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Siria: de la marginación a la revolución democrática

ANHA – AKRAM BARAKT – 17 julio 2025 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid

La acumulación histórica de marginación y negación en Siria ha generado fuertes motivaciones para forjar un modelo político y social alternativo. El proyecto de la Administración Autónoma Democrática (DAANES) surgió como una respuesta realista al contexto local tras la Revolución del 19 de julio, basado en conceptos de justicia social, igualdad entre comunidades y empoderamiento de las mujeres. Esta revolución y sus resultados no son una mera reacción a la crisis siria, sino que representan una reinvención de la naturaleza de la gobernanza y la ciudadanía en un contexto de identidades y culturas múltiples.

El 19 de julio de este año se cumple el 13.º aniversario de la Revolución de Rojava, una revolución que marcó un cambio significativo entre el pasado y el futuro de los pueblos de la región, tras el estallido de la Revolución Siria en 2011. En este documento, repasamos la realidad de Siria antes y después.

Las características de la Siria moderna comenzaron a tomar forma con el fin del dominio otomano tras la Primera Guerra Mundial, concretamente tras la entrada de las fuerzas francesas en Siria en 1920 y la imposición del mandato francés en virtud del Acuerdo Sykes-Picot y la Conferencia de San Remo.

La Conferencia de San Remo, celebrada en abril de 1920, es un momento crucial en la historia de Oriente Medio tras la Primera Guerra Mundial, ya que configuró los contornos de la influencia europea en la región. A ella asistieron los aliados victoriosos de la Primera Guerra Mundial: Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón.

El objetivo principal de la conferencia era distribuir los mandatos entre los territorios del Imperio otomano derrumbado, en particular en el Levante, de conformidad con el Tratado de Sèvres, firmado el 10 de agosto de 1920 entre el Imperio otomano y las potencias aliadas tras la derrota otomana en la Primera Guerra Mundial. Siria y Líbano quedaron bajo mandato francés; Palestina, Transjordania e Irak quedaron bajo mandato británico; y la Declaración Balfour se incluyó en las decisiones de la conferencia, allanando el camino para el establecimiento de un hogar nacional para los judíos en Palestina.

El Congreso General Sirio, que actuaba como consejo nacional en representación de las diversas regiones naturales de Siria, incluidos el Líbano y Palestina, rechazó las resoluciones de San Remo y declaró la independencia de Siria dentro de sus fronteras naturales, incluida Palestina. Nombró rey al príncipe Faisal, quien proclamó el Reino de Siria bajo su liderazgo en 1920. Sin embargo, el Reino de Siria tuvo una vida efímera debido a la batalla de Maysalún y la invasión francesa.

Durante este periodo, se redactó la primera Constitución siria, aprobada el 13 de julio de 1920. Adoptaba una monarquía y constaba de 148 artículos divididos en 12 capítulos, que abordaban la forma de gobierno, los derechos individuales, la organización de los poderes y las finanzas públicas. Permaneció en vigor 11 días antes de ser derogada tras la batalla de Maysalún, el 24 de julio de 1920.

Después de que el rey Faisal declarara la independencia de Siria, Francia se negó a reconocer al gobierno nacional y el general francés Gouraud emitió un ultimátum exigiendo la disolución del ejército sirio y la aceptación del mandato francés. Faisal aceptó las condiciones bajo presión, pero Yusuf al-Azma se negó a rendirse y decidió resistir.

El primer ministro de Defensa de la historia en morir luchando en el campo de batalla.

La batalla de Maysalun, que tuvo lugar el 24 de julio de 1920, es un momento decisivo en la historia moderna de Siria, ya que marcó la transición del sueño de la independencia a la realidad del mandato francés. Yusuf al-Azma, de origen kurdo y procedente de una familia damascena, era el ministro de Guerra del Reino de Siria. Fue el héroe de esta batalla y un símbolo del sacrificio nacional. Yusuf al-Azma murió por la causa en el campo de batalla, convirtiéndose en el primer ministro de Defensa de la historia en morir luchando en el campo de batalla.

