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Abdullah Öcalan: el Mandela kurdo olvidado en una prisión turca ante el silencio de la comunidad internacional

Crédito: AP Photo

TPI – Benedetta Argentieri – 9 agosto 2024 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid

El 15 de agosto se cumplen 40 años del inicio de la guerra entre Turquía y el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Sin embargo, un hombre que lleva 25 años en prisión podría mediar en una solución política. 69 premios Nobel piden su liberación. Pero Ankara continúa los bombardeos con el consentimiento tácito de Estados Unidos y Europa.

Lleva al menos cuatro años sin ver a su familia y cinco sin ver a sus abogados. Está en su celda 23 horas al día, y 24 los fines de semana. No tiene contacto con nadie, se le prohíben las llamadas telefónicas y las cartas desde hace más de tres años, y desde el día de su captura, en 1999, las comunicaciones son extraordinarias. Las condiciones de detención de Abdullah Öcalan, líder del pueblo kurdo, durante 25 años en régimen de aislamiento en İmralı, una pequeña isla del Mar de Mármara, Turquía, violan todas las convenciones internacionales e incluso las leyes locales. Desde hace varios años, decenas de organizaciones de todo el mundo se movilizan con llamamientos a las instituciones internacionales, vigilias y marchas, para exigir que mejoren sus condiciones, su libertad y una solución política a la cuestión kurda. Pero Turquía siempre se ha opuesto a ello por todos los medios.

Una figura central

Intentando abrirse paso y llamar la atención de las instituciones, 69 premios Nobel dirigieron una carta al presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, pidiendo un nuevo inicio de las negociaciones de paz, enterradas desde 2015. Y enviando otra carta, entre otros, al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OHCHR), al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y al Comité Europeo para la Prevención de la Tortura (CPT). 

«Öcalan es considerado por la gran mayoría de los kurdos como su líder político, espiritual y emocional. Sin su participación sería muy difícil encontrar una solución duradera a la cuestión kurda. Por eso he decidido proponer un segundo llamamiento (el primero fue en 2019) dirigido a los organismos internacionales, que deberían ser conscientes del trato al que se somete a Öcalan, de las torturas y de la ilegalidad del confinamiento en solitario», explicó a Medya Haber la presidenta de la Iniciativa de las Mujeres Nobel, Jodi Williams, premio Nobel de la Paz en 1997 por ayudar a fundar la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Terrestres (Icbl), que coordinó la iniciativa.

«Soy activista por la paz desde hace muchos años. La cuestión kurda es un enorme problema sin resolver que debe abordarse a escala internacional. Sin la participación de Öcalan será muy difícil encontrar una solución», añadió Williams.

Entre los numerosos firmantes hay premios Nobel de Física y Química. También de Medicina y Economía. Así mismo,Shirin Ebadi, que recibió el Premio de la Paz en 2003; Charles M. Rice, que descubrió el virus de la hepatitis C; y además, Herta Müller y Wole Soyinka, ambos Premios Nobel de Literatura.

«La preocupación de los premios Nobel firmantes de esta carta abierta se deriva no sólo del aislamiento de Öcalan y de las continuas violaciones de sus derechos, sino también de la aparente falta de esfuerzos significativos en su favor por parte de las instituciones europeas a las que nos dirigimos y del Comité de Derechos Humanos de la ONU«, reza la misiva dirigida a las instituciones internacionales. «Aunque sus derechos están garantizados por la Constitución turca y la legislación nacional, los estatutos y reglamentos de la Unión Europea y el derecho internacional, nada de esto parece importar«.

Muchos comparan a Öcalan con Nelson Mandela. Explican cómo el líder kurdo, que ahora tiene 75 años, es fundamental para la resolución del conflicto y cómo la obstinación de Erdoğan en no abrir una vía hacia la paz es un peligro para todo Oriente Próximo.

Mientras tanto, Turquía ha iniciado una guerra clandestina, de la que la comunidad internacional no habla, en el norte de Irak y continúa sus incursiones en el noreste de Siria. Todas ellas zonas de mayoría kurda muy alejadas de las fronteras nacionales de Turquía.Pero demos un paso atrás

Cuarenta años de lucha

Abdullah Öcalan nació en Turquía en 1949, estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Ankara, y en 1978, con un grupo de estudiantes, fundó el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) con el objetivo de promover los derechos y el reconocimiento de los kurdos. Inicialmente tenía como objetivo la creación de un Estado kurdo, negado por el acuerdo de Styles Picot entre Francia y el Imperio británico, y ratificado después por el Tratado de Lausana en 1923. La población kurda quedaba dividida entre cuatro Estados: Irak, Siria, Irán y Turquía. Desde el principio sufrieron violencia y formas de asimilación forzosa. 

