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La lucha por la asistencia sanitaria en el noreste de Siria

Al Majalla – Shivan Ibrahim – 12 febrero 2024 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid

Un informe de 2022 de Reach mostraba que el 70% de los residentes en el noreste de Siria no podían acceder a la atención sanitaria, en parte debido a sus elevados costes.

A sus seis años, Joud ha tenido un duro comienzo en la vida. Pequeño y delicado, se sometió a un tratamiento contra la leucemia en Erbil, en el noroeste de Irak, antes de trasladarse a Damasco, la capital siria, para continuarlo.

Su tío Farid, académico, admite que no ha sido barato. Sólo la medicación mensual ha costado 1.600 dólares, explica.

Esto no incluye las pruebas, los gastos de hospitalización de Joud, los honorarios de los médicos, ni los análisis específicos de sangre y células sólo disponibles en Alemania, con un coste de 2.000 dólares.

El plan de tratamiento ha cambiado recientemente. Ahora la familia paga 1.000 dólares al mes. Es mejor, pero sigue sin ser barato. «En casi dos años, hemos gastado 100.000 dólares», dice Farid.

«En nuestra familia tenemos diez casos de cáncer, entre ellos de mama y de colon. Por desgracia, perdimos a dos miembros por cáncer de pulmón».

Su historia no es única. Por desgracia, es la norma.

Desde la ciudad de Tabqa, en el noreste de Siria, Maria Al-Khamri cuenta la lucha de su hija Ilaaf contra el osteosarcoma, un tipo de cáncer óseo. A sus 23 años, Ilaaf ha pasado un calvario de siete años, incluida la amputación de un pie.

Diagnosticada erróneamente por traumatólogos y neurólogos, con una biopsia chapucera de por medio, los «errores médicos» provocaron el empeoramiento de su tumor, dice María, desde Damasco.

«Ahora la enfermedad es terminal. Se ha extendido por todo el cuerpo. Vendimos nuestras tierras, joyas y muebles, pero seguía empeorando». El centro oncológico de Raqqa carece de médicos cualificados. No puede ofrecer los servicios radiológicos necesarios».

Afirma que la región es «rica en recursos pero carece de profesionales médicos», y añade que los que siguen allí «no han recibido ninguna ayuda».

Cáncer en el aire

En 2013, la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó los contaminantes del aire exterior como carcinógenos, reconociéndolos como factores significativos en las muertes relacionadas con el cáncer.

La OMS respaldó esta clasificación con pruebas de la asociación entre la exposición a la contaminación atmosférica y la prevalencia del cáncer de pulmón.

También relacionaba los contaminantes con el cáncer de vejiga. Las partículas, uno de los principales componentes de la contaminación del aire exterior, «engloban sustancias cancerígenas para el ser humano», afirmaba.

En 2022, un estudio del Centro Éufrates de Estudios Estratégicos de la ciudad de Qamishlo, en la frontera entre Siria y Turquía, informó de un aumento de las emisiones tóxicas, lo que provocó más contaminación atmosférica y problemas de salud relacionados.

Reveló que, en 2021, los tubos de escape de los vehículos en la provincia de Hasakah liberaron unas 890 toneladas de plomo, con 250 toneladas en Qamishlo y 290 toneladas en la ciudad de Hasakah.

También se descubrió que las emisiones de partículas -partículas de carbono nocivas asociadas a infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares y cáncer- también rondaban las 250 toneladas.

De ellas, 80 toneladas se atribuyeron a Qamishlo y 54 toneladas a Hasakah, mientras que el resto se repartía entre otras zonas.

Los investigadores realizaron mediciones atmosféricas durante las primeras horas de la mañana y por la noche en las zonas de Al-Maabadah, Girke Lege, Qamishlo, Çil Axa y Al-Jawadiyah, en la provincia de Hasakah.

Todas son zonas urbanizadas densamente pobladas de edificios, donde la mayoría de las emisiones proceden de vehículos, gasolineras y generadores de electricidad.

