La construcción práctica del socialismo real
UNA LECTURA ANARQUISTA DE ÖCALAN – II / IV

Desde finales de la década de 1990, Öcalan interpretó el colapso de la Unión Soviética no solo como una victoria del imperialismo, sino también como el fracaso estructural del socialismo centrado en el Estado.
BIANET – Ercan Jan Aktaş – 11 agosto 2025 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid
«El socialismo real, en lugar de resolver el problema de la libertad, a menudo se ha convertido en un mecanismo de poder que lo ha agravado. Los sistemas establecidos en nombre de la dictadura del proletariado reforzaron el dominio de las clases burocráticas en lugar de permitir un auténtico autogobierno». — Abdullah Öcalan
La Revolución de Octubre de 1917 en Rusia marcó un punto de inflexión histórico para la transformación del socialismo marxista en una práctica concreta del poder estatal. Sin embargo, también supuso la supresión del papel del anarquismo dentro de la revolución. Aunque inicialmente afirmaba representar la voluntad del pueblo a través de los soviets obreros y los consejos campesinos, la revolución liderada por los bolcheviques pronto sometió estas estructuras al control absoluto del partido [1].
La orientación teórica y práctica de Lenin y, más tarde, de Trotsky se basaba en una estrategia de centralización de la revolución a través de un partido de vanguardia. Esto desplazó la iniciativa revolucionaria del pueblo al aparato del partido. Aunque los anarquistas —especialmente en Ucrania, a través del movimiento de Néstor Majno— desempeñaron un papel fundamental en la lucha revolucionaria, fueron reprimidos por los bolcheviques, sobre todo tras acontecimientos como la sangrienta represión del levantamiento de Kronstadt en 1921 [2].
Este proceso de eliminación sentó las bases para que la noción de Marx del «Estado transitorio» evolucionara hacia un aparato autoritario y centralizado en la práctica socialista real. En la Unión Soviética, el Estado se convirtió en una estructura que ostentaba el poder en nombre del proletariado, reproduciendo una casta burocrática. Los principios defendidos por los anarquistas —autogobierno, descentralización y democracia directa— fueron sistemáticamente aplastados [3].
Entre 1918 y 1921, el Ejército Rojo reprimió los territorios libres de Ucrania, desmanteló las fuerzas de Makhno y ejecutó o exilió a muchos líderes anarquistas. Al mismo tiempo, se disolvieron los colectivos anarquistas de Moscú y Petrogrado, se cerraron sus publicaciones y se llevaron a cabo detenciones y ejecuciones masivas. En nombre de la unidad revolucionaria, los bolcheviques eliminaron a todos los actores revolucionarios pluralistas y monopolizaron el poder, purgando así sistemáticamente la presencia anarquista de la revolución [4]. Estos acontecimientos llevaron a los anarquistas a caracterizar el régimen bolchevique como una «contrarrevolución en nombre de la revolución».
Así, la tradición anarquista quedó en gran medida excluida de los movimientos socialistas del siglo XX, mientras que la línea marxista evolucionó hacia una realidad política que legitimaba la continuidad del Estado. Sin embargo, la advertencia de Bakunin de que «el nuevo Estado establecido en nombre de la revolución no será más que una versión refinada de la antigua tiranía» se vio históricamente confirmada en la experiencia soviética [5]. Para las generaciones futuras, esta experiencia se convirtió no solo en un caso de degeneración autoritaria, sino también en una lección histórica vital que muestra por qué deben defenderse los principios anarquistas en los procesos revolucionarios.
La degeneración autoritaria del socialismo de estilo soviético puede considerarse una experiencia histórica decisiva que remodeló profundamente la relación de Abdullah Öcalan con el paradigma socialista. A partir de finales de la década de 1990, Öcalan interpretó el colapso de la Unión Soviética no solo como una victoria del imperialismo, sino también como el fracaso estructural del socialismo centrado en el Estado [6].
