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Los Límites de la Mentalidad

LA TRAMPA DE LA MENTALIDAD – III / V

Nimet Sevim – 30 septiembre 2025 – Editado por Rojava Azadi Madrid

En el corazón de las megaciudades, millones de personas viven una al lado de la otra, pero no se conocen. Sufren la soledad en sus apartamentos, y continúan sus vidas como individuos «conectados» en las redes sociales, pero en realidad, aislados. ¿Por qué las personas que viven en la misma ciudad y enfrentan los mismos problemas no pueden unirse y organizar una vida en comunidad? A medida que las crisis ecológicas se profundizan, la desigualdad económica aumenta y la soledad se convierte en una epidemia, ¿por qué los modelos de vida alternativos siguen siendo solo sueños «utópicos»?

La respuesta a estas preguntas se encuentra en el muro invisible que se interpone en el camino de la organización de la sociedad comunitaria: la mentalidad. El problema no son solo las condiciones económicas, los obstáculos políticos o las regulaciones legales. El verdadero problema son los patrones de significado dentro de nuestras mentes. Estos patrones están tan profundamente arraigados que, incluso cuando pensamos en la vida en comunidad, nuestros cerebros dan una señal de alarma: «Esto es imposible, esto es peligroso, esto es antinatural».

La Base Teórica de la Dialéctica entre Mentalidad y Significado

Ya ninguna autoridad basa su hegemonía únicamente en la fuerza y su uso, sino que la mantiene conquistando las mentes. Es decir, en realidad, se sostiene con lo que A. Gramsci conceptualizó como «sentido común».1Kate Crehan, El sentido común en Gramsci. La desigualdad y sus narrativas, Editorial Morata, 2018. Este proceso hegemónico es tan efectivo que incluso las personas oprimidas comienzan a ver su propia situación como «normal» e «inevitable». Los medios de comunicación, la industria publicitaria, los planes de estudio educativos e incluso las conversaciones cotidianas son herramientas de esta hegemonía. Según este sentido común, la propiedad privada es «natural», la competencia es «parte de la naturaleza humana» y el individualismo es «libertad». Expresiones como «si trabajas, triunfarás», «cada uno forja su propio destino» y «el mercado asegura una distribución justa» forman la lógica legitimadora del sistema.

El concepto de habitus de Pierre Bourdieu 2Pierre Bourdieu, La distinción. Taurus, 1988 (edición original 1979). explica cómo estas estructuras mentales se infiltran en nuestros cuerpos, nuestros reflejos y nuestros comportamientos cotidianos. El habitus es la cristalización de las condiciones sociales en el cuerpo del individuo. No es una coincidencia que el hijo de un obrero se sienta «extraño» en la cafetería de la universidad, mientras que el estudiante de clase alta se sienta «natural» en el mismo lugar. El lenguaje corporal, la forma de hablar, el estilo de vestir e incluso la forma de caminar delatan la posición de clase. Cuando una persona entra en un apartamento, ¿por qué cierra la puerta con llave? Porque la distinción «mío-tuyo» se ha incrustado en su cuerpo. Esto no es solo una elección consciente, sino un reflejo automático. La relación de propiedad se establece en el cuerpo antes que en el pensamiento.

La teoría de la imaginación social de Cornelius Castoriadis 3[3]https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Cornelius%20Castoriadis%20-%20La%20institucion%20imaginaria%20de%20la%20sociedad.pdf profundiza aún más en este proceso. Las sociedades, al crear su propia realidad, también producen sistemas de significado que hacen que esa realidad parezca «natural». Esta imaginación es tan poderosa que incluso impide pensar en estilos de vida alternativos. Expresiones como «la naturaleza humana es así», «tiene que ser así» e «es imposible de otra manera» en realidad trazan los límites de esta imaginación. La sociedad capitalista moderna, si bien presenta al individuo como «autónomo», en realidad lo hace dependiente del sistema. La libertad se ofrece solo en la elección de qué marca, qué trabajo, qué estilo de vida elegir. Pero todas estas opciones son diferentes versiones del mismo sistema. Esta imaginación es tan omnipresente que el individuo que piensa en la vida comunitaria es etiquetado como «fracasado», «utópico» o «ingenuo».

La relación entre la mentalidad y el significado no es unidireccional, sino dialéctica. La mentalidad produce significado, y el significado, a su vez, remodela la mentalidad. Las estructuras mentales que resisten la vida en comunidad producen continuamente el significado de «la comunidad es imposible». Y este significado refuerza la mentalidad. Así se forma el círculo vicioso.

