PublicacionesViajes y crónicas

A Siria y regreso: historia de un voluntario británico en las YPG

josh-walker-isis-uk-andrew-testa-1498579675-article-header
Josh Walker fotografiaso en Bristol, Inglaterra, el 7 de junio 2017.

Josh Walker luchó contra el ISIS. Estuvo a punto de morir. Ahora se enfrenta a cargos por terrorismo.

Estaba siendo una noche tranquila hasta que las bombas empezaron a caer del cielo. Sólo unos minutos antes, en la azotea de un edificio gris de una sola planta, no lejos de la ciudad de Manbij en el norte de Siria, Josh Walker se encontraba durmiendo tranquilamente. Ahora, las paredes se derrumbaban bajo él, estaba rodeado por el fuego y sus amigos estaban muertos.

Walker, un estudiante universitario de 26 años, originario de Gales en el Reino Unido, se encontraba en Siria como voluntario en las Unidades de Protección del Pueblo, o YPG, una milicia dirigida por kurdos que han sido la fuerza de choque en la batalla terrestre contra el Estado Islámico. Había hecho un largo viaje hasta Siria, volando desde un aeropuerto de Londres a Estambul con un billete de ida, impresionado por el brutal fascismo del Estado Islámico e inspirado por los ideales de socialismo democrático de las YPG.

Durante el transcurso de seis meses el año pasado, Walker aprendió a hablar kurdo y disparar rifles de asalto AK-47. Entrenó y luchó junto a unidades de la milicia formada por kurdos, árabes y jóvenes voluntarios estadounidenses, canadienses y europeos. Se enfrentó a los bombarderos suicidas del Estado Islámico en la batalla y ayudó a las YPG en su avance hacia Raqqa, la capital del autoproclamado «califato» del grupo extremista.

A finales de diciembre, Walker regresó a Londres. No hubo una fiesta de bienvenida en casa esperando para saludarlo. Por el contrario, había tres agentes de policía en el aeropuerto que lo detuvieron rápidamente. Los agentes lo arrestaron, lo interrogaron, registraron su apartamento y confiscaron su ordenador portátil y sus cuadernos. Después de arriesgar su vida luchando contra el Estado Islámico, Walker fue acusado en base a las leyes británicas de contraterrorismo, no directamente por sus actividades en Siria, sino porque la policía había encontrado en un cajón debajo de su cama una copia parcial del infame «Libro de cocina del anarquista”, una guía de bricolaje de explosivos publicada en 1971 que ha vendido más de 2 millones de copias en todo el mundo.

El caso contra Walker es muy inusual. Él es el primer combatiente contra el Estado Islámico en ser procesado por las autoridades británicas en virtud de las leyes de terrorismo tras regresar al Reino Unido, y parece ser la única persona en el país que se enfrenta a un cargo por terrorismo simplemente por poseer extractos del «Libro de cocina del anarquista». Las autoridades no han alegado que estuviera involucrado en ningún tipo de complot terrorista; más bien afirman que debido a que poseía partes del «Libro de cocina» -que está libremente disponible en su totalidad en internet-, recopiló información «de un tipo susceptible de ser útil a una persona para cometer o preparar un acto de terrorismo».

Walker debe ir a juicio en octubre, donde en el peor de los casos podría ser condenado a 10 años de prisión. Hasta entonces, está libre bajo fianza, vive con su madre y trabaja a tiempo parcial como portero de cocina en un restaurante. En una entrevista con The Intercept, habló en profundidad sobre sus experiencias en Siria y compartió historias sobre las terribles escenas que presenció en primera línea, las cuales han afectado profundamente su vida. También habló por primera vez de las acusaciones del gobierno británico contra él, las cuales no han sido publicadas previamente debido a las restricciones de información ordenadas por el tribunal, que han impedido que las organizaciones de noticias en el Reino Unido revelen información sobre los antecedentes de su caso. Un juez levantó las restricciones el mes pasado.

josh-walker-isis-uk-andrew-testa-2-1498580822
Josh Walker enciende un cigarillo en Bristol, Inglaterra, el 7 de Junio 2017.
 Foto: Andrew Testa para The Intercept

El sol golpea en un tórrido día de verano en Bristol, la ciudad más grande del suroeste de Inglaterra, con una población de unos 449.000 habitantes. En el exterior de una antigua tienda de electrónica abandonada en una calle residencial del área de St. Werburgh, Josh Walker nos está esperando. Es delgado, de 1,75 m de altura aproximadamente, con una cabeza de abundante pelo ondulado, castaño oscuro, y viste una camiseta verde descolorida, pantalones negros y zapatillas de deporte y lleva una bolsa de plástico blanca. Caminamos hacia un parque cercano, donde Walker saca dos latas de cerveza fría de su bolsa, enciende un cigarrillo y comienza a explicar cómo hizo para terminar en un viaje para luchar contra el Estado Islámico en Siria.

