Rojava: realidad y retórica [Troploin, traducido por A.K. y Agintea Hausten]
Cuando la gente (N. del T.: ‘proletarios’ en la versión francesa resumida) toma sus problemas en sus propias manos para sobrevivir, se abre la posibilidad de un cambio social. Lo que ha estado ocurriendo en Rojava desde 2012 es un intento de cambio social, especialmente debido al rol que han jugado las mujeres.
Los kurdos están forzados a escribir su propia historia bajo condiciones en las que sólo pueden incidir en la vorágine de una guerra civil internacionalizada, una situación bastante alejada de un escenario ideal para la emancipación.
De la nación sin Estado a la construcción nacional
La historia del movimiento independentista kurdo está bien documentada: su territorialidad, la cual abarca cuatro países (Turquía, Siria, Irak e Irán), su división entre facciones rivales, la propensión de éstas a enfrentar países vecinos, a veces siendo la lucha entre dos superpotencias, las graves consecuencias de estas alianzas cambiantes, su dependencia de una gran diáspora en Europa, su resistencia a la represión y a las luchas intestinas, su habilidad para subsistir ante los altibajos en la política internacional, al igual que su incapacidad de crear un Estado nacional. En algunas ocasiones tan solo es una fina línea la que separa la lucha por la supervivencia de las tendencias suicidas.
Hasta 2003. En ese momento, tres grandes acontecimientos cambiaron la situación, y, entre otros efectos, estuvo la remodelación del PKK, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán en Turquía.
En primer lugar, después de 2003, se produce la separación de Irak en tres partes: la suní, la chií, y en el norte el Gobierno Regional Kurdo, gobernado por el PDK, dirigido por el clan Barzani, más parecido de hecho a un protectorado occidental.
En segundo lugar, el Estado sirio, involucrado en un conflicto civil y una división sectaria, perdió el control sobre gran parte del país, incluyendo la región kurda.
En tercer lugar, los yihadistas suníes tomaron una gran porción del territorio sirio y amenazaron la supervivencia de la población kurda. Fue el ascenso de ISIS lo que definitivamente puso a los kurdos en un primer plano.
Si ISIS fuera un peligro tan sólo para las vidas de cientos de miles de personas, occidente no haría más de lo que ha hecho ya hasta 2011 para impedir que el régimen de Assad masacrara a su propia población. Sin embargo, tal como ocurre en realidad, ISIS es una amenaza para el equilibro político regional y los intereses petrolíferos, por lo que occidente hace todo lo que puede para impedir al ISIS tomar la región y sus pozos petrolíferos. Ahora el dictador Assad aparece como una mal menor frente a los incontrolables yihadistas. El apoyo implícito de EEUU a un régimen que pensaban bombardear hace unos años no es ninguna sorpresa: desde 1970, la política americana hacia Siria ha cambiado más de media docena de veces, y ninguno de estos reveses ha tenido nada que ver con que los gobernantes de Damasco mataran o torturaran en mayor menor cantidad. Para los poderes dominantes, los efectos de la propagación del caos regional deben ser contenidos, y si es necesario, apoyando a Assad, o incluso consolidando una patria kurda.
En la región kurda del norte de Siria, se formó una alianza popular interclasista en 2011 para el autogobierno de un territorio abandonado por las autoridades sirias, y más tarde, en 2014, para defenderlo contra la amenaza mortal de ISIS. La resistencia combina antiguos lazos tradicionales con nuevos movimientos, particularmente el de las mujeres, en una hermandad de proletarios y elementos de clase media, poniendo un especial énfasis en la nación kurda común.
Se ha establecido una región autónoma: Rojava (en kurdo ‘Oeste’), compuesta por tres cantones no contiguos (Afrin,Kobane y Cizire) en la zona norte de Siria, fronteriza con Turquía. Consta de alrededor de 18,300 km cuadrados, con una población estimada de 4,6 millones en 2014 (Como comparación, Gales tiene 20.700 km cuadrados y 3 millones de habitantes). Después de que los militares oficiales sirios abandonaran el terreno, hubo algunos combates entre el Ejército Libre Sirio (FSA) y los kurdos, que los repelieron. Ahora hay “una especie de acuerdo no escrito, donde el régimen sirio otorga a Rojava cierta autonomía a cambio de una neutralidad kurdo-siria en la guerra civil vigente”. (N. del T.: Estas alianzas han sido inestables, habiéndose producido posteriormente a publicación de este artículo, desde la decisiva victoria conjunta de YPG/YPJ (milicias kurdas) y SAA (Ejército Árabe Sirio) frente a ISIS en al-Hasakah en verano de 2015, hasta la confrontación con víctimas mortales entre YPG/YPJ y SAA en abril de 2016 en Qamishli, entre otros acontecimientos.)
En esta región, una mayoría kurda coexiste con una variedad de grupos ‘étnicos’, todos ellos reprimidos en el pasado por el Estado irakí (Ndt: ¿Estado irakí o sirio?) La desintegración de la ley y el orden oficiales en la región crearon un vacío de poder en el norte que ha dado lugar a una organización popular de base, coordinada bajo el nombre de Tev-Dem (Movimiento de la Sociedad Democrática).
La acción de la gente común ha roto el impasse político y social. A partir de aquí, ¿qué?
Autodefensa
«Una vasta nebulosa de “movimientos” —armados o no, que oscilan entre el bandidismo social y la guerrilla organizada— actúan en las zonas más desfavorecidas del vertedero capitalista mundial y presentan rasgos similares a los del PKK actual. De una forma u otra, intentan resistirse a la destrucción de economías de subsistencia residuales, al saqueo de los recursos naturales o minerales locales o incluso a la imposición de una propiedad territorial capitalista que limita o impide el acceso o su uso; […] podemos citar desordenadamente el caso de la piratería en los mares de Somalia, del MEND en Nigeria, de los naxalistas en la India, de los mapuches en Chile. […] es fundamental comprender su contenido común: la autodefensa. Una autodefensa que puede ser también considerada vital, pero que no difiere en su naturaleza de lo que se expresa en cualquier acción sindical cuyo objetivo es luchar por los salarios o las condiciones de trabajo. De la misma manera en que sería faltar a la verdad identificar una lucha por los salarios con un “movimiento revolucionario” -aunque fuerza extremadamente feroz o amplia-, es igualmente falaz dotar de un significado revolucionario a este tipo de autodefensa» (Lato Cattivo)
Autodefensa implica autoorganización. Lo que tenemos en Rojava es:
«(…) un movimiento real contra el expolio y la coerción del Estado, que lo combate militarmente en sus fronteras y difumina su poder desde dentro. Los límites de las luchas en Rojava en este sentido son los mismos que los de las luchas en cualquier otro lugar, donde la relación entre fuerza de trabajo y capital se ha convertido en un cuestión represiva y en luchas que toman la propia represión como punto de partida. Éstas tienen lugar lejos de los bastiones de la reproducción del capital y no se dirigen a cambiar las relaciones de explotación.» (Becky)
La cuestión principal es si la autodefensa en Rojava ha sido -o puede llegar a ser- la vía para alterar las relaciones de producción. Pero antes, hablemos de nacionalismo.