Acceso a la atención sanitaria

En un informe de 2022, la organización de ayuda humanitaria Reach informaba sobre las condiciones sanitarias en el noreste de Siria, centrándose en la accesibilidad de los residentes a la atención sanitaria.

Mostraba que el 70% de los que vivían allí no podían acceder a la atención sanitaria, en parte debido a sus elevados costes. La mayoría simplemente no puede permitírselo. Otra razón era la falta de suministros médicos o de médicos formados.

Las entrevistas con residentes en Hasakah, Raqqa y Deir ez-Zor (y zonas circundantes) mostraron una prevalencia significativa de graves problemas de salud. La lista de dolencias era extensa.

Incluía enfermedades respiratorias, renales, hepáticas y torácicas, así como hipertensión, insuficiencia renal, trastornos sanguíneos, asma, leishmaniasis, diabetes, cólera, enfermedades de la próstata, abortos espontáneos en mujeres embarazadas, infertilidad, cardiopatías y una alta incidencia de cáncer.

El Dr. Danesh Haj Ibrahim, especialista en tumores sanguíneos de Qamishlo, afirma que «la proporción estimada de pacientes de cáncer en la provincia de Hasakah, a diferencia de otras enfermedades, supera el 9%».

Entre las mujeres predomina el cáncer de mama, dice el Dr. Ibrahim, mientras que en los hombres es más frecuente el cáncer de próstata, pulmón y colon. En la provincia de Hasakah hay más de 3.500 enfermos del corazón, mientras que el 10% de la población local padece diabetes.

«Especialmente preocupante es el alto porcentaje de jóvenes que padecen diabetes de tipo 1, además de la notable prevalencia de enfermedades crónicas», afirma el Dr. Ibrahim.

El farmacéutico Abdullah Mabrouk afirma que en Tabqa se han registrado este año 137 casos de cáncer. Incluso para una región rica en petróleo y gas, es una cifra elevada.

Los lugareños afirman que el aumento se debe al periodo de cuatro años en que la región estuvo gobernada por militantes de Estado Islámico (ISIS), cuyo tratamiento del crudo era tosco y poco refinado, por decirlo suavemente.

Un médico administra la vacuna contra el cólera a una niña durante una campaña de vacunación en la ciudad de Maaret Misrin.

Tábanos y llamaradas de gas

Además, Tabqa ha registrado 728 casos de leishmaniasis, una infección parasitaria transmitida por la picadura de los flebótomos que puede ser mortal si no se trata.

De los diagnosticados, 94 fueron tratados con éxito, mientras que 50 necesitaron diálisis por insuficiencia renal. De ellos, muchos buscaron tratamiento en Damasco.

Paralelamente, la Asociación de Cuidados Intensivos (ACI) ha puesto de relieve una tendencia preocupante en Manbij, donde afirma que «un número significativo de niños, tanto en zonas urbanas como rurales, sufren desnutrición».

Marwan, un activista, dice que ha informado de un aumento del número de casos de cáncer en Manbij hasta 200, atribuyéndolo tanto a las llamaradas de gas como a la contaminación del aire.

Mohammad Al-Hadi, de 68 años y natural de Manbij, afirma que padeció «dolores agudos y crónicos, así como inflamación del oído medio», y añade que «las complicaciones derivadas del tratamiento hicieron que desarrollara un cáncer de próstata».

Marwan también informó de un caso en el que una mujer desarrolló cáncer de útero debido a un error médico durante una cesárea, lo que provocó complicaciones posquirúrgicas.

Aunque no se dispone de estadísticas exactas sobre el cáncer en Kobane, en el norte de Siria, el activista Kamal Aziz (seudónimo) estima el número en «más de 100», y añade que «el campo se enfrenta a una leishmaniasis generalizada».

Se están suministrando vacunas y medicamentos para tratar la leishmaniasis y prevenir la propagación de la hepatitis con la ayuda de organizaciones como Doctors Across Continents y Mentor Initiative.