Después de dejar el instituto a los 18 años en 2009, Walker realizó una serie de trabajos temporales: en la construcción, en jardinería y en una oficina como voluntario para un político que se convertiría más tarde en el alcalde de Bristol. En 2014, decidió matricularse en una universidad en Aberystwyth, Gales, a unos 130 kilómetros al oeste de Bristol, y comenzó a estudiar para obtener un título en política internacional y estudios estratégicos.

Como ávido seguidor de los asuntos globales, Walker había estado observando de cerca las consecuencias de la primavera árabe, los levantamientos democráticos que a finales de 2010 se extendieron por todo Oriente Medio y norte de África. Para el año 2016, los principales disturbios en la mayoría de los países -como Túnez, Yemen, Bahrein y Egipto- habían desaparecido en gran medida. En Siria, sin embargo, las manifestaciones se convirtieron en una guerra civil total y llevaron a la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.

Lo que comenzó como protestas contra el liderazgo tiránico de Bashar al-Assad se transformó en algo mucho más complejo, con una multitud de milicias en guerra luchando entre sí para hacerse con el control del territorio por todo el país. Los extremistas islámicos se apresuraron a capitalizar el caos. El grupo Estado islámico, que anteriormente había estado activo principalmente en Irak, entró en la batalla y tomó el control de grandes franjas de Siria a lo largo de 2013 y 2014, imponiendo estrictas reglas islámicas y castigos draconianos para cualquiera que desobedeciera.

En la universidad, Walker había observado todo, desarrollando y discutiendo los acontecimientos con sus amigos y profesores. Pero no se contentaba con ver la crisis en la televisión como observador pasivo. Quería ayudar.

«Ya tenía bastante de hablar de historia mientras ésta se hacía», recuerda. «No podía dejarla desarrollarse sin estar involucrado de alguna manera y sin verla por mí mismo».

Así que tramó un plan secreto para viajar a Siria.

Walker se mostraba particularmente atraído por lo que estaba sucediendo en la región de Rojava, en el norte de Siria, donde las YPG lideradas por los kurdos se había hecho con territorio en el verano de 2012. El grupo radical de izquierda estaba implementando una «revolución social», construyendo comunidades seculares y multiétnicas que valoran la igualdad de género, la ecología y la democracia directa.

Walker había leído «Homenaje a Cataluña» de George Orwell, que describe el viaje del autor a la guerra civil española contra los nacionales fascistas en los años treinta. También había leído historias sobre mineros galeses que -como Orwell y unos 3.000 otros británicos- viajaron a España para tomar las armas contra el fascismo, luchando junto a una heterogénea coalición de milicias anarquistas, socialistas y comunistas.

Se inspiró en estos relatos y vio paralelismos con lo que estaba sucediendo en Rojava. Al igual que decenas de jóvenes occidentales que han hecho el traicionero viaje a Rojava en los últimos años, se identificó con la sociedad progresista que las YPG estaban tratando de crear, y en la misma medida despreciaba el fascismo violento del Estado Islámico. «Son los peores aspectos del orden estatal y conservador», dice Walker.

«El militarismo, la jerarquía, la represión, el prejuicio, la misoginia, todo ello envuelto en su forma más imperialista y genocida».

Pero era algo más que el encanto del experimento social de las YPG y el deseo de combatir al fascismo lo que lo motivaba. También sentía una afinidad con el pueblo kurdo, que se ha enfrentado a la represión en Oriente Medio durante décadas, especialmente en Turquía, donde incluso enseñar a los niños a hablar kurdo sigue siendo un tema muy discutido después de haber sido prohibido durante la mayor parte de un siglo. Walker, que nació en Gales, veía algunas similitudes entre la situación de los kurdos y la del pueblo galés, cuya lengua fue suprimida a favor del inglés en algunas escuelas galesas durante la última parte del siglo XIX.

