AnálisisColectivismoDestacados

La trampa de la mentalidad

LA TRAMPA DE LA MENTALIDAD – I / V

Nimet Sevim – 22 septiembre 2025 – Editado por Rojava Azadi Madrid

Lo que una persona considera posible o imposible no solo se nutre de su conocimiento, sino también de los patrones mentales en los que nace. Hoy en día, la vida comunitaria es, para muchos, solo una idea hermosa, que es vista como una utopía irrealizable y poco «realista». Es aquí donde comienza el verdadero problema: las mentes han sido, sin saberlo, aprisionadas en los estrechos moldes de la modernidad, donde el individualismo, la competencia y la propiedad han sido santificados, y la socialización, olvidada.

La modernidad capitalista no es solo un sistema, sino también una forma de conciencia y un orden de percepción que domina sin cuestionarse a sí mismo. Las personas ven el mundo primero con sus ojos, pero lo moldean con su mente para entenderlo. La mente, además de producir conocimiento, también construye valores, relaciones y la forma de dar sentido a la realidad. Por lo tanto, lo que determina el estilo de vida de una sociedad no son solo sus condiciones económicas o su sistema político, sino, ante todo, su mentalidad.

Hoy en día, las comunidades que viven en Europa tienen un fuerte vínculo teórico con el paradigma de la sociedad democrática. Sin embargo, este vínculo es, en la práctica, un eco débil que se vuelve ineficaz en la vida cotidiana. ¿Por qué? Porque esta estructura teórica choca contra un muro de mentalidad dominante. Esta estructura invisible pero orientadora, silenciosa pero efectiva, es la mentalidad misma.

¿Qué es la mentalidad?

La mentalidad es una estructura intelectual, emocional y cultural que determina cómo el individuo y la sociedad ven el mundo, qué perciben, qué valoran y cómo actúan. No solo determina lo que pensamos, sino cómo pensamos. A menudo, está compuesta por valores, normas, hábitos y creencias internalizados de manera inconsciente.

La mentalidad es un patrón adquirido, no aprendido. Se moldea en la infancia, en la familia, en la escuela y en la calle. El individuo percibe la realidad a través de este mapa mental. Por eso, la mentalidad no es una idea, sino el terreno del que se nutren las ideas. Está entrelazada con emociones, miedos y sentimientos de pertenencia. Por lo tanto, no se cuestiona fácilmente, porque no es posible «estar fuera» de ella para cuestionarla. La gente solo se da cuenta de la mentalidad en la que vive cuando empieza a asfixiarse.

¿Cómo surgió una mentalidad que nos aleja de la vida comunitaria?

Gran parte de la historia de la humanidad está tejida con formas de vida comunitaria. La producción en común, la solidaridad, el compartir y la responsabilidad colectiva son valores que han dado sentido a la vida durante miles de años. Sin embargo, con la civilización estatista, estos equilibrios se rompieron. La estratificación social, la propiedad, la dominación masculina y las jerarquías de poder dieron origen a una nueva mentalidad: una estructura de conciencia que controla, posee y gobierna.

Esta mentalidad alcanzó su apogeo en los tiempos modernos con la modernidad capitalista. Ahora, el individuo es santificado y la sociedad menospreciada; la propiedad es más valiosa que la vida y la inmediatez se considera superior a la reflexión. Esta transformación no se ha limitado al ámbito del pensamiento, sino que se ha infiltrado en todas las relaciones de la vida: en la familia, la amistad, la producción, el amor, el consumo. La mentalidad capitalista ha hecho invisibles los valores comunitarios al convertir todo en algo medible, vendible y gestionable.

La mentalidad de la modernidad capitalista

El sistema capitalista no es solo una regulación económico-política. Su verdadero poder reside en la mentalidad que produce. Los elementos fundamentales de esta mentalidad son:

  • Individualismo: La idea de «vive para ti mismo» hace que la sociedad y lo colectivo sean percibidos como una carga innecesaria. Se fomenta la competencia, no la solidaridad; la posesión, no el compartir.
  • Adoración a la propiedad: La persona se define por «lo que posee». Casa, coche, salario, marca… estos son los criterios que determinan el valor social de un individuo.
  • Fragmentación del tiempo: El tiempo se calcula en función de la productividad y la rentabilidad. La vida ya no es un flujo, sino un plan de producción.
  • Alienación: La persona se aliena de la naturaleza, de la sociedad e incluso de sí misma. Todas somos como piezas de una máquina.
  • Cultura del consumo: Los deseos superan a las necesidades. El consumo se convierte en una forma de identidad. Quien no puede consumir se vuelve invisible.
  • Control y estandarización: Todo debe ser medido, controlado y encajado en ciertos moldes. La vida espontánea se vuelve casi imposible.