El ICA también identificó un «aumento de las discapacidades» en Raqqa, en particular la atrofia cerebral o multisistémica, que es el daño o la reducción de las células nerviosas en diferentes partes del cerebro.

Carencia de lo básico

La región carece de servicios sanitarios básicos, como clínicas móviles, fisioterapia, equipos de escáner, ayudas para la movilidad, seguimiento médico y concienciación sanitaria general en las zonas rurales. Todo ello agrava aún más los problemas.

La ACI cree que el número de personas con discapacidad en Raqqa supera ya las 10.000, junto a otras 3.000 con cáncer y 5.000 con diabetes.

Pero no se trata sólo de enfermedades e infecciones. La zona está sembrada de artefactos explosivos sin detonar procedentes de la guerra civil. Los médicos del noreste de Siria estiman en 3.600 el número de amputaciones. Aunque se pueden encontrar prótesis, algunas zonas carecen de ellas.

El investigador y periodista Firas Alawi, de Deir ez-Zor, calificó el cáncer como «la crisis sanitaria más importante que afecta a la provincia», afirmando que los casos superaban ya el millar.

Una médica administra una vacuna contra el cólera a un niño en el campo de desplazados internos de Maram, en Idlib, el 7 de marzo de 2023.

La leishmaniasis también ha golpeado el campo al este de Deir ez-Zor, incluyendo Al-Shaitat, Hajin y las ciudades de Ash-Sha’Fah, Al-Susah y Baghuz. «El número de infectados en estas zonas se acerca a los 400. La mayoría son niños».

El Dr. Bakr Al-Sayed Ahbash, de As Sawa, en el oeste de Deir ez-Zor, mencionó la prevalencia del tabaquismo entre los niños pequeños como una de las causas, y añadió que los brotes de cólera se debían a la contaminación del agua y a una esterilización inadecuada.

«Además, hay una incidencia generalizada de varicela sin tratamiento inmediato, junto con un número notable de casos de cáncer de pulmón y riñón, así como de leucemia», dijo Ahbash.

Damasco y Erbil

El tío de Joud, de seis años, el académico Farid Sa’adoun, compartió los retos y costes del tratamiento del cáncer en Siria.

«Los tratamientos de radioterapia, quimioterapia y medicación solían ser gratuitos en Damasco», explicó.

«Sin embargo, la prestación de servicios gratuitos cesó y la disponibilidad de dosis disminuyó. Tuve que comprarlas en dólares, entre 200 y 850 dólares, según el tipo y el cáncer.

«Con la ausencia de tratamientos gratuitos y de centros de tratamiento, sólo los más pudientes pueden sufragar los costes de la medicina. Los pobres no pueden permitirse el tratamiento del cáncer. El coste es prohibitivo».

Fahd Suleiman, que acompañaba a un paciente de cáncer, dijo que el simple hecho de llegar a Damasco era caro, y eso antes de tener en cuenta el alojamiento y los gastos.

En su opinión, la alternativa de viajar a Erbil para recibir tratamiento es un poco menos cara, «pero requiere autorizaciones y atenerse a procedimientos específicos».

Fuentes de Faysh Khabur, en el lado iraquí-kurdo de la frontera entre Siria e Irak, afirman que «miles» de sirios con enfermedades cardíacas, cáncer, operaciones oculares y problemas renales entran cada año en la región del Kurdistán iraquí para recibir tratamiento.

En el hospital Al-Bairouni, especializado en el tratamiento del cáncer, afirman que cada día se registran dos nuevos casos de cáncer procedentes del noreste de Siria, es decir, 720 pacientes al año.

Una médica siria, que participa en una campaña de vacunación contra la poliomielitis, administra gotas de vacuna a un niño en la localidad de Ariha.

En 2022, se notificaron un total de 5.830 casos de talasemia (un trastorno sanguíneo) en toda Siria, y casi una cuarta parte procedía del noreste.