«Hay algo que decir acerca de una gente que vive en la montaña con una historia de resistencia y su propio lenguaje extraño», dice Walker, refiriéndose a la conexión kurdo-galesa. «La gente que está siendo despreciada se busca entre sí y se ayuda mutuamente. Se trata de solidaridad, verdadera solidaridad».

International Brigades Against Daech and IS
Los Leones de Rojava, vistos en marzo 2015, son unas tropas multinacionales que luchan contra el Estado Islámico en Siria.
Foto: Veronique de Viguerie/Paris Match/Getty Images

En la primavera de 2016 Walker contactó con un grupo llamado los Leones de Rojava, afiliados a las YPG, y que ayudan a reclutar extranjeros para la lucha en Siria.
Walker le dijo al grupo, por medio de mensajes enviados a través de su página de Facebook, que quería salir y conocer su trabajo. Explicó que había estudiado estrategia militar como parte de su carrera universitaria y señaló que había leído «Confederalismo Democrático», un folleto escrito por Abdullah Öcalan, uno de los miembros fundadores del militante Partido de los Trabajadores del Kurdistán. El texto de 47 páginas de Öcalan, fuertemente influenciado por la teoría anarquista y libertaria, esboza su visión de una democracia apátrida y participativa controlada y estructurada a nivel de base a través de reuniones y consejos voluntarios. En Rojava, las YPG han intentado poner en práctica los principios de Öcalan, utilizando su folleto como una especie de plan para su revolución en la región.

Los voluntarios detrás de los Leones de Rojava parecían impresionados por los conocimientos de Walker. Al menos, estaban lo suficientemente impresionados como para invitarlo a viajar a Siria y unirse a ellos.

Al principio, a Walker le preocupaba que el gobierno británico pudiera intentar impedirle ir a la región devastada por la guerra. En un intento por evitar cualquier posible vigilancia en línea, limitó su contacto con el grupo Facebook de Rojava a sólo unos cuantos mensajes y se limitó a realizar incluso las búsquedas más básicas de Google sobre, por ejemplo, aprender a hablar kurdo.

Compró un billete para volar de Londres a Estambul en una agencia de viajes. En otra compañía reservó un vuelo desde Estambul a Suleymaniyah, una ciudad en el noreste de Irak controlada por un partido socialista kurdo informalmente aliado con la YPG en Rojava.

«Lo último que quería era que la policía pudiera agredir a mi familia y acusarlos de ayudar y fomentar el terrorismo».

Walker contó sus planes a sólo dos de sus mejores amigos. Mantuvo a sus padres -que están separados- en buena medida en la oscuridad, diciéndole a su madre que iba a Medio Oriente a trabajar con los refugiados y a su padre que iría al Kurdistán iraquí para ayudar a la gente que luchaba contra el Estado Islámico.

«No quería decírselo a nadie porque no quería que me detuvieran antes de que pudiera llegar allí», explica Walker, dando otra calada a su cigarrillo. «Las consecuencias después de irme eran otra cosa, porque podría no regresar, podría morir. Pero si no llegaba allí en absoluto, o acababa enfrentándome a problemas legales o me retiraban el pasaporte… todo habría sido una pérdida de tiempo y causado un montón de problemas sin ningún beneficio real».

Las YPG han demostrado ser una fuerza primordial contra el Estado Islámico en Siria, desempeñando un papel clave en la toma de la ciudad estratégicamente importante de Kobani a principios de 2015 y haciendo progresos actualmente en las afueras de Raqqa. El grupo ha sido respaldado por el gobierno de los Estados Unidos, que ha reforzado sus operaciones con ataques aéreos y acordado proporcionarle armas y municiones.

Pero a Walker le preocupaba que, en medio del caos y la incertidumbre en Siria, la posición occidental hacia las YPG pudiera cambiar rápidamente. Lo primero que tenía en mente era la relativa conexión de las YPG con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, también conocido como PKK, al que los Estados Unidos y la Unión Europea han declarado como grupo terrorista.

