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¿Donde está la izquierda mientras Afrin arde?

Fuente: Open Democracy
Autor: WILLIAM EICHLER
Fecha publicación: 23/02/2018
Traducido por Rojava Azadi, 12/03/2018
 
arde

Kurdos de Siria permanecen en una cueva en una aldea en el enclave asediado de Afrin, el 8 de febrero de 2018. Los civiles de las zonas rurales de Afrin huyen desde que comenzó la campaña militar dirigida por Turquía. Ammar Safarjalani / Agencia de Noticias Xinhua / Imágenes de la Asociación de Prensa. Todos los derechos reservados.

 

Al parecer. los kurdos tienen la desgracia de ser víctimas de un poder no occidental, y por tanto, su sufrimiento apenas es escuchado.

El lema extraoficial del pueblo kurdo es que, como innumerables artículos de opinión nos han recordado recientemente, ‘los kurdos no tienen más amigos que las montañas’.

Realizan alianzas estratégicas con grandes potencias de vez en cuando; pero éstas, como era de esperar, suelen acabar en traición. Los caprichos de la realpolitik no se prestan a una amistad duradera.

Lo que era menos predecible es la falta de apoyo que los kurdos han recibido de los ‘progresistas’.

La invasión turca de Afrin debería sacar a la izquierda internacional a las calles de todas las capitales importantes. Los manifestantes deberían estar irrumpiendo en Hyde Park con el rojo, blanco, verde y amarillo de la bandera kurda mientras el canto de «¡Todos somos PYD!»  llena el aire.

Pero no han salido. Las calles están tranquilas, salvo por algunos activistas kurdos, y las muestras de solidaridad son escasas.

Comparemos esto con la situación de otro pueblo sin estado: el palestino. Cuando las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) arrasan  Gaza, los activistas no tardan en ponerse las kuffiyyas y marchar por Whitehall; la violencia en Tierra Santa impregna los principales periódicos e Israel es denunciado ferozmente en las redes sociales.

¿Por qué, entonces, este relativo silencio cuando se trata de la persecución de los kurdos?

Un gobierno nacionalista islámico, encabezado por el demagogo Recep Tayyip Erdoğan, ha invadido un país extranjero con la ayuda de yihadistas locales para aplastar a un movimiento de izquierdas. Esto, además, mientras estrangula las aspiraciones democráticas kurdas en su casa. ¿Dónde está la indignación?

He escrito antes sobre esta cuestión desde la perspectiva del conflicto Israel/Palestina. La izquierda es particularmente sensible con el sufrimiento palestino porque son víctimas de un Estado occidental: un país colonizador formado bajo la égida de una potencia imperial europea.

Un cambio en el enfoque izquierdista en las últimas décadas hacia el anticolonialismo y el antirracismo, con un giro desde las políticas de clase hacia las políticas de identidad, ha significado que la identidad «occidental» de Israel ha movido el escenario de la lucha palestina al imaginario político de la izquierda.

Aquí, sin embargo, quiero explorar por qué los kurdos, la nación más grande del mundo sin un Estado, no despiertan las mismas pasiones.

El problema no puede ser la incompatibilidad ideológica. El movimiento kurdo, tal como está actualmente constituido en Siria y Turquía (no así en Irak), representa el movimiento sociopolítico más progresista de la región en la actualidad. Ideológicamente, están más en sintonía con una perspectiva de izquierdas que grupos como Hamas o Hezbolá, cuya oposición a Israel les ha valido de pase libre en algunas secciones de la izquierda «antiimperialista».

Afrin, el lugar en el que Erdogan juega a la guerra, se encuentra en el norte de Siria o el oeste de Kurdistán (Rojava). Aquí, el Partido de la Unión Democrática  (PYD), asociado con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) con base en Turquía, y sus milicias YPG / YPJ están llevando a cabo un experimento radical de democracia directa bajo el estandarte del confederalismo democrático.

Formulado por Abdullah Öcalan, el líder encarcelado del PKK, e inspirado por el anarquista estadounidense Murray Bookchin, este paradigma es una forma de socialismo libertario basado en la justicia social y medioambiental, y enfatiza el final del patriarcado como un elemento necesario en la construcción de un mundo mejor.