El ICA demostró que «el 60% de todos los casos de cáncer en Siria se concentran en el noreste del país».

Refinado sin refinar

Varios médicos con los que nos entrevistamos consideraban que la situación sanitaria se estaba deteriorando, citando epidemias y enfermedades resistentes a los medicamentos.

Algunas de estas enfermedades estaban casi erradicadas en la región, pero han vuelto a resurgir debido a la contaminación por las emisiones de gases tóxicos y el primitivo refinado del petróleo.

Los procesos básicos de refinado hacen que los productos retengan agentes cancerígenos que se disuelven en el gasóleo y la gasolina antes de ser liberados al aire durante la combustión, sobre todo por la combustión incompleta del combustible y el humo de los generadores.

Esto provoca la liberación de plomo y otras sustancias tóxicas, así como de gas naftalina, que actúa sobre la sangre, los riñones y el hígado, causando cáncer.

Nos enteramos de que la región carecía de una instalación designada para gestionar los subproductos y residuos del refinado de petróleo, lo que daba lugar a su eliminación desordenada, incluso mezclándolos con agua.

A lo largo de los años, el vertido de residuos del refinado de petróleo en ríos y canales ha contaminado el suelo con sustancias como arsénico, plomo y mercurio. Estas, a su vez, son absorbidas por plantas y vegetales.

Alimentos, agua y cadáveres

A la pregunta de por qué proliferaban estas enfermedades, un médico enumeró «el uso indiscriminado de medicamentos, el consumo de alimentos insalubres y en malas condiciones, el uso de plástico para almacenar alimentos y agua, y el aumento de las zonas pantanosas debido al limitado suministro de agua procedente de Turquía, lo que facilita la propagación de insectos y enfermedades».

Añaden que «el descenso del nivel de las aguas del río Éufrates, su contaminación y la proliferación de basuras en las carreteras, junto con la ausencia de agua de riego, han transformado el río en un pantano, creando un entorno propicio para la cría de flebótomos». 

Otros mencionan la ausencia de control sanitario de los alimentos, sobre todo de la carne y las verduras importadas de los países vecinos, y la falta de concienciación sobre los niveles hormonales y su influencia en la contaminación medioambiental y alimentaria.

Una niña sentada entre paquetes de ayuda, mientras las organizaciones humanitarias advierten de la desnutrición en algunas zonas de Siria.

Para agravar los problemas, nos dijeron, están «las inadecuadas infraestructuras del sector sanitario, la falta de un sistema de alcantarillado adecuado en algunos pueblos y las enfermedades provocadas por la descomposición de los cadáveres en las fosas comunes de los alrededores de Baghouz».

Estas fosas contienen los restos de miles de sirios asesinados y enterrados apresuradamente por combatientes de ISIS, según nos dijeron. A pesar de su eliminación parcial, quedan muchas. Contribuyen a la proliferación de enfermedades cutáneas y respiratorias».

Sólo dolencias fáciles

Hasakah, con sus nueve hospitales y 50 clínicas, tiene el compromiso de la Administración Autónoma de ofrecer servicios sanitarios gratuitos o parcialmente gratuitos a precios competitivos.

Sin embargo, los activistas afirman que estas instalaciones ofrecen principalmente servicios esenciales como primeros auxilios y se enfrentan a una escasez de medicamentos.

En la provincia no se practican cesáreas. Tampoco cuenta con un centro dedicado al tratamiento de la diabetes, equipos de detección precoz del cáncer de mama ni un centro de diálisis renal decente.

Aunque el Hospital Oftalmológico y Cardiológico de la Administración Autónoma realiza intervenciones quirúrgicas más baratas que en los hospitales privados, su equipamiento es de segunda categoría.

Hemos oído que algunos médicos remiten a los pacientes a sus centros sanitarios, clínicas u hospitales privados, de los que hay 38 en toda la provincia de Hasakah.

Los precios de los medicamentos en las farmacias de los hospitales no están regulados, y los costes asociados a las intervenciones quirúrgicas y las estancias nocturnas, especialmente las cesáreas, varían enormemente.

