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El largo recorrido hasta Mahkmur. Una historia de resistencia del pueblo kurdo

Fuente: Brigada19Julio
Fecha: enero 2018

La historia de Makhmur resume la historia del pueblo kurdo, una historia de asimilación, represión, de violencia y exilio, pero también de lucha y resistencia.
Es una historia desconocida incluso para los interesados en el Kurdistán, hay escasas fuentes de información y el estado turco intenta constantemente borrarla e invisibilizarla. El siguiente relato nos lo contó un anciano del campo; fue una conversación muy emotiva, de casi tres horas. Hemos intentado resumir y explicar todo lo posible su testimonio. Además queremos mostrar también la parte más vivencial del conflicto, sin la cual nos sería imposible comprender toda la complejidad de la situación que se vive allí.
Para entender todo el proceso migratorio al que fueron obligados es necesario antes tener en cuenta varios aspectos sociales e históricos. Los habitantes del campo proceden de la región de Botan, una región campesina, de donde surge el significado que para ellos tienen las montañas. Son un pueblo de pastores y agricultores, en cuya vida ha estado muy presente la naturaleza y que ha girado en torno a las aldeas. Las montañas han sido históricamente el proveedor de su riqueza y necesidades, permitiéndoles pastar y cultivar; así como único refugio frente a los intentos de asimilación y exterminio. No por nada tienen un dicho que dice que
“los únicos amigos de los kurdos son las montañas”.
Así nos lo describía: “mi aldea es Hilal, en la región de Shirnak. Era una aldea grande, con tres escuelas, tres mezquitas y tres iglesias. Era una aldea con mucha historia y tenía una geografía muy buena. La cruzaban dos ríos; teníamos muchos vegetales, frutas, un clima muy bueno. Estaba lleno de montañas, valles y bosques. No queríamos dejar este sitio tan hermoso”.
También es en esta región donde se dio más resistencia a la asimilación por parte del estado turco, donde este no estaba tan implantado, y que sirvió de reducto para los guerrilleros. Fue en los poblados donde la guerrilla centro su actividad en los primeros años, y muchos de sus integrantes eran campesinos, en su gran mayoría jóvenes. Para la gran mayoría de la población rural la relación con la guerrilla ha sido muy fuerte, y muchos les ven como sus defensores frente a las agresiones turcas.
Su expulsión comienza en la década de los noventa, en una coyuntura de especial violencia, donde el gobierno tenía completamente militarizada la zona, controlando y vigilando a la población civil. La escalada del conflicto, que culminaría con la detención del líder del PKK, Abdullah Ocallan, supuso la aplicación de la táctica de tierra quemada en las zona rurales, con la quema de bosques y cultivos, y también la demolición e incendio de 4,000 poblados, provocando un desplazamiento masivo de civiles, entre los cuales muchos fueron desplazados internos, huyendo a las ciudades, y algunos, como los actuales habitantes de Makhmur, optaron por el exilio.
“Los años 90 fueron años de mucha represión por parte del gobierno turco, quemaron mas de 4000 aldeas, las vaciaron, y forzaron a toda esa gente a abandonar sus hogares e irse a otro lado. Prohibieron nuestra lengua y hasta hoy no hemos podido hablar en nuestro idioma natal. Nos obligaron por la fuerza a ser parte de las bandas turcas y luchar contra el PKK, a traicionar a nuestros hijos que se unían al movimiento del PKK y a la revolución kurda.”
La expulsión se produjo en abril del 1994, cuando tras una época de intensa persecución por el gobierno, este le dio a la población un ultimátum, “u os vais, u os integráis en las bandas paramilitares colaboracionistas kurdas (los village guards); u os bombardearemos y reduciremos a ruinas”.

Ante esta situación los habitantes decidieron huir hacia Irak, cruzando a pie la frontera, en lo que sería una anticipación de los años venideros; una huida constante, a pie, sin apoyo de ningún tipo, cargando con las pocas cosas que podían llevar, y haciendo frente a todo tipo de adversidades (el frío, el calor, el hambre, y la persecución militar). En aquel momento el KRG estaba en una situación relativamente buena, con el apoyo internacional y la zona de exclusión aérea declarada por los EE.UU. Sin embargo la traición del PDK hacia sus compatriotas no la habían imaginado. Este no solo les rechazó, sino que les persiguió, cobrándose con los refugiados la venganza por las derrotas que los peshmergas sufrían contra los guerrilleros del PKK.

