El Confederalismo Democrático como alternativa – 1/2
Fuente: KEDISTAN
Autor: Berfin Kurban
Fecha: 13/09/2017
Traducido por Rojava Azadi
Democracia moderna versus capitalismo moderno
Hoy, en el siglo XXI, vivimos en un mundo donde la explotación, la opresión y las violaciones de los derechos humanos básicos aumentan y se legitiman constantemente. Como resultado del capitalismo, las desigualdades e injusticias no tienen fin en la vida política, económica y social.
Algunos dirán que es el sistema capitalista-imperialista, así como los problemas de nacionalismo, racismo, militarismo, estatismo y sexismo que lo acompañan, lo que ha sumido a la sociedad en el caos. Este sistema hegemónico se alimenta de las guerras que crea, destruye la naturaleza, causa desastres y pobreza y nos mantiene en constante amenaza por estas inestabilidades.
El capitalismo, que es el orden social y económico mundial, posee serias contradicciones entre la realidad y la razón, y entraña repercusiones significativas al amenazar el bienestar de la humanidad y en la generación de desastres ecológicos. Por tanto, se podría decir que el capitalismo ha llegado a sus límites en términos de sostenibilidad. El final de la guerra fría dio un nuevo ímpetu a la adopción de la socialdemocracia neoliberal, algo obviamente sujeto a muchas contradicciones. Pero también empujó a la izquierda, y a otros que aspiraban a los principios socialistas, a adoptar una postura pesimista. La mayoría de la gente hoy ha aceptado la ilusión y la creencia de que no es posible una alternativa al capitalismo. Sin embargo, en la historia reciente, desde América Latina hasta Oriente Medio, los movimientos sociales han restaurado la fe en otro mundo que se había perdido, y que ahora resucita con un nuevo ímpetu, como los zapatistas de Chiapas, los kurdos de Rojava (norte de Siria) y Bakur (sudeste de Turquía), entre otros.
Hay una alternativa al capitalismo y es el Confederalismo Democrático. Actualmente se está construyendo en el norte de Siria (Rojava), a pesar de la falta de reconocimiento internacional. El movimiento de liberación kurdo lidera actualmente un experimento revolucionario al establecer un sistema confederal en el norte de Siria, hogar de 4 millones de kurdos. Este ensayo pretende descubrir los aspectos teóricos y prácticos de esta revolución, centrándose en el modelo económico que se está experimentando en Rojava, para determinar si podría constituir una alternativa al neoliberalismo del capitalismo moderno.
La primera sección [de este artículo] entabla una discusión sobre las deficiencias actuales del capitalismo y el problema global de la desigualdad; la segunda sección presenta la forma en que el movimiento de liberación kurda, dirigido por Abdullah Ocalan, inspirado por las ideas y las teorías apuntadas en la primera sección, han convertido su movimiento de independencia en un movimiento que busca crear un sistema alternativo, más democrático y libertario, basado en los principios de autonomía democrática, igualdad de género, industrialismo ecológico y economía social.
Contexto histórico del desarrollo del capitalismo y el estado-nación
El capitalismo moderno apareció con los avances y revoluciones en el campo del conocimiento, con el desarrollo de las matemáticas, la física y la química. Tanto es así que las tradiciones fueron cuestionadas y rechazadas, lo que provocó una transición del ruralismo a la urbanización y permitió la industrialización capitalista. Michel Foucault (1926-1984) argumenta que las revoluciones estadounidense y francesa, que incorporaron el liberalismo y el republicanismo, en realidad no liberaron a los ciudadanos del autoritarismo opresivo, sino que lo reemplazaron con otra forma de poder, que es el capitalismo. El desarrollo de los estados-nación, aportando su parte de componentes como la democracia representativa, la burocracia, la educación pública, el secularismo y las formas interminables de vigilancia, no se produjo de forma natural, sino con la ayuda de decisiones políticas tomadas para ayudar al capitalismo moderno.
Los sociólogos clásicos, en la línea del pensamiento aristotélico, en su mayoría consideran que el objetivo inherente a la modernización era hacer central la experiencia occidental (europea) a través de factores económicos, sociales, culturales y políticos. Pero la teoría de la modernización sigue siendo un tema muy debatido, desde las etapas de la modernización de Walt Rostow (1916-2003) a la crítica de la dependencia de Andre Gunder Frank (1929-2005), pasando por la teoría del sistema capitalista mundial desarrollada por Immanuel Wallerstein (1930- …), entre otros.
La globalización capitalista es un proceso en el que todo el planeta se integra social, política y económicamente en dimensiones históricas, económicas, socioculturales y políticas.