Asimismo, las tarifas de los reconocimientos médicos -de hasta 5 dólares- se suman a la carga que soportan los residentes.

Para afecciones más complejas como el cáncer y las cardiopatías, los pacientes suelen preferir buscar diagnóstico y tratamiento en Erbil o Damasco, atraídos por la experiencia de los médicos y los modernos equipos médicos disponibles allí.

En Manbij, quienes no tienen dinero pueden acudir al Hospital Nacional Al-Furat y a cinco clínicas gratuitas, pero los tratamientos se limitan a urgencias, ciertas enfermedades leves y la administración de vacunas infantiles gratuitas.

Aunque hay diez hospitales privados, sus servicios se limitan a pediatría (tratamiento de niños), fracturas leves y cesáreas, a menudo a precios elevados.

Incluso una operación rutinaria, como la extracción de un apéndice, puede costar cientos de dólares. Para el tratamiento de enfermedades crónicas y lesiones traumáticas, las personas en camilla o con respiración asistida deben buscar en otra parte.

Público frente a privado

El farmacéutico Abdullah Mabrouk, de Al Tabqah, afirma que el hospital nacional de su ciudad puede realizar mamografías para el diagnóstico precoz del cáncer de mama. Alrededor de 13 centros médicos salpican la ciudad y sus alrededores, ofreciendo algunos servicios.

En Kobane/Ain al-Arab, el activista Kamal Aziz explica que la ciudad cuenta con un único hospital gubernamental, además del Hospital Igor especializado en enfermedades femeninas, el hospital privado Al-Amal y varias clínicas.

Todos confirman allí la escasez de medicamentos, material médico, personal especializado y servicios esenciales necesarios para la atención de los pacientes, lo que limita el papel de estos centros médicos a la atención de enfermedades simples y leves.

Según la ACI, tres hospitales están afiliados a la Administración Autónoma de Raqqa. Sin embargo, las diez clínicas -a menudo en zonas rurales- se limitan a realizar reconocimientos, atender casos de urgencia y dispensar medicamentos.

La ACI califica de «exorbitantes» los costes de tratamiento y alojamiento en hospitales privados para procedimientos como el cateterismo cardíaco.

Añadió que el estado actual de los servicios sanitarios en Raqqa era «inadecuado para la densidad de población que soporta», debido en parte al desplazamiento interno desde otras zonas.

La calidad del servicio se ha deteriorado debido a la corrupción y el nepotismo en el sector sanitario público, y a la falta de supervisión. Aun así, debido a los precios desorbitados que cobran los hospitales privados, muchos no tienen otra opción.

Como prueba de ello, nos dicen que el único escáner gratuito de la región no funciona. La Dirección General de Sanidad aún no ha rectificado la situación.

Algunas enfermedades erradicadas, como el paludismo y la tuberculosis, también han reaparecido aquí, según nos cuentan, al igual que una plétora de enfermedades de la piel, que los médicos atribuyen a la contaminación del agua.

Sin protección sanitaria

El Dr. Abdul Rahman Ali, de Deir ez-Zor, afirma que hay nueve hospitales públicos, cinco de los cuales reciben apoyo de organizaciones externas, y 13 clínicas públicas, siete de las cuales se benefician de ayuda exterior. También hay 21 hospitales privados.

Firas Allawi describe una lotería de códigos postales. En algunas zonas, a menudo las más pobres, hay pocos médicos formados en especialidades.

«En términos relativos, la situación es mejor en las zonas controladas por la Administración Autónoma, pero siguen faltando equipos, herramientas médicas, medicamentos de alta calidad y vacunas». 

El doctor Bakr Al-Sayed afirma que la provincia carece de tratamiento para las enfermedades oculares, mientras que la cirugía pediátrica es limitada. También describe la escasez de ambulancias y el suministro inadecuado de oxígeno.