«Estaba preparado para la posibilidad de que pudiera acabar siendo considerado un «terrorista «mientras estuviera allí, por un cambio en la política del gobierno que quizás sobrevalorase los vínculos de las YPG con el PKK o se inclinara ante la presión turca», dice Walker. «Esa es otra razón por la que no quería decirle a mis padres que iba a luchar con las YPG. Lo último que quería era que la policía pudiera agredir a mi familia y acusarlos de ayudar y fomentar el terrorismo».

group-1499368901
Josh Walker, segundo por la izquierda, en las orillas del Éufrates en Siria, junto a sus compañeros milicianos de las YPG Andok, Michael Israel and Anton Leschek.
 Photo: Josh Walker

A finales de junio de 2016, Walker llegó al aeropuerto de Suleymaniyah. Desde allí se dirigió a un centro comercial de la ciudad, donde un contacto relacionado con los Leones de Rojava había organizado su recogida. Lo llevaron a una casa segura cercana y se reunió con otros cuatro extranjeros que también habían viajado para unirse como voluntarios a las YPG, un canadiense, dos estadounidenses y un alemán.

Tras un par de días en la casa de seguridad, una joven combatiente kurdo-danesa de las YPG llamada Joanna Palani condujo a Walker y los otros voluntarios al noroeste hacia la frontera siria. En la oscuridad de la noche, fueron entregados a contrabandistas de personas, quienes ayudaron a llevar al grupo a pie a través montes llenos de matorrales secos y arbustos espinosos. El viaje estaba lleno de riesgos: el grupo tuvo que esquivar campos de minas, así como patrullas armadas organizadas por el Partido Democrático del Kurdistán, un partido político de derecha en el Kurdistán iraquí que ha estado tratando de sofocar el flujo de combatientes hacia Rojava.

La ruta les llevó aproximadamente ocho horas en total, y Walker no dispuso de agua para beber durante la mayor parte de ella. En cierto momento, él y algunos otros extranjeros lograron sacar algo de agua de las orillas del río Tigris y beberla a través de un filtro. Cuando llegó a su destino en Siria estaba agotado y deshidratado. «Todos nosotros habíamos estado haciendo mucho ejercicio y preparación, pero aún en esas condiciones era un cruce muy difícil», recuerda Walker.

Fue llevado junto con los otros voluntarios extranjeros a una improvisada academia de entrenamiento de las YPG en el noreste de Siria. Estaba situada en la sombra de una montaña, debajo de una base que estaba ligeramente oculta, por lo que no se podía ver a distancia. Las habitaciones eran básicas. Había una televisión y una ducha, una cantina y una cocina para cenar. Los reclutas dormían en esteras en el piso con almohadas que eran tan duras que, en un momento dado, se utilizaron como sacos de arena improvisados. «Eran como cemento», dice Walker riendo.

El entrenamiento propiamente dicho duró aproximadamente un mes. Cada día comenzaba hacia las 5 de la mañana con una hora o más de ejercicio. Después el desayuno y luego varias horas de clases, centrándose en la historia y aprendiendo la lengua kurda. Por supuesto, la academia también tenía un importante aspecto militar y fue aquí donde Walker aprendió a disparar un AK-47 por primera vez. De vez en cuando sus comandantes organizaban emboscadas, preparando a los nuevos reclutas para los ataques sorpresa que más tarde soportarían en la línea del frente contra los combatientes del Estado Islámico.

Walker se hizo amigo íntimo de uno de los otros voluntarios extranjeros, un canadiense de 24 años llamado Nazzarino Tassone, conocido como Naz. Tassone estuvo con Walker desde el comienzo de su viaje; se habían encontrado por primera vez en la casa de seguridad en Irak. «Básicamente, nunca se callaba», recuerda Walker. «Era muy hablador y tenía humor muy vulgar. En política era un poco más centro-derecha, pero simpatizaba con la causa kurda». Tassone no estaba tan interesado en el lado académico de la formación como en el aspecto militar. Era un amante de las armas y estaba desesperado por ir a primera línea.

En poco tiempo, tendría su oportunidad.

Syria-Map-theintercept-01-01-1499358823

La primera vez que Walker se encontró con el Estado Islámico, se encontraba en un edificio agrícola en una aldea abandonada, no lejos de la presa de Tishrin, a unas 80 millas al este de Alepo. Él y Tassone estaban vigilando con un rifle de francotirador y binoculares cuando notaron algo sospechoso. A una milla de distancia, había una persona que se acercaba en un coche inusualmente grande. La pareja gritó a algunos de los combatientes locales kurdos, que llamaron a un comandante para preparar un arma antiaérea que podrían usar contra el vehículo que se acercaba. Antes de que el comandante llegara, sin embargo, Tassone vio a un combatiente del Estado Islámico que se arrastraba hacia su base a pie y le disparó con rapidez. Entonces «simplemente todo se volvió una locura», dice Walker. «ISIS empezó a disparar contra nosotros, y nosotros respondimos. Y ésta fue la primera vez que me encontré en tal situación. Estaba asustado, nervioso, y perdió la concentración, hasta que Tassone le gritó para que se recuperara rápido.