En pocas palabras, el capitalismo se puede definir como un sistema de producción con el propósito de poner el beneficio en manos privadas, los de la élite burguesa o el «Estado» en el caso de China. Hoy en día, el capitalismo parece estar pasando por una nueva crisis. Hay una crisis económica, ecológica y energética mundial, y los capitalistas no ponen en marcha mecanismos para resolver estos problemas; no pueden resolver estas crisis porque, como dijo Einstein, «ningún problema puede resolverse con el mismo estado de ánimo que lo engendró. Este sistema no es duradero y ha creado problemas sociales peligrosos, de los cuales niega las raíces ontológicas. De tal manera que la depresión en la que se encuentra la era financiera del sistema capitalista ilustra claramente hoy que ya no puede defender las mentiras que ha utilizado históricamente para mantener su existencia. Pero, ¿cómo surgió el capitalismo?
A mediados del siglo XIX, Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) escribieron el Manifiesto Comunista y dieron cuenta de manera relevante de la experiencia europea del capitalismo moderno. En ese momento de la historia, la revolución industrial estaba en marcha y estaba cambiando el paisaje material y humano a través de avances tecnológicos (científicos), cambios institucionales y la intensificación del comercio a través del surgimiento de un mercado global. Sin embargo, según Marx, esta sociedad industrial moderna se caracteriza por conflictos de clase entre la burguesía y el proletariado, pero como las fuerzas productivas del capitalismo ya no son compatibles con esta relación explotadora, eventualmente llevará a una revolución proletaria. Marx argumenta que la explotación del proletariado por la élite burguesa era la fuerza que provocaba el desarrollo histórico.
La contribución de Karl Marx a las teorías sociales no ha sido una mera predicción utópica del futuro sino, lo que es más importante, un conjunto de análisis del funcionamiento y las contradicciones del capitalismo.
Este legado ha continuado como se ve con la teoría de los «mundos de sistemas» del sociólogo y científico sociohistórico Immanuel Wallerstein. Desde la década de 1970, Wallerstein ha desarrollado el paradigma del análisis de sistemas globales, que es un enfoque macroscópico de los cambios sociales e históricos del mundo de una manera multidisciplinaria. Wallerstein sostiene que el estado-nación moderno se mantiene a través de un marco económico, político y legal que él llama el «sistema mundial» y algunos países se benefician de este sistema económico global mientras otros son explotados.
Wallerstein muestra que el sistema capitalista mundial comenzó en el siglo XVI en partes de Europa y América y luego se extendió al resto del mundo en los siglos posteriores con la acumulación interminable de capital (2004: 23-24). Por lo tanto, los Estados nacionales modernos pueden verse como incorporados al sistema global del capitalismo. Pero, como señala Wallerstein, las relaciones económicas no se han desarrollado al azar, los estados-nación modernos se han creado en paralelo con el capitalismo para servir y proteger los intereses de la élite capitalista. Además, los capitalistas europeos necesitaban crear estados europeos fuertes, con gran poder político y militar, para apoyar su hegemonía. Wallerstein señala que la economía del mundo capitalista se basa en la creación de superávit por el aumento constante de la productividad, del cual extrae un excedente para la élite burguesa a través del beneficio. El poder es una noción importante a integrar para comprender las desigualdades que se propagan a través del sistema-mundo capitalista.
Por lo tanto, el sistema-mundo se centra en una división del trabajo entre dos clases; estas diferentes clases presentan una disparidad en cuanto al acceso a los recursos en los senos de los Estados-nación, y los diferentes estados-nación tienen un acceso desigual a los bienes y servicios del mercado global.
Wallerstein divide la economía del mundo capitalista en tres categorías principales: el corazón, la semiperiferia y la periferia (2004: 28). Los estados centrales son aquéllos que dominan y ostentan el poder político, económico y militar para imponer tipos de cambio desiguales y explotar el trabajo, las materias primas y la agricultura de los estados periféricos, menos desarrollados, y les somete a otras formas de exterminio, ecológica, por ejemplo. Estas condiciones que destaca Wallerstein pueden explicar las complejas relaciones de economía y poder que existen entre los países. Como sugiere Wallerstein, el sistema-mundo capitalista no es infinito y este sistema se derrumbará inevitablemente con, tarde o temprano, una crisis económica mundial, lo que resultará en un cambio revolucionario.
Los Estados-nación no son entidades reales, se trata de una construcción social moderna, en relación a la cual Benedict Anderson (1936-2015) inventó el paradigma significativo de comunidades imaginadas.