La nación tiene un nuevo rostro
Los movimientos de liberación nacional del siglo XXI difieren significativamente de lo que fueron cuando el colonialismo tocaba a su fin y la Guerra Fría entre los EE.UU. y la URSS se materializaba en guerras locales por la hegemonía, con un amplio despliegue de alianzas cambiantes y millones de muertes. El pueblo kurdo pagó un precio aún más caro por ello, ya que los kurdos están divididos entre cuatro países. Aun así, el cambio en el programa nacionalista no se debe a consideraciones humanitarias, un compromiso con la no-violencia o la lectura de una teoría verdaderamente crítica. Más bien al hecho de que su programa original había quedado obsoleto.
En resumidas cuentas, una vez en el poder, el típico programa de frente nacional habría de ser la herramienta para romper amarras con el poder dominante (en Oriente Medio sería Reino Unido hasta los años 40 y más tarde EE.UU), buscar ayuda en su rival (la URSS) y llevar a cabo un desarrollo endógeno dirigido por el Estado, basado en una agricultura colectivizada y en la industria pesada. Al menos, así era en teoría. Dondequiera que no hubiera burguesía, o hubiera una débil, los movimientos de liberación nacional optaban por un capitalismo burocrático en vez de por uno burgués, buscando referentes en Marx y Mao, y no en Adam Smith y Keynes, e instalando un régimen dictatorial dirigido por un partido supuestamente de los trabajadores o del pueblo. Se consiguió así más dictadura que desarrollo, pero eso ya es otra historia. De todas maneras, con la desaparición de la URSS y la llegada de la globalización, todo esto se hizo poco práctico. Por ello, después de abogar por el Marxismo-Leninismo, el Guevarismo y el Tercermundismo, los movimientos de liberación nacional adoptaron su propia versión del alter-globalismo. El descrédito del socialismo nacional llevó al nacionalismo étnico, el cual, en el caso del PKK, mutó en el reclamo de una nación multiétnica. Lógicamente, esta nueva línea también fue adoptada por la rama del PKK en Siria, el PYD.
Como cualquier movimiento político, un movimiento de liberación nacional se provee de ideología, de aliados y de objetivos a los que puede apuntar, y los modifica según convenga a sus intereses. En 1903, en su 6º congreso, conocido como ‘el congreso de Uganda’, el Sionismo aún se debatía ante la posibilidad de ubicar la patria judía en África. En 1914, Pilsudski no eligió entre lo correcto o lo incorrecto: apoyó lo que consideró mejor para la causa de la independencia polaca, y cambió de bando según la suerte de la guerra. La lealtad de un nacionalista no es hacia una clase o credo, sino tan solo hacia lo que considera como ‘su pueblo’ y hacia su propio papel como el líder de ese pueblo. Las lealtades fluctúan y las doctrinas también.
No se debe juzgar a un libro ni a un movimiento de liberación nacional por su portada. En la práctica, los cuadros del PKK apoyarán a un terrateniente o un patrón si estos gozan de influencia en la zona. También defenderán huelgas u organizarán protestas si ello les ayuda a unir gente a su causa. Aquí se pondrán del lado de formas de religión rígidas, y allá del lado de la tolerancia. Hoy aparecerán como tradicionalistas, y mañana como modernizadores. Y esto es lo que se llama política: el PKK apoyará lo que incremente su poder de base. En los días que reclamaba ser parte del socialismo mundial, no se detuvo en herejes como Pannekoek o Mattick, y tomó por referente al exitoso Marxismo-Leninismo. Cuando ahora abraza la ideología libertaria, no bebe de Makhno, sino que prefiere una versión más aceptable, y probablemente la más moderada de todas hoy en día: la doctrina de Bookchin, que condimenta el municipalismo socialista del siglo XIX con autogobierno y ecología.
Se trata de una opción bastante sensata. El PKK ha tenido que reducir sus ambiciones y el confederalismo democrático es la única ideología política válida para un partido que tiene que arreglárselas con Estados y fronteras, porque no puede anhelar crear el suyo, con sus propias fronteras, lo que significaría forzosamente redibujar los límites de al menos dos países vecinos. Haciendo de la virtud una necesidad, el PKK se ha deshecho de las referencias a la ‘clase’ y el ‘partido’ y promueve la autogestión, la cooperación, el comunalismo (que no comunismo), anti-productivismo y género. David Graeber se regocijaba sobre el hecho de que el pueblo de Kurdistán puede que se estuviera leyendo en estos momentos a Judith Butler. Lo cuál es una observación muy precisa: la deconstrucción del sujeto político (del proletariado como agente histórico), la priorización de las identidades, la clase reemplazada por género… el PKK ha virado, sin lugar a dudas, del marxismo al postmodernismo.
Hablar de un ‘no-Estado’’ es jugar con las palabras. El PKK no ha renunciado al objetivo de todo movimiento de liberación nacional. Aunque se cuide de no usar una palabra que suene demasiado autoritaria, aún aspira a crear un aparato centralizado de toma de decisiones en el territorio kurdo. ¿Qué mejor palabra para ello que Estado? El desarrollo de dicho Estado sería tan democrático bajo el control de sus ciudadanos, que no merecería el nombre de Estado. Hasta aquí en cuanto a ideología.
En el mundo real, el objetivo de una fuerte autonomía interna, junto a una vida horizontal y democrática no es algo completamente irrealizable. Esta es la condición de cierto número de regiones en el Pacífico: el gobierno central no se preocupa por que los nativos mantengan su sociedad y costumbres rurales, se autoadministren en gran medida, vivan de una economía basada en la subsistencia o caigan en la pobreza. Todo ello, mientras no molesten a los demás. Tan pronto como los recursos mineros o petrolíferos estén en riesgo, todo cambia, y si es necesario, se trae al ejército, tal como ocurrió en Papúa Nueva Guinea. Somalia tiene bastantes atributos compartidos con un Estado (policía propia, economía y moneda), excepto que ningún otro Estado la reconoce como tal. En Chiapas (cuya situación a menudo es comparada con Rojava), los zapatistas han estado sobreviviendo durante veinte años en una semi-autonomía regional en la cual salvaguardan sus costumbres y cultura sin molestar al Estado Federal mejicano, mientras se queden donde están. El levantamiento zapatista es tal vez el primero de la era de la alterglobalización, ya que no buscaba asegurar la independencia o transformar un país entero, sino preservar una forma de vida tradicional.