Entre los primeros militantes del PKK había también muchos turcos, y el partido aspiraba a democratizar Turquía, que había caído en una espiral de violencia y había llegado al borde de la guerra civil entre el bloque de izquierdas, que incluía a muchos comunistas, y la derecha ultranacionalista empeñada, entre otras cosas, en imponer una identidad única, la turca. Mientras tanto, los jóvenes del PKK recorrían los pueblos y hablaban en secreto de Kurdistán. Tras décadas de violenta asimilación, muchas familias evitaban hablar de sus orígenes y su cultura. Negaban su propia identidad, esperando, en vano, evitar la violencia. «Nadie hablaba tan abiertamente de Kurdistán. A partir de ese momento, mis compañeros y yo abrimos los ojos», cuenta Gültan Kişanak sobre su encuentro con Sakine Cansiz, una de las primeras activistas del partido, durante su adolescencia.

Dos años después del nacimiento del PKK, el 12 de septiembre de 1980, a las 4:30 de la mañana, la población fue informada por radio de un nuevo golpe militar, el tercero desde 1960. los generales explicaron entonces que el parlamento había sido disuelto y que el país había pasado a estar bajo el control de las fuerzas armadas. Habían tenido que intervenir para salvar a Turquía del colapso económico, la fragmentación y la violencia. Lo que siguió fue una página negra para el país: en muy poco tiempo fueron detenidas entre 250 y 650 mil personas. De ellas, 230.000 fueron juzgadas, 50 ejecutadas, 14.000 perdieron la ciudadanía, 171 murieron mientras estaban detenidas, cientos de miles fueron torturadas y miles siguen desaparecidas. Se cerraron todos los partidos políticos, sindicatos y fundaciones. Muchos militantes del PKK fueron detenidos, entre ellos Sakine Cansiz, mientras que Öcalan huyó a Siria. En las cárceles se inició una enérgica resistencia que desembocó en huelgas de hambre y autoinmolaciones.

Así, desde el 15 de agosto de 1984, el PKK ha abrazado la lucha armada como medio de defensa contra la violencia del Estado. A día de hoy es el movimiento guerrillero más longevo del mundo y se concentra en las montañas del Kurdistán iraquí, en la frontera turco-iraní. Influido por los numerosos movimientos de liberación dirigidos por maoístas de finales de la década de 1970, el PKK perseguía inicialmente la construcción de un Estado. Pero a finales de los 90 y principios de los 2000, inspirado por los escritos de Öcalan, abrazó un nuevo paradigma, el Confederalismo Democrático. Un sistema de autogobierno desde abajo que se basa en tres principios clave: democracia radical, ecologismo y liberación de la mujer.

Veinticinco años de aislamiento

El 15 de febrero de 1999, tras un largo peregrinaje por Europa, Abdullah Öcalan fue detenido en Kenia por el servicio secreto turco (MIT) y la CIA. Los kurdos lo llaman «el día negro», señalan con el dedo al mundo occidental y hablan de conspiración. Nadie tuvo el valor de acogerlo y proponer una solución de paz para la región, así que lo entregaron a los turcos», dicen muchos militantes al unísono. Öcalan también llegó a Italia en 1998, donde solicitó asilo político. El gobierno de entonces, dirigido por Massimo D’Alema, se tomó su tiempo y la solicitud fue concedida dos meses después de su detención.

Tras un juicio considerado ilegítimo por Amnistía Internacional y sobre el que Human Right Watch planteó muchas dudas, Öcalan fue condenado a muerte el 29 de junio de 1999 acusado de alta traición y separatismo. La sentencia fue conmutada por cadena perpetua sin posibilidad de apelación; Turquía abolió entonces la pena de muerte en un intento de convertirse en miembro de pleno derecho de la Unión Europea. Durante el juicio, el líder kurdo se ofreció varias veces como mediador en un posible proceso de paz. 

Desde su detención, Öcalan fue trasladado a la isla prisión de İmralı, en el mar de Mármara. Con ocho kilómetros de largo y tres de ancho, en la isla sólo hay un puerto y una docena de edificios militares y administrativos. Durante diez años, Öcalan estuvo completamente aislado, en duras condiciones.

En su diminuta celda, la única visión del exterior era una pequeña rendija desde la que podía ver un árbol. Las autoridades lo talaron después de que contara a sus abogados cómo esa planta le daba esperanza. En 2009 llegaron a Imrali otros cuatro detenidos, todos kurdos. Ahora son cuatro en total, custodiados por un centenar de soldados. Pueden reunirse entre ellos una vez a la semana durante una hora. Por lo demás, Öcalan pasa los días en su celda con la posibilidad de una hora de aire sólo entre semana, mientras que el fin de semana está confinado las 24 horas del día. No tiene posibilidad de contacto con el mundo exterior. Sus familiares han solicitado verle 79 veces en los últimos cinco años, todas denegadas. Öcalan no ha visto a sus abogados desde 2019.