Anderson analiza el nacionalismo y sostiene que una nación es una «comunidad política imaginada» porque nadie puede reencontrar o conocer a todos los miembros de esta comunidad «sin embargo, en la mente de todos está la imagen de su comunión», e independientemente de las desigualdades y la explotación, «la nación siempre se concibe como una confraternidad profunda y horizontal». Las naciones, a diferencia de los Estados-nación, no son tangibles, ya que no siempre tienen una ubicación geográfica definida y porque pueden ir más allá de las fronteras, como se muestra en la Unión Europea o la Unión Africana. Mediante el estudio de los orígenes históricos de la conciencia nacional y el surgimiento de las naciones modernas del siglo XVIII hasta el XX, Anderson afirma que la nación o el nacionalismo no es realmente una ideología política como el marxismo o el fascismo, sino una construcción social creada en el siglo XVIII, en paralelo con los acontecimientos políticos occidentales que le han permitido convertirse en un modelo, por lo que se puede unir a los gobiernos con disposiciones ideológicas variadas, hasta los regímenes socialistas.
La conciencia nacional se ha visto estimulada por cosas como la concepción moderna del tiempo, el capitalismo de impresión y otros acontecimientos tales como las revoluciones americana y francesa. Anderson sostiene de manera notable que incluso los regímenes revolucionarios (por ejemplo marxistas) corren el riesgo de entrar en una guerra en nombre de las «naciones» a causa de los elementos anteriormente indicados.
El nacionalismo es una noción poderosa que ayuda a mantener el statu quo y distrae la atención de problemas sociales como la explotación económica. Aunque Anderson no proporcionó una solución, no obstante, ha inspirado también a Abdullah Öcalan y su paradigma de Confederalismo Democrático para rechazar el Estado-nación.
La globalización neoliberal no ha funcionado para los pobres o el medio ambiente, ha causado desastres y es necesario lidiar con sus contradicciones, dicen el antropólogo de la economía Keith Hart y sus coautores quien han escrito una guía ciudadana para construir una economía humana.
Inspirado metodológicamente por la revolución etnográfica del siglo XX en la antropología social y cultural, «The Human Economy Program», iniciado por Keith Hart y Al., tiene como objetivo «volver a conectar el estudio de la economía con el mundo real, para hacer sus descubrimientos más accesibles para el público y para ubicar el análisis económico en un marco que integre a la humanidad como un todo, el mundo en el que vivimos». Al reanudar el proyecto de hacer de la economía a los economistas y al enfatizar la unidad entre el individuo y la sociedad, este nuevo ser humano universal busca una alternativa. Si no proporcionan una, al menos proponen cuatro principios clave que la economía debe integrar para ser humanista.
El primero es que la economía «está hecha y renovada por el pueblo, la economía debería ser de interés práctico para todos nosotros en nuestra vida cotidiana». Hart dice que «esto significa que debería tratar una mayor variedad de situaciones particulares en toda su complejidad institucional» y «debe basarse en una concepción más integral de las necesidades e intereses de todos».
Finalmente, afirma que la economía «debe tratar a la humanidad como un todo, así como la sociedad global que estamos construyendo». Hart y otros ofrecen varias vías para emprender estudios económicos de forma emancipatoria y multidisciplinaria yendo más allá de la geografía y argumentando que «la economía siempre es plural y la experiencia que la gente tiene a lo largo del tiempo y el espacio está más cerca de la economía que lo que sugieren términos opuestos como «capitalismo» y «socialismo». Por lo tanto, el objetivo es promover una democracia económica «ayudando a las personas a organizarse y mejorar sus propias vidas». Nuestros descubrimientos deben, por lo tanto, tener el propósito de ser presentados al público con un espíritu de pragmatismo y hechos comprensibles para que el lector pueda hacer un uso práctico del mismo «.
Uno podría preguntarse cómo los fundamentos de la experiencia de Rojava podrían ayudar a radicalizar el proyecto de «economía humana» de Hart para la democracia económica.
Desde el punto de vista de Hart y teniendo en cuenta que las alternativas deben encontrar sus orígenes en nuestras realidades, la autodeterminación se revela como un requisito previo importante para las libertades y el desarrollo económico, social y político.
Las fuerzas revolucionarias kurdas de Rojava han demostrado que es posible una alternativa al desarrollar su propio sistema contra el capitalismo moderno, estableciendo una sociedad democrática que se dirige hacia la industria ecológica y el sistema del confederalismo democrático y llamando a este sistema democracia moderna o modernidad democrática.
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