La Anatomía de los Patrones de Significado que Resisten a la Vida en Comunidad

En el mundo moderno, la propiedad privada es un fetiche. La mentalidad de «lo mío es solo mío» parece ser la máxima de la vida. Por lo tanto, uno de los códigos fundamentales de la mentalidad moderna es que la propiedad privada se considera «natural». Un niño, desde el momento en que nace, aprende la distinción entre «tu juego» y «mi juguete». Esto se aplica no solo a los objetos, sino también a las emociones, las ideas e incluso las relaciones. «Mi amigo», «mi idea»… Para esta mentalidad, compartir es una «pérdida».

El dueño de un apartamento en una gran ciudad quiere que su vecindario «prospere» para que su apartamento gane valor. Pero al mismo tiempo, se siente incómodo con la llegada de «extranjeros». Un ingeniero considera «problemático» aparcar su coche en el mismo garaje que el de su vecino. Porque la mentalidad de propiedad requiere tanto acumulación como exclusión. La vida en comunidad, en cambio, se basa en compartir. El conflicto entre estas dos mentalidades es tan profundo que la persona propietaria siente miedo de «perder» incluso al pensar en la vida en comunidad.

El capitalismo neoliberal ha convertido a cada individuo en el «empresario» de su propia vida. El éxito individual conforma la mitología creciente y valiosa de la época. Todas las narrativas describen el «lo hice por mi cuenta». Esta mentalidad atribuye el éxito enteramente al esfuerzo individual. Un médico atribuye su éxito profesional solo a su propia diligencia. No ve el papel de tener una familia educada, de haber podido ir a escuelas de calidad o del apoyo de los profesores que conoció en sus prácticas. El joven que ingresa a la universidad piensa que lo logró «gracias a su propio trabajo». No ve el papel de tener libros en casa porque su padre es funcionario, de que su madre, que es graduada universitaria, pudiera apoyarlo o de que su familia pudiera pagarle una academia.

Esta mentalidad codifica la cooperación social como «dependencia». «Valerse por sí mismo» es una virtud, mientras que la solidaridad es una debilidad. La vida en comunidad se opone directamente al mito del éxito individual. Porque en la comunidad, el éxito es el éxito del colectivo. Esto significa una «amenaza» para el ego individual. Un desarrollador de software ve compartir su código con otros programadores como «perder su propiedad intelectual». Sin embargo, los proyectos de código abierto muestran el poder de la inteligencia colectiva.

En el individuo moderno, la competencia es una cultura validada. Expresiones como «la vida es una batalla», «la lucha por la supervivencia» y «la supervivencia del más fuerte en la naturaleza» muestran cómo el darwinismo social se ha infiltrado en el lenguaje cotidiano. Esta mentalidad ve la competencia como algo «natural». Una pelea por un juguete entre dos niños, una carrera por las notas entre dos estudiantes, se evalúan como «preparación para la vida». La lucha por el ascenso en el trabajo, la competencia por los «me gusta» en las redes sociales… incluso en las relaciones de amistad, la carrera por ser el «mejor amigo»… Cada área es un campo de batalla.

Esta mentalidad ve la cooperación como «ingenuidad». Cuando dos músicos piensan en un proyecto conjunto, entra en juego el miedo de si «el otro robará mis talentos». Cuando dos vecinos piensan en unir sus jardines y usarlos en común, entra en juego el miedo a que «el otro se aproveche de mí». Sin embargo, la vida en comunidad rechaza la lógica del juego de suma cero. Propone un modelo en el que todos ganan. La improvisación en la música de jazz es precisamente un ejemplo de esta lógica: cada músico crea su propio sonido, pero al mismo tiempo crea una obra colectiva.

«El exterior es peligroso». La vida en la ciudad moderna genera una paranoia de seguridad constante. Puertas de apartamentos, cámaras de seguridad, sistemas de alarma… El «otro» se codifica como una amenaza. Esta paranoia hace imposible la apertura, que es el elemento fundamental de la vida en comunidad. Porque la comunidad requiere que las fronteras se vuelvan borrosas y que la distinción entre lo privado y lo público se flexibilice.

Abrir las puertas de un taller de arte a los residentes del vecindario se encuentra con la presunción de que «creará un riesgo de robo». Los proyectos de huertos comunitarios a establecerse en los vecindarios son rechazados con la justificación de que «crearán un problema de seguridad». Se considera «peligroso» que los niños jueguen en la calle. Se considera «descuido» dejar las puertas abiertas. Se estima como un «riesgo de estafa» que las personas mayores abran sus hogares a los jóvenes. Esta mentalidad hace imposibles las relaciones basadas en la confianza, que son el valor fundamental de la vida en comunidad.

Descolonizar la Mente: ¿Cómo podemos cambiar los códigos?