En cuanto a los kurdos, no viven pacíficamente en una isla. Muchos de ellos habitan en ciudades y viven (des)afortunadamente sobre grandes yacimientos de petróleo, lo cual deja los asuntos mundiales y monetarios lejos de su dominio, con una región desgarrada por conflictos sin final y gobernada por dictadores. Ésto deja un margen escaso para Rojava… o un lugar muy pequeño y dependiente: su viabilidad económica es baja, pero no inexistente, gracias a posibles ingresos del petróleo en el futuro. El oro negro ya ha creado países títeres como Kuwait, un estado rentista que se apoya en su riqueza subterránea, y el micro-Estado kurdo en Irak le debe su existencia exclusivamente a sus pozos petrolíferos. En otras palabras, el destino de Rojava depende menos de la movilización de sus gentes que de la interacción de los poderes dominantes y sus grandes negocios.
Como el PKK ya no reivindica su propio estado (que tampoco puede tener), reclama las el autogobierno de las regiones kurdas federadas dentro de varios estados, comenzando por Siria (cuya “integridad territorial” reconoce el Contrato Social de Rojava). Queda por ver qué implicaría para la población una confederación de tres o cuatro zonas transfronterizas a lo largo de al menos tres países. Estas autonomías coexisten y no se desprenden de la estructura política central que las une. En ninguna parte ha ocurrido que zonas transfronterizas, como la Línea Oder-Neisse en Europa, hayan disminuido el poder estatal. El aparato central de la “ley y el orden” delega algunas de sus competencias a las autoridades locales. Es así como funciona un Estado moderno.
“La construcción de una nación democrática”
Las palabras no lo son todo pero en política ciertamente cobran una gran importancia. Los redactores del Contrato Social de Rojava querían evitar el término Constitución, ya que les recordaba a las revoluciones estatistas, pero la terminología que escogieron proviene de la Ilustración del siglo XVIII. En su búsqueda de las raíces del pensamiento antiautoritario, puentearon a Bakunin y se quedaron en Rousseau. Por eso su Contrato Social se asemeja más a la versión modernizada de la declaración de intenciones de la burguesía revolucionaria del pasado.
Esto ocurre en 2014, por lo que el preámbulo del Contrato Social toma en cuenta ‘la igualdad y la estabilidad medio-ambiental’ y aboga por ‘una sociedad libre de autoritarismo, militarismo, centralismo y de intervención de la autoridad religiosa en los asuntos públicos’. Este último punto es contradictorio con el artículo 86, que dice que los miembros de la Asamblea Legislativa tomarán juramento del cargo ‘en nombre del Dios Todopoderoso’’. Recordemos que hasta 1888 los miembros del parlamento británico, la Casa de los Comunes, debían prestar un juramento que excluía a los disidentes protestantes, católicos y ateos.
Pero vayamos al cogollo del asunto. En lo esencial, Rojava se ha de basar en la ‘coexistencia mutua y pacífica y el entendimiento entre todas las ramas de la sociedad’’. Ramas, estratos, grupos sociales, clases… La traducción del francés es capas (“couches”). Con eso, obviamente, no debemos malinterpretar que Rojava esté desprovista de divisiones sociales. Simplemente significa que mientras sean ciudadanos de Rojava, todos sus habitantes pueden y deben vivir juntos en paz. No se menciona la lucha de clases en este documento, que se asemeja más que nada a una constitución democrática.
Rojava tiene el discurso de una revolución burguesa. En 1789, la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, recogía explícitamente ‘la resistencia a la opresión’, pero llevaba implícito el derecho a la propiedad. La Libertad era completa… dentro de los límites de la Ley. En Rojava ocurre lo mismo: el artículo 41 recoge el ‘derecho de uso y disfrute de la propiedad privada’ excepto ‘por razones de utilidad pública o interés social’. (N. del T.: Similar al artículo 128 de la Constitución Española de 1978). Lo que ‘propiedad’ significa en términos sociales no es que cualquier persona esté autorizada a la posesión de su ropa, habitación o bicicleta. Significa que aquellos que poseen los medios de producción pueden contratar el trabajo de aquellos que tienen en posesión su propia ropa, habitación o bicicleta. En eso consisten las clases sociales.
Una vez se establece el marco social, ya sea en Francia en 1789 o en Rojava en 2014, ya se puede prometer o asegurar casi todo lo demás: ‘separación de poderes’, ‘justicia independiente’, ‘equilibrio medioambiental’, ‘libertad de expresión’, el‘derecho inviolable de las mujeres a participar en la vida política, social, económica y cultural’, la ‘eliminación de la discriminación de género’, el ‘derecho de reunión pacífica, protesta pacífica, manifestación y huelga’, que los ‘recursos nacionales’ sean considerados como ‘riqueza pública’ y que los ‘procesos de extracción(..) sean regulados por ley’’, ‘’que toda edificación y tierra sean de propiedad pública’’, que por lo menos haya un 40% de mujeres en ‘todos los órganos de gobierno, instituciones y comités’, la abolición de la pena de muerte, del trabajo infantil, la garantía del derecho a ‘asilo político’, la seguridad de que ‘ningún civil podrá ser juzgado ante tribunal militar o tribunales especiales o ad hoc’ y que ningún registro de casa podrá tomar lugar bajo unas garantías apropiadas. Asegura un sistema educativo carente de ‘principios racistas o chovinistas’, la ‘separación de religión y el Estado’ (a pesar del juramento…). En caso de emergencia ‘se podrá recurrir a la ley marcial, pudiendo ser revocada por una mayoría cualificada de 2/3 del Consejo Ejecutivo’. Esta decisión ‘deberá ser presentada y adoptada por unanimidad por la Asamblea Legislativa’’. Además, uno de los 22 Cuerpos del Consejo Ejecutivo se especializa en ‘la igualdad en la familia y entre géneros’’.
Como salvaguardia contra la dominación kurda sobre las minorías árabes, asirias, armenias y chechenas, Rojava se compromete a fomentar la ‘unidad en la diversidad’ multiétnica. Aquí, de nuevo, resuena el eco distante de la revolución democrática: E pluribus unum (‘unidad en la diversidad’), lema presente en el escudo de EEUU desde 1782, y de hecho lema nacional, hasta que el congreso adoptara ‘In God we trust’ en 1956. ¿Puede Rojava ser más ‘secular’ que la América contemporánea?
La gobernanza moderna políticamente correcta no puede reclamar más que esto (tan sólo faltarían los derechos de los animales). Pero a pesar de todo no hay omisiones y vemos cómo se habla del reclutamiento forzoso: todo ciudadano de Rojava puede ser llamado a prestar el servicio militar. Así sería una de las prerrogativas de un Estado que espera que aquellos bajo su protección o mando sirvan en su ejército. De hecho, no es un ejército como tal, sino que se denomina como las ‘Unidades de Protección Civil’ (YPG) que tan solo actúan como fuerza de ‘autodefensa’ contra ‘amenazas internas o externas’’: como sabemos, cualquier poder político hace un uso amplio de la noción de amenaza interior.
“Sin exagerar, es la constitución más democrática que la gente de esta región ha tenido nunca’’ (Sardar Saadi). Y es bastante cierto. El Contrato Social define una sociedad de iguales ante la ley: cada hombre y mujer solo se interrelaciona con sus iguales. La división social se deja aparte, no existiendo ya ricos y pobres, burgueses o trabajadores: solo ciudadanos con igualdad de derechos: “un sistema democrático burgués que se llama confederación’’ (Zafer Onat). La Democracia es el sistema político más adecuado para reconciliar a un pueblo socialmente dividido.
