiva. La violencia cultural se refiere a las formas de conocimiento y normas que legitiman y apoyan la guerra. También es muy común el argumento de que la paz positiva es una utopía inalcanzable. Al fin y al cabo, el objetivo final es una sociedad libre de dominación. En la investigación crítica sobre la paz, sin embargo, hay representantes que no entienden el tratamiento de los conflictos sociales derivados de las relaciones de explotación, privación de derechos y sometimiento simplemente como resolución de conflictos en las relaciones de orden existentes y poderosas. Históricamente, esto también fue rechazado como investigación para la pacificación con la «Declaración sobre la investigación para la paz» de 1971⁷. En su lugar, algunos consideran necesario trabajar en la necesaria agudización de los conflictos para una transformación profunda de las relaciones de poder existentes. El investigador sueco Herman Schmid, por ejemplo, defendió en 1968 que la investigación sobre la paz debía centrarse en las preocupaciones de los grupos y naciones oprimidos y explotados. Se podría dar visibilidad a los conflictos latentes y agudizarlos para cuestionar y superar el sistema internacional.⁸ Richard Jackson, Director del Centro Nacional de Estudios sobre la Paz y los Conflictos de Nueva Zelanda, se hace eco de esta idea básica. «El conflicto es una condición previa necesaria para el tipo de cambio sistémico revolucionario que se necesita para eliminar la violencia estructural y cultural»⁹. Recomienda investigar cómo se agudizan los conflictos para cambiar las estructuras sistémicas injustas y generadoras de violencia.

Agudizar los conflictos significa aquí una precisión, intensidad y profundidad en el análisis, los conceptos y los objetivos que pueden guiar las acciones para lograr cambios de gran alcance. No debe malinterpretarse como dureza y violencia armada en la resolución de conflictos. Jackson lo deja claro al abogar por un «pacifismo revolucionario»¹⁰. Esto ofrece la posibilidad de transformar el orden violento en un futuro más fuertemente orientado hacia la paz positiva y la justicia social.

Las organizaciones de mujeres aportan la agudeza necesaria a la resolución de conflictos

Numerosos ejemplos demuestran que la influencia de las mujeres en los procesos de paz y su participación en ellos pueden aportar la radicalidad y profundidad necesarias a las convulsiones asociadas. Las experiencias de las mujeres en la realidad patriarcal del poder y su papel en ella aportan una comprensión de los complejos problemas y conflictos, así como una aguda visión de la necesaria radicalidad de las soluciones. Esto incluye, entre otras cosas, la experiencia del cuidado de la vida, el cuidado práctico y la cohesión de la familia y otras comunidades, y su perspectiva sobre la violencia doméstica cotidiana, la discriminación sexista y la violencia, incluido el feminicidio, así como la marginación y obstrucción que experimentan en la ciencia, la empresa, la política y las relaciones internacionales. A pesar de su marginación, hay muchos ejemplos en todo el mundo de organizaciones de mujeres que intervienen en conflictos violentos y procesos de paz.

Las activistas de la organización revolucionaria de mujeres RAWA de Afganistán ya contaban con décadas de experiencia en la organización de mujeres bajo diversos gobiernos represivos y guerras cuando, en 2001, tras los atentados de Al Qaeda contra el World Trade Center y el Pentágono, la intervención militar estadounidense junto con otros aliados expulsó de Kabul al entonces gobierno talibán. La posterior ocupación militar y los actos de guerra en Afganistán se legitimaron con la supuesta instauración de la democracia y la lucha por los derechos de las mujeres. Sin embargo, ya en las primeras semanas de la intervención se ignoraron las advertencias de las feministas de la RAWA de que la cooperación practicada con organizaciones islamistas y conocidos criminales de guerra en la intervención militar y la posterior reconstrucción del Estado nunca podría conducir a la democracia, la estabilidad y la paz. También se ignoraron las demandas de las organizaciones de víctimas de crímenes de guerra y contra los derechos humanos, dirigidas en su mayoría por mujeres, que pedían la documentación de los crímenes, una reevaluación del pasado y justicia transicional, incluidos juicios penales contra los principales responsables. A partir de 2011, comenzó oficialmente un denominado proceso de paz y reconciliación con los talibanes y el grupo Hekmatyar, a quienes se concedió una amnistía total e indefinida. Esto desencadenó protestas sociales generalizadas, en parte porque se rechazó la inclusión de las perspectivas de las víctimas y la exigencia de justicia en las negociaciones. Las activistas por los derechos de las mujeres, en particular, protestaron por su desprecio y, sobre todo, por las concesiones hechas a estas organizaciones islamistas radicales y por la integración política de estas organizaciones y de sus líderes, conocidos por sus políticas misóginas y sus prácticas violentas. Las mujeres advirtieron que esto no debía permitirse, ya que tendría consecuencias desastrosas para las mujeres, los derechos humanos y la consolidación de la paz.1Cf. Exo, Mechthild 2017: Das übergangene Wissen.
https://www.transcript-verlag.de/media/pdf/8f/9c/0a/oa9783839438725.pdf
El acuerdo de paz entre Estados Unidos y los talibanes y su declaración conjunta central de 2020 no mencionan los derechos de las mujeres. Con la posterior toma del poder por los talibanes en 2021 y su control gubernamental exclusivo sobre todo Afganistán, se cumplió lo que las advertencias y las actividades de protesta de las organizaciones de mujeres habían previsto desde hacía tiempo.