La batalla de Maysalun no fue militarmente igualada, pero fue un grito de dignidad frente a la ocupación. Yusuf al-Azma se convirtió en un símbolo del heroísmo nacional, inmortalizando su nombre en la memoria siria por elegir la muerte antes que la rendición.

Las autoridades francesas dividieron Siria en seis unidades administrativas principales: el Estado de Damasco, el Estado de Alepo, el Estado Alauita, el Estado de Jabal al-Druze, el Estado del Gran Líbano (que más tarde se convertiría en la República Libanesa) y el Sanjak de Alejandreta (que fue anexionado a Turquía en 1939).

En 1925, los estados de Damasco y Alepo se unieron en una sola entidad llamada Estado Sirio, que más tarde se convertiría en la Primera República Siria tras la Constitución de 1930.

Los kurdos y Francia

Durante el Mandato francés (1920-1946), los kurdos de Siria constituían un grupo activo y multifacético. Sus funciones variaban entre participar en la resistencia nacional, luchar por proteger su identidad cultural y participar en la vida política y social de una sociedad emergente. Los kurdos se encontraron de repente en una nueva entidad política, sometidos a una autoridad colonial que no reconocía su singularidad ni sus derechos colectivos, lo que creó un contexto complejo de interacción y confrontación.

A pesar de los intentos de las autoridades francesas de ganarse a algunas élites kurdas mediante políticas de «divide y vencerás», los kurdos se involucraron en la resistencia contra la ocupación francesa, no solo por motivos nacionales generales, sino también por su rechazo al colonialismo, que amenazaba su singularidad cultural y su identidad histórica.

La batalla de Bayandur, situada entre las ciudades de Qamishlo y Tirbespiye, es un testimonio de la cohesión nacional entre kurdos y árabes. Es uno de los enfrentamientos más destacados contra la ocupación francesa en el norte de Siria y tuvo lugar en julio de 1923, cerca de la aldea de Bayandur, al este de Qamishli. Esta batalla se caracterizó por la solidaridad de las tribus kurdas y árabes frente a la tiranía francesa y fue un ejemplo de la unidad de sangre y destino en el cantón de al-Jazira.

Durante los tres días de batalla contra la tiranía francesa, liderada por el capitán Rogan, que humilló y arrestó a los líderes tribales, incluyendo la humillante ejecución del líder kurdo Suleiman Abbas y el arresto de jeques árabes como Mohammad al-Abd al-Rahman, las fuerzas francesas se retiraron de Bayandur y se replegaron a Hasakah y Deir ez-Zor. La batalla se convirtió en un símbolo de la solidaridad kurdo-árabe y llevó a Francia a reconsiderar su presencia militar en la región.

El papel de los kurdos en la Gran Revolución Siria de 1925

Los kurdos desempeñaron un papel fundamental en el inicio de la Gran Revolución Siria de 1925, cuya primera chispa fue encendida en Afrin por Mahu Shasho en coordinación con el líder kurdo Ibrahim Hanano. Los kurdos participaron en la dirección de la acción política y militar junto al Dr. Abdul Rahman Shahbandar, quien propuso el lema de la lucha armada en oposición a la opción de compromiso adoptada por el Bloque Nacional.

Líderes kurdos de diversas regiones de Siria, de norte a sur, también cooperaron en la dirección de la lucha, como Ahmad al-Mulla en Damasco, Abdul Razzaq al-Dandashi en Homs, Mahmoud al-Barazi y Najib Agha al-Barazi en Hama, y Nur al-Din Bazido en Jabal al-Akrad, en Latakia.

Los jóvenes kurdos también desempeñaron un papel activo en el movimiento nacional y estudiantil, especialmente en Damasco, donde surgieron Khaled Bakdash, que más tarde sería secretario general del Partido Comunista, y Ali Buzu, fundador de la Unión de Estudiantes Sirios y de la Tropa Scout del Kurdistán. Esta élite juvenil contribuyó a la demanda de una Siria independiente, pluralista y democrática, en cooperación con diversas facciones sirias.