Debemos tomar como base la revolución de la vida cotidiana. Los pequeños pasos traen grandes cambios. La transformación mental no comienza con grandes discursos, sino con prácticas cotidianas. Las «redes de solidaridad» que surgen en varios vecindarios de las ciudades modernas son un ejemplo de esto. Durante la pandemia, las enfermeras compartieron sus turnos, los maestros prepararon contenido de clase en línea juntos, y los carniceros sirvieron a los clientes de los demás. Los vecinos comenzaron a hacer las compras de otros. Esta simple acción difuminó la distinción «yo-tú». La práctica de «no esperar nada a cambio» se generalizó. Las «redes de vehículos compartidos» y los proyectos de «huertos comunitarios» establecidos en algunos vecindarios de las grandes ciudades están transformando la mentalidad de propiedad. Los jardines de los apartamentos se unen y se usan en común. Los residentes que al principio tenían miedo de que «me roben mis flores», con el tiempo comenzaron a decir «nuestro jardín». En lugar de que cinco vecinos compren cinco coches separados, compran un solo coche y lo comparten. Las personas que al principio tenían la preocupación de que «alguien más usará mi coche», con el tiempo comenzaron a decir «nuestro coche». El código mental cambia a través de la práctica.

En el cambio debemos ver el poder de las palabras. La transformación de la mentalidad requiere una revolución del lenguaje. Decir «nuestro» en lugar de «mío», «nuestro trabajo en común» en lugar de «mi trabajo», no es solo un cambio de palabras. Es un cambio en el patrón de significado. Varias iniciativas de cooperativas tecnológicas usan las palabras «socio» en lugar de «cliente» y «miembro» en lugar de «empleado». Este cambio de lenguaje también cambia la forma de la relación. En lugar de una estructura jerárquica, surge una organización horizontal.

Debemos expresar lo que haremos y lo que hemos hecho con nuevas narrativas. Las personas viven con historias. Las historias del «self-made man» deben ser reemplazadas por historias de solidaridad. En lugar de la narrativa de que el empresario exitoso «luchó solo», se deben contar historias de éxito colectivo. Varios proyectos de ecoaldeas y cooperativas de alimentos, al narrarse a sí mismos, enfatizan el proceso de aprendizaje colectivo en lugar de una historia de heroísmo individual. La narrativa de «aprendimos juntos, producimos juntos, triunfamos juntos» crea una codificación mental diferente.

Estrategias de Organización Permanente

La vida en comunidad no se establece de la noche a la mañana. Requiere una expansión gradual. En la primera etapa, se forman pequeños grupos: por ejemplo, cinco profesores de idiomas comienzan preparando material didáctico común. En la segunda etapa, este grupo se expande, quince familias establecen una red de cuidado infantil común o crean diferentes espacios de actividades compartidas. En la tercera etapa, comienza la organización de comunas y asambleas en un marco más amplio, de acuerdo con la dinámica local, se establecen cooperativas de salud. En este proceso, cada etapa refuerza los códigos mentales de la anterior. La sensación de «nuestra clase» en la primera etapa se convierte en la conciencia de «nuestra comunidad, asamblea o cooperativa» en la segunda etapa.

La vida en comunidad no se establece solo sobre bases ideológicas. Requiere una unidad de interés concreta. Satisfacer las necesidades a un costo menor comprando en común, ahorrar dinero usando una conexión a internet compartida, ahorrar aún más organizando transporte en común, reducir costos al obtener servicios de cuidado o de limpieza en común… Estos beneficios concretos rompen la resistencia mental. Por ejemplo, los «grupos de compra en común» que se establecen en algunos vecindarios de las ciudades se forman inicialmente solo con un propósito económico. Pero con el tiempo, se forma una red de solidaridad social. La unidad de interés se convierte en una unidad de valores.

Los niños son el grupo en el que los códigos mentales aún no están completamente establecidos. La organización de la vida en comunidad se establece más fácilmente si comienza con un enfoque en los niños. Talleres de música compartidos, actividades deportivas compartidas, experiencias científicas compartidas… Estas iniciativas para los niños también transforman a los padres. Las «cooperativas de música infantil» que se establecen en varios lugares eran al principio solo una solución económica. Pero con el tiempo, han sentado las bases para la vida en comunidad. Los niños descubrieron «nuestro grupo» y los padres descubrieron «nuestra comunidad». Las personas mayores también son actores importantes en la transformación comunitaria. Talleres de artesanía, grupos de intercambio de recuerdos, transferencia de conocimientos de jardinería… Cuando la experiencia de los mayores se une con la energía de los jóvenes, se forman fuertes lazos comunitarios.

Métodos para Lidiar con los Obstáculos

El sistema legal actual se basa en el concepto de propiedad individualista. La vida en comunidad requiere estructuras legales alternativas. Comunas, cooperativas de arte, salud y tecnología, asociaciones, fundaciones… Estas formas legales allanan el camino para la vida en comunidad. Por ejemplo, el derecho cooperativo en los países modernos aún no está completamente desarrollado. Pero incluso las oportunidades existentes se pueden utilizar para la organización comunitaria. Cooperativas de consumo, cooperativas de producción, cooperativas de vivienda… Cada una abre la puerta a un tipo diferente de vida en comunidad.