Dejó el rifle de francotirador que estaba sosteniendo, cogió un Kalashnikov y ocupó una posición de tiro. Hubo una ráfaga de disparos y, en medio del frenesí, un suicida del Estado Islámico intentó conducir un camión hasta la posición de las YPG. Por suerte, el camión quedó inhabilitado después de que uno de los combatientes kurdos lo atacara con una granada propulsada por cohetes. Una vez que la lucha se apaciguó, la unidad de Walker regresó a su base y otra unidad de las YPG ocupó el puesto en la granja.

Walker y Tassone quedaron eventualmente separados y enviados a diferentes unidades. Walker pasó unas seis semanas en primera línea, donde estima que estuvo involucrado en unos seis días de lucha en total. Fue su última experiencia en el conflicto la que más le afectó.

El 24 de noviembre, Walker fue enviado con varias unidades de combatientes a una posición en un pequeño pueblo llamado Arima, entre las ciudades de Manbij y Al Bab en el norte de Siria. Su unidad estaba encargada de vigilar un cruce en el lado oriental de la ciudad. Su equipo estableció una base dentro de un complejo que tenía grandes puertas de hierro rojo y dos casas en su interior. Llegaron a Arima temprano por la mañana, justo cuando salía el sol y pasaron el día utilizando ametralladoras para defenderse de los bombardeos suicidas del Estado Islámico, que atacaban con coches cargados de explosivos.

Al caer la noche, la lucha se había detenido. Walker y los otros cinco combatientes de su unidad se turnaban para hacer guardia y dormir un poco. Alrededor de la medianoche, en el tejado de uno de los edificios del recinto, Walker fue despertado por uno de los jóvenes combatientes árabes de su unidad, ya que era su turno de guardia. Su comandante acababa de regresar a la escena en un vehículo blindado y podía oír el ruidoso motor retumbando en el fondo.

Entonces, en un instante, hubo una explosión masiva que parecía venir de la nada. Walker fue arrojado al suelo, golpeando su cabeza contra el borde del tejado. Afortunadamente, acababa de ponerse el casco, lo que posiblemente le salvó la vida en ese instante.

“Dicen que ‘la guerra es el infierno’, pero no me daba cuenta de que lo decían literalmente. Vi el infierno.”

Hubo un segundo o dos de misterioso silencio inmediatamente después de la explosión, seguido por un ruido terrible. Walker levantó la vista desde su posición en el tejado y el joven soldado árabe que lo había despertado segundos antes había desaparecido y un lado del edificio se había derrumbado hacia dentro. Un avión de combate turco había bombardeado su posición.

«Nunca habríamos estado durmiendo en el techo si hubiésemos esperado ser bombardeados», dice Walker. «Estábamos luchando contra el Estado Islámico. No creíamos que el régimen [de Assad] nos bombardeara y no esperábamos que los turcos llegaran tan lejos al sur».

Walker trató de componerse. Miró a su alrededor, pero le costaba ver más allá de la pared de humo y fuego que lo rodeaba. Antes de que las YPG se apoderaran de la aldea, los combatientes del Estado Islámico que huían habían envenenado todos los tanques de agua vertiendo aceite en ellos. Cuando se produjeron los ataques aéreos, las explosiones rompieron los tanques de agua y prendieron el aceite, provocando un infierno. A su vez, el fuego se extendió por los suministros de municiones de las YPG, y las balas perdidas se disparaban en todas direcciones, crepitando como palomitas de maíz mientras explotaban con el calor.

Walker divisó a Kajin, otro joven soldado árabe de su unidad, que tropezaba muy herido y confundido. Parte de su cabeza se había incendiado y sus ojos estaban vidriosos, pero todavía vivía. Walker apagó el fuego de su cabeza, lo agarró de la mano y trató de tirar de él hacia una escalera que conducía al suelo, gritando en árabe y kurdo que tenían que salir. Pero antes de que pudieran bajarse del tejado, una de las balas perdidas golpeó al joven combatiente en el cuello, matándolo.