La liberación y el auge de la República

Cuando Francia se retiró del territorio sirio el 17 de abril de 1946, parecía que Siria había entrado en una nueva era de soberanía nacional. Sin embargo, esta independencia política no vino acompañada de estabilidad institucional. La sociedad siria que emergía del manto del mandato se enfrentaba a numerosos retos: una estructura administrativa débil, divisiones sectarias y contradicciones dentro de la identidad nacional entre el regionalismo y el deseo de unidad.

Durante el periodo comprendido entre 1946 y 1949, la República siria intentó establecer un sistema democrático parlamentario, pero el experimento se topó rápidamente con el obstáculo de los golpes militares, comenzando por Husni al-Zaim, seguido de Sami al-Hinnawi y Adib al-Shishakli. Aunque el discurso democrático seguía presente formalmente, las fuerzas militares comenzaron a imponer su lógica en la vida política.

El año 1954 fue un punto de inflexión en la historia de Siria, ya que fue testigo de importantes acontecimientos políticos y sociales que reconfiguraron el panorama nacional. El general Faisal al-Atassi lideró un golpe de Estado el 25 de febrero de 1954 desde Alepo. Comenzó arrestando al comandante militar de la región norte y tomando el control de los edificios de comunicaciones y de la Radio de Alepo. Se emitió un comunicado en nombre de «Radio Siria Libre» en el que se pedía a las divisiones militares que se unieran a la revolución. Las guarniciones de Latakia, Deir ez-Zor, Homs y Daraa se unieron al golpe, lo que provocó la dimisión del presidente Adib al-Shishakli el 26 de febrero.

Tras la caída de Adib al-Shishakli, se restableció la Constitución de 1950, redactada bajo el mandato de Hashim al-Atassi. Se considera una de las constituciones más progresistas de Siria, ya que estableció un sistema parlamentario, reforzó las libertades y separó los poderes, al tiempo que redujo los poderes del presidente en favor del parlamento. En 1954, el país fue testigo de unas elecciones parlamentarias justas en las que participaron la mayoría de las fuerzas políticas, lo que supuso un hito democrático notable en la historia siria y árabe. Sin embargo, esta experiencia pronto chocó con la realidad de la fragilidad de la estructura política y la ausencia de un contrato social que garantizara su continuidad.

Tras el fin del mandato de Hashim al-Atassi en 1955, Shukri al-Quwatli volvió a la presidencia mediante elecciones parlamentarias, lo que marcó el inicio de una nueva etapa en la historia política de Siria, caracterizada por la búsqueda de la unidad árabe. En 1958, bajo su liderazgo, Siria se unió a Egipto, en lo que se describió como una respuesta al deseo popular de un proyecto nacional para resistir la hegemonía occidental. Sin embargo, la sensación de supremacía de la toma de decisiones en El Cairo debilitó el equilibrio entre los dos Estados, lo que llevó a la secesión de Siria en 1961 por parte de un grupo de oficiales. Esta experiencia reveló una vez más la fragilidad de las instituciones civiles y la superioridad del papel del ejército sobre la lógica del Estado y la Constitución.

Tras la secesión de Siria de la República Árabe Unida, el nombre del país se cambió oficialmente por el de «República Árabe Siria» el 28 de septiembre de 1961. Esta medida tenía por objeto consolidar la identidad árabe de Siria, a pesar del fin de la unión con Egipto y de la diversidad étnica y cultural de la sociedad siria. Este nombre reflejaba el espíritu del movimiento nacionalista árabe predominante en aquella época. Desde entonces, el nombre ha seguido siendo el adoptado oficialmente en las constituciones sirias, incluidas las de 1973 y 2012.

