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‘Jin, jiyan, azadî’ y el Confederalismo de las Mujeres

The Kurdish Center for Studies– Rojin Mukriyan – 30 noviembre 2022 – Traducido por Rojava Azadi Madrid

Jin, Jiyan, Azadî‘ (Mujer, vida, libertad), un eslogan kurdo, es el lema principal de un movimiento revolucionario en Irán desde el 16 de septiembre de 2022. Fue desencadenado por el asesinato de Jîna Aminî a manos de la infamemente brutal policía de la «moralidad». Desde entonces, hombres y mujeres corean Jin, Jiyan, Azadî por todo Irán. Este lema va más allá de la identidad monolítica del estado-nación y rompe todas las divisiones artificiales como las fronteras étnicas, lingüísticas, religiosas, de clase y, lo que es más importante, de género. Pero la pregunta es: ¿qué implica este lema? ¿por qué se ha convertido en la motivación unificadora de este movimiento revolucionario?

La idea original del eslogan Jin, Jiyan, Azadî surgió en las montañas kurdas de Qandil a partir de la filosofía política de Abdullah Öcalan, el líder encarcelado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán y sus diversas ramificaciones. Para Öcalan, la historia de 5.000 años de civilización es ante todo la historia de la esclavitud de las mujeres. Puede decirse que la civilización es, para Öcalan, una serie de formas superpuestas de dominación y esclavitud. Esta esclavitud se ha perpetuado en tres niveles:

En primer lugar, hay una esclavitud ideológica que domina la mente y que consiste en una especie de autoengaño masivo de toda la sociedad, o falsa conciencia, respecto a la legitimidad de la serie de dominaciones que hacen posible la civilización. Esto se ejemplifica más claramente en la religión. En segundo lugar, está el uso más literal y físico de la fuerza que requieren los procesos civilizadores, hasta la esclavitud real. En tercer lugar, a través de la incautación de la economía y la monopolización de las fuerzas productivas del trabajo humano, existe la condición universal de la esclavitud asalariada. Öcalan insiste en que estos tipos de esclavitud que fueron esenciales para la civilización primitiva, como lo atestigua la primera civilización conocida de Sumeria, han persistido en nuestra era en lo que él llama la «modernidad capitalista». El neoliberalismo es la ideología política que defiende la modernidad capitalista y, por tanto, las diversas formas de esclavitud que hacen posible la civilización.

Para Öcalan, la condición que permite el advenimiento del tipo de esclavitud que constituye la civilización es la esclavización de la mujer. Öcalan considera a las mujeres como el primer grupo dominado y esclavizado y, por tanto, el más subyugado. Antes de que se produjera cualquier proceso civilizador, las mujeres tuvieron que ser esclavizadas y dominadas en primer lugar. Öcalan también cree que una revolución de género es fundamental para romper la cadena de estas formas superpuestas de dominación. Ningún tipo de liberación de la esclavitud mejorará plenamente la condición humana hasta que se libere a la mujer. Por lo tanto, Ocalan argumenta que la sociedad no será libre sin la liberación de las mujeres, ya que las mujeres representan el poder de las sociedades orgánicas, naturales e igualitarias que caracterizaron las vidas de cazadores-recolectores-ganaderos de los humanos antes del colapso en la civilización.

La frase Jin, Jiyan, Azadî expresa esta intención liberadora de la concepción de Öcalan sobre el origen y la superación de la civilización y sus formas de esclavitud concomitantes. Durante mucho tiempo se ha convertido en el lema principal del movimiento de liberación de las mujeres kurdas, especialmente en la lucha revolucionaria de las fuerzas femeninas kurdas contra el ISIS en el norte de Siria, ampliamente conocida como Rojava. Puede decirse que ciertas mujeres kurdas están liderando una nueva ola de feminismo bajo la bandera de este lema. Esta nueva ola de feminismo podría denominarse feminismo confederalista o Confederalismo de las mujeres, basado en el proyecto político general de Öcalan destinado a superar y sustituir la civilización: el confederalismo democrático. El feminismo confederalista defiende una noción republicana radical de la libertad como no dominación, no como mera no interferencia. Es constitucionalmente igualitario y a la vez profundamente libertario. Prioriza una libertad genuina por encima de una igualdad meramente formalista o de un tipo de inclusión ligada al Estado. En otras palabras, el feminismo confederalista cree que la igualdad basada en la diversidad genuina es alcanzable si, y sólo si, se proporciona una libertad genuina, un tipo de libertad en la que las mujeres no estén sujetas a ningún grado posible de interferencia arbitraria. La libertad feminista confederalista se entiende aquí tanto en términos positivos como negativos. En términos positivos, se entiende como un medio tanto individual como colectivo para la realización del potencial humano de autodeterminación y florecimiento. En su sentido negativo, se entiende de una manera republicana radical como la prevención sistemática general de cualquier asimetría en el poder para que nunca se realice a través de las esclavitudes y formas de dominación superpuestas que constituyen la civilización.

Ahora, la pregunta es ¿cómo podríamos alcanzar esta libertad? Desde una perspectiva feminista confederalista, la sociedad podría alcanzar esta libertad si pudiera establecer una forma de gobierno basada en el confederalismo democrático. Öcalan propone el concepto de confederalismo democrático como solución a la cuestión kurda y a las décadas de opresión y violencia que se les han impuesto. Dicho de otro modo, intenta resolver la cuestión kurda, e incluso el conflicto imperante en Oriente Medio, mediante una reconceptualización de los conceptos de nación y democracia. Redefine el concepto de nación en un sentido subjetivista. Define una nación como una comunidad de personas que comparten una mentalidad común basada en la solidaridad y la igualdad. En otras palabras, tener una mentalidad y una cultura compartidas hace que uno pueda ser clasificado como nación a pesar de poseer diferentes orígenes «nacionales», etnias, razas, lenguas y géneros. Estas naciones, tal y como las describe Öcalan, pueden llegar a ser verdaderamente democráticas si se organizan basándose en los principios del confederalismo democrático, formando así una «nación democrática». En contraste con el estado-nación, una nación democrática significa pluralidad y comunidades inclusivas en las que ciudadanos libres e iguales coexisten juntos en solidaridad. Para Öcalan, esta nación democrática no pretende convertirse en una nación en el sentido de un estado-nación jerárquico, racista y violento.

Sin embargo, como dice Öcalan, definir la nación sólo a través del prisma de una mentalidad colectiva sería en sí mismo bastante incompleto. Al igual que una mente no puede existir sin su cuerpo, la nación tampoco puede funcionar sin su cuerpo. En un estado-nación, el Estado es el cuerpo de la nación. Es el pueblo entendido como entidad colectiva. Pero en una nación democrática, el propio confederalismo democrático se supone que es el cuerpo de la nación. Öcalan formula el confederalismo democrático como una alternativa al estado-nación. En sentido estricto, se trata de una democracia directa no estatal. La describe como una red de autoadministraciones políticas no jerárquicas basadas en una política ética inclusiva. Es un sistema flexible, multicultural, antimonopolista y orientado al consenso. El «feminismo (jineologî)», la «ecología» y la «autonomía democrática» son sus tres pilares constitutivos.

Teóricamente, la autonomía democrática denota esencialmente el autogobierno de comunidades e individuos que comparten una mentalidad similar a través de su propia voluntad. También podría denominarse gobernanza o autoridad democrática. Como han señalado algunos, el proyecto de autonomía democrática se basa en el doble mecanismo de la democracia directa al estilo ateniense y la autonomía kantiana. Según la democracia ateniense, todos los ciudadanos podían y debían participar directamente en la toma de decisiones políticas para crear y alimentar una vida en común. En otras palabras, la vida pública y privada de los ciudadanos estaban entrelazadas, y la ética y la política estaban integradas en la vida de la comunidad política. En el modelo ateniense o clásico de democracia no hay distinción entre la ciudad-estado y la sociedad. Es decir, el pueblo -entendido en aquella época estrictamente como un determinado grupo de hombres- se gobierna a sí mismo y posee el poder soberano o la autoridad suprema en la toma de decisiones legislativas. En este sentido, la democracia es una forma de vida, no sólo una forma de gobierno. La autonomía democrática es similar a la autonomía kantiana en la medida en que es el propio pueblo el que debe determinar y decidir su propio futuro. En virtud de un principio de autonomía democrática, todas las personas tienen derecho a elaborar libremente sus propias políticas para gobernar su vida en común.

En el espíritu de la democracia ateniense, la autonomía democrática es un intento de romper con la centralización y el sistema representativo común a los Estados democráticos existentes en la actualidad. A diferencia de la democracia contemporánea, se esfuerza por dar poder a los locales. Es decir, el poder político no se concentra. Más bien se delega a nivel local a través de asambleas y consejos que luego se coordinan a nivel confederal. Las comunas autónomas, como unidades locales más pequeñas, son el principal órgano de decisión política. Las unidades autónomas superiores existen para garantizar que las decisiones de los distintos municipios no entren en conflicto. En un sistema así, la gente toma libremente las decisiones relativas a sus comunidades y organizaciones a través de una democracia participativa de base. En otras palabras, la gente se gobierna a sí misma.

Como vemos, el feminismo confederalista encaja perfectamente en el confederalismo democrático. Pretende introducir un cambio fundamental en la estructura de las actuales instituciones dominantes del Estado. Pretende liberar a la mujer y generar una sociedad igualitaria que permita la coexistencia y la participación directa e igualitaria en el proceso político. Para ello, pretende establecer una forma de gobierno en la que la distribución del poder esté equilibrada horizontalmente. Ofrece una alternativa a todas las demás olas del feminismo. En ninguna parte del feminismo occidental se encuentra una identificación explícita con la democracia directa como condición necesaria para la consecución de la libertad de las mujeres.

Un ejemplo de feminismo confederalista en acción es el sistema utilizado en Rojava, o la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES). Las mujeres de Rojava se gobiernan a sí mismas basándose en los principios del confederalismo democrático. El poder político en Rojava se ha distribuido de forma equilibrada y horizontal, o al menos esa ha sido la intención. Han creado consejos integrados exclusivamente por mujeres que se ocupan de asuntos específicos de la mujer como el divorcio, la herencia, la custodia de los hijos, la violencia doméstica, el acceso a la esfera pública y otros. Al mismo tiempo, tienen igual presencia en todas las demás instituciones ascendentes y descendentes. Un hombre y una mujer copresiden todas las instituciones de Rojava. Y lo que es más importante, las mujeres poseen sus propias unidades de autodefensa. El estilo de gobierno de Rojava es fascinante por muchas razones. En primer lugar, el pueblo kurdo ha encontrado de algún modo la forma de aplicar la versión más radical de gobernanza y feminismo en una de las sociedades más patriarcales del mundo. En segundo lugar, han conseguido organizarse en medio de la guerra civil siria. Y, tercero, lo han conseguido mientras se enfrentaban a muchas amenazas existenciales como el ISIS y Turquía. A pesar de todas estas amenazas, el proyecto de Rojava sigue mejorando.

Sin embargo, es importante contrastar el feminismo confederalista con otras olas de feminismo. Ninguna otra forma de feminismo ha intentado lograr la liberación de las propias estructuras dominantes de la civilización. El feminismo confederalista, bajo la bandera de Jin Jiyan Azadî, ofrece una alternativa universal pero concreta para las mujeres. En general, los movimientos feministas surgieron a finales del siglo XIX para acabar con la opresión de la mujer y llevar la igualdad de género a distintos ámbitos de la vida; por ejemplo, en la política, la economía y la sociedad en general. Desde entonces, se han formado diferentes olas de feminismo para lograr este objetivo. Por ejemplo, el feminismo liberal, la primera ola del feminismo, pretendía acabar con la opresión de la mujer tratando de obtener derechos legales para ella. Por lo tanto, buscaba la igualdad de género en el ámbito legal, como el derecho al voto y a la propiedad, el derecho al divorcio o a la emancipación de las mujeres. Las feministas liberales en general buscan la igualdad de oportunidades dentro del marco existente de jerarquía de dominación. En otras palabras, las feministas liberales buscan la inclusión dentro del sistema existente, que es jerárquico y dominante. Para el feminismo liberal, la libertad es sólo un fenómeno negativo e individualista. Esta forma de libertad se entiende como no interferencia interpersonal. Un sistema adecuado que permitiría que prosperaran las prácticas del feminismo liberal sería el que ya tenemos en Occidente, la democracia representativa con una economía capitalista.

Las alternativas feministas de la segunda ola, como el feminismo marxista surgieron en torno a la década de 1960. Desde una perspectiva feminista marxista, la razón de la opresión de la mujer es el sistema económico capitalista. Esta ola del feminismo tampoco pudo, al final, romper su vínculo con la estructura existente del Estado. Creía que un Estado socialista podría acabar sustituyendo al Estado capitalista.

La tercera ola del feminismo se considera a sí misma la forma más radical hasta la fecha. Surgió en torno a la década de 1990 y cree que la raíz de la opresión de la mujer es la naturaleza patriarcal de la propia sociedad. Para ella, el patriarcado, el Estado y el sistema económico capitalista son la espina dorsal el uno del otro, por lo que se refuerzan mutuamente en su dominio. Esta ola del feminismo está mucho más cerca del feminismo confederalista. Sin embargo, esta ola sigue descuidando una interseccionalidad verdaderamente igualitaria. Esta crítica dio lugar a la aparición de la cuarta ola del feminismo, que hizo mucho hincapié en la interseccionalidad. La idea aquí es que las identidades son diferentes y no todas las mujeres están oprimidas de la misma manera. Por ejemplo, las mujeres kurdas están oprimidas como mujeres y como kurdas. Estas opresiones interseccionales significan que los esfuerzos hacia la liberación no son iguales para todas las mujeres, ya que algunas están más oprimidas que otras.

Con el feminismo confederal podemos decir que tenemos una versión de un tipo de feminismo de cuarta ola que se centra en alcanzar un grado de igualitarismo constitucional que realmente supere las profundas estructuras de dominación que caracterizan a la civilización humana. Se pueden hacer diferentes lecturas del lema Jin Jiyan Azadî en función de las distintas olas del feminismo. Sin embargo, si se capta el verdadero significado de este lema, quedaría claro que el pueblo iraní no sólo exige el fin del régimen iraní, sino el establecimiento de un sistema de gobierno basado en los principios de auténtica igualdad y libertad. El verdadero significado de Jin Jiyan Azadî se encuentra en el feminismo confederalista que hace posible un confederalismo verdaderamente igualitario y directamente democrático. El verdadero significado de la frase es que todos los sistemas de jerarquía, esclavitud y dominación deben ser superados. Jin, Jiyan, Azadî no es, pues, un eslogan sin base ni ideología que lo acompañe. Más bien, su análisis rico y crítico de todas las jerarquías de poder y opresión significa que existe una fórmula específica para la liberación de diversos grupos de pueblos dentro de los confines de un Estado como Irán.

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