A los pobladores de Hilal, el pueblo de la persona con la que hablamos, se les sumaron muchos otros de otros poblados, comenzando el éxodo unas 15.000 personas.
Los dos primeros campos, efímeros, fueron Bihere y Seranis, en la zona fronteriza. Aquí fueron sometidos a constantes bombardeos por parte del ejército turco. La ONU no les hizo mucho caso, y tuvieron que recurrir a una huelga de hambre de 29 días, forzando a que les concedieran al final el estatus de refugiados. La presión turca, constante a lo largo del éxodo de casi 2 años, les forzó a un nuevo desplazamiento. El segundo campo, en el que estuvieron de mayo a septiembre de 1994, fue en Bersive.
“Vinimos al campo de Bersive. En ese momento era invierno, la gente, madres padres e hijos, tenían solo una manta y una tienda. El embargo continuó y tampoco teníamos un centro médico. El sitio en el que nos asentamos estaba seco, no había montañas ni lugar en el que cultivar. Vivimos allí durante tres meses, comenzó a nevar y a llover, muchos murieron por las enfermedades. No teníamos agua potable, la recogíamos de agujeros en el suelo. Vivimos una época muy dura en ese sitio”.
Aquí de nuevo, y pese a estar fuera de las fronteras turcas, sufrieron secuestros por parte de los agentes del MIT (servicios de inteligencia turcos), ataques constantes, y embargo económico. Cuentan como muchos murieron a causa del frío. Fue en este campo donde comenzaron a organizarse, a formar comités y organizar la resistencia. “Hicimos lo mejor que pudimos para comenzar nuestra revolución, para empezar la rebelión contra ellos, y proteger nuestro lugar. Tuvimos que proteger nuestra cultura, nuestra lengua. Porque el enemigo nos estaba haciendo esto fue por lo que insistimos en organizarnos, cuanta mas presión y más poder ejercían sobre nosotros, más fuerte intentábamos hacer nuestra resistencia”

La dura situación les obligo de nuevo a abandonar el campo, bajando más al sur y estableciéndose en dos campos separados: Atrush A y Atrush B. Esta división refleja muy bien la política de la ONU frente a los refugiados, cuya máscara humanitaria se cae una vez sale a la luz su verdadera intención: hacer de los refugiados una extensión del poder político de la ONU (en palabras de la propia gente del campo); y también el poder que Turquía ejerce sobre ella. Les dividieron para restarles fuerzas, para dificultar su organización. Siguiendo esta política de dispersión, también les chantajearon con moverles en grupos de 3-4 familias a casas en la ciudad, pero ellos se negaron, preferían permanecer unidos pese a las condiciones extremas que tenían que soportar. “Nos dijeron que se llevarían a 10-20 familias por tandas a distintos lugares, poblados, aldeas y ciudades. Les dijimos que somos campesinos, todos nos conocemos entre nosotros, somos una tribu; no queremos estar separados, divididos.” De nuevo, más ataques, secuestros, represión por parte de mercenarios turcos y los militares del PDK.
“En este capo el PDK y la ONU nos veía como refugiados politizados, no solo como refugiados ordinarios; en sus ojos era como si fuésemos una organización terrorista, un campo terrorista. La relación que la ONU y el PDK tenía con nosotros era como si fuéramos una organización terrorista. El gobierno turco, el PDK y ACHNUR decidieron dispersarnos de este campo; así dejaríamos de existir, estaría vacío. Nos tenían miedo porque estábamos organizados.”
En ese momento los peshmergas del PDK y la guerrilla del PKK mantenían un conflicto armado; cuando los peshmergas sufrían derrotas militares, bajaban al campo a cobrarse la venganza sobre los refugiados, asesinando a sus habitantes y robándoles el ganado.
La ACHNUR, impotente ante las presiones turcas, militarizó el campo y lo valló bajo una premisa de seguridad (aunque seguramente fuese un intento de controlar al campo por las acusaciones de Turquía que decían era un campo de entrenamiento del PKK). Lo convirtieron, en palabras de quien nos lo contaba, en una prisión a cielo abierto. En un intento de despolitizar y desmoralizar a los refugiados, la organización les chantajeó con la ayuda humanitaria; solo les darían comida y agua si aceptaban las condiciones de la ONU, si pasaban a ser refugiados al uso, y ceder su gestión y su vida a manos de enviados internacionales. Y aun así, prefirieron pasar hambre y sed antes que aceptar esas condiciones. “Nos traían la comida a la entrada del campo y decían: si os vais, os daremos esta comida. Nuestros niños pasaban demasiada hambre, pero aun así nadie fue a por la comida. Así es como conocimos a la ACHNUR”. Estuvieron así 6 meses, sin agua, comida, o servicios básicos como apoyo médico. Finalmente el PDK y la ONU cedieron ante Turquía, clausurando los campos de Atrush.
La siguiente migración les llevó a Ninova, una provincia al sur del KRG, muy cercana al gobierno de Saddam, donde estuvieron entre 5/6 meses. 200 familias se vieron obligadas a dejar Atrush, a pie, y de noche para que nadie se enterase de que les llevaban a la zona de Saddam, el mismo que unos años atrás masacro miles de kurdos con armas químicas en Halabja.