Según Farid, tío de Joud, «no existe un sistema sanitario que proteja a la población de estas enfermedades a falta de vacunas e inmunización».

Según él, la contaminación desencadena numerosas enfermedades relacionadas con el sistema inmunitario e intensifica su impacto. «El cáncer tiende a florecer en presencia de una inmunidad debilitada. En el pasado, las empresas estatales trataban los residuos nocivos del gas y el petróleo. Hoy en día, nadie trata la fuente de estas emisiones cancerígenas».

Conocer las necesidades

Todos los implicados en el sector médico reconocen la necesidad de personal formado, centros de tratamiento especializados y hospitales dedicados al diagnóstico y análisis patológico de enfermedades graves.

Esto tiene que incluir instalaciones para el tratamiento del cáncer que ofrezcan quimioterapia, así como tratamientos para enfermedades crónicas como la fibrosis pulmonar y las cardiopatías, incluidos el cateterismo cardíaco y la cirugía cardíaca.

La lista de deseos continúa. Afecciones como el asma, la hipertensión, la insuficiencia renal, la diabetes y la leishmaniasis necesitan un tratamiento adecuado, que incluya pruebas médicas hormonales y suministros adecuados de insulina.

La gratuidad de los medicamentos para todo ello es imperativa, afirman. Si no se dispone de ellos, la mayoría se verá obligada a viajar a Damasco, asumiendo los elevados costes del tratamiento.

Salud en los campos de refugiados

El Dr. Khalil Khalo, farmacéutico del campo ‘Al-Talaae Sere Kaniye’, en Hasakah, aborda la situación sanitaria en los campos de refugiados.

«La mayoría de los campos presentan similitudes en cuanto a epidemias y enfermedades prevalentes, en particular la leishmaniasis y la sarna», afirma.

«El aumento de los precios de los medicamentos procedentes de Damasco, que han subido un 100%, más un 28% de gastos de envío, no hace más que agravar la situación. La Media Luna Roja Kurda gestiona algunas clínicas para hacer frente a las necesidades, pero no llega a cubrir una demanda tan elevada».

El Dr. Danesh afirma que los medicamentos sirios contra el cáncer «proceden de Turquía e India» y son «muy caros, sobre todo la variante de inmunoterapia». Añade que no siempre están fácilmente disponibles.

«La mayoría de los pacientes buscan tratamiento en hospitales de Damasco, especialmente los niños con enfermedades de la sangre, que allí reciben tratamiento gratuito. En la actualidad, el centro de tratamiento del cáncer de Qamishlo se limita sobre todo a sueros y carece de medicamentos».

La Media Luna Roja Kurda está de acuerdo, y añade que trabaja «con organizaciones internacionales para proporcionar asistencia médica gratuita a los enfermos de cáncer» allí donde puede.
La Media Luna Roja afirma que «proporciona servicios, cuidados, medicamentos y tratamientos físicos, así como la instalación de prótesis», y añade que ha tratado a 1,5 millones de pacientes en 54 puntos médicos.

Cómo se ha llegado a esto

La sanidad en el noreste de Siria necesita desesperadamente una inyección de competencias, conocimientos, equipos, dinero, supervisión, coordinación, mano de obra y medicamentos.

Antes de la guerra civil siria, el acceso y la calidad de su sector médico estaban mejorando. De 1970 a 2009, la esperanza de vida aumentó de 56 a 73 años, mientras que la mortalidad infantil se redujo de 132 (por cada 1.000 nacidos vivos) a algo menos de 18.

Luego llegaron el caos y la guerra. Decenas de miles de personas murieron y cientos de miles fueron desplazadas. Muchos huyeron al extranjero para no volver jamás. Ya no se puede confiar en servicios básicos como el saneamiento y el abastecimiento de agua.

Mientras tanto, el pequeño Joud sigue luchando contra la leucemia. Su tío, Farid, se pregunta de dónde saldrá el dinero: una instantánea apropiada de la lucha colectiva por la atención sanitaria en Siria.

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