En el centro de esta crítica se encuentra la rápida burocratización del Estado construido en nombre del proletariado, su supresión de la voluntad popular y la reproducción de un poder centralizado que excluía a las mujeres y a las comunidades locales. Öcalan argumentó que esto no era simplemente una desviación histórica, sino una forma de dominación codificada en el propio concepto de Marx del Estado transitorio [7]. En consecuencia, en lugar de adoptar el modelo soviético, persiguió un sistema político basado en la democracia directa, el autogobierno local y la trascendencia del Estado.
Esta búsqueda se cruzó con los conceptos de ecología social y municipalismo libertario de Murray Bookchin, evolucionando hacia un modelo de vida comunitaria sin Estado pero organizado, conocido como confederalismo democrático. De este modo, Öcalan redefinió la promesa socialista de liberación a través de una visión de la soberanía popular independiente del Estado y libre del centralismo.
En el centro de la crítica de Öcalan al socialismo realmente existente se encuentra la santificación del Estado y la supresión de la voluntad popular a través de los aparatos burocráticos. En su opinión, la Unión Soviética y regímenes similares, a pesar de afirmar ser alternativas al capitalismo, reproducían los códigos estructurales fundamentales de la modernidad capitalista: la centralización, el progresismo y el industrialismo[8].
Considerar al Estado como una «herramienta de transición», sustituir al sujeto revolucionario por el aparato del partido y reemplazar a la clase por el cuadro de vanguardia hicieron imposible la participación popular. En este sentido, Öcalan veía el socialismo real no solo como un modelo históricamente fallido, sino también como una forma de dominación incompatible con los principios libertarios. Para él, el colapso de los sistemas socialistas no se debió principalmente a intervenciones externas, sino a su dinámica interna de autoritarismo.
Otra crítica fundamental radica en el descuido sistemático de las cuestiones de género y ecología. Öcalan sostiene que los análisis basados en la clase social trataban la liberación de la mujer y la relación con la naturaleza como cuestiones secundarias, lo que limitaba gravemente la capacidad transformadora del socialismo [9].
Sin embargo, una verdadera lucha por la libertad requiere un enfoque multidimensional, que luche no solo contra la explotación de clase, sino también contra el patriarcado, la asimilación étnica y la dominación de la naturaleza. En consecuencia, Öcalan redefinió el socialismo como un modelo basado no en el Estado, el centralismo o la homogeneidad, sino en la multiplicidad, el autogobierno y los principios de una sociedad ético-política. Este modelo, denominado «modernidad democrática», representa un esfuerzo por construir una tercera vía en oposición tanto a las formas liberales como a las estatistas de la modernidad capitalista [10]. (EJA/VK)
NOTAS:
1 – Isaac Deutscher, Trotsky: el profeta armado 1879–1921, Libros Arces-lom, 2007.
2 – Victor Serge, Memorias de un Revolucionario, Virus Editorial, 1963.
3 – Paul Avrich, Los anarquistas rusos, Alianza Editorial, 1967.
4 – Alexander Berkman, El mito bolchevique, La Malatesta Editorial, 2013.
5 – Mikhail Bakunin, Estatismo y Anarquía, 1873.
6 – Abdullah Öcalan, Current Issues in Sociology, Aram Publications, 2007.
7 – Abdullah Öcalan, Manifiesto por una Civilización Democrática, Volumen 1, Editorial Descontrol, 2016.
8 – Janet Biehl, Ecología o Catástrofe: La vida de Murray Bookchin, Virus Editorial, 2017.
9 – Dilar Dirik, The Kurdish Women’s Movement: History, Theory, Practice, Pluto Press, 2022.
10 – David Graeber, Fragmentos de Antropología Anarquista, Virus Editorial, 2011.
EL AUTOR:
Ercan Jan Aktaş es científico social, escritor y activista. Su trabajo se centra en la paz social, la violencia, el militarismo, el género y la objeción de conciencia.
Colabora con Yeni Özgür Politika, Yeni Yaşam y bianet con artículos, entrevistas e informes en profundidad sobre política actual, cuestiones migratorias, paz social y género. Continúa su labor en el ámbito académico, periodístico y activista como refugiado político en Francia.