El conocimiento indígena cambia la práctica de la paz

Un ejemplo poco conocido pero sobresaliente de organizaciones de mujeres que trabajan con éxito en favor de un proceso de paz es el conflicto armado entre la nación indígena naga y el Estado indio, que terminó tras cinco décadas. Las activistas por la paz de la «Asociación de Madres Naga», organización que agrupa a las organizaciones de mujeres de las distintas tribus naga, visitaron a todas las partes armadas del conflicto y lograron un alto el fuego en 1997. También lograron el mantenimiento y la integración social y democrática de las negociaciones de paz que se habían prolongado durante muchos años. Cuando la Asociación de Madres Naga inició su campaña contra el derramamiento de más sangre, «No derramar más sangre», ésta se vinculó a sus actividades anteriores en ámbitos como la asistencia sanitaria, los servicios sociales para drogadictos y las campañas contra el consumo de alcohol. Las actividades sociales y políticas no se diferenciaban, sino que se entendían como una continuidad. Las necesidades acuciantes de la gente y sus experiencias cotidianas guiaban sus acciones. La seguridad se entendía en un continuo: del hogar a la sociedad y a través de las líneas de conflicto. Las activistas naga no dividieron sus acciones en «políticas», «económicas», «sociales» u otros segmentos.2Cf. Machanda, Rita 2004: Hacemos más porque podemos. Naga Women in the Peace Process. Katmandú: South Asia Forum for Human Rights. Los aspectos sociales, culturales, políticos y económicos de la seguridad se consideraban entrelazados e interdependientes. Se dio prioridad a las necesidades de la población en materia de salud, mejores condiciones de vida y paz. Por el camino, las mujeres naga también han cambiado radicalmente su papel como mujeres dentro de la sociedad naga, desde una posición marginada, excluidas del discurso y la acción públicos. Desde su mediación en el proceso de paz, se ha oído una y otra vez la llamada a la voz de «las madres», la organización paraguas de las mujeres.

Otro ejemplo de organización de mujeres indígenas, la «Asociación de Mujeres Nativas de Canadá», NWAC, muestra con especial claridad la precisión del análisis y las decisiones sobre los pasos a seguir. La comprensión del conflicto colonial, la experiencia histórica, sus efectos en la acción política actual y las posibilidades de autodeterminación social se agudizan con las intervenciones de la NWAC. El conflicto tratado en este caso no es un proceso de paz en sentido estricto. Se trata de un referéndum sobre una enmienda constitucional de 1992, que pretendía conceder a los primeros habitantes, los aborígenes de Canadá, el derecho al autogobierno. La organización de mujeres NWAC no rechaza el derecho al autogobierno indígena. Sin embargo, NWAC, con el apoyo de un documento de posición, se manifestó en contra del nuevo derecho constitucional en 1992. De hecho, la mayoría de los aborígenes votaron en contra de la enmienda constitucional, con un porcentaje de votos superior al del resto de la población canadiense.