Desde el inicio de su detención, no puede tener más de un libro a la vez y puede tomar muy pocas notas. A pesar de estas limitaciones, a principios de los años 2000 redactó sus escritos de defensa para llevarlos ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH). Una colección de oportunos análisis sobre el concepto de Estado, sobre el capitalismo, sobre la necesidad de democratizar la sociedad, y luego sobre la propuesta de establecer el Confederalismo Democrático como instrumento de paz no sólo para el pueblo kurdo sino como solución a los numerosos conflictos en todo el mundo. Sus libros, traducidos también al italiano (1), han inspirado muchos movimientos, en particular de mujeres. Öcalan considera a las mujeres la primera colonia de la historia y argumenta que ninguna sociedad puede ser libre si las mujeres no lo son. Fue él quien inspiró el famoso lema «Jin, Jiyan, Azadi», «Mujer, vida, libertad», gritado en las calles de Irán y de todo el mundo.

Y en estos 25 años de cautiverio, el partido ha crecido exponencialmente, al igual que el movimiento en su seno. Un punto de inflexión se produjo en 2014, cuando las milicias del PKK bajaron de «sus» montañas para salvar a la población yazidí de la masacre perpetrada por el autodenominado Estado Islámico (ISIS), que mató a 30.000 personas y esclavizó al menos a ocho mil mujeres y niños. Los guerrilleros lograron proteger a cientos de miles de personas y, con la ayuda de organizaciones aliadas en el noreste de Siria, abrieron un corredor humanitario. 

Ese mismo año, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea se pronunció sobre la etiqueta de organización terrorista que Turquía y sus aliados le habían otorgado. Según los jueces, el PKK es una parte beligerante en una guerra civil y, por tanto, no puede considerarse una organización terrorista. Pero Europa ha continuado con la represión y está decidida a apoyar a Turquía en la destrucción del partido, haciendo caso omiso de las instancias internacionales. Mientras tanto, sin embargo, el movimiento ha llegado a millones de personas en todo el mundo gracias a la Revolución de Rojava en Siria.

El éxito de la revolución

En 2012, las milicias kurdas lograron expulsar a los soldados del régimen de Bashar al-Assad de su región también llamada Rojava, o Kurdistán occidental. Allí, inspirándose en los libros de Öcalan, crearon una zona autónoma donde se aplica el Confederalismo Democrático. Gracias a su carácter fuertemente democrático y a la necesidad de defenderse de la amenaza islamista, esta experiencia de autogobierno ha conseguido administrar un tercio de Siria e implicar a cinco millones de personas. Muchas etnias y religiones viven bajo este paraguas. La zona se denomina ahora «Administración Autónoma del Noreste de Siria», que reconoce al Estado sirio para determinadas funciones, pero cuenta con su propia fuerza militar de autodefensa.

En el noreste de Siria están representadas todas las minorías, y cada institución tiene dos copresidentes, una mujer y un hombre. Las fuerzas armadas se organizan bajo el paraguas de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), bajo las que también están las YPG y las YPJ (Unidades de Defensa Popular y Femenina). Fueron ellas las que frenaron primero y derrotaron después al autodenominado Estado Islámico (ISIS) en Siria en 2019. Una coalición internacional liderada por Estados Unidos armó a las SDF, pero inmediatamente después de la derrota de ISIS abandonó a los aliados a merced de Turquía. 

Ankara, sin embargo, libra una guerra sin fronteras ni perturbaciones en varios frentes. En el noreste de Siria, libra una guerra de drones y de la llamada «baja intensidad». Ha ocupado varias zonas a lo largo de la frontera cometiendo, también según la ONU, una limpieza étnica.

Mientras tanto, en las montañas del Kurdistán iraquí, Turquía quiere llegar al enfrentamiento final con el PKK. La segunda potencia de la OTAN ha establecido 71 bases militares en el norte de Irak. Ha enviado unos 300 tanques y miles de soldados al otro lado de la frontera. Ha despejado nueve pueblos y ha establecido puestos de control que violan la soberanía iraquí. Según cifras oficiales, su fuerza aérea, incluidos drones y aviones de combate, ha atacado 381 veces sólo este año, incluso a cientos de kilómetros de la frontera turca. Erdoğan ha declarado que quiere eliminar al PKK antes del verano, mientras que la guerrilla está dispuesta a resistir. 

Por eso, ahora más que nunca es necesario reanudar las conversaciones de paz, afirman los Nobels. La cuestión kurda nunca podrá resolverse sólo por medios militares. Sobre todo, el estado de Öcalan es preocupante. Una delegación del Comité Europeo para la Prevención de la Tortura (CPT) consiguió visitarle en 2022, pero Turquía bloqueó la publicación de su informe. Fueron los últimos en verle.


Autora: Benedetta Argentieri 
Periodista y cineasta especializada en conflictos, Oriente Medio y temas feministas. desde hace más de cinco años sigue sobre el terreno la guerra en Irak y Siria. Su último documental: "I am the Revolution" (Soy la Revolución).

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