«Fue lo peor que he experimentado nunca», recuerda Walker, quien parece agitado al describir el incidente. «Dicen que ‘la guerra es el infierno’, pero no me daba cuenta de que lo decían literalmente. Vi el infierno. Todo era fuego y gritos».

De alguna manera, Walker logró escapar sin lesiones graves. Si la bomba hubiera caído unos pocos metros más cerca, nunca habría sobrevivido. Bajó por la escalera destruida usando una barandilla de hierro rota para guiarse hasta el suelo. Caminó a través de los escombros y en la distancia oyó el sonido de la radio de su comandante. El comandante no estaba en el edificio en el momento en que fue tocado. Pero el resto de los combatientes de la unidad habían desaparecido. Más tarde se supo que la mitad de la unidad de Walker había muerto o estaban heridos por la explosión. Otro pelotón de las YPG ubicado a unos 200 metros de distancia también sufrió graves pérdidas. Dos de los amigos cercanos a Walker, un estadounidense llamado Michael Israel y un alemán llamado Anton Leschek, habían muerto, así como dos de los combatientes kurdos locales: una francotiradora llamada Sarya y un joven recluta llamado Mordem.

Walker and his friend Nazzareno Tassone, a Canadian YPG recruit.
Josh Walker y su amigo Nazzareno Tassone, un recluta canadiense de las YPG.
Foto: Josh Walker

La unidad de Walker fue sacada del pueblo y reemplazada por otro grupo de combatientes. El ataque aéreo había destrozado su moral y ahora quedaba la sombría tarea de tener que identificar los cadáveres desfigurados de sus amigos Israel y Leschek en un hospital cercano. También tuvo que recoger las pertenencias personales de los dos difuntos de la base de las YPG para que pudieran ser devueltas a sus familias en sus respectivos países. Y hubo que asistir a los funerales de los combatientes locales árabes y kurdos que habían resultado muertos.

Las YPG había estado empujando hacia Raqqa, el principal enclave del Estado Islámico en Siria. Pero ahora la operación se retrasó. Los ataques aéreos turcos impedían el avance. Los factores externos -en particular el resultado de las elecciones estadounidenses- también estaban teniendo un impacto directo.

En medio de la transición posterior a la elección de Donald Trump el 8 de noviembre, los funcionarios salientes de Obama querían que el gobierno entrante de Trump firmara el envío de armas a las YPG para apoyar su asalto a Raqqa. Pero el equipo de transición de Trump -bajo la dirección de su entonces consejero de seguridad nacional, Michael Flynn- rechazó el plan.

Más tarde se descubrió que Flynn había estado actuando como agente pagado por el gobierno turco, que ve a los grupos kurdos como sus adversarios y se opone a armarlos. Flynn renunció en febrero de este año; tres meses después, el gobierno de Trump finalmente aceptó comenzar a armar a las YPG.

A mediados de diciembre del año pasado, Walker aún no había regresado a primera línea. Había vuelto a una base de las YPG cerca de la orilla oriental del Éufrates, donde se había reunido con su amigo Tassone, el canadiense.

Estar de nuevo con Tassone había levantado un poco su ánimo. Pero empezaba a contemplar volver a Inglaterra. Parte de él quería esperar a que comenzara la ofensiva de Raqqa, pero otra parte pensaba que era hora de ir a casa. Había pasado casi seis meses en Siria, y siempre había planeado volver a casa en ese plazo. Tassone le estaba animando a quedarse para la próxima gran pelea, pero la mayoría de los otros en la base le aconsejaban que se fuera, diciéndole que no debía tentar al destino una última vez.

Walker tomó la decisión de partir y viajó desde Siria a Irak. En Suleymaniyah fue llevado a una casa segura donde gente afín a las YPG le ayudó a organizar su viaje a Gran Bretaña. Mientras esperaba que se arreglase su vuelo, el día de Navidad, recibió algunas noticias demoledoras.

Tassone había regresado al frente y había resultado muerto en un ataque del Estado Islámico.

josh-walker-isis-uk-andrew-testa-3-1498592409
Josh Walker fotografiado en Bristol, Inglaterra, el 7 de junio 2017.
Foto: Andrew Testa para The Intercept

 

Cuando llegó de vuelta al aeropuerto de Gatwick en Londres, Walker supo que algo no iba bien.