Las ‘zonas de autogestión’ no puede ser creadas por ley. ¿Cuál es el estado de las cosas sobre el terreno?
Observadores y visitantes de todos los colores políticos han advertido intensos cambios en la vida cotidiana. En primer lugar, hay una dispersión del poder en una multitud de iniciativas gestionadas de manera local y la administración de los pueblos que se lleva a cabo de manera colectiva. También existe un esfuerzo por recoger y diseminar el conocimiento local (relacionado con la medicina, por poner un ejemplo) y por volver a vincular a las personas con la naturaleza. Los exámenes se han visto sustituidos por una educación interactiva, se pone en marcha el mutualismo en las escuelas para salvar la brecha alumno/profesor, se fomenta la vida comunal en la universidad (hombres y mujeres), los comandantes de las milicias son electos, hay un nuevo enfoque a la sanidad, con énfasis en métodos más preventivos y holísticos que tratan cuerpo y mente a la vez (bajo el principio de que la reducción de estrés puede paliar otras enfermedades), y una justicia administrada en cada pueblo a través de un comité de hombres y mujeres que media en los conflictos, decide sobre la sentencia y trata de reintegrar y rehabilitar al infractor. En otras palabras, un esfuerzo por abolir las separaciones. Gran parte de lo que quieren implementar los reformistas y radicales en Europa está siendo experimentado en Rojava ya mismo.
Tal vez la transformación más notable afecta a las relaciones entre sexos. Las escuelas coeducacionales son la norma. Las mujeres ya no se quedan en casa todo el día, las reuniones han de contar con al menos un 40% de presencia femenina, todos los órganos tienen dos directores, femenino y masculino, se fomenta el empoderamiento como parte de la cosmovisión de la mujer e incluso se incluye un nuevo campo de conocimiento, la jinología (ciencia de la mujer). A pesar de que el feminismo ha sido fuerte en el movimiento de liberación kurdo durante largo tiempo, estos cambios no son pequeñas innovaciones para Oriente Medio, y en algunos aspectos, la igualdad de sexos parece más avanzada en Rojava que en Europa.
En el terreno económico, Rojava trata de alcanzar un desarrollo propio óptimo. Bajo el mandato sirio, la zona tenía petróleo, pero carecía de refinerías, así como trigo, pero no molinos para molerlo y hacer harina. El énfasis se pone ahora en la autosuficiencia.
Pero las apariencias engañan. Como todos los profesionales de la política curtidos, el PKK y PYD dominan el arte de proyectar la imagen positiva de sí mismos que en el exterior se quiere ver. También es natural que los locales intenten impresionar a los visitantes destacando los aspectos más exitosos de su movimiento. Por supuesto, no es todo fachada. La auto-organización ha mejorado la vida diaria de una población anteriormente reprimida y desatendida.
Las asambleas públicas se reúnen de manera regular, con la asistencia de varios cientos de personas, que no permanecen sentadas sin más, sino que toman un papel activo, con una preocupación generalizada (y por lo menos parcialmente puesta en práctica) de los escalafones más bajos por mantener el control sobre los de arriba.
Arriba y abajo. Esto nos acerca al quid de la cuestión. ¿Qué es lo que está siendo debatido? ¿Qué tipo de decisiones toman los consejos? ¿Toman decisiones sobre problemas mayores o menores?
La respuesta está en la pregunta. El sistema de consejos de Rojava es paralelo a un gobierno transicional (y es bien sabido que las transiciones pueden ser eternas) que organiza una guerra, negocia con países extranjeros, reorganiza la recolección de impuestos, planea la producción de petróleo, etc., como cualquier institución central que gobierna un territorio. O dicho de otra manera, como un Estado. Y sería insólito ver a un Estado disolverse en una democracia directa local.
¿Un pueblo sin clases?
Tal y como suele ocurrir en situaciones similares, el imperativo de la auto-defensa contra un peligro mortal (ISIS en este caso) ha llevado a los kurdos a formar un frente común, tanto en el sentido de acción conjunta como en el del término político del siglo veinte del frente popular. La solidaridad ha propiciado una suspensión temporal de las diferencias sociales, pero no su destrucción.
Nadie sostiene que la población conocida como ‘los kurdos’ sea tan afortunada como para ser el único pueblo del mundo viviendo en armonía. Como otros pueblos, los kurdos se dividen en grupos con intereses enfrentados: en clases sociales. Y sí, clase social suena demasiado a marxismo, divididos entre dominantes y dominados. Por tanto, si una gran revuelta social está de camino en Rojava, cómo y cuándo se va a derrocar a la clase gobernante? Es bien sabido que los grupos dominantes son conocidos por echar mano de todos los medios disponibles, incluyendo la lucha armada, para manenterse en el poder. ¿Qué lucha de clases les ha derrocado entonces en Kurdistán, e iniciado el cambio?
A pesar de que un acontecimiento tan excepcional tiene pocas probabilidades de pasar desapercibido, aquellos que creen en la ‘revolución’ de Rojava no sugieren respuesta alguna. La cuestión se ignora, o casi. De hecho, sí que tienen una explicación, que resume David Graeber:
“(…) los rojaveses lo tienen bastante fácil en términos de clase, porque la burguesía real, tal como existía en una región principalmente agraria, escapó con el colapso del régimen baaz. Sí que tendrán un problema a largo plazo si no trabajan en un sistema educativo que asegure que un estrato tecnócrata y desarrollista no intente tomar el poder, pero entretanto, es entendible que se centren de manera más inmediata en asuntos de género.”
Graeber tiene el gran mérito de reflejar condensado el pensamiento de una gran porción de la opinión radical. Lo que nos cuenta aquí, es que, aunque las cuestiones de género y clase son importantes, la prioridad a día de hoy de Rojava es el género, porque el asunto de las clases sociales ha sido (al menos temporalmente) solucionado con la huida de la clase gobernante. Los que se han quedado son la gente común, simplemente el pueblo. Puede que en Rojava estén en apuros, pero han conseguido algo a lo que los reformistas radicales de Occidente apenas apuntan: unir al 99% de la población.
Pero D. Graeber confunde la clase social con las personas que la componen. Por supuesto que una clase social son personas de carne y hueso, pero es mucho más que eso: son relaciones sociales. No es que la burguesía desaparezca donde los individuos burgueses hayan huído. En los tiempos de la Comuna de París, la clase dominante abandonó la ciudad, pero su estructura de poder se perpetuó en esos dos meses ya que las arcas del Banco de Francia y sus millones de francos no sufrieron ningún intento de confiscación por parte de los comuneros, y sobre todo porque continuaron la economía monetaria y el trabajo asalariado. En Rojava no hay señal alguna de que las clases bajas se hayan deshecho de la economía de mercado y el sistema salarial.