Estos cambios revelan mucho sobre la identidad nacional, la estructura política y las relaciones sociales en Siria: En primer lugar, el fortalecimiento de la centralización del poder; en segundo lugar, la marginación de los kurdos, que contribuyó a la construcción de un Estado centralizado dirigido por la élite gobernante, sin la participación real de todas las comunidades sirias; en tercer lugar, el miedo al pluralismo, ya que el régimen consideraba el multiculturalismo como una amenaza para la unidad del Estado, lo que le llevó a adoptar políticas de negación de la presencia kurda, por temor a las demandas de independencia o autonomía. En cuarto lugar, la vinculación de la identidad nacional al nacionalismo árabe. El concepto de «nación árabe» se utilizó como marco político que negaba la existencia de otras nacionalidades, lo que debilitó la representación política kurda.

Las políticas hacia los kurdos no eran meras medidas de seguridad, sino un sistema integrado destinado a redefinir la identidad siria y reducir la diversidad en favor de una visión unilateralista. Este enfoque generó fragilidad nacional, con ausencia de justicia social y marginación de un componente fundamental del tejido del país.

En medio de estas fluctuaciones, el Partido Socialista Árabe Baaz trabajó para consolidar su presencia en el ejército y la sociedad, con un programa que combinaba el nacionalismo árabe y el socialismo. El Baaz consideró la recurrente crisis política como una oportunidad para penetrar en el sistema existente, apoyado por una red de oficiales entusiastas de su ideología revolucionaria.

Este cambio también contribuyó al excepcional censo de 1962, que marcó el inicio del nacimiento de la categoría de «extranjeros» y la privación de la ciudadanía a miles de kurdos.

El golpe de Estado del 8 de marzo de 1963 y el nacimiento del régimen baazista

La acumulación histórica de marginación y negación, junto con el impulso de la revolución del 19 de julio de 2012, generó fuertes motivaciones para formular un modelo político y social alternativo. El proyecto de la Administración Autónoma Democrática surgió como una respuesta realista al contexto local, basado en conceptos como la justicia social, la igualdad entre las comunidades y el empoderamiento de las mujeres.

 Este proyecto no es una mera reacción a la crisis siria, sino que reimagina la naturaleza de la gobernanza y la ciudadanía en un contexto de identidades y culturas múltiples.

 En medio de las turbulentas transformaciones que ha vivido Siria desde su independencia, el proyecto de Administración Autónoma en el norte y el este del país surgió como un modelo alternativo y eficaz para reconstruir Siria sobre bases democráticas y participativas. Esta experiencia, que surgió en medio del colapso de las instituciones estatales centrales, ha demostrado su capacidad para lograr la seguridad y la estabilidad y promover la coexistencia entre diversos grupos étnicos y religiosos —árabes, kurdos, sirios, asirios y otros— dentro de un marco civil descentralizado. Este proyecto se basa en el principio de la colaboración comunitaria y la representación justa, lo que lo convierte en el modelo más compatible con la realidad diversa de Siria, en comparación con los modelos centralizados que no han logrado abarcar la diversidad ni garantizar la justicia política y social.

La administración autónoma ha establecido un sistema democrático descentralizado que empodera a las comunidades para gestionar sus propios asuntos y restaura el concepto de ciudadanía igualitaria, libre de exclusión y dominación.

El Partido Baaz tomó el poder mediante un golpe militar el 8 de marzo de 1963, liderado por oficiales como Salah Jadid y Ziad Hariri, lo que marcó el inicio de una nueva era de gobierno ideológico centralizado. El golpe fue la culminación de una larga lucha entre las fuerzas civiles tradicionales, por un lado, y los oficiales con motivaciones ideológicas, por otro, que más tarde condujo al establecimiento de un sistema de partido totalitario que abolió el pluralismo y concentró el poder en manos de la élite militar.