Mientras esperaba en la fila para pasar el control de pasaportes, se dio cuenta de que había un par de hombres trajeados esperando tras la barrera de seguridad y más policía de lo habitual. Tan pronto como atravesó el control de pasaportes, Walker fue abordado por uno de los hombres trajeados, quien le pidió que le mostrará de nuevo su pasaporte. Luego fue conducido a un lado de la sala y se presentó ante un detective de la Policía Metropolitana de Londres y dos detectives de la Unidad de Extremismo y Contra-Terrorismo de Gales: un varón y una mujer. La detective le leyó sus derechos y le dijo que estaba siendo arrestado bajo sospecha de participación en la «comisión, preparación o instigación de actos de terrorismo».

En la parte trasera de un coche de policía de incógnito, Walker fue conducido aproximadamente 215 millas al oeste, a una comisaría de policía en Ammanford, Gales, donde pasó la noche en una celda. Los oficiales confiscaron la mayoría de las posesiones con las que viajaba, incluyendo su uniforme de las YPG, teléfonos celulares, diarios y cuadernos. Al día siguiente fue entrevistado sobre su estancia en Siria. Los oficiales le dijeron que previamente habían tratado con personas que regresaban de Medio Oriente sospechosas de pelear con el Estado Islámico, pero nunca nadie que hubiera estado luchando contra el Estado Islámico. Le hicieron preguntas básicas sobre por qué había viajado a Siria y sobre su experiencia militar allí, preguntándole si había aprendido a hacer bombas. Para Walker, toda la escena era confusa. «Yo estaba en estado de shock», dice. «No sabía lo que estaba pasando. Simplemente seguí pensando: ‘He sobrevivido … pero, santa mierda, he sido arrestado’ «.

Se calcula que al menos 300 occidentales han viajado a Oriente Medio para luchar contra el Estado Islámico, pero el tratamiento que reciben cuando regresan a su país varía enormemente. Los combatientes estadounidenses que han luchado junto a las YPG y otras milicias pro-democracia han vuelto a entrar a los EE.UU. sin ninguna dificultad. En Australia, la policía ha interrogado y confiscado los pasaportes de los combatientes que regresaban a su país. En los Países Bajos, las autoridades detuvieron a un veterano militar bajo sospecha de asesinato porque había peleado con las YPG en Siria, pero luego abandonaron el caso tras el clamor público. Y en Dinamarca, las autoridades recibieron a una combatiente de las YPG que regresaba de Siria con una prohibición de viajar y la puso bajo custodia después de que violase tal prohibición.

Casi murió luchando contra los terroristas del Estado islámico, pero ahora está siendo tratado como si también él fuera un terrorista.

El trato dado por las autoridades británicas a los combatientes que han regresado de Siria e Irak en los últimos años ha sido altamente inconsistente. En abril de 2016, la cuestión fue el centro de un debate en el Parlamento británico. Robert Jenrick, miembro conservador del Parlamento, dijo durante la discusión que él personalmente había estado en contacto con las familias de 20 combatientes británicos del estado anti-islámico. Dos de los veinte, dijo, habían sido arrestados bajo la Ley de Terrorismo; cuatro fueron interrogados pero no arrestados; y catorce vinieron y regresaron a voluntad, sin ser interrogados. En varios casos reportados públicamente en el Reino Unido, los combatientes que regresaron han sido arrestados o interrogados pero luego no fueron acusados. Eso es lo que hace que el caso de Walker sea particularmente inusual.

Después de su interrogatorio inicial, Walker fue puesto en libertad bajo fianza y no fue acusado de cometer ningún delito. Pero eso cambió después de que la policía registrara su apartamento en Aberystwyth y encontrara extractos del ‘Libro de cocina del anarquista» en uno de sus cajones. Posteriormente lo acusaron en virtud del artículo 58 de la Ley de Terrorismo, que establece que es un delito recoger, registrar o poseer un documento que contenga «información que pueda ser útil a una persona para cometer o preparar un acto de terrorismo.»