Cuestionar y replantear la comprensión de lo político

El CC-ANOC consideró que las preocupaciones de las mujeres no estaban adecuadamente representadas en la mesa de negociaciones. Debido a la Ley Indígena, que excluía a las mujeres de sus derechos y favorecía a los hombres, los líderes aborígenes eran hombres. Estos hombres no estaban a favor de que las mujeres se representaran a sí mismas en el debate constitucional ni de que pudieran formar su propio gobierno. Por lo tanto, la organización de mujeres veía un peligro en establecer el autogobierno aborigen en Canadá en estas condiciones. No querían ver más poder, dinero y control en manos de los hombres de sus comunidades. Estos hombres no cuestionaron la forma patriarcal de gobierno y casi nunca hablaron de la violencia doméstica y el incesto, las violaciones en grupo, el abuso de drogas y alcohol y de cómo el hogar es un lugar peligroso para las mujeres y los niños y qué pueden hacer al respecto. «No queremos que establezcan gobiernos aborígenes en nuestras comunidades con el poder y la filosofía de los blancos. No queremos la estructura de poder jerárquico occidental que nos habéis dado»3Documento de posición del CC-ANOC, 2 de febrero de 1992. Las estructuras y normas patriarcales de sus comunidades son el resultado de prácticas coloniales. El ataque sistemático a los roles tradicionales de género con un estatus elevado para las mujeres y su reorganización patriarcal-jerárquica, con una amplia exclusión de las mujeres de los derechos políticos y de herencia, fueron algunas de las prioridades coloniales para debilitar y desestabilizar las sociedades a subyugar4Shaw, Karena 2008: Indigeneidad y teoría política. Routledge.. El NWAC se quejó de que algunos de los «jefes» se instalaban en este negocio político y negaban la voz a las mujeres. Por ello, las mujeres exigen decisiones de toda la comunidad y consenso sobre su forma de gobierno. Además, los derechos de las mujeres de la comunidad indígena deben reconocerse también como derechos individuales. El NWAC explicó al gobierno canadiense que los graves problemas sociales, económicos, culturales y políticos causados por 400 años de colonialismo no se resolverían simplemente concediendo a los aborígenes el derecho al autogobierno. La responsabilidad es mayor.

La organización de mujeres aborígenes NWAC no solo ha desmontado el contexto existente de la política indígena, sino también el espacio de la política establecido por la soberanía estatal moderna. Las mujeres cuestionan una concepción de la política que considera la soberanía estatal como la única forma de orden político posible y casi natural. La organización de mujeres considera demasiado corto de miras e incluso peligroso cualquier intento de superar la experiencia colonial mediante la obtención de derechos de soberanía indígena en este sistema estatal patriarcal y occidental.

Estos ejemplos muestran hasta qué punto los procesos de paz y de transformación anticolonial cambian o podrían cambiar significativamente mediante la participación de las mujeres. No solo se incluyen muchas más áreas en sus enredos mutuos en lugar de centrarse en el poder político, estatal, de forma aislada e incuestionable. Más bien, se replantea lo que la política puede ser y abarcar.

El principio de las soluciones democráticas en lugar del pensamiento del reparto del poder

La declaración de Heval Canda citada al principio también muestra una referencia de este tipo a una nueva forma de entender la política. Se refiere indirectamente al principio de una solución democrática. Este principio es un elemento central del concepto de paz de Abdullah Öcalan y de la filosofía política del movimiento kurdo. Se basa en la distinción entre soluciones estatales y soluciones democráticas para los problemas sociales. Öcalan escribe en la «Hoja de ruta para las negociaciones»: «Los problemas pertenecen a la sociedad y no al Estado». En una sociedad democrática y política que funcione, no es el Estado el que está en el centro. La unidad social pertinente debe tomar la iniciativa y resolver el problema. La sociedad civil no debe considerarse una extensión del Estado.

Esta forma de pensar en soluciones democráticas implica un distanciamiento del poder y de los mecanismos de las luchas por el poder, incluidos los mecanismos de reparto del poder. «El objetivo de las soluciones democráticas no puede ser el reparto del poder o de los recursos del Estado. Controlar el Estado y formar parte del Estado no puede ser el objetivo de las soluciones democráticas»5Öcalan, Abdullah 2012: La hoja de ruta para las negociaciones. Edición Iniciativa Internacional. Según este concepto de paz, los planteamientos anclados en el pensamiento estatal no pueden resolver los problemas. Sólo es posible mediante el método de las soluciones democráticas. Con ello se persigue una democratización de la sociedad.

Para aplicar este principio de soluciones democráticas y no dejarse arrastrar por el sentido común de los mecanismos políticos y las formas de pensar, la voz de las organizaciones de mujeres es de suma importancia en los procesos de paz y en la construcción de una vida digna y libre y de una sociedad democrática. No debe subestimarse la importancia de dar prioridad a sus análisis, ideas y recomendaciones para la acción, ni la participación central de las mujeres en las negociaciones y decisiones. Esto también supone una gran y esperanzadora responsabilidad para las mujeres organizadas.


  • 1
    Cf. Exo, Mechthild 2017: Das übergangene Wissen.
    https://www.transcript-verlag.de/media/pdf/8f/9c/0a/oa9783839438725.pdf
  • 2
    Cf. Machanda, Rita 2004: Hacemos más porque podemos. Naga Women in the Peace Process. Katmandú: South Asia Forum for Human Rights.
  • 3
    Documento de posición del CC-ANOC, 2 de febrero de 1992.
  • 4
    Shaw, Karena 2008: Indigeneidad y teoría política. Routledge.
  • 5
    Öcalan, Abdullah 2012: La hoja de ruta para las negociaciones. Edición Iniciativa Internacional.

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