La vida en comunidad desarrolla modelos económicos alternativos fuera de la economía de mercado capitalista. Sistemas de intercambio de habilidades, monedas locales, sistemas de banco de trabajo… Estos modelos transforman el intercambio centrado en el dinero en un intercambio centrado en el valor. Por ejemplo, las «redes de intercambio de habilidades» que se establecen en varios lugares realizan el intercambio de trabajo sin dinero. Una persona limpia durante una hora y a cambio recibe una hora de clase de idiomas. Otra persona da una hora de clase de matemáticas y a cambio recibe una hora de servicio de masaje. Este sistema rompe la mentalidad de que «todo tiene un precio».

La vida en comunidad debe crear nuevos rituales, nuevas tradiciones. Comidas en común, proyecciones de películas en común, celebraciones en común, reuniones para la toma de decisiones en común… Estos rituales refuerzan la identidad colectiva. Por ejemplo, la tradición de la «mesa compartida» que se establecerá en ciertos días de cada mes en varias áreas de organización comunitaria, las «noches de compartir historias» que se establecen en varios lugares en ciertos días de cada mes, crean el ritual de la vida en comunidad. Estas mesas no son solo para comer, sino que se convierten en un espacio para tomar decisiones juntos y resolver problemas juntos. Estos encuentros no son solo para divertirse, sino que se convierten en un espacio para evaluar experiencias juntos y resolver problemas juntos. En el campo de la tecnología también se desarrollan rituales comunitarios: noches de codificación en común, reuniones de proyectos de código abierto, presentaciones de intercambio de conocimientos… Estas actividades crean una cultura de trabajo colectivo en el mundo de la tecnología individualista.

De la Mentalidad a la Práctica, de la Práctica a la Mentalidad

La alternativa de la sociedad comunitaria no es solo un proyecto político. Es, ante todo, una revolución mental. Esta revolución no comienza con grandes discursos, sino con pequeñas prácticas. El uso común del jardín de un apartamento, el establecimiento de una red de solidaridad en un vecindario, que varias familias hagan las compras juntas, que un grupo de música comparta sus canciones sin derechos de autor, que un médico comparta su conocimiento con sus colegas de forma gratuita, que varias familias organicen el cuidado de los niños… Estos pequeños pasos cambian los códigos mentales.

El cambio de mentalidad también nutre la práctica. A medida que el sentimiento de «nosotros» se fortalece, la vida en comunidad se expande aún más. De esta manera, se crea un ciclo positivo entre la mentalidad y la práctica.

Este proceso no es fácil. Los patrones mentales que se han establecido durante miles de años no cambian de la noche a la mañana. Pero tampoco es imposible. Porque la naturaleza primordial del ser humano es vivir en comunidad. La vida en comunidad es un regreso a esta naturaleza fundamental.

En conclusión, la sociedad comunitaria no es solo una alternativa, es una necesidad. La crisis ecológica, la soledad social, la desigualdad económica… La solución a todos estos problemas pasa por volver a aprender a vivir en comunidad. Y este proceso de aprendizaje comienza con la transformación de la mentalidad.


NOTAS:

1 Kate Crehan, El sentido común en Gramsci. La desigualdad y sus narrativas, Editorial Morata, 2018.

2 Pierre Bourdieu, La distinción. Taurus, 1988 (edición original 1979).

3 https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Cornelius%20Castoriadis%20-%20La%20institucion%20imaginaria%20de%20la%20sociedad.pdf


OTROS ARTÍCULOS DE LA SERIE «LA TRAMPA DE LA MENTALIDAD» (por Nimet Sevim, periodista)

I. 22/09/2025 – La trampa de la mentalidad

II. 26/09/2025 – El camino hacia la organización comunitaria: El encuentro del significado y la mentalidad

III. 30/09/2025 – Los Límites de la Mentalidad

IV. 04/10/2025 – El reencuentro con el significado

V. 08/10/2025 – De la teoría a la vida


EL AUTOR: Nimet Sevim es periodista. Colabora con los medios Yeni Özgür Politika y Demokratik Modernite.

  • 1
    Kate Crehan, El sentido común en Gramsci. La desigualdad y sus narrativas, Editorial Morata, 2018.
  • 2
    Pierre Bourdieu, La distinción. Taurus, 1988 (edición original 1979).
  • 3
    [3]https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Cornelius%20Castoriadis%20-%20La%20institucion%20imaginaria%20de%20la%20sociedad.pdf

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