Turquía, Rusia y Estados Unidos juegan sus cartas en Afrin
Fuente: El Salto
Autoría: Sara A. de Ceano-Vivas Núñez
Fecha de publicación: 12 de febrero del 2018
El Ejército turco volvió a bombardear intensamente el cantón de Afrin el pasado 9 de febrero después de cinco días sin realizar ningún ataque aéreo. El día 10 las fuerzas de las YPG [Unidades de Protección Popular kurdas] difundieron un vídeo de un helicóptero turco derribado en la región de Raco.
La Operación Rama de Olivo, que lanzó el Ejército turco hace 22 días, ha encontrado una fuerte resistencia por parte de las fuerzas prokurdas de las YPG/YPJ y SDF (Fuerzas Democráticas Sirias). A pesar del gran despliegue militar y tecnológico del segundo mayor Ejército de la OTAN y de sus grupos aliados pertenecientes a las FSA (Ejército Libre Sirio), el lento avance sobre el territorio montañoso de Afrin no se corresponde con las declaraciones que hizo Erdogan al principio de la operación: “Vamos a terminar esta operación muy rápido”.
La cifras de las bajas militares bailan al son de quien las difunde. Según las estadísticas turcas, 1.062 combatientes de las YPG y del Daesh han sido neutralizados, aunque no haya ninguna evidencia de miembros del Daesh en el territorio de Afrin. La oficina de prensa de las SDF no da datos generales, pero la cantidad de muertos del Ejército turco y las FSA, en comparación con sus propias bajas, están muy desequilibradas. La alianza del Estado turco con grupos de extremistas religiosos como es Jabhat Fateh al-Sham, antigua rama de Al-Qaeda en Siria, y el extenso material difundido por las redes sociales de combatientes de las FSA amenazando con “asesinar a todos los kurdos” al grito de “Allahu akbar”, delata un escaso interés de Turquía en limpiar sus fronteras de grupos extremistas islámicos.
Pero los ataques del Ejército turco no se han limitado a la región de Afrin. También se ha registrado fuego con artillería pesada en ciudades del resto de cantones. El presidente Erdogan aseguró que extenderían la operación militar a la región de Manbij: “Iremos a Manbij para devolverla a sus verdaderos propietarios”, y pidió a EE UU que retirara sus tropas. La respuesta de EE UU fue negativa a replegar las fuerzas especiales que tiene asentadas en Siria hasta que el Estado Islámico sea completamente eliminado.
Las tensiones entre los dos miembros de la OTAN marcan un precedente histórico en la Alianza Transatlántica. La próxima semana el secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, se desplazará a Turquía para mantener conversaciones sobre la situación en el norte de Siria. Los oficiales del Departamento de Estado americano han confesado que serán “duras” las conversaciones y añadieron en una rueda de prensa: “Obviamente, tenemos que trabajar con Turquía para averiguar más de cerca cuáles son sus intenciones a largo plazo, y averiguar una manera, si es que hay una manera posible, de que podamos trabajar con ellos para abordar sus preocupaciones legítimas de seguridad mientras al mismo tiempo reduzcamos al mínimo las bajas civiles y sobre todo mantengamos el foco en la derrota del Daesh”.
Las tensiones entre EE UU y Turquía son una oportunidad para Rusia para debilitar la posición estadounidense en Oriente Próximo. Rusia se ha convertido en el principal árbitro en la guerra de Siria, y ha jugado todas sus cartas diplomáticas con Turquía y la Federación del Norte de Siria. El acercamiento ruso a las fuerzas kurdas ofreció la posibilidad de que en la nueva Constitución, discutida en las conversaciones de Astana a las que los kurdos no fueron invitados, cupiese la posibilidad de una descentralización de los poderes gubernamentales y un empoderamiento de los consejos locales.
Gaseoducto turco-ruso
Así mismo, Rusia y Turquía llegaron a un acuerdo en el año 2016 para la construcción de un nuevo gaseoducto, el Turk Stream. El portavoz de las YPG, Nuri Mahmud, ha declarado: “Rusia ha tomado decisiones políticas que no son beneficiosas para el pueblo ruso o el Estado ruso, sino que únicamente benefician a ciertos grupos de poder y compañías; de hecho, algunas de sus políticas son incluso desventajosas. Desde que comenzó el ataque sobre Afrin, el proyecto del gaseoducto turco-ruso ha estado también en la agenda, porque de algún modo estos grupos de presión mantienen un control sobre el Gobierno de Rusia y sobre la política de defensa del Estado ruso”.
La amenaza de invasión de Turquía sobre el cantón de Afrin tiene un largo recorrido. Turquía ha esperado mucho tiempo a que Rusia diera luz verde a la invasión y diera permiso para poder utilizar el espacio aéreo que está bajo su dominio. Moscú prolongó su decisión y utilizó la amenaza turca para chantajear a las autoridades kurdas y que cedieran el control del territorio de Afrin al Gobierno sirio, propuesta que los kurdos rechazaron plenamente.
Finalmente Ankara ofreció a Moscú un trato que proporcionaría a Bashar al-Assad la posibilidad de terminar con el último bastión fuerte de los opositores en la región de Idlib. Turquía, que mantiene una posición de padre bienhechor para varios grupos de las FSA, convencería a estos para unirse al plan de desescalada acordado en las conversaciones de Sochi y fletar a los grupos a la región de Azaz y Jarablus bajo su control.
De este modo, el Ejército del régimen sirio podría empezar su última gran operación en la región de Idlib y recuperar así el último territorio en manos de las FSA. Así mismo, Turquía utilizaría esos grupos de las FSA como tropas de asalto en la invasión de Afrin, teniendo menos bajas entre sus soldados nacionales. Kurdos y sirios rebeldes debilitándose mutuamente es también una realidad beneficiosa para el futuro del Gobierno de Al-Assad en Siria.
Al final, quien paga caro la lucha de poder de las potencias regionales e internacionales es la población civil. La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios en Siria de la ONU ha declarado que el conflicto en Afrin ha desplazado hasta el momento a entre 15.000 y 30.000. El cantón de Afrin había sido uno de los territorios más seguros en los seis años del conflicto sirio, convirtiéndose en lugar de acogida para miles refugiados. Ahora Turquía bombardea ciudades y pueblos, y según cifras del Consejo de Salud del Cantón de Afrín, a 4 de febrero las víctimas mortales entre los civiles ascendían a 129 y los heridos a 320.
Instituciones, movimientos sociales, partidos políticos y organizaciones civiles de todo el mundo han expresado desde el principio del conflicto su rechazo a la invasión turca. La guerra mediática está perdida para el Estado turco y, del mismo modo, ha costado cara a la reputación de los rusos como mediadores del conflicto sirio.
“La comunidad internacional de las personas y la sociedad están con Afrin, pero los Estados y gobiernos solo están interesados en su propio beneficio. Rusia ha puesto por delante los estrechos beneficios y ha perdido la credibilidad política tanto en la región como en el contexto internacional”, ha declarado el portavoz de las YPG, Nuri Mahmud.