Tras la toma del poder por el Partido Baaz, en 1963, Mohammad Talab Hilal, jefe de la rama política en Hasaka, publicó un estudio de seguridad en el que se pedía el desplazamiento de los kurdos de la franja fronteriza. La idea se debatió en 1965-1966 en las conferencias del Partido Baaz y se consideró parte del «fortalecimiento de la seguridad nacional». En 1974 comenzó la aplicación efectiva con la confiscación de tierras kurdas y el reasentamiento de miles de familias árabes procedentes de Raqqa y Alepo.

Más de 4000 familias árabes fueron asentadas en 41 aldeas modelo construidas en tierras confiscadas. El «Proyecto del Cinturón Árabe» comenzó oficialmente el 24 de junio de 1974, mediante la decisión n.º 521 del Comando Regional del Partido Socialista Árabe Baaz. Incluía el establecimiento de un cinturón árabe de 10-15 km de profundidad a lo largo de la frontera con el norte del Kurdistán, que atravesaba las zonas kurdas del actual cantón de Hasaka.

El proyecto surgió tras la construcción de la presa del Éufrates, que inundó tierras árabes. Esto se utilizó como pretexto para asentar a los afectados en tierras kurdas, como parte de un plan de ingeniería demográfica destinado a separar a los kurdos sirios de su presencia geográfica y cultural en Turquía e Irak.

A esto le siguieron políticas que prohibían el idioma kurdo, los eventos específicos de los kurdos, como el Newroz, y la enseñanza de su historia y su idioma. Las zonas kurdas fueron marginadas, se impuso una estricta censura y se cambiaron los nombres de los pueblos kurdos por nombres árabes que no tenían ninguna relación con la identidad ni la geografía de la población.

El pueblo kurdo en particular, y la población del noreste de Siria en general, sufrieron políticas sistemáticas destinadas a marginarlos política, cultural y socialmente desde el fin del mandato francés hasta el régimen del Partido Baaz. Estas políticas incluían una débil representación política en las instituciones estatales y la falta de desarrollo económico. Las inversiones gubernamentales se limitaban a zonas específicas, mientras que se descuidaban sectores vitales como la agricultura y las infraestructuras en Hasaka, Raqqa y Deir ez-Zor.

Las necesidades de la población local, en particular de los kurdos, los árabes y los asirios, también fueron ignoradas, lo que creó un sentimiento de injusticia y un terreno fértil para las reivindicaciones de derechos.

A medida que el Partido Baaz reforzaba su control sobre Siria mediante decretos presidenciales y la ley marcial, el régimen baazista trató de crear una brecha entre los pueblos kurdo y árabe. El 12 de marzo de 2004, la ciudad de Qamishli fue testigo de uno de los acontecimientos más sangrientos e influyentes de su historia. Un levantamiento popular kurdo estalló tras una masacre cometida por las fuerzas de seguridad durante un partido de fútbol entre el Al-Jihad Club y el Al-Futuwa Club de Deir ez-Zor. Este levantamiento se convirtió en la piedra angular de la revolución democrática en el norte y el este de Siria.

La negación practicada contra los kurdos y los pueblos del norte y el este de Siria exacerbó los sentimientos de marginación cultural y alienación, y contribuyó a la formación de una conciencia colectiva que buscaba el reconocimiento de la identidad y el pluralismo. El movimiento popular de 2011 abrió la puerta a reivindicaciones de derechos políticos, económicos y sociales que durante mucho tiempo se habían negado a amplios sectores de la población. Con el declive del control de la seguridad en varias zonas, surgió una administración autónoma con el objetivo de lograr el autogobierno democrático.

De la marginación a la revolución democrática

Además, su dependencia de un contrato social integral que garantiza los derechos y libertades y consagra el principio del pluralismo lo convierte en un marco constitucional flexible sobre el que se puede construir cualquier proyecto nacional futuro. En ausencia de un contrato social integral a nivel nacional, la administración autónoma parece ser hoy en día la opción más realista para construir una Siria cohesionada, pluralista y segura, gobernada por todo su pueblo, en lugar de por una élite centralizada que monopoliza la toma de decisiones y la riqueza.

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