“Comenzamos a caminar de noche. En nuestro grupo había jóvenes, niños, personas mayores y discapacitados. Andamos 20/25 kilómetros. Cuando caminábamos juntos, nunca he visto esto en ningún otro lugar, nos ayudábamos entre todos, su solidaridad, lo compartían todo con todos, como si fueran una familia. Éramos 200 familias, pero allí había más de 1.000 personas. Empezaron a andar por la noche, hasta la mañana siguiente, pero nadie era dejado atrás, nos mantuvimos todo el rato unidos. Lloramos y reímos juntos. Todos los miembros dijimos: si vivimos, viviremos juntos, si morimos, moriremos juntos.”
Primero pidieron asilo en el gobierno de Irak, que les fue negado con la excusa del embargo estadounidense. Se asentaron al lado de la frontera, a la espera de que en algún momento les dejasen pasar. Muchas personas perdieron miembros a causa de las minas. Estuvieron así 6 meses, sufriendo lo mismo que en los campos anteriores, represión por parte de Turquía y el PDK, asesinatos, secuestros, embargo, etc., que culminaron con el incendio del campo; 2.000 tiendas salieron ardiendo, “el cuchillo llegó al hueso” en palabras del anciano. Sus habitantes comenzaron a caminar hacia la frontera, ignorando las amenazas y los disparos del ejército iraquí, hasta que este les dio un último aviso: o retrocedían o les atacarían con morteros y armas pesadas.
Finalmente la ONU y el gobierno de Bagdad llegaron a un acuerdo, cediéndoles una zona en Makhmur para que se asentasen. Cuando llegaron no había nada, ni agua ni forma de cultivar el terreno. El campo estaba en medio del desierto iraquí, con temperaturas extremas y unas condiciones muy difíciles. Cuentan cómo al principio les fue muy difícil adaptarse a la vida en el desierto, teniendo que hacer frente a temperaturas de 50 grados acostumbrados al clima montañoso del que provenían. Pese a ello, consiguieron llevar agua desde un pozo cercano, y comenzaron a construir el campo en el que ahora viven, implantando el sistema del Confederalismo Democrático y convirtiéndolo en un lugar lleno de vegetación y de vida.
 

En el 2014 el ISIS llegó al campo, donde a manos de los kurdos sufrirían su primera derrota, previa a la liberación de Kobani. Cuando llegaron los jihadistas los peshmergas abandonaron la protección del campo, dejando a los refugiados indefensos, que huyeron a la cuidad de Kirkuk buscando refugio. Fueron las fuerzas guerrilleras del PKK las que ante la llamada de los habitantes bajaron de las bases de las montañas del Qandil, enfrentándose al igual que en Kobani en un situación de inferioridad numérica, y sin embargo liberando el campo en unos pocos días. Desde entonces los refugiados prepararon su propio sistema de autodefensa, para que algo así no volviese a suceder.
En el momento de este artículo continúan bajo una situación de embargo por parte del PDK, que les dificulta la salida y entrada del campo y la importación de bienes de primera necesidad. Tras la declaración de independencia del KRG y la expansión militar de las fronteras del gobierno iraquí, los peshmergas abandonaron el campo; pese a ello el ejercito iraquí y las milicias chiíes no lo han atacado. Según algunos de los refugiados, no se atrevieron a ello.
La represión turca hacia el campo continúa a día de hoy, que sigue presionando para vaciarlo. Hace poco nos llegaba la noticia del asesinato de uno de los miembros de la organización de jóvenes a manos de un agente de seguridad turco que se infiltró en el campo disparándole mientras hacía turno en uno de los puestos de defensa. Y poco después, Turquía bombardeaba el campo con cazas de combate matando a varias personas. Para el estado turco Makhmur y sus habitantes representan la viva imagen de su política, de violencia y represión hacia el pueblo kurdo, por ello quieren borrarlo, como quien elimina las pruebas de un crimen.

Entierro de los mártires tras el bombardeo turco
Para cerrar, esto es lo que nos contestaron cuando les preguntamos si querían volver a sus pueblos en Bakur: “Nuestros muertos nos dijeron: cuando dejéis estos lugares llevaos nuestros cuerpos, coged los huesos, y llevadlos a nuestros hogares. Llevad nuestros cuerpos a las montañas del Kurdistán. La tierra de nuestro pueblo, el lugar donde nacimos, es más importante que cualquier otro lugar en el mundo. Todas estas personas quieren regresar. Si algún día llegase a los 120 años, y solo tuviese un día más de vida, volvería a mi aldea natal. Pero quiero ir y levantar mis manos, estar orgulloso de mi mismo: en ese momento quiero ir como un kurdo libre.”

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