Walker dice que descargó un extracto del «Libro de cocina» mientras estaba en la universidad, donde pasó gran parte de su tiempo aprendiendo sobre agencias de inteligencia, militares y contraterrorismo. Participó en un grupo de juegos de rol llamado Crisis Games Society, que organizaba simulaciones de grandes crisis políticas o de seguridad en un esfuerzo por educar a los estudiantes sobre la toma de decisiones en situaciones de emergencia. En una ocasión, Walker participó en un juego en el que un equipo de estudiantes desempeñaba el papel de los servicios de seguridad, y otro equipo el de terroristas que planeaban un ataque; los grupos se separaban en diferentes habitaciones y tenían que tratar de engañarse mutuamente. Utilizaron el «Libro de cocina del anarquista» como parte de su investigación para el aspecto terrorista.

En su juicio, que se llevará a cabo en octubre, el equipo legal de Walker probablemente argumentará que tenía una «excusa razonable», por razones académicas, para su posesión del «Libro de cocina». Walker dice que sus compañeros han proporcionado testimonios que apoyan su explicación, y que está seguro de que finalmente será exonerado. Pero todavía sigue luchando por aceptar la extraña ironía de la situación en la que se encuentra. Casi ha muerto peleando contra los terroristas del Estado Islámico, pero ahora también está siendo tratado como si fuera un terrorista.

UK. Bristol. 7th June 2017Josh Walker photographed in BristolAndrew Testa for the Intercept
Josh Walker fotografiado en Bristol, Inglaterra, el 7 de junio 2017. Foto: Andrew Testa para The Intercept

A mediados de mayo en Londres, Walker tuvo una vista a primera hora de la mañana en el tribunal de Old Bailey, que maneja graves casos penales. Apareció cansado y desaliñado con una chaqueta de traje negra, camisa azul, pantalón negro y zapatillas blancas. Su audiencia estaba programada entre otras dos, una de ellas relacionada con un violador acusado y la otra con un grupo de tres presuntos extremistas islámicos que supuestamente se preparaban para llevar a cabo un ataque terrorista.
La noche anterior, a Walker le había costado dormir. Tuvo una pesadilla sobre un avión turco que bombardeaba la casa de su padre con todos sus amigos durmiendo dentro, una reminiscencia del incidente que había vivido en Siria. «Fue el sueño más vívido que he tenido en mucho tiempo», dice. «Mi cuerpo sentía lo mismo. Los sonidos eran los mismos.

No hay duda de que el horror que presenció ha cambiado su vida. Ahora sufre ansiedad cuando aviones de pasajeros vuelan sobre su cabeza, y es perseguido por flashbacks. Recientemente una tarde estaba limpiando la cocina del restaurante en Bristol, donde ha estado trabajando a tiempo parcial, cuando olió a sangre quemada de una de las ollas o sartenes que se habían utilizado para cocinar carne. Lo llevó de vuelta a la morgue del hospital, donde tuvo que identificar los cadáveres desfigurados de sus amigos Israel y Leschek. Tuvo que abandonar rápidamente la cocina y salir fuera para huir del olor.

Muchos de los amigos que Walker hizo en Siria siguen allí -vivos y bien- y continúan la lucha. Walker es reacio a ser el centro de atención, pero espera que el interés de los medios de comunicación por su caso puede ayudar a dar a conocer las YPG a la gente y su situación en Rojava. «Realmente no soy tan importante en todo esto», dice. “Aún hay otras personas allí.”

A corto plazo, en espera del resultado del caso del gobierno contra él, planea rematricularse en la universidad y completar sus estudios. También tiene la intención de regresar a Siria un día, cuando la guerra termine, para ayudar a reconstruir el país. «A veces todavía tengo siento algunas ganas de una buena pelea contra algunos fascistas malos», dice con una sonrisa irónica. «Ganar una batalla -gente tratando de matarte y fracasando- es una sensación increíble. Lo extraño de muchas maneras.» Se detiene, respirando hondo. «Al mismo tiempo, sé que tengo suerte», añade. «Saqué un seis en el dado y logré sobrevivir.»

Escrito por: Ryan Gallaghez

Fecha de publicación original: 10 julio 2017

Fuente: The Intercept

Traducido por Rojava Azadî

Un comentario en «A Siria y regreso: historia de un voluntario británico en las YPG»

  • Increíbles las historias que leo aquí. Admiro a las personas que arriesgan todo para viajar y contribuir con la Revolución Social, y más aún a los habitantes de Rojava, que son un ejemplo de resistencia y dignidad. Ojalá la guerra acabe pronto y Siria quede libre de fascistas y terroristas. Un afectuoso saludo desde España.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies