[Cine] Un réquiem para los kurdos
“Ionesco escribió que el tiempo era el peor enemigo de los hombres.
Para mí, el peor enemigo de los hombres son las fronteras.
Ellas fueron impuestas a los kurdos por los Grandes Poderes.
Odio las fronteras. En Kurdistán no hay un solo día que termine
sin que alguien vuele por los aires por una mina,
tratando de cruzar la frontera de otros.”
Bhaman Ghobadi
En 2016 se cumplen 10 años del estreno de la película Media Luna (Niwemang), escrita y dirigida por el director kurdo-iraní Bhaman Ghobadi, realizada en el marco del festival Nuevas Esperanzas impulsado por el municipio de Viena para conmemorar el 250 aniversario del nacimiento de Mozart, en el cual artistas de distintas partes del mundo fueron seleccionados para la realización de obras que reflejasen de alguna manera el espíritu del compositor austriaco.
Esta realización fue galardonada con la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián en 2007, uno de los cinco festivales de cine más importantes del mundo. Este logro vino a acrecentar el prestigio en el ambiente artístico internacional que Ghobadi venía forjando desde su primer largometraje, Un tiempo de caballos borrachos, premiado con el galardón de La cámara de Oro de Cannes en el 2000, y con la Concha de Oro que recibió por Las tortugas también vuelan en 2004.
A pesar de que Ghobadi no se plantee romper con determinada tradición del cine iraní, de la cual se siente parte en cuanto a su propia formación artística –con Abbas Kiarostami, Mohsen y Samira Makhmalbaf, Jafar Panahi-, y de compartir con estos recursos poéticos-narrativos, el cine de Ghobadi representa una semilla importante para el florecimiento de un cine kurdo, y para su identificación como tal a nivel mundial. Cine que aún se encuentra dando sus pasos germinales ya que, por las condiciones técnicas existentes, como el propio Ghobadi lo reconoce, no están dadas plenamente las posibilidades materiales para su desarrollo.
Sin embargo, más allá del debate sobre la existencia como tal de un cine kurdo, la exposición que genera el reconocimiento en este tipo de certámenes, permitió poner en plana de los medios de comunicación internacionales -más allá de en los especializados- la existencia incipiente de un cine realizado en el territorio histórico del Kurdistán por un realizador kurdo; además, mostrando sus paisajes característicos, con actores principalmente kurdos, hablando en su idioma, y desarrollando temáticas relacionadas con su propia realidad.
Por esto, no resulta extraño que Ghobadi se reivindique como un cineasta kurdo que realiza cine para los kurdos. Aunque la realidad social y material del Kurdistán, como destaca el realizador, impida que su población pueda mayoritariamente ver su cine, o cualquier película en general, podemos entender la obra de Bhaman Ghobadi como un elemento importante para la difusión masiva de la cultura kurda fuera de sus fronteras, mostrando de manera impactante, para la mirada “occidental”, sus condiciones de existencia y resistencia. Sobre esta base, y en la medida en que los artistas kurdos sean parte del proceso de liberación de las cadenas que asfixian a su pueblo en su totalidad, podrá resolverse la contradicción planteada entre existencia posible o no de un cine kurdo, dando un pleno desarrollo a sus posibilidades materiales y creativas.
Del cine a la realidad ficcionada, la tragedia en la vida de los kurdos
Las de Bhaman Ghobadi son sin duda las películas de un realizador kurdo que más difusión internacional han tenido. Estas se caracterizan, generalmente, por la amalgama de una bella fotografía, junto a una narración y una estética que perfilan una intención poética, con historias duras y trágicas, personificadas mayormente por actores no profesionales. Esta contradictoria combinación está presente en la misma realidad del Kurdistán, en donde según Ghobadi, los más bellos paisajes del mundo son a su vez inmensos campos minados, y la tragedia y la muerte son parte de la vida diaria de los kurdos, tanto como la música y el humor.
Pero otras han sido las imágenes que nos han llegado desde el Kurdistán en los últimos años. Especialmente desde la heroica resistencia en el Kurdistán sirio de la ciudad de Kobane ante el asedio de las fuerzas fascistas del Daesh, a fines de 2014 y principios de 2015, el motivo por el cual los kurdos han ocupado la atención de los medios internacionales de comunicación ha estado muy alejado de las poéticas imágenes de los filmes de Ghobadi. El sangriento avance que hasta ese momento venía desarrollando las fuerzas radicales salafistas, tuvo su primera derrota importante de la mano de las “Unidades de defensa del Pueblo” kurdas, las YPG, y de las “Unidades de defensa de las Mujeres”, las YPJ. Ante una realidad mucho más trágica que la expresada en las ficciones de Ghobadi, los medios masivos de comunicación occidentales, ciñéndose a la línea argumentativa que las películas más “taquilleras” buscan imponer, inmediatamente centraron sus cámaras en la presencia de “héroes” y de “heroínas”, posando resplandecientes junto a sus armas bajo el sol de Rojava.
Ghobadi plantea hacer películas que no tratan abiertamente de política, por ejemplo a la manera del cine de Pontecorvo o Loach. Sin embargo, al reflejar aspectos de la realidad kurda, queda clara una opinión que el mismo reconoce siempre presente detrás de sus narraciones. En un movimiento inverso, la prensa occidental ofrece imágenes de los kurdos que no transmiten nada de su realidad, con lo que se pretende despolitizar y desideologizar la lucha de este pueblo, estetizándola.
Sin embargo, detrás de estas imágenes integradas en un relato ficcional que cierta prensa busca imponer, está la historia de la resistencia que se organizó por iniciativa de hombres y mujeres que decidieron ser actores y actrices principales en la lucha de supervivencia ante la barbarie del Daesh.
Pero lo que aquí realmente queda oculto, es que esta resistencia se hizo sobre la base de una sólida convicción ideológica revolucionaria, que desde hace años viene desarrollándose en las montañas del Kurdistán, como parte de la construcción de un proyecto democrático radical de liberación del pueblo kurdo y demás pueblos oprimidos de la región, ecológico, anticapitalista y anti patriarcal, cuya expresión teórica se manifiesta en el Confederalismo Democrático. Proyecto que integran hombres y mujeres comunes, con la convicción de defender su territorio, transformados en su ser cotidiano por la irrupción atroz de la guerra en sus vidas. Maestros, agricultores, pastores, en definitiva, el pueblo en armas.
Incluso muchos de los que participan de esta lucha son actores, o directores de cine -como Halil Uysal, reconocido director, quien combatió activamente con la guerrilla del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y cayó en combate ante el ejército turco en 2009-. Pero la lucha y revolución que está llevando adelante el pueblo kurdo tiene también como fundamento, generar las condiciones para el desarrollo pleno y libre de los intereses más profundos del ser humano. El arte, en este sentido, es clave.
Quizás llegue el momento en que el escenario de batalla sea reemplazado por el de filmación. En el que la irrupción del equipo de rodaje sea el motivo, y no la guerra, que inquiete la cotidianidad de los poblados. Como sucede en los pueblos de Kurdistán cuando se prepara la filmación de alguna película de Ghobadi, e improvisados actores son elegidos de entre el pueblo para interpretar en la ficción roles que bien conocen de sus vidas diarias. Una vez acabado el rodaje, la mayoría vuelve a sus actividades cotidianas –por ejemplo Ismail Ghaffari, el actor que interpreta a Mamo en Media Luna, que es portero de escuela- ya que como Bhaman Ghobadi aclara, el cine es para los kurdos, por sus condiciones de realización, un hecho que seguramente sólo se presente una vez en sus vidas.
Los kurdos, un pueblo sin Estado
Kurdo iraní, kurdo iraquí, kurdo sirio, kurdo turco. Ser kurdo y tener una identidad desgarrada es parte de la condena con la que este pueblo ha visto sometida su existencia. Por esto antes de avanzar con Media Luna, si buscamos su comprensión más profunda, es necesario adentrarnos en la historia de este pueblo, la cual determina la obra de Ghobadi.
Como dato debemos tener presente que, si bien Bhaman Ghobadi en ningún momento plantea un discurso político disruptivo radical explicito que exalte la organización y lucha del pueblo kurdo, reconoce en su mente el anhelo de un territorio de un Kurdistán autónomo en donde los kurdos puedan desarrollarse plenamente . Esta definición se presenta en tensión con el hecho de definirse como kurdo-iraní, dualidad que es consecuencia de una construcción netamente política, impuesta. Hasta qué punto estos términos entran en conflicto y termina primando uno sobre otro, es parte de las contradicciones del propio director, así como del pueblo kurdo, cuestión que es expresada en Media luna y en la mayor parte de su filmografía.
Esta tensión se origina, como mencionamos, en el hecho de ser los kurdos un pueblo sin un Estado propio, el más numeroso existente. En este sentido, entendemos a los Estados-Nación según las características propias desarrolladas a partir del proceso de consolidación de las burguesías como clase social hegemónica a nivel global. De los aproximadamente 40 millones que hay en Medio Oriente, alrededor de 20 millones de kurdos se encuentran en Turquía, unos 3 millones en Siria, unos 5 millones en Irak, y 11 millones en Irán.
Pueblo de histórico asentamiento en el territorio de la Media Luna fértil, sus antepasados pueden rastrearse hasta los medos. Desde mediados del siglo XIX, cuando las divisiones y fronteras entre pueblos, naciones e imperios comienzan a tomar una materialización más definida, los kurdos se han visto arrojados en sus propios territorios a un destierro interno, a un limbo. Este destierro, con el que bien podría estar de acuerdo Hegel al considerarlos un pueblo sin historia, o sin “alma” forzando la cita hegeliana, no se ubica por una disputa metafísica entre el cielo y la tierra; sino enmarcado en una confrontación terrenal, mediante la que los imperialismos se han repartido territorios y recursos, condenando la existencia de distintos pueblos.
En ese contexto, los kurdos se vieron inmersos en el enfrentamiento entre los Imperios Persa y Otomano. Luego, como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, las potencias imperialistas van a determinar en una mesa de negociación las distintas aéreas de influencia que se concretarán en la creación de distintos países. A través del acuerdo Sykes-Picot, los representantes de las potencias van a afinar el lápiz para trazar a regla y a pulso las divisiones que la rapiña iba ideando en sus mentes. Desconociendo el acuerdo realizado en un primer momento en el Tratado de Sevres de 1920, por el cual se prometía a los kurdos la creación de un Estado propio, el Kurdistán fue despedazado entre Turquía, Siria, Iraq e Irán. De esta manera, amigos, familias y pueblos enteros pertenecientes a una misma identidad fueron separados según la artificiosidad de unos límites impuestos.
Esta fue la realidad, como la de tantos otros kurdos, de Bhaman Ghobadi, nacido en la aldea de Baneh, que por las imposiciones de la política imperialista resultó ser una aldea iraní, a escasos 8 km. de la frontera del Kurdistán iraquí. Un mismo territorio expresado en distintos países. En este sentido, no es de extrañar que los límites, los bordes y las fronteras, resulten una constante en las películas de Bhaman Ghobadi. Media Luna no es la excepción.
Media Luna, una frontera
La película relata el viaje que emprende el reconocido músico kurdo Mamo desde el Kurdistán iraní al iraquí para realizar un concierto. Este viaje es realizado en un autobús escolar conducido por uno de sus más fieles admiradores, Kako. Para realizar el concierto, Mamo debe primero reunir a sus diez hijos dispersos por el Kurdistán iraní y así completar su orquesta. Este viaje, que sería prácticamente la expresión de la última voluntad de Mamo, expresa el constante devenir del pueblo kurdo por las montañas de su territorio, siempre confinado a cruzar fronteras para poder encontrase con parte de su identidad, de su raíces históricas, o simplemente para hacerse con bienes materiales más allá de los bordes artificiales, como se muestra en Un tiempo de caballos borrachos.
En su viaje Mamo demuestra la determinación de vencer las fronteras mentales que la propia imaginación, cierta espiritualidad o creencias, muchas veces imponen a los seres humanos. Creencias arraigadas que pueden rastrearse en este caso hasta los mismos orígenes históricos del pueblo kurdo, teñidos del misticismo propio de religión mazdeista, nacida en aquella zona del Kurdistán iraní. Pero tal es la determinación de Mamo de realizar el concierto que decide continuar con su viaje, a pesar de la advertencia de un viejo sabio que le profetiza una desgracia en la próxima luna llena, y desconociendo los ruegos de sus hijos.
La superstición, la profecía y lo mágico tiñe el relato, matizando y transformando la clave neo-realista propia de las obras de Ghobadi y de la mayor parte de Media Luna. Pero si la superstición no será un factor suficiente para terminar con el viaje, si lo será la expresión material de otra creación humana, las fronteras. Entre el Kurdistán iraní y el iraquí en un primer momento, luego con el turco, estos límites serán la verdadera desgracia para Mamo. De igual modo que en el viaje de los músicos, la fatalidad, la tristeza y la desgracia parecen invadir la vida de los kurdos de manera inevitable mientras existan las fronteras que dividan a un mismo pueblo.
Las fronteras como barreras, que en una escena de Media Luna se expresa con una línea de piedras, ridícula demarcación artificial ante la inmensidad del territorio montañoso, es en realidad consecuencia de una imposición violenta, sin la cual los kurdos podrían transitar libremente por su territorio. Esta imposición violenta se manifiesta en la película en los soldados estadounidenses que disparan hacia el grupo de músicos, o en los guardias turcos que actúan de manera también violenta. Pero esta violencia no se muestra explícita, no tiene rostro, no se ve personificada. Es solo enunciada, expresando una identificación circunstancial en determinados sujetos. No importa si esta viene de un turco, iraní, estadounidense o kurdo iraquí.
De cualquier manera, las fronteras de los Estados Nación imponen la exclusión de todo aquel que no sea identificado con dicho continente. En ese sentido, la verdadera liberación para el pueblo kurdo será posible con la construcción de un proyecto autónomo que pueda vincular de alguna manera las partes históricas del Kurdistán, terminando con las barreras que los propios seres humanos han creado para diferenciarse de otros seres humanos y dominarlos.
La censura de la cultura kurda
Consecuencia del proyecto de modernización del país, que implicaba desde la perspectiva de los Jóvenes Turcos la homogeneización cultural y la negación de múltiples nacionalidades, la lengua, la música, los símbolos y otras expresiones de la cultura kurda han sido censurados en Turquía. Incluso aquellos que se rebelaron a esta imposición, han sido perseguidos y duramente castigados. Para el proyecto pan-turco hegemónico, los kurdos son solo turcos de las montañas. En consecuencia se prohibieron todas las organizaciones nacionalistas kurdas, las manifestaciones culturales relacionadas con los kurdos, así como se limitaron o prohibieron, según la coyuntura, los libros y documentos que hacen referencia a Kurdistán.
Con distintos grados de severidad, esta censura y represión la sufren por igual los kurdos de Irak, Siria e Irán. En Siria desde 1958 está prohibido publicar documentos en idioma kurdo, y desde la década del 80 circular música kurda grabada. En Irán el kurdo es limitado en su uso público, a pesar de que nunca fue criminalizada al mismo nivel de Turquía –quizá porque el Farsi tiene una misma raíz con el dialecto kurdo que se habla en Irán, el Soranyi -. Pero la represión y la censura se manifiestan de igual modo en distintos ámbitos de la sociedad iraní, llegando a pagarse con la muerte la reivindicación de la autonomía kurda.
Un ejemplo claro de la censura en el ámbito de la cultura fue la que sufrió Media Luna. Ghobadi fue acusado de separatista y la película prohibida a raíz de una escena de la película en donde se muestra un mapa de Kurdistán. También lo fueron otras obras de Bhaman Ghobadi, como Un tiempo de caballos borrachos, por utilizar el idioma kurdo, y Nadie sabe nada sobre gatos persas, una película sobre el circuito “under” de la música prohibida iraní-, lo que marcaría el exilio del cineasta.
Mujeres, censura y resistencia
Otro elemento que pesó en la censura de la película en Irán, fue el que mostrase a mujeres cantando y tocando música en público, situación prohibida por el gobierno. De hecho, Ghobadi se auto-censuró eliminando 10 minutos de la filmación original en donde aparecían mujeres cantando y bailando, esperando así evitar la censura oficial. Pero no fue posible.
En Media Luna, las mujeres ocupan un lugar clave. Mamo tiene en su mente desde hace años la voz celestial de una mujer, Hesho, con quien tocó tiempo atrás y a quien no ha podido olvidar por la magia de su canto. Por eso decide que Hesho debe ser la voz que interprete su música en su concierto. Pero esa voz, como dice Mamo, es “una voz que fue asesinada, que fue extinguida”. Hesho está recluida junto a otras 1334 mujeres en un pueblo, en donde son las únicas habitantes, aisladas por el sólo hecho de ser cantantes. Para Mamo no hay concierto posible sin la participación principal de una voz femenina. Pero como con esto transgrede severamente las reglas iraníes, Hesho debe atravesar los controles policiales escondida bajo el piso del autobús, como si de en un ataúd se tratase. Exiliada, recluida, imposibilitada de expresar lo sublime y liberador de la música y del canto, el viaje de Hesho bajo el piso del autobús expresa la muerte en vida de millones de mujeres “extinguidas”, dominadas por un sistema patriarcal que impera en los distintos Estados, como también en la estructura feudal-tribal tradicional de las comunidades kurdas. Por eso es importante destacar el lugar que Ghobadi le da a Hesho en la película como expresión de la mujer kurda.
Mujer, Jin en kurdo, cuyo significado está emparentado con la vida, en oposición a la muerte a la que está sometida en este sistema. Con esto podría relacionarse en la película a Niwemang, una joven que hace su misteriosa aparición ante Mamo una vez que Hesho fue detenida por la policía iraní. Con su celestial voz, parece poder revivir al mejor amigo de Mamo, Kak Khalil, un anciano músico recientemente fallecido. En esa voz de mujer estará depositada la posibilidad de redención para el grupo de músicos kurdos.
El concierto, como objetivo principal de esa pequeña comunidad kurda que se desplaza en el autobús, no puede realizarse sin la presencia principal de la voz femenina. En ese sentido podemos vincular el rol de Hesho y de Niwemang en la película con el rol que ocupan las mujeres en el Movimiento de Liberación del Kurdistán. Para éste, no hay liberación posible para el ser humano sino se construye antes la liberación de las mujeres. En Media Luna queda expuesto, aunque quizás sin ser parte de la intención consciente del director, lo limitadas que resultan ciertas “libertades” sin la plena liberación de las mujeres de todo dominio patriarcal . El grupo de músicos no es libre realmente, a pesar del permiso oficial, de dirigirse al Kurdistán iraquí para expresarse a través de su música, en un concierto conmemorativo de la supuesta “liberación” de esa región, porque Hesho, la realización de la esencia de esa música sublime y liberadora no es capaz aún, en estas relaciones sociales patriarcales, de expresarse libremente.
El canto de Hesho es parte de la música siempre presente en la película. Como también está, según relata Ghobadi, en cada instante de la vida de los kurdos, fundida con los sonidos de la guerra. Esto está muy claramente expresado en Perdidos en Iraq, en donde se escucha el sonido de los aviones y sus bombas a intervalos con la música kurda. Por eso, como no podía ser de otra manera, la música acompaña la lucha de los hombres y mujeres que sueñan con construir un mundo mejor entre los montes Taurus y Zagros.
Como lo expresaba la voz de otra mujer kurda-iraní, como Hesho: Viyan Peyman, quien participó de la liberación de Kobane y cayó en combate en Serekaniye, una entre tantas mujeres cantantes que decidieron abandonar el destierro de esa aldea imaginaria de Media Luna y llevar su voz junto a su fusil para luchar por la emancipación de las mujeres y del pueblo kurdo.
Por lo expuesto, no es casualidad que, en el marco de la conmemoración que dio pie a la realización de la película, de toda la obra de Mozart, Bhaman Ghobadi haya elegido inspirarse justamente en su Réquiem. Sin embargo, también tenemos la esperanza que pronto ese tipo de inspiraciones quedarán atrás, ya que algo nuevo se está gestando en el Kurdistán -con todas las contradicciones propias de cualquier proceso revolucionario-, algo que cambie la vida de los kurdos y la manera de relacionarse de los pueblos de la región. Quizás ese momento no sea tan lejano. Ya podemos escuchar acercándose a los viejos trovadores, los Dengbej, que recorren las montañas con sus cantos de “amor, amistad, belleza y vida”.
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https://en.qantara.de/content/interview-mehmet-aktas-and-bulent-kucuk-kurdish-cinema-really-started-out-with-yilmaz-guney -Honeycutt, Kirk, Half Moon, The Hoolywood report, 2006
http://kurdishcinema.com/HollywoodRepHalfMoonReview.html -Kilic, Devrim, The representation of Kurdish identity and culture in the films of Bahman Ghobadi – I, 2005 http://kurdishcinema.com/KurdsinBahmanGhobadi.html -Kilic, Devrim, Kurdish Cinema is promising, Anf News, 2010
https://anfenglish.com/features/kurdish-cinema-is-promising -Koch, Felix, Bhaman Ghobadi: The Poetics of Politics, 2007
http://kurdishcinema.com/FelixKochBahmanGhobadiThePoeticsofPolitics -Scarlet, Peter, Kurdish director, stuck between Iraq and Iran, 2009
http://kurdishcinema.com/PeterScarletBahmanGhobadiInterviewNewYorkTimes.html Películas de Bhaman Ghobadi -“Un tiempo de caballos borrachos”, 2000 -“Perdidos en Irak”, 2002 -“Las tortugas también vuelan”, 2004 -“Media Luna”, 2006
FUENTE: Flavio Tanoni / La Tinta (http://latinta.com.ar/)