Los entusiastas de Rojava hablan mucho acerca de empoderamiento y cambios en la esfera doméstica pero nunca mencionan las transformaciones de las relaciones de explotación. A lo sumo, muestran ejemplos de cooperativas textiles, agrícolas, de comercio o de construcción (que nos enteramos de que compiten con el negocio privado), pero nunca leemos sobre experimentos de colectivización. Los pozos petrolíferos están operativos otra vez, se ha improvisado una refinería, pero tampoco sabemos nada de las personas que trabajan allí.
Los organismos de gobierno están organizando una transición del monocultivo a la autosuficiencia de comida. La tierra que era en origen de propiedad estatal está siendo distribuida en cooperativas agrícolas, los productos se venden a la administración o en el mercado bajo precios regulados y hay ayudas para el pan. “Hay mucho contrabando” cuenta Becky. Esto ha sido confirmado por otros visitantes, y es algo que no sorprende: en las regiones que carecen de fronteras fijas y que se encuentran devastadas por la guerra y la necesidad, los contrabandistas son comerciantes transfronterizos ilegales. El alcance del contrabando es muestra de la resistencia de una economía mercantil, con sus empresarios contratando una fuerza de trabajo mal pagada para ello. Donde hay compraventa, los seres humanos -fuerza de trabajo- también son comprados y vendidos. No hay igualdad alguna aquí, y ciertamente poca crítica de género.
Como escribe Janet Biehl, defensora de la ‘revolución’ de Rojava: “algunos rojavanos tienen salarios, pero muchos trabajan de manera voluntaria, aunque otros aún sacan lo necesario de, digamos, una vaca’’ Entretanto, se paga poco o ningún impuesto sobre la renta y los beneficios del gobierno vienen del petróleo. En otras palabras, algunos rojavanos reciben un salario, otros viven del dinero que sacan de otros lados, otros viven bajo una economía de subsistencia, y el no-Estado vende petróleo. De una manera u otra, el dinero impregna todas las esferas de la sociedad de Rojava.
Por lo general, los mercados están abiertos a los clientes en horario habitual, y el comercio y la artesanía funcionan, lo cual constituye una mejoría inmensa sobre la situación anterior. Zaher Bader visitó Cizira en Mayo de 2014 y cree que una revolución se está desarrollando en el Kurdistán sirio:
“Antes de que saliéramos de la región, decidimos hablar con los tenderos, empresarios, vendedores de puestillos y compradores del mercado para escuchar sus opiniones, que tan importantes eran para nosotros. Todo el mundo parecía tener una opinión muy positiva sobre el DSA y el Tev-Dem. Estaban felices de que hubiera paz, seguridad y libertad y de poder llevar sus negocios sin interferencias de partidos o demás agrupaciones”
¡Al fin hemos encontrado una revolución que no asusta a la burguesía!
O tal vez todo dependa de qué sea la clase burguesa. Si D.Graeber se reserva el término para la capa más alta de la élite gobernante, entonces está en lo cierto: probablemente queden muy pocos comerciantes de grandes capitales o banqueros mercantiles que residan actualmente en los tres cantones de Rojava. Por tanto, para Graeber, no hay clase de la que hablar, sino tan sólo personas.
Sin embargo, un hombre que regenta una empresa de transporte con una flota de 5 camiones y que emplea una fuerza de trabajo de 15 personas, es burguesía. Y Rojava es una sociedad de clases. La tesis de ‘revolución social’ se va desmoronando, pero sus defensores apenas maquillan los hechos: sus propios informes ofrecen evidencias suficientes para refutar lo que aseguran. El error está en no hacerse la pregunta adecuada:
“La situación tiene también algo en común con la trayectoria de otras luchas alrededor del globo en los últimos años. El Estado, ahora un agente del capitalismo global, es visto como el culpable por los movimientos de clases proletarias y medias. Asimismo, se ve la nación como la fuerza para oponerse a ello y las luchas se organizan bajo la ideología del ciudadanismo (con las jerarquías de raza y género que ello presupone). La transformación que está tomando lugar en Rojava se basa en cierta medida en una identidad radical kurda y sobre un sustancial contingente de clases medias que, a pesar de su retórica radical, preservan el tienen interés en la continuidad del Estado y el Capital.” (Becky)
¿El poder para el pueblo?
El día a día se determina por las relaciones de producción. Tal y como acabamos de ver, las comunas autogestionadas de Rojava y los órganos de base están bajo influencia de empresas, tanto grandes como pequeñas.
“Cuando los dioses quieren castigarnos, responden a nuestras plegarias’’ escribía Oscar Wilde. Rojava cumple el sueño de los teóricos del empoderamiento popular gradual. El ‘’Cambiar el mundo sin tomar el poder’’ de J.Holloway parece materializarse en el Kurdistán Sirio. Se supone que la sociedad se ha de transformar desde abajo a través de una variedad de cambios graduales, que han de dejar a los de arriba inofensivos, hasta que desaparezcan. Por eso la policía de Rojava no es tal. Tan sólo puede ser una no-policía, una anti-policía. D. Graeber dice así:
“En última instancia -y ésta es la clave- las fuerzas de seguridad responden a las estructuras de abajo arriba, y no de arriba abajo. Uno de los primeros lugares que visitamos fue la academia de policía (…) Todos tenían que tomar cursos de resolución de conflictos no violenta y de teoría feminista antes de que se les dejara tocar una pistola. Los co-directores nos explicaron que el objetivo final era darle a todo el país seis semanas de entrenamiento policial para finalmente poder eliminar a la policía”.
Pero no se trata de mofarse, sino de saber sobre qué se construye esta ingenuidad: la creencia de que no hay nada que temer de las fuerzas represivas -originales o nuevas- de Rojava, porque el poder real está en la gente a nivel de base, en la comunas y los comités locales. Por eso, no importa lo que sea que hagan los oficiales del gobierno, ni importa en qué maniobras políticas se metan los aspirantes a líderes: nosotros somos la policía.
No se puede negar la existencia de redes en pueblos y barrios (a menudo multiétnicas), o de colectivos de mujeres, que tratan muchos problemas, tanto triviales (disputas) como importantes (escuela, sanidad, comercio local), así como las necesidad de la guerra. Ésto es un componente indispensable de la revolución social. Pero en las circunstancias presentes, esta forma de gobierno de las comunidades funciona en paralelo a una estructura central que funciona como dirección política del país. ¿Quién decide qué cosas? ¿Quién manda aquí? Esa es la cuestión. La autonomía de la comuna está segura mientras no se ejerza, mientras no compita con el gobierno. Administrar es una cosa, pero la toma de decisiones importantes es otra. Y nada apunta a que los municipios tengan algo que decir en lo que respecta a formular políticas. Llamar a éste régimen “Administración democráctica de autogobierno” cambia poco más que las palabras. Y por lo que respecta al plan de llevar a cabo elecciones libres tan pronto como sea posible, es todo lo bueno que la democracia parlamentaria puede llegar a ser.
