Jîna ‘Mahsa’ Amini era kurda y eso importa. Di su nombre kurdo
Novaramedia – Meral Çiçek – 4 octubre 2022 – Traducido por Rojava Azadi Madrid
En 1852, la activista de los derechos de la mujer Tahirih Ghoratolein, de 35 años, fue ejecutada por el régimen iraní en Teherán por dos cosas: su fe bábí y por quitarse el velo. Sus últimas palabras fueron: «Podéis matarme cuanto queráis, pero no podréis detener la emancipación de la mujer».
Casi exactamente 170 años después, en la misma ciudad, una mujer de 22 años murió tras ser detenida por la llamada patrulla de orientación, policía religiosa islámica que se adhiere a interpretaciones estrictas de la sharia. Su infracción fue no llevar el hiyab de acuerdo con las normas del gobierno. Cuando la policía la detuvo, el hermano de la mujer explicó que no eran de Teherán y que desconocían las normas de la ciudad (la familia estaba de visita desde Saqqez, una ciudad kurda del oeste, cerca de la frontera con el Kurdistán iraquí), pero no sirvió de nada: la llevaron a una comisaría de todos modos. Allí, según su familia, fue «insultada y torturada», y se desmayó antes de ser llevada al hospital. Al llegar, los médicos descubrieron que la mujer había sufrido «muerte cerebral». Dos días después, sufrió una parada cardíaca y no pudo ser reanimada.
La mujer se llamaba Jîna, que significa «vida» en kurdo. Jîn (y su equivalente Jiyan) está relacionado etimológicamente con Jin, la palabra kurda para ‘mujer’. Pero el mundo la conoce mejor en la muerte por su nombre iraní: Mahsa Amini.
Poco después de la violenta muerte de Amini, el 16 de septiembre, estallaron protestas que se extendieron desde las zonas kurdas de Irán a todo el país y al mundo. Los manifestantes coreaban el lema kurdo «jin, jiyan, azadî» – «mujer, vida, libertad». Pero en las noticias, sobre todo en las occidentales, se ha borrado la identidad kurda de Jîna Amini: se la describe como una mujer iraní y su nombre persa «oficial», «Mahsa», que para su familia y amigos sólo existía en los documentos estatales, es el que aparece en los titulares. Los llamamientos a «decir su nombre» resuenan en la vida real y en las redes sociales, pero ocultan involuntariamente el verdadero nombre de Jîna y, al hacerlo, su identidad kurda.
La discriminación del Estado iraní contra los kurdos incluye una prohibición generalizada de los nombres kurdos que obliga a muchas familias a registrar a sus hijos oficialmente con nombres no kurdos, mientras mantienen sus nombres reales en casa. Esto, a su vez, fragmenta la experiencia de muchos kurdos y crea una identidad «oficial-legal» y otra «no oficial-ilegal». La auténtica identidad étnico-cultural pierde su validez y te identifica un nombre que no dice nada de tus raíces.
Algunas personas que insisten en llamar a Jîna Amini por su nombre aprobado por el Estado, Mahsa, argumentan efectivamente que no perdió la vida bajo detención por ser kurda, sino sólo por ser mujer. Por tanto, según este argumento, no es necesario ni significativo llamarla por su nombre kurdo.
Irán es un Estado antidemocrático, basado en un gobierno brutal. Cualquiera que no forme parte del aparato de opresión está en peligro, sin importar el sexo, la religión o el grupo étnico al que pertenezca. Algunos son incluso más vulnerables que otros. Este es el caso, en particular, de las mujeres y los kurdos.
Es probable que la inmoral «policía de la moral» que detuvo a Jîna el 13 de septiembre a la entrada de la autopista Shahid Haghani en presencia de su hermano (que también tiene un nombre no oficial kurdo y otro oficial persa) conociera su identidad étnica. Es posible que la trataran con especial brutalidad por ello. Es probable que se resistiera tanto a los insultos y maldiciones de los agentes por su identidad y conciencia política como mujer kurda.
Pero independientemente de si su identidad kurda desempeñó un papel importante en la detención y la brutal violencia que condujo a la muerte de Amini, el hecho de subestimar u ocultar su origen étnico representa una reproducción de la política colonial del régimen iraní hacia el pueblo kurdo. Esta actitud es una destilación del poder y la supresión por la nación mayoritaria, incluso cuando la expresan feministas persas bienintencionadas.
La muerte de Amini ha hecho que los eslóganes kurdos que piden la liberación de la mujer y la revolución resuenen en todo el mundo. «Jin, jiyan, azadî» -y sus traducciones- ha resonado en las multitudes y en las manifestaciones celebradas en solidaridad con las mujeres que buscan la libertad en Irán. Incluso en Afganistán las mujeres corearon el lema, a pesar de los ataques de los talibanes a las manifestantes.
Este canto se originó en el movimiento de liberación de las mujeres del Kurdistán. Encarna el objetivo del movimiento: liberar la vida mediante una revolución de las mujeres. Las mujeres kurdas lo entonaron por primera vez de forma colectiva el 8 de marzo de 2006, en las concentraciones del Día Internacional de la Mujer en toda Turquía. A partir de entonces, se inició un periodo en el que las campañas anuales desafiaron la mentalidad patriarcal y las prácticas misóginas de la sociedad kurda. Este periodo de intensa lucha contra el patriarcado culminó con la revolución de Rojava, hace 10 años, el 19 de julio de 2012, que hizo resonar el lema «jin, jiyan, azadî» en todo el mundo, más allá de las fronteras del Kurdistán.
El movimiento de mujeres kurdas no pretende monopolizar esta consigna, sino que pretende universalizarla en la lucha por el confederalismo democrático de las mujeres en todo el mundo. Sin embargo, hay que reconocer sus raíces y su contexto. De lo contrario, corremos el riesgo de vaciar nuestras consignas de lucha activa y permitir que pierdan su significado.
Mientras escribo este artículo, las mujeres del partido alemán CDU/CSU -bajo cuyo gobierno el movimiento de liberación kurdo ha sido más criminalizado- protestan por el asesinato de Jîna en Berlín, sosteniendo carteles con la traducción al alemán de «jin, jiyan, azadî».
Jîna Amini era una mujer kurda. Las mujeres kurdas han luchado mucho para no ser borradas en vida; no dejemos que sus historias se reescriban en la muerte.
Meral Çiçek es una activista política y periodista kurda.