Los críticos argumentan que la retórica democrática es sólo un frente para el separatismo kurdo. Debajo de la chapa igualitaria, dicen, acecha un programa etnonacionalista regresivo. Quizás.

Saber con quién hacer causa común no debería ser difícil.

Determinar qué sucede en el terreno nunca es fácil en tiempos de guerra y ninguna organización es perfecta. Pero incluso si los críticos tuvieran razón, la evidencia disponible sugiere que el PYD sigue siendo más progresista que los yihadistas del Estado Islámico (EI) contra los que han luchado, el carnicero de Damasco y sus seguidores teocráticos en Teherán, o el cada vez más autoritario Erdoğan. Saber con quién hacer una causa común no debería ser difícil.

Para muchos, sin embargo, lo es. Una posible razón es la complejidad de la guerra civil siria y la posición de las fuerzas kurdas dentro de ella. Mientras que el PYD y las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), la coalición militar liderada por las Unidades de Protección del Pueblo (YPG / YPJ), han realizado varias alianzas (la más reciente con Assad), se han beneficiado principalmente del apoyo de los Estados Unidos. Aparentemente, esto no es aceptable.

Tales alianzas, a los ojos de algunos, han convertido a los kurdos en títeres de la OTAN, y están ayudando a Occidente a debilitar el «eje de resistencia» que se extiende, con apoyo ruso, desde Teherán, a través de Damasco, y hasta el sur del Líbano.

Hay algo de verdad en esto. La alianza de conveniencia de la SDF socava a Assad, incluso teniendo en cuenta los acontecimientos recientes, y hace mella en las ambiciones regionales de Putin. También hace que la expansión iraní sea un poco más difícil.

Sin embargo, si bien existe un argumento a favor para prevenir el colapso del Estado sirio, la idea de que los poderes que apoyan a Assad representan una fuerza progresista porque están luchando contra el imperialismo occidental y el wahabismo tampoco se sostiene.

El eje Moscú-Teherán-Damasco no es un aliado de la izquierda ni ningún movimiento relacionado con la justicia y la igualdad. Preguntad si no a los residentes del este de Ghouta.

Dejando de lado la geopolítica, hay otro factor a considerar. Como señalan Rosa Burç y Kerem Schamberger en ‘Jacobin’, una alianza táctica con el ejército estadounidense no significa que el contenido del programa del PYD haya cambiado. El Pentágono no está dictando la agenda doméstica de los kurdos. Trump no tiene influencia en la Revolución de Rojava; probablemente ni siquiera haya oído hablar de ella.

Aceptemos que las dificultades de navegar en el conflicto sirio explican parte del silencio de la izquierda sobre la cuestión kurda. En la niebla de la guerra a veces es difícil distinguir quién es el opresor y quién el oprimido. Sin embargo, esto no explica la falta de solidaridad ofrecida a los kurdos al norte de la frontera.

En Turquía, el Partido Democrático de los Pueblos (HDP) ha sido perseguido por el gobierno desde que ganó el 13% de los votos en las elecciones de junio de 2015, lo que trastocó temporalmente los planes de Erdoğan para crear un sistema presidencialista.

Emergiendo del movimiento por los derechos de los kurdos y animado por el espíritu de las protestas Gezi de 2013, los ex vicepresidentes del HDP Selahattin Demirtaş y Figen Yüksekdağ han sido arrestados y decenas de activistas encarcelados. Este proceso se ha visto intensificado por una represión extendida contra la sociedad civil turca a raíz del intento de golpe de estado de 2016.

La opresión judicial pronto se transformó en represión violenta. En 2015, el proceso de paz destinado a poner fin al conflicto de casi cuarenta años entre Ankara y el PKK se rompió a través de una combinación de oportunismo político por parte del primero y error de cálculo por parte de este último.

Las hostilidades posteriores llevaron al desplazamiento de cientos de miles de civiles entre 2015 y 2016, y al asesinato de más de 250 no combatientes en el sureste de Turquía. Pero, una vez más, el destino de los kurdos se encontró con el silencio de la izquierda.

Los kurdos, al parecer, tienen la desgracia de ser víctimas de un poder «no occidental» y, por lo tanto, su sufrimiento apenas se oye.