Esta mentalidad es contraria al espíritu de la vida comunitaria, ya que la comunidad existe gracias al fortalecimiento de la sociedad, no del individuo. El individuo que la mentalidad capitalista construye es solitario, competitivo y siempre incompleto.

¿Por qué la mentalidad no se transforma fácilmente?

La mentalidad se moldea a través de la experiencia y las relaciones, no solo con el conocimiento. Por lo tanto, no se transforma solo leyendo libros o asistiendo a cursos. Los portadores más fuertes de la mentalidad son las emociones: la pertenencia, el miedo, la confianza y los hábitos. Las personas no viven porque creen, sino porque están acostumbradas.

La transformación de la mentalidad no es solo un cambio de pensamiento, es la transformación de un modo de ser. Y esto es doloroso. A menudo, las personas encuentran la vieja mentalidad más segura que la posibilidad de una nueva vida. Porque el hábito da seguridad. Incluso los dolores memorizados son más familiares que un bienestar desconocido.

Cuando la mentalidad queda atrapada en los estrechos moldes del tiempo y el espacio, el individuo vive un asedio existencial. Romper este asedio y liberarse no es posible solo con una transformación a nivel del pensamiento, sino con un cambio que se sienta en todos los tejidos de la vida. Por lo tanto, para lograr la transformación de la mentalidad, primero es necesario cuestionar nuestra forma de vida, nuestra manera de relacionarnos y nuestros métodos de producción en común.

Cuando la teoría no se convierte en práctica, se extingue o se vuelve ineficaz al ser reformulada dentro de los moldes existentes. Una de las principales contradicciones que se viven hoy en día es precisamente esta: que las teorías sólidas no logran contactar con la vida y no pueden evolucionar hacia experiencias concretas que la transformen. Por lo tanto, lo que hará posible la transformación de la mentalidad son nuevos espacios de vida que cobren vida no en la palabra, sino en la acción; no en la idea, sino en la práctica.

Es decir, el problema no es defender una idea, sino ser capaz de llevar esa idea a una mesa, a un taller, a un vecindario. A medida que las personas transforman el mundo en el que viven, también se transforman a sí mismas. Y quizás por eso, las revoluciones más radicales comienzan primero en la mente, es decir, donde se piensa la vida en común.

EL MURO INVISIBLE FRENTE A LA ORGANIZACIÓN DE LA COMUNIDAD

La mente que ha perdido el sentido

El ser humano no quiere saber qué está viviendo, sino para qué (con qué propósito) vive. El significado es una necesidad existencial, al igual que la comida, el refugio y la seguridad. Sin embargo, la época en que vivimos es una de las más represoras y más ignorantes de esta necesidad. La forma de vida establecida por la modernidad ha desconectado al individuo tanto de sus lazos sociales como de sus inclinaciones internas. Ahora, las personas viven sin saber a qué pertenecen, y se dejan llevar sin cuestionar para qué viven.

Este estado de deriva no es solo una crisis individual, sino también el producto de un bloqueo mental colectivo. La parálisis mental es un problema multifacético. A medida que las personas se ven privadas de sentido, su deseo de transformación también pierde su dirección. Como señala Nietzsche en su libro El crepúsculo de los ídolos 1[1]https://dn720508.ca.archive.org/0/items/elcrepsculodelos00fnie/elcrepsculodelos00fnie.pdf, «quien tiene un ‘porqué’ para vivir, soporta casi cualquier ‘cómo'».

¿Cómo organizamos la vida en comunidad? ¿basta con saberlo y aceptarlo? Creer en la verdad puede generar emoción y pasión, pero ¿cuánto puede resistir incluso la fe más sólida a los golpes de la vida real por sí sola? En esta era en la que el ego ha sido divinizado, ¿se puede realmente organizar la vida comunitaria solo porque sabemos y creemos mucho? El estado de parálisis mental no se puede resolver sin dar respuestas adecuadas y competentes a las preguntas de cómo vivir y cómo actuar.

El alma de la mentalidad es el significado. La pérdida de significado condena a la mentalidad a la disciplina del conocimiento y a los dogmas de la creencia. No podemos organizar la vida en comunidad sin que la mente se libere y sin que la mentalidad libre encuentre su significado social. Por lo tanto, antes que nada, debemos discutir cómo el individuo y la sociedad pueden reconstruir el significado que han perdido. La vida comunitaria ofrece un terreno sólido en esta reconstrucción, y también crea el sujeto que se organizará a sí mismo.

El colapso de la mentalidad en la era de la falta de sentido

El ser humano moderno nunca había tenido tanto conocimiento, tantas oportunidades y tan poco sentido de significado. El avance técnico, las conexiones digitales, la abundancia cultural han hecho a las personas más cansadas, más indecisas y más solitarias, en lugar de más libres. Esta soledad es un vacío que surge no solo de la separación física, sino de una desconexión mental, existencial y, en lo más profundo, de la desvinculación con el significado. La gente vive ahora sin saber «para qué vive». Resiste sin saber por qué lucha. Y pretende ser social sin sentir a qué pertenece.