Mujeres armadas
Supongamos que cambiamos los nombres y fechas… Gran parte de la admiración por Rojava hoy en día, sobre todo hacia lo que es visto como una crítica radical de género, habría sido la misma en los años treinta hacia la vida fraternal e igualitaria de las pequeñas comunidades sionistas en Palestina. En aquellos días también, defensores y visitantes estuvieron asombrados por el rol completamente nuevo que tomaron las mujeres.
En los primeros kitbbutzim, la igualdad entre sexos no era meramente el resultado de ideas progresistas y socialistas. Las necesidades materiales (agricultura y autodefensa) exigían que no se privara a la comunidad de la mitad de su fuerza de trabajo y militar. Para que las mujeres tomaran parte en estas tareas (militar y agraria) se tenían que liberar de los deberes ‘femeninos’, por lo que los hijos se criaban de forma colectiva, para la novedad de unos y el asombro de otros.
En Rojava no hay evidencia de que éso se esté dando. Que haya mujeres soldado no significa que se haya acabado con la dominación masculina (y si lo hiciera, Israel sería uno de los países del mundo con más igualdad entre sexos). Z. Baher, un defensor de la causa de la ‘revolución’ de Rojava, escribe primero: “Hay una igualdad total entre hombres y mujeres” y prosigue, media página más tarde: ‘’No he visto a una sola mujer trabajando en una tienda, estación de petróleo, mercado, café o restaurante’’ En los campos de refugiados “autogestionados” a lo largo de la frontera en Turquía, las mujeres kurdas se ocupan de los hijos mientras los hombres van a buscar trabajo eventual.
El carácter subversivo de un movimiento u organización no se mide por la proporción de mujeres en armas. Tampoco su carácter feminista. Desde los años sesenta la mayoría de guerrillas han usado o aún usan un gran número de mujeres, como en Colombia, por ejemplo. El 25% de las tropas sandinistas eran mujeres, cosa que no trajo la liberación de éstas, ya que el aborto es absolutamente ilegal a día de hoy en Nicaragua. La presencia femenina también es una característica típica de la guerrilla maoísta. En Nepal, Perú y las Filipinas, la estrategia de la Guerra Popular Prolongada aboga por la igualdad entre mujeres y hombres como medio para echar abajo los lazos tradicionales (familiares, feudales, tribales) que son siempre patriarcales. El objetivo no es emancipar a la mujer, sino reemplazar la dominación que ejercen los ancianos de la aldea por el mandato de los cuadros del partido. En cuanto al PKK-PYD, el importante papel que juegan las mujeres se debe no tanto a la influencia de las teorías feministas como al origen maoísta del partido.
¿Por qué se toma con tanta alegría a la mujer en armas como símbolo de liberación, incluso hasta minusvalorar por qué está luchando?
Si la fotografía de una mujer empuñando un lanzacohetes puede ser portada de la prensa occidental y las revistas radicales, es porque rompe con el mito (ya en declive) de que la mujer es por naturaleza pacífica y pasiva. El derecho a usar armas (incluso de caza) ha sido durante largo tiempo privilegio masculino, así que revertir la tradición es visto como prueba de la excepcionalidad y radicalismo de un movimiento. El estereotipo del héroe macho da una imagen desagradable, mientras que la imagen romántica de una luchadora por la libertad todo lo contrario. A los antimilitaristas no les molesta tanto la guerra civil cuando las mujeres van al frente. Estas mujeres son algo así como las redentoras de la lucha armada: la revolución brota del cañón del kalashnikov empuñado por una mujer. Y eso por no mencionar la fantasía de la mujer vengadora, que empuña las armas por una buena causa, disparando a sexistas y violadores. El vigilantismo también se redime cuando se pone en manos de las mujeres, como en el Ms.45 de Abel Ferrara, una película de 1981 que trata sobre la venganza por una violación.
¡Qué occidental es todo ésto! En muchas partes del mundo, las mujeres soldado han sido y aún son bastante comunes, incluso en roles de combate o como tropas de choque. Era un batallón de mujeres rusas el que protegía el Palacio de Invierno en Octubre de 1917, en la Segunda Guerra Mundial el Ejército Rojo tenía conductoras de tanque, francontiradoras, etc. Las mujeres en armas son sólo una rareza para las mentes occidentales.
Y vamos a añadir que el ejército de Assad y el ISIS también tienen unidades exclusivamente femeninas, pero a diferencia de los kurdos, ignoran la crítica de género y no las usan en primera línea de combate, sino para labores de policía o de apoyo.
Llamada a las armas
Es ciertamente curioso que algunas agrupaciones e individuos propensos a denunciar el complejo militar e industrial ahora llamen a armar Rojava contra el ISIS, si recordamos que en 1999, durante la guerra de Kosovo, algunos anarquistas apoyaron los bombardeos de la OTAN en Serbia… para prevenir el genocidio.
¿De dónde y de quién han de venir esas armas? El proletario medio no tiene rifles de asalto o granadas para pasar de contrabando a Kurdistan. ¿Debería ponerse en contacto con los traficantes de armas internacionales? ¿O deberíamos esperar que los poderes occidentales mandaran a Rojava armamento adecuado? Las entregas han empezado a una escala modesta. ¿Deberíamos presionar a EEUU, Francia e Inglaterra para que hicieran algo más? ¿Con qué medios? Las manifestaciones libertarias no resuenan tanto como para llegar a la Casa Blanca. ¿Y a qué precio político para los que lo piden? Nadie contempla la posiblidad de organizar Brigadas Internacionales, aunque ISIS ya tenga las suyas.
Así que, cuando se habla de apoyo militar a Rojava contra el asalto yihadista, ¿de qué se está hablando exactamente? Puede significar o bien palabrería vacía o solo otra cosa, que es pedir más ataques aéreos de Occidente. ¿Cómo y dónde? Las bombas y los misiles rara vez caen sobre una columna de vehículos yihadistas en el desierto, y lo hacen más frecuentemente sobre un vecindario tomado por éstos, con los ‘daños colaterales’ que conlleva inevitablemente. No hay tal cosa como los ataques de precisión quirúrgica. Según el Pentágono, los ataques de la coalición han matado a 6000 luchadores de ISIS entre septiembre 2014 y enero 2015. Tal vez algún día nos enteremos de cuántos civiles kurdos han muerto al mismo tiempo.
Las matanzas masivas no son, evidentemente, algo que anhelen aquellos que llaman a las ‘armas para la resistencia kurda’. Por eso es palabrería vacía, una actitud. Esa es tal vez la peor parte de la historia; que en Oriente Medio haya un esfuerzo por autoorganizarse y autodefenderse, genuino pero incapaz de trascenderse a sí mismo debido a las circunstancias hostiles, y que este esfuerzo sirva a Europa y Norteamérica como pretexto para movilizaciones y eslóganes que nadie espera que lleven a la acción.
Además, los supuestos realistas pasan por alto un factor eminente. Claramente la derrota militar condena a la revolución al fracaso: la Comuna de París fue aplastada por el ejército burgués. Pero ganar la guerra tampoco es la solución a un problema social irresuelto: la victoria bolchevique en la guerra civil estableció la dominación de una nueva clase explotadora. Suponiendo que las tropas del ISIS fueran aplastadas por las bombas y misiles estadounidenses, franceses, británicos, jordanos, etc. y suponiendo también que el disfuncional Estado sirio permitiera sobrevivir a Rojava, ¿qué revolución permanecerá como tal si necesita de la asistencia de imperialistas y dictadores?
Radicalismo mainstream
No nos sorprende la posición que han tomado algunos sectores libertarios que siempre han asumido los planteamientos de liberación nacional. Lo que nos aflige más es la actitud a menudo acrítica de un gran círculo de camaradas anarquistas, okupas, feministas, comunistas libertarios, o incluso de otros amigos que sabemos que son más críticos.
Ese entorno tiene la capacidad de iniciativa y energía personal, pero hay una debilidad( en lo que se podría llamar ‘’radicalismo mainstream’’. En lo negativo, podría caracterizarse por el rechazo a las instituciones y mediaciones que obstaculizan su camino a la emancipación: Estados, partidos, sindicatos, parlamentos, burocracia, y también de un “periodo de transición” intermedio entre capitalismo y comunismo, e incluso de las clases sociales, en tanto que se perpetúan a sí mismas en una lucha interminable.
En los positivo, se centra en el empoderamiento, la autoorganización, la democracia directa y revolucionar la vida diaria, lo que se extiende a toda forma de dominación, y de manera notable, al la cuestión de género.
Como resultado, la desconfianza -perfectamente justificable- en la promesa futura de un mundo nuevo se transforma en la tendencia a creer que el mañana es hoy, suponiendo que las personas ya están transformando sus vidas aquí y ahora, y aparentemente se autogobiernan. Al mismo tiempo la desconfianza hacia la política de altos vuelos se desarrolla en unas medidas concretas desde abajo, incluso a pequeña escala, suponiendo que permita a la gente reconstruir sus vínculos sociales.
Bastantes textos sobre Kurdistán examinan Rojava exclusivamente desde el punto de vista de los logros locales, lo que el pueblo de Rojava consigue llevar a cabo en las calles, las escuelas comunales, las clínicas de distrito y el pequeño parque mencionado por Z.Bader (todos ellos componentes necesarios de una revolución social), sin preocuparse mucho por el liderazgo del PKK y el PYD. Esto es así porque para estos analistas los logros locales son más importantes que los líderes políticos y, de hecho, son los que determinan la política de Rojava. Su prioridad son las dinámicas de abajo-arriba, pero interpretan Rojava como si los de abajo mandaran sobre los de arriba. ¿Qué podríamos entender de la Italia de 1977 si los acontecimientos fueran vistos solo desde el ángulo de las asambleas generales, huelgas salvajes, disturbios y proclamas revolucionarias, llegando casi a desechar a los sindicatos, partidos comunistas, la negociación política y las fuerzas del Estado? Rojava es, a tiempo presente, un intento de construcción nacional. Los radicales lo malinterpretan como un intento de construcción comunitaria.
En el pasado, el marxismo y la extrema izquierda se centraban en la producción y el trabajo: tomar las fábricas, gestionar la economía, etc. Ahora, sin embargo, la revolución se ve cada vez más y más como un asunto de comportamiento: autoafirmación, autoorganización, el énfasis puesto en el género, la ecología, la multiculturalidad, reconectar, encontrarse, debatir. Se plantea la revolución en términos societarios más que en términos sociales: la palabra se ha extendido mientras que su significado se ha restringido. Lo societario se convirtió en tendencia al apagarse las esperanzas radicales. Lo societario es cuando no puedes alterar las estructuras sociales. El cambio social es poner final a la dominación masculina, el cambio societario es la paridad sexual.
¿Qué critica al Estado?
Si lo que molesta a los radicales en la liberación nacional es el objetivo de crear un Estado-Nación, el momento en que un movimiento nacional se proclame no estatista o antiestatista y sea lo suficientemente convincente a estos efectos, los radicales ya no se opondrán a la liberación nacional. Por tanto la única necesidad de los radicales es considerar a la Nación -suponiendo que permanezca sin Estado- como nada más que el pueblo. ¿Y quién podría estar en contra del pueblo? El pueblo somos nosotros, todos menos el 1%. El pueblo es el 99%.
Y aquí es donde el pensamiento libertario se queda corto. La oposición directa al Estado es uno de los fundamentos anarquistas, y de ahí su indudable mérito. El problema está en que la hostilidad incondicional hacia el Estado es compatible con una perspectiva no revolucionaria, por ejemplo con una visión de cambio progresivo. De las tres figuras principales del anarquismo del siglo XIX -esto es, Proudhon, Kropotkin y Bakunin- sólo Bakunin ha mantenido que era necesario un momento de ruptura con la continuidad histórica, de una ruptura constructiva/destructiva con el pasado. Proudhon fue, de manera insistente, hostil a la revolución, mientras que Kropotkin llegó en 1899 a la idea de que “(…) la resistencia con la que el movimiento hará frente a las clases privilegiadas apenas tendrá el carácter obtusamente obstinado que ha hecho ser tan violentas a las revoluciones del pasado”. Sus opiniones más tardías fueron bastante ambivalentes en lo que respecta al tema. Aunque menciona un ‘’periodo revolucionario’’, no está claro en sus escritos si “las agencias constructivas de apoyo mutuo” podrían -o no- crecer dentro del capitalismo hasta alcanzar una masa crítica que les permitiría de manera casi natural reemplazar el sistema capitalista por otro comunista. No hace falta mencionar que el marxismo desarrolló una tesis similar del capitalismo socializándose a sí mismo hasta el punto de convertirse inevitablemente en socialismo.
El planteamiento progresista gradual no es incompatible con el anarquismo. Por eso no es inadecuado que un gradualista como D.Graeber se etiquete como ‘anarquista’. Para él, las comunidades transfronterizas se pueden desarrollar hasta que las fronteras resulten inútiles, y causar la “disolución gradual de la burocracia del Estado-Nación’’. La palabra clave aquí es burocracia: cuando cualquier cosa (trabajo, dinero, guerra, negocios) se gestiona democráticamente, su naturaleza cambia con ello.
La debilidad del anarquismo está en considerar al Estado especialmente como instrumento coercitivo -lo cual ciertamente es- sin preguntarse por qué lo hace y cómo juega ese papel. Un Estado es un aparato administrativo que garantiza la seguridad y mantiene la cohesión entre intereses divergentes. Para los anarquistas, sin embargo, el Estado se identifica sobre todo con autoridad vertical impuesta. Una vez estas formas de coerción visibles se esfumen, será suficiente para algunos anarquistas concluir que el final del Estado ha llegado o está en camino (no para todos ellos, ni mucho menos). Una fuerza policial genuinamente comunitaria y “horizontal’’, por ejemplo, no seguiría siendo vista como policía.
Los libertarios se quedan sin argumentos contra algo que se parece mucho a sus programas. Al haber estado siempre opuestos al Estado y a favor de la democracia, el confederalismo democrático y la autodeterminación social son vistos con buenos ojos. De hecho, el ideal anarquista es reemplazar al Estado por miles de comunas y colectividades de trabajo federadas.
Sobre esta base, se hace factible para un internacionalista apoyar un movimiento nacional mientras implemente la autogestión política, social y cultural, o la “reapropiación de lo común’’ en terminología del siglo XXI. Como el PKK insiste en que no quiere tomar el poder, pero mientras contribuye a un sistema en el que el poder se dispersa para que nadie lo pueda compartir, es bastante fácil para un anarquista identificarse con ésto.
Perspectivas
El intento de una revolución democrática en Rojava, con sus consiguientes transformaciones sociales ha sido posible sólo gracias a la excepcionalidad de las circunstancias: la caída de los estados iraquí y sirio, además de la invasión yihadista, que constituye una amenaza mortal la cuál ha acelerado el proceso de radicalización.
Tal y como están las cosas, una de las opciones es que el ISIS tome la zona por completo, lo que causaría la disolución de Rojava como proto-Estado, relegando a la autonomía kurda a franjas menguantes de terreno, con grupos guerrilleros aislados, volviendo así a la situación anterior a 2003 para los países de la región.
La segunda, y por ahora la más factible de las opciones, es que Rojava mantenga la posición con apoyo militar occidental y que la república de Rojava sobreviva bajo la tutela internacional suficiente como para navegar en las turbias aguas de un Oriente Medio en crisis (entre otros retos estaría la guerra civil siria, al otro lado de la frontera. Paradójicamente, mientras se mantenga el régimen de Assad, podría constituir un aliado, reacio y poco fiable, contribuyendo a la incertidumbre de la situación). Un país recién creado como éste no sería más independiente que el presente micro-Estado kurdo en el norte de Irak, bajo la protección occidental y, al igual que el Gobierno Regional de Kurdistán, Rojava solo podría sobrevivir entrando en el juego de los grandes poderes y empresas.
El petróleo sería tanto una ventaja como una limitación. Para un país pequeño y frágil, dividido geográficamente en tres partes, la riqueza mineral no vale nada sin compradores y aliados poderosos. En el momento en el que se escribe esto (N.del T.: febrero de 2015), hay sólo un aeropuerto en Cizire, bajo control gubernamental sirio.
Este sería a la vez el mejor y peor escenario. Sin embargo, no importa cómo de democrática quiera ser Rojava, incluso a pesar de la fuerte presión desde la base, la consolidación y normalización del país solo puede defender aquello que es compatible con la democracia burguesa, es decir, lo que no entre en conflicto con el trabajo asalariado, la circulación y acumulación monetaria, negocios con capital extranjero, etc. El ‘socialismo en un solo país’ ruso fue imposible, de la misma manera que lo es el confederalismo democrático, sea lo que sea lo que signifique. Todas las conquistas sociales con potencial subversivo serán paradas, y en el mejor de los casos (aunque puede que sea pedir demasiado), habrá elecciones libres, poca corrupción, algo de respeto por los derechos humanos, autoadministración local para los asuntos locales, un sistema sanitario mejor que el de los países vecinos, una policía moderadamente represiva, una educación progresista, prensa libre (siempre que no caiga en blasfemias), un Islam tolerante, y por supuesto paridad entre sexos, tal vez llegando a haber una vicepresidenta. Y nada más. Seguramente sea suficiente para que los que creen en la revolución de Rojava continúen haciéndolo. La realidad nunca desmotiva a los devotos y cuando su teoría se demuestra falsa por los hechos, los rechazan también. “¡Sed más dialécticos!” dicen. “Ignorad el presente: todo lo que hoy pinta mal, en el pasado lo hacía aún peor, pero mañana mejorará…”.
Y en lo que respecta al conflicto entre organismos autoorganizados y el aparato político que los supervisa bajo el ojo vigilante del PKK, nos surge una cuestión de nuevo: ‘¿Quién lleva realmente las riendas del poder?’ No hay ‘dualidad de poderes’ en Kurdistán, ni hay poder proletario desde abajo que compita por el mando contra una estructura política de arriba. La supervisión del PKK acepta a las colectividades municipales de autogobierno que le dejan a cargo de las decisiones importantes y que solo autogestionan la vida diaria, esto es, que la población no altere el balance de poder real. En la España del 36 los principios de la revolución sucumbieron a la guerra. En Rojava la guerra permanece y a pesar de los genuinos esfuerzos de los proletarios kurdos de tomar los problemas en sus manos, no hay nada que demuestre la incipiente llegada de una revolución.
G.D. & T.L.
Para leer más a fondo
N. del T.: Para profundizar en la evolución ideológica de Abdullah Öcalan y el PKK, consultar ¿De oruga estalinista a apisonadora libertaria?
Lecturas esenciales:
Lato Cattivo, “The Kurdish Question”, ISIS, USA, etc., 2014
Becky, Starting from the Moment of Coercion: Cizire Canton, Rojava. A Revolution in Daily Life, Dec. 2014 (originally written for the magazine SIC)
También:
Zafer Onat, Rojava: Fantasies & Realities, servetdusmani.org, 201
Internationalist Communist Tendency, In Rojava: People’s War is Not Class War, leftcom.org
Various stimulating texts on the Tridni Valka site : autistic.org
International Communist Party, Proletarian, # 11, Winter-Spring 2015
Ch. Glass, “In the Syria We Don’t Know”, New York Review of Books, Nov. 6, 2014
The Continuing Appeal of Religion, troploin, 2006
Kropotkin, Memoirs of a Revolutionist, 1899, conclusion. Marx’s last public speech in Amsterdam, September 8, 1872, expressed a similar view for Britain and the US.
Kropotkin, Anarchism, 1910, marxists.org
Woodcock, I. Avakumovic, Peter Kropotkin. From Prince to Rebel, Black Rose Books, 1990
Fromkin, The Peace to End All Peace: The Fall of the Ottoman Empire & the Creation of the Modern Middle East, Avon Books, 1999
BBC News, Battle for Iraq & Syria in Maps, Jan. 2015, bbc.com
Creyentes de la revolución en Rojava:
Graeber, No. this is a Genuine Revolution, Dec. 26, 2014
Zaher Baher, The Experiment of West Kurdistan (Syrian Kurdistan) has Proved that People Can Make Changes, August 2014, libcom
Janet Biehl, Impressions of Rojava: A Report from the Revolution, Dec. 16, 2014; and Poor in Means but Rich in Spirits, Interview, Dec. 23, 2014
Sardar Saadi, Rojava Revolution: Building Autonomy in the Middle East, July 2014, roarmag.
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Fuente: Troploin
Fecha de publicación del original: febrero del 2015
Traducido al castellano por A.K. y Agintea Hausten