La razón de esta solidaridad selectiva ya la he indicado. Los kurdos, al parecer, tienen la desgracia de ser víctimas de un poder «no occidental» y, por lo tanto, su sufrimiento apenas se oye. Es irrelevante que Turquía sea un poder de la OTAN. O un país tratando de ingresar en la Unión Europea. O simplemente un estado autocrático con ambiciones imperiales y una historia de persecución contra un grupo étnico local.

Para muchos en la izquierda, no es lo suficientemente «occidental» como para preocuparse y, por lo tanto, sus víctimas son invisibles.

 

0 comentarios en «¿Donde está la izquierda mientras Afrin arde?»

  • Cuánta razón! Y cuánta tontería y ceguera en la «izquierda» que se arropa generalmente bajo la bandera del «marxismo-leninismo» y que en muchos casos ha saltado al putinismo y pro-iranismo más cutre, vía Stalin y Venezuela, con una amalgama de ideas muy mal hiladas sobre «el imperialismo» y, por cierto, también sobre el papel del estado en general, ante lo que la propuesta kurda de Confederalismo Democrático les desconcierta sobremanera. Hay excepciones pero cuando se confunde «comunismo» con «Rusia» (aunque sea la Rusia ultra-capitalista y reaccionaria de Putin) e «imperialismo» con «USA», siguiendo una lógica totalmente obsoleta de la Primera Guerra Fría, una lógica que ni siquiera aguantaría la más mínima crítica coherente dentro del marxismo, ni del leninismo siquiera.
    En su lógica simplista y sinsentido: cualquiera que esté contra USA es «bueno» y «antiimperialista», luego Assad, Putin y los ayatolás son un encanto, aunque en realidad son fuerzas de derecha e imperialistas, sobre todo los dos últimos. Se ensalza el «socialismo» panarabista damasceno, cuando en realidad es a lo sumo una economía híbrida de tipo cuasi-mussoliniano, izquierdo-fascista, y se desdeña el comunismo real y concreto de la nación kurda y sus aliados, simplemente porque «el enemigo de mi amigo es mi enemigo» o «el amigo de mi enemigo es mi amigo», sin mayor consideración.
    Por contra los anarquistas y gente suelta de otras tendencias marxistas han sido mucho más realistas y solidarios. Pero al final es lo que pasa con todos estos temas de solidaridad internacionalista: que o bien nos tenemos que volcar, porque las fuerzas son limitadas, en lo nuestro, que ya es mucho, o bien se queda en lo gestual. Porque tampoco nos creamos que la solidaridad con Palestina tiene tanto impacto, lo que pasa es que es un tema que lleva muchas décadas y poco a poco se ha ido influyendo en la mentalidad general, convirtiéndose, con mucha razón, en causa célebre, y no precisamente por Hamas, la verdad sea dicha, sino a pesar de su reaccionarismo.
    Al final, el internacionalismo realista consiste en que haya muchas luchas a la vez en muchos lugares con el objetivo de liberar a los pueblos trabajadores, sea el kurdo, sea el vasco o sea el murciano. Si todos peleamos a la vez, en nuestro terreno y por lo que lo que nos pueda movilizar en lo concreto, sin merma de relaciones cordiales y apoyos puntuales, entonces, como en L’Estaca de Llach, estirando unos por aquí y otros por allá, el régimen imperial OTAN y quizá el Capitalismo mismo caerá.
    Porque al final lo que puede ayudar a la revolución mundial desde Estados Unidos (el artículo habla sobre todo de allá) es que haya una revolución en Estados Unidos, y lo que podría ayudar a la causa del comunismo kurdo aquí en Europa es que haya una revolución aquí en Europa. Que entonces Erdogán sí que se iba a asustar.
    Pero aún no estamos ahí y de hecho creo que tenemos más bien que ayudarnos a nosotros mismos a hacer esa revolución imitando en la medida que tenga sentido el modelo kurdo que creo que es tan ejemplar como puede serlo, y dejando atrás todo ese lastre estalinista e incluso leninista que ellos y ellas han sabido abandonar a tiempo, reinventándolo todo en nuevos parámetros que yo llamaría incluso primer-internacionalistas.
    Porque como decía, quizá proféticamente, nuestro sabio enemigo de clase, el canciller Bismarck: cuando los bakuninistas y marxistas vuelvan a unirse entonces se les acabó el chollo a los burgueses y sus monarquillos. Y ya va siendo hora. Y Kurdistán es quien marca el camino para ello.

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