Es precisamente en este punto donde debemos hablar de la pérdida de sentido. El significado no es solo una cuestión de psicología individual, sino también la dinámica que mantiene la vida social. Solo al conectar con el significado puede el ser humano actuar; solo con el significado puede crear valor y solo con el significado puede resistir. La raíz de las dificultades para la transformación de la mentalidad a menudo reside en este vacío de significado. La gente ha perdido los mapas de significado de su viejo mundo, pero aún no ha desarrollado los ojos y el corazón para leer el nuevo mapa.

En su obra El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl 2[2]https://unsecretogigantesco.com/wp-content/uploads/2023/03/Frankl-Viktor-El-hombre-en-busca-de-sentido.pdf, sobreviviente de los campos nazis de la Segunda Guerra Mundial, señala precisamente esta crisis. Observó que la razón por la que algunas personas sobrevivían más tiempo que otras en estos campos no era la resistencia física, sino tener un «porqué». Según él, el ser humano puede continuar viviendo en cualquier situación, incluso en las condiciones más difíciles, si encuentra una «razón». El significado dentro del sufrimiento evita que la persona se derrumbe. La falta de sentido la colapsa. Al igual que los pueblos que no encuentran una causa colectiva en tiempos de crisis social se dispersan, el individuo que sueña con una vida comunitaria no puede sostener esta nueva vida si no establece una integridad de significado interior.

La modernidad capitalista de hoy consolida su poder precisamente en este vacío de significado. El consumo, la competencia, el individualismo, la inmediatez y la ocupación constante eliminan las relaciones profundas que la persona establece consigo misma, con los demás y con la vida. El significado se busca ahora en placeres externos y temporales. Tener un trabajo, encontrar una pareja, alcanzar el «éxito»… Pero todo esto se convierte, después de un tiempo, en una repetición vacía. Porque ninguna de estas metas puede dar una respuesta duradera a la pregunta «¿para qué vivo?».

La modernidad capitalista, mientras llama constantemente al individuo al placer, el éxito y el consumo, construye un ciclo que en realidad no lleva a ninguna parte. En este ciclo, el significado se instrumentaliza; se prioriza la superficie sobre la profundidad, la separación sobre el vínculo y la satisfacción instantánea sobre la continuidad. En una estructura así, el ser humano no tiene un «porqué», solo una falta de dirección atrapada entre los «cómo». El significado es el eje principal que sostiene a la persona frente a las dificultades, organiza la resistencia y la lleva hacia el futuro.

El bloqueo mental es el resultado de alejarse del significado. A medida que la persona se aleja de cuestionar por qué existe, para qué vive y de qué forma parte, su mente queda confinada en moldes externos, hábitos y verdades aprendidas. Este confinamiento la separa del movimiento, la transformación y el pensamiento libre. La mente se convierte en un depósito de datos. La reflexión se detiene, y es reemplazada por patrones defensivos, dogmáticos y pasivos. Es precisamente en este punto donde la pérdida de sentido crea un estado de parálisis mental.

Este estado de parálisis mental es uno de los mayores obstáculos que enfrentamos en la construcción de la vida comunitaria. Porque la vida comunitaria no es un sistema estático, sino una dinámica que produce significado constantemente, que se transforma dentro de las relaciones. En cambio, una mente que ha perdido el significado pierde la capacidad de relacionarse. No puede reconstruirse a sí misma, no puede reconocer al otro y no puede sentir el espíritu colectivo.

La resistencia de la mentalidad y el poder de los viejos moldes

La vida comunitaria es una forma de vida que satisface la necesidad de significado más que las necesidades físicas. Pero la transición a ella no es posible con un mero cambio de entorno o de forma de vida, sino con una reconstrucción mental mucho más profunda. Porque ninguna experiencia de vida en común puede sostenerse sin que se establezcan lazos de significado entre los individuos. Y esta transformación no está exenta de dolor.

En el momento en que decimos que «la resistencia mental a la organización comunitaria es ideológica», en lo más profundo nos encontramos con la resistencia relacionada con el significado. La nueva forma de vida debe rechazar los viejos mapas de significado y, en su lugar, ofrecer otros nuevos. De lo contrario, la mente continuará reproduciendo inconscientemente lo viejo. Cada ruptura trae consigo un tipo de proceso de duelo. El individuo experimenta una sensación de vacío al dejar atrás las identidades, posiciones y significados a los que estaba acostumbrado. Este vacío tiene un potencial creativo, pero al mismo tiempo produce una seria inquietud.

Cuando hablamos de una transformación mental, a menudo se piensa que es solo una cuestión de voluntad: se asume que, si lo deseamos, aprendemos o nos encontramos con la información correcta, la transformación será posible. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. La mente no solo aprende, sino que también intenta protegerse y continuar con el orden al que está acostumbrada. Por eso, la resistencia de la mentalidad se nutre de la ignorancia, pero también de la seguridad de lo familiar, del confort del pasado y de la anestesia de los hábitos.

La modernidad capitalista ha explotado astutamente este punto débil del individuo. Ofrece a la mente un mundo externo en constante cambio, pero internamente se asegura de que reproduzca siempre los mismos códigos. Los patrones grabados en la mente del individuo a través de la educación, los medios de comunicación, las estructuras familiares y los dogmas religiosos ofrecen una especie de mapa interno contra el flujo de la vida. Este mapa hace que el individuo crea que está encaminado en una dirección, pero en realidad lo mantiene en el mismo ciclo. La persona vive mentalmente en una «prisión de hábitos»: se siente segura porque sabe y ve lo nuevo como una amenaza porque tiene miedo de cuestionar.

Por lo tanto, los viejos moldes no son fuertes solo a nivel intelectual, sino también en un terreno emocional y relacional. En la mayoría de los ámbitos de la sociedad, los juicios de valor, los comportamientos y los patrones de identidad que se enseñan como «correctos» construyen muros invisibles que asedian la existencia del individuo. Incluso las primeras imágenes que le vienen a la mente a una persona cuando piensa en conceptos como la feminidad, la masculinidad, la gerencia, la familia, el éxito o la pertenencia pueden ser las piedras utilizadas en la construcción de estos muros mentales.

Estos patrones a menudo no se cuestionan, porque cuestionarlos no solo topa con el conocimiento, sino también con un choque emocional. Este choque conlleva el riesgo de cambiar radicalmente la relación de la persona consigo misma y con el mundo. Por eso, los viejos patrones, por muy perjudiciales que sean, resisten porque son familiares. La transformación comienza aquí: se necesita valentía para despedirse de lo familiar y dar un paso hacia lo desconocido.

Lo que hará posible la transformación de la mentalidad no es solo rechazar las viejas estructuras, sino ser capaz de crear nuevos patrones de significado y nuevos sentimientos de vida que las reemplacen. Si no ponemos algo en el lugar del significado que ha quedado vacío, la mente continuará aferrándose a lo viejo. Por eso, la transformación, además de una ruptura, es también una construcción. Y esta construcción no puede ocurrir con un sermón o un programa. El significado se construye a través de la vivencia, del sentir y de las relaciones.

Superar estos puntos de resistencia de la mentalidad requiere, además de valentía individual, apoyo colectivo. Porque los códigos mentales del individuo tienen dificultades para cambiar por sí solos. Aquí es donde entran en juego la importancia de la vida comunitaria, la confianza colectiva y el apoyo social. La persona puede dar pasos valientes en la búsqueda de significado si se siente segura. Las nuevas relaciones establecidas en los espacios de vida en común pueden acelerar la ruptura de los viejos códigos. Sin embargo, esto tampoco es automático; si los nuevos espacios de vida se construyen con la vieja mentalidad, solo habrá cambiado el decorado, pero el contenido seguirá siendo el mismo.

Por lo tanto, para enfrentar la resistencia de la mentalidad, primero debemos entender por qué es tan fuerte: porque la mente se forma con el conocimiento, pero también con los hábitos, la emoción, el entorno e incluso el espacio. El individuo no puede reconstruir su mentalidad solo aprendiendo nuevos conceptos; también debe reconstruir sus emociones, sus relaciones, su percepción del tiempo y su vínculo con el espacio. En este contexto, el significado es más una forma de existencia multidimensional que una comprensión mental, y cualquier llamamiento a la transformación sin comprender esta totalidad está condenado a chocar contra un muro.


NOTAS:

1 https://dn720508.ca.archive.org/0/items/elcrepsculodelos00fnie/elcrepsculodelos00fnie.pdf

2 https://unsecretogigantesco.com/wp-content/uploads/2023/03/Frankl-Viktor-El-hombre-en-busca-de-sentido.pdf


OTROS ARTÍCULOS DE LA SERIE «LA TRAMPA DE LA MENTALIDAD» (por Nimet Sevim, periodista)

I. 22/09/2025 – La trampa de la mentalidad

II. 26/09/2025 – El camino hacia la organización comunitaria: El encuentro del significado y la mentalidad

III. 30/09/2025 – Los Límites de la Mentalidad

IV. 04/10/2025 – El reencuentro con el significado

V. 08/10/2025 – De la teoría a la vida


EL AUTOR: Nimet Sevim es periodista. Colabora con los medios Yeni Özgür Politika